La manzana que cayó del árbol dio pie a que el físico Isaac Newton formulara sus leyes de la gravedad. El erudito griego Arquímedes se da un baño y averigua cómo calcular el volumen y la densidad. Estos son los momentos más emblemáticos de la historia de la ciencia en los que se «encendieron lámparas». O, como dijo Arquímedes cuando tuvo su idea: «¡Eureka!».
En la actualidad, esa lámpara que se enciende es algo que se puede medir con escáneres cerebrales que muestran qué parte del hemisferio derecho del cerebro se ilumina en ese momento.
Las historias Eureka se resumen en la esencia de una idea. No da una perspectiva sobre los pasos o las partes preparatorias, pero simplifica las cosas y quita toda la parte de trabajo duro. Analogía que todo el mundo entiende.
Todos o casi todos alguna vez nos hemos cabeceado por un buen rato pensando en qué hacer con nuestras vidas, qué emprendimiento crear, qué necesidades faltan por cubrir en el país y cómo podríamos aportar, qué idea al hacerla tangible sería un verdadero éxito; en fin, descubrir algo novedoso, sorprendente o útil para ser un aporte para el mundo o simplemente para llegar directo a la cima y lograr solventar a nuestras próximas generaciones.
El problema es que la mayoría nos quedamos con ideas al aire o anotadas en una libreta o un cuaderno. ¿Por qué? Porque nos cuesta atrevernos y confiar en nuestras capacidades y nos quedamos eternamente esperando una revelación. Algo que nos confirme que si lo hacemos tendremos el éxito asegurado, porque tenemos miedo a fracasar, a invertir en una idea que no resulte rentable, o a quedarnos sobre la marcha sin poder concretar nuestro proyecto que parecía increíble.
Pero, ¿si les contamos que grandes inventos de nuestra historia han nacido de la noche a la mañana, de completo improvisto o en el momento menos planeado?, ¿O que grandes descubrimientos, tecnologías y productos que se han vuelto masivos nacieron como respuesta a una problemática o necesidad personal?
Así es, muchos grandes éxitos comerciales o tecnológicos han surgido de vivencias personales de sus propios creadores, de lograr observar en detalle lo que tienen a su alcance y de valorar y/o querer potenciar aquello en lo que son buenos o desarrollar eso que les hace falta. Y claro, como el clásico ¡Eureka! del matemático griego Arquímides al descubrir nada menos que la teoría de la densidad al introducirse en la bañera; muchos no nos damos cuenta que la respuesta está muy cerca de nosotros.