Guía de estudio para la evaluación del 8 de junio.
Con este texto: Imperio Napoleónico hacer las siguientes consignas:
a) Explicar las características del Imperio Napoleónico.
b) ¿Qué problemas utilizó Napoleón a su favor para concentrar el poder?
c) Realizar un mapa conceptual con el texto del punto 1.
Analizar el mapa que aparece en: Imperio Napoleónico libro
¿Qué ocurrió en España y en sus colonias españolas después de la invasión francesa a la Península Ibérica? Consultar el mismo texto de la consigna anterior.
Con Crisis de la Monarquía Española hacer las siguientes consignas:
a) Explicar la desigualdad social y política en las colonias americanas.
b) ¿Cuáles fueron las Reformas Borbónicas en América?
c) Describir la rebelión liderada por Tupac Amaru II.
d) Realizar un resumen de las invasiones inglesas con el siguiente texto: Invasiones inglesas
e) Buscar qué era el PRINCIPIO DE RETROVERSIÓN DE LA SOBERANÍA. Después realizar una reflexión sobre la formación de juntas de gobierno en España y en las colonias americanas. ( usar el mismo texto del punto 4 y páginas de internet).
Actividad para aprender a hacer mapas o redes conceptuales
1.-Leer todo el texto.
2.-Extraer las ideas principales de cada párrafo.
3.-Buscar palabras o frases claves de las ideas principales.
4.-Hacer 1 mapa/red conceptual.
Las revoluciones hispanoamericanas en 1810
Las Juntas de autogobierno organizadas tras la disolución de la Junta Central de Sevilla en enero de 1810 tuvieron mayores posibilidades de continuidad, porque los criollos consideraron que el Consejo de Regencia formado en Cádiz en su reemplazo no tenía representatividad. Hubo diferencias de criterio en cuanto a si debían retomar la soberanía de los pueblos bajo un gobierno independiente o simplemente autónomo, en nombre de Fernando VII. (…)
En Buenos Aires, tras el debate en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, donde se discutió quiénes tenían derecho a gobernar, se formó una Junta el 24 de mayo pero con la presidencia del virrey Cisneros. Esto no fue aceptado por quienes impulsaron el Cabildo Abierto, y el 25 de mayo de 1810 se formó la Primera Junta de Gobierno patrio, que tuvo como Presidente al Jefe del Regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, y como vocales y secretarios a muchos de los que querían un gobierno independiente pero no consideraban apropiada la situación para proclamarlo, por lo que juraron en nombre de Fernando VII.
Así como lo había hecho la Junta de La Paz en 1809, la de Buenos Aires, con mayor suerte, envió emisarios a los distintos Cabildos del Virreinato del Río de la Plata para invitarlos a Buenos Aires, que representasen a las distintas jurisdicciones con diputados, buscando que se sumaran al movimiento revolucionario. La Banda Oriental del Uruguay adhirió a la Revolución de Mayo en febrero de 1811. Asunción del Paraguay no aceptó subordinarse al mando de Buenos Aires, pero sí autogobernarse; y en mayo de 1811 inició un gobierno propio y en octubre firmó un Tratado de Amistad, Auxilio y Comercio con el general Belgrano, representante de Buenos Aires.
En Quito, en septiembre de 1810, los criollos formaron la segunda Junta y dictaron una Carta Constitucional con formato republicano, en la cual aceptaban la soberanía de Fernando VII pero desplazaban a los españoles; sin embargo, éstos recuperaron su poder en 1812.
En Chile, el 18 de septiembre de 1810 comienza su primer gobierno patrio, con la formación de una Junta gubernativa. La situación chilena se complicó debido a la división de los dirigentes populares Manuel Rodríguez, los hermanos José Miguel, Juan José y Luis Carrera (de origen aristocrático pero tendencia populista) y el liberal aristocrático Bernardo O’Higgins.
La «máscara» o el «misterio» de Fernando VII
Un ejemplo del doble discurso de los revolucionarios es la máscara de Fernando VII adoptada por muchas de las revoluciones hispanoamericanas. La Primera Junta de Gobierno Patrio en Buenos Aires hizo un Plan de Operaciones secreto, en el cual estaba claro que la Junta no quería al rey español, y que aprovechaba la oportunidad de la caída de la Junta Central de Sevilla para instaurar una República:
«Por mejor decir, no se la ha destronado ni derribado del solio, sino que se la ha hundido debajo de las plantas; y jamás pudo presentarse a la América del Sud oportunidad más adecuada para establecer una república sobre el cimiento de la moderación y la virtud. La familia de los Borbones estaba en el suelo (...)» Mariano Moreno, Plan Revolucionario de Operaciones, Plus Ultra, Buenos Aires, 1993.
Sin embargo, acordaron que siempre dirían que gobernaban en nombre de Fernando VII:
«Últimamente, el misterio de Fernando es una circunstancia de las más importantes para llevarla siempre por delante, tanto en la boca como en los papeles públicos y decretos (...) porque aun cuando nuestras obras y conducta desmientan esta apariencia en muchas provincias (...) nos da un margen absoluto para fundar ciertas gestiones y argumentos, así con las cortes extranjeras, como con la España, que podremos hacerles dudar cuál de ambos partidos sea el verdadero realista; (...) además, que aun para atraernos las voluntades de los pueblos, tampoco no sería oportuno una declaración contraria y tan fuera de tiempo, hasta que radicalmente no sentemos nuestros principios sobre bases fijas y estables y veamos los sucesos de la España la suerte que corren».
Evidentemente, desconfiaban del apoyo que pudiera darles el interior del Virreinato si se proclamaban abiertamente revolucionarios y prefirieron, al menos al principio, ofrecer una imagen más moderada.
¿Por qué ocultar sus planes en las cortes extranjeras? Porque, recordemos, tras el tratado de 1809, España era aliada de Inglaterra, y esta última necesitaba realmente a España en su lucha contra Napoleón; no podía arriesgarse a perderla apoyando la revolución en sus colonias lejanas. Es por eso que Inglaterra hizo un juego a dos puntas: nos dio su «amistad» siempre y cuando no la comprometiésemos con una declaración de independencia de España. Además, no se debe olvidar que al Este del Río de la Plata estaba situado el Imperio portugués, con la hermana de Fernando VII en Río de Janeiro, que necesitaba una excusa para invadir estos territorios.