Grandes pechos, amplias caderas

Mo Yan

En 2012, el Premio Nobel de Literatura fue a parar a un escritor chino, Mo Yan. Cuando algo así ocurre, el revuelo en redacciones periodísticas y departamentos de literatura es notable: "¿Quién es? ¿Qué ha escrito? ¿Habéis leído algo de él?" El desconocimiento que hay en nuestro país de todas aquellas manifestaciones artísticas - y tradiciones culturales- que escapan al perímetro de eso que se ha dado en llamar "Occidente" es, lamentablemente, enorme.

En este caso, una socorrida ayuda la proporcionaba el cine: en 1998 una película basada en una novela de Mo Yan, Sorgo Rojo, había circulado con éxito por las pantallas europeas tras recibir el Oso de Oro en el festival de cine de Berlín. El punto de arranque de novela y película era el matrimonio impuesto a la joven protagonista con un hombre mayor, enfermo de lepra, y rico, puesto que era dueño de una destilería. El amor, claro, irá por otro lado.

En Grandes pechos, amplias caderas el punto de partida es el mismo: el matrimonio impuesto a Xuan´er, madre del narrador de la novela. Pero en este caso, el rango social del pretendiente y esposo va a depender de la vigencia (o no) de lo que fue una "moda" también impuesta a las mujeres durante muchas generaciones en la China de los primeros años del siglo XX: los pies de loto, es decir, los pies pequeños, muy pequeños, aunque ello implicara llevarlos vendados ya desde la infancia, con los enormes dolores y limitación de autonomía que ello suponía.

¿Algo en común con los "taconazos" occidentales?

Texto 1

Transcribimos íntegro el capítulo 2 , que nos cuenta los antecedentes del matrimonio de Xuan´er. Estamos en el Noreste de China, en una pequeña aldea. Son los primeros años del siglo XX, y reina la dinastía Qing. Es costumbre vendar los pies a las niñas, pues unos pies diminutos son condición necesaria para una buena boda. Pero en 1917 sobreviene un cambio de régimen: cae la dinastía Qing, y con ella determinadas costumbres que el nuevo régimen trata de erradicar.

Puesto que a menudo, cuando leemos una novela no occidental, la falta de familiaridad con los nombres de los protagonistas puede llegar a constituir un obstáculo importante a la hora de seguir el hilo de la narración, os anticipamos un pequeño cuadro de personajes:

Cuando Lu Xuan´er cumplió cinco años, su tía se hizo con unas cintas de bambú, un mazo de madera y un trozo de tela blanca y gruesa.

— Xuan´er —le dijo a su sobrina—, ya tienes cinco años. Ha llegado el momento de que te vendemos los pies.

— ¿Por qué me tienen que hacer eso?

— Una mujer sin los pies vendados nunca podrá encontrar marido.

— ¿Y por qué tengo que encontrar marido?

— No piensas que yo voy a estar cuidándote toda la vida, ¿verdad? —le respondió la tía.

El tío de Madre, Gran Zarpa Yu, era un hombre relajado y jugador. En su vida social era temerario y arrogante, pero en casa era dócil como un gatito. Estaba sentado frente al fuego, asando unos pequeños pececillos para acompañar la bebida. Sus inmensas manos no eran ni mucho menos tan torpes como parecían. El aroma hipnotizador de los pescados a la brasa llegó hasta las narices de Xuan´er. Ella quería particularmente a su perezoso tío porque cada vez que su tía se iba a trabajar, él se quedaba en casa para comerse lo que no debía comerse, y en el momento en que no debía hacerlo. Algunas veces se hacía unos huevos fritos, otras se preparaba una carne en salazón, pero en cualquier caso siempre había algo para Xuan´er, con la condición de que no le dijera ni una palabra a su tía.

Después de quitarle con las manos las espinas a uno de los pececillos, peló un trozo, se lo colocó sobre la lengua y lo enjuagó con un trago.

— Tu tía tiene razón —dijo. Las niñas que no se vendan los pies, cuando crecen, se convierten en unas solteronas de pies enormes que nadie quiere.

— ¿Has oído lo que ha dicho?

— Xuan´er, ¿sabes por qué me casé con tu tía?

— Porque es una buena persona.

— No —dijo Gran Zarpa Yu—, fue porque tiene unos pies diminutos.

Xuan´er miró hacia abajo, a los pies de su tía, y después a los suyos.

— ¿Mis pies serán como los tuyos?

— Eso depende de ti. Si haces lo que yo te diga, los tuyos serán incluso más pequeños.

Cada vez que Madre hablaba de cuando le habían vendado los pies, lo hacía con un sentimiento en el que se mezclaban la acusación a quienes le habían causado tanto sufrimiento y el orgullo por su gloria personal.

Nos dijo que la voluntad de hierro de su tía, y su destreza, eran conocidas en todo el concejo de Gaomi del Noroeste. Todo el mundo sabía que ella era la cabeza de familia, y que Gran Zarpa Yu solamente servía para jugar y para cazar pájaros. Los cincuenta acres de terreno, los dos burros que lo araban, las tareas domésticas y la contratación de los empleados, todo era cosa de la tía de Madre, que apenas medía un metro cincuenta y que nunca pesó más de cuarenta kilos. El hecho de que una persona tan pequeña pudiera hacer tantas cosas le resultaba un misterio a todo el mundo. Había prometido criar a su sobrina y convertirla en una joven dama, y desde luego no estaba dispuesta a escatimar esfuerzos con respecto al vendaje de los pies. Primero le vendó los dedos con las cintas de bambú y los envolvió apretándolos con fuerza, provocando fuertes alaridos de protesta por parte de su sobrina. Después envolvió los pies con la tela blanca, que había sido tratada con alumbre, poniendo una capa tras otra. Una vez hecho eso, golpeó sobre los dedos con su mazo de madera. Madre decía que el dolor era como si le estuvieran golpeando la cabeza contra la pared.

— Por favor, no tan apretado —Madre le suplicó a su tía.

— Te lo pongo apretado porque te quiero —le dijo su tía con mirada una penetrante—. Si no te quisiera, no me importaría que te quedara más suelto. Llegará un día en el que tendrás un par de perfectos lotos dorados y me lo agradecerás.

— Bueno, pues no me casaré, ¿de acuerdo? Me ocuparé de cuidaros a ti y al tío durante toda la vida.

Al oír esto, el tío se ablandó:

— A lo mejor los puedes dejar un poco más sueltos, ¿no crees?

—¡Sal de aquí, perro holgazán! —dijo la tía, cogiendo una escoba y lanzándosela.

Él se puso en pie de un salto, cogió unas monedas y salió de la casa corriendo.

En lo que pareció un abrir y cerrar de ojos, el Gran Qing cayó y fue reemplazado por una república. Xuan´er, entonces, tenía dieciséis años y unos pies de loto perfectos.

Su tío, que estaba muy orgulloso de los pequeños pies vendados de Xuan´er y veía su extraordinariamente bella sobrina como a un tesoro con un alto valor en el mercado, colgó un cartel sobre la puerta de entrada, en el que se podían leer las siguientes palabras: "Salón del Loto Fragante".

—Nuestra Xuan´er se casará con un zhuangyuan, con un académico con las mejores calificaciones en el examen imperial —solía decir.

—Gran Zarpa —le contestaban—, la dinastía manchú ha caído. Ya no hay más zhuangyuan.

Entonces se casará con el gobernador militar de alguna provincia, y si no puede ser, con el magistrado de algún condado.

Corría el verano de 1917. Al llegar a su cargo, el recientemente nombrado magistrado de Gaomi, Niu Tengxiao, prohibió el consumo y la venta de opio, ilegalizó el juego, intentó eliminar a todos los ladrones y prohibió los vendajes de los pies. La venta de opio pasó al mercado negro, el juego continuó como si nada y se demostró que era imposible acabar con el robo. Solo quedaba la prohibición de los vendajes de los pies, a la que casi nadie se oponía, por lo que el Magistrado del Condado Niu recorrió personalmente las aldeas para promover su orden, cosa que le supuso un prestigio considerable.

Ocurrió durante el séptimo mes, uno de esos días claros, tan extraños. Un sedán descapotable entró en la ciudad de Dalan. El magistrado del condado hizo llamar al alcalde, que hizo llamar a los líderes de la comunidad, que hicieron llamar a los líderes vecinales, que hicieron llamar a los residentes; todos ellos se reunieron en el descampado donde se hacía la trilla, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. Los que no asistieron serían condenados a pagar un saco de grano.

A medida que la multutud se iba congregando, el magistrado Niu se fijó en el cartel que había sobre la puerta del tío Gran Zarpa.

—Me sorprende encontrar esta clase de emociones en el hogar de un campesino—dijo.

—Hay un par de perfectos lotos en esa casa, magistrado —le explicó servilmente el alcalde—. La depravación en el gusto se ha convertido en una enfermedad nacional. Eso que ahora llaman lotos fragantes antes no eran nada más que pies hediondos.

La multitud se instaló para escuchar lo que el magistrado Niu había ido a decirles. Madre nos dijo que iba vestido con una túnica negra de cuello alto y un sombrero de copa marrón. Tenía un bigote oscuro y llevaba unas gafas con montura de oro. La cadena de su reloj de bolsillo colgaba frente a su túnica, y llevaba un bastón. Tenía una voz rasposa, casi como la de un pato, pero a pesar de que no tenía ni idea de lo que decía, estaba segura de que hablaba con gran elocuencia.

Madre, que era una chica muy tímida, se aferraba a la ropa de su tía. Cuando empezó el proceso de vendaje de sus pies, dejó de salir a la calle y empleaba casi todo su tiempo tejiendo redes o haciendo adornos. Nunca antes había visto a tanta gente, y estaba demasiado asustada como para fijarse en lo que sucedía. Le parecía que los ojos de todo el mundo estaban fijos en sus minúsculos pies atados. Madre nos contó que ese día iba vestida con una chaqueta de satén de color verde puerro, de anchas mangas y costuras de seda de alta calidad. Su brillante trenza negra le llegaba casi hasta las rodillas. Llevaba unos pantalones color granate, también con las costuras hechas a mano. En los pies, un par de zapatos de tacón alto, con adornos rojos y suelas de madera le asomaban de vez en cuando desde debajo de los pantalones y tamborileaban sobre el suelo cuando caminaba. Como le costaba mantenerse de pie, tenía que agarrarse a su tía.

Durante su discurso, el magistrado mencionó concretamente el salón del Loto Fragante cuando hablaba de los males de la tradición del vendaje de los pies. "Es una venenosa herencia de un sistema feudal— dijo—, una manifestación enfermiza de una forma de vida". Todo el mundo se giró a observar los pies de Madre, que no se atrevía a levantar la mirada. Entonces, el magistrado leyó la proclamación que iba contra el vendaje de los pies, y después dio paso a las mujeres que había traído para que interpretaran el Popurrí de los pies naturales. Seis mujeres jóvenes salieron ágilemente del descapotable, parloteando entre ellas mientras enseñaban con orgullo sus bellas figuras. "¡Compañeros, vecinos, ancianos, niños y niñas, abrid bien los ojos y fijaos en esto!", dijo el magistrado. Todo el mundo miraba fijamente a las mujeres, que llevaban el pelo corto, con un flequillo cubriéndoles la frente, e iban vestidas con unas blusas color azul celeste de manga larga cuyos cuellos apuntaban hacia abajo y con unas cortas faldas blancas que dejaban ver una gran parte de sus piernas. Unos cortos calcetines blancos y unas zapatillas del mismo color completaban su atuendo.

Un soplo de aire fresco había llegado al corazón del concejo de Gaomi del Noroeste.

Tras formar una línea y saludar al público, las jóvenes alzaron las cejas y comenzaron a recitar al unísono: "Tenemos unos pies naturales, no unas anormalidades resultado de una moda pasajera. Nuestros cuerpos son unos tesoros que recibimos de nuestras madres y nuestros padres". Saltaron un poco, levantando muy alto los pies en el aire para mostrar su belleza natural. "Podemos correr y saltar y jugar bajo la lluvia, porque no tenemos esos pies mutilados que causan tanto dolor". Saltaron y corretearon un poco más. "El sistema feudal es malo para las mujeres, que solo son juguetes. Nosotras, en cambio, tenemos unos pies naturales, así que quitaos vuestras vendas, chicas, y uníos a nosotras y empezad a disfrutar".

Las chicas de los "pies naturales" se alejaron saltando y botando, y ocupó su lugar un cirujano ortopédico que traía consigo un pie gigante para demostrar cómo los huesos rotos de los pies vendados alteran su forma para siempre. Justo antes de que concluyera la reunión, el Magistrado Niu tuvo una idea repentinamente. Ordenó que la chica con los principales lotos dorados de Gaomi del Noreste subiera al estrado y mostrara lo desagradables que pueden llegar a ser los pies vendados.

Madre estuvo a punto de desmayarse de miedo, y se escondió detrás de su tía.

—No se pueden ignorar las órdenes del magistrado del condado—dijo el alcalde. Pero madre se abrazó con fuerza a la cintura de su tía y le suplicó que no la obligara a subir ahí arriba.

—Adelante, Xuan´er—intentó convencerla su tía—. Enséñales tus pies. Ellos saben lo que están buscando, lo harás bien. No me digas que esos lotos dorados que yo creé personalmente no pueden competir con los cascos de esas seis burras y derrotarlos.

Así que su tía la acompañó hasta el estrado y después se hizo a un lado. Xuan´er se tambaleaba al caminar, como un sauce en el viento; para los hombres educados en la tradición de Gaomi del Noreste, ese el el signo de la verdadera belleza. La miraban fijamente, deseando con desesperación ser capaces, solo con abrir bien los ojos, de levantarle una de las perneras del pantalón para disfrutar de una vista mejor de uno de esos minúsculos pies. Como una polilla traída por una llama, la mirada del magistrado voló un punto debajo del dobladillo de su pantalón, y ahí la mantuvo durante un instante, boquiabierto, antes de recuperar la compostura.

—Mirad, ahí lo tenéis—dijo—. Una chica tan encantadora convertida en un monstruo incapaz de ningún trabajo manual.

Sin detenerse a valorar las consecuencias, la tía de Madre se opuso a lo que había comentado el magistrado:

—Las chicas de lotos dorados son para adorarlas. ¡Para los trabajos manuales están los sirvientes!

Con la mirada de la tía clavada en él, el magistrado preguntó:

—¿Es usted la madre de esa niña?

—¿Qué pasa si lo soy?

—¿Y esos pies son cosa suya?

—¿Qué pasa si lo son?

—Poned a esa salvaje a buen recaudo —ordenó—, y no la liberéis mientras los pies de la hija sigan vendados.

—¡Me gustaría ver cómo lo intentáis! —la voz de Gran Zarpa Yu sonó atronadora y él surgió de entre la multitud, con los puños apretados, para proteger a su esposa.

—¿Quién es usted? —le preguntó el magistrado.

—Alguien mayor que tú —dijo Gran Zarpa, desafiante.

—¡Prendedlo!—ordenó el magistrado, lleno de rabia.

Algunos de sus subordinados se acercaron con prudencia e intentaron reducir a Gran Zarpa, que los apartó de un manotazo.

La multitud tomó partido en el incidente, y algunos aprovecharon la confusión provocada por el intercambio de opiniones para coger puñados de tierra y lanzarlos hacia donde estaban las seis chicas de los pies naturales.

La población de Gaomi del Noreste siempre ha sido conocida por su valentía, y eso es algo que el magistrado debería haber tenido en cuenta.

—Hoy tengo cosas muy importantes de las que ocuparme, así que lo dejaré correr por esta vez, pero eliminar los vendajes de los pies de las mujeres es un asunto de política nacional, y cualquiera que se oponga a esa política será severamente castigado.

El magistrado se abrió paso entre la multitud y se montó en su coche.

Este se dirigió a la parte delantera y giró la manivela hasta que el motor se encendió haciendo un fuerte bramido. Las chicas de los pies naturales y otros acompañantes se apiñaron en el interior del vehículo mientras el chófer se acomodaba en el asiento delantero del conductor y cogía el volante. El coche se alejó, dejando atrás un rastro de humo.

Un jovenzuelo que estaba entre la gente empezó a aplaudir.

—¡Nuestro Gran Zarpa ha hecho huir al magistrado del condado!

Aquella noche, Shangguan Lü, la mujer del herrero del pueblo, Shangguan Fulu, entregó un rollo de tela blanca a una casamentera llamada Gran Boca Yuan y le pidió que se presentara ante la familia Yu con una propuesta de matrimonio en nombre de su único hijo, Shangguan Shouxi.

—Cuñada mayor—le dijo Gran Boca a la tía de Madre mientras se daba unos golpecitos en los pies con un abanico de juncos—, si la dinastía manchú no hubiera caído, no me atrevería a cruzar el umbral de tu casa aunque me pusieran un taladro en la espalda. Pero ahora vivimos en la República China, y las chicas con los pies vendados ya no despiertan ningún interés. Los hijos de las familias pudientes han cambiado su forma de pensar. Llevan uniformes, fuman cigarrillos y van detrás de las chicas que han estudiado en el extranjero, chicas con los pies grandes, chicas que pueden correr y saltar y conversar y pasárselo bien y sonreir cuando un chico les pasa el bazo por encima del hombro. Me temo que tu sobrina es un fénix caído, lo cual es peor que un ave común. La familia Shagguan pasará eso por alto, por lo que creo que es el momento de quemar el incienso. Shangguan Souxi es un chico guapo y tiene buenos modales, y la familia posee un burro y una mula. Con la herrería no se han hecho ricos, pero tampoco les va nada mal. Xuan´er difícilmente encontrará una familia mejor.

—¿He criado a una dama perfecta para que se case con el hijo de un herrero?

—¿No has oido que la esposa del emperador Xuangtong tuvo que irse a la ciudad de Harbin a lustrar zapatos? La vida es imprevisible, cuñada mayor.

—Diles a los Shangguans que vengan a verme personalmente.

A la mañana siguiente, madre espió, a través de una ranura que había en la puerta, para tener una primera impresión de la que sería su suegra, Shangguan Lü. También vio cómo su tía y Shangguan Lü discutían sobre la dote hasta que ambas se acaloraron y se pusieron rojas.

—Vuelve a tu casa y plantea el tema—dijo la tía de madre—. O la mula o dos acres de tierra cultivable. Criar a la niña durante diecisiete niños tiene que valer algo.

—De acuerdo —dijo Shangguan Lü—. Tú ganas. La mula es tuya, y nosotros nos quedaremos con vuestro carro de ruedas de madera.

Con una palmada, el trato entre las dos mujeres quedó cerrado. Su tía la llamó:

—Xuan´er, sal a conocer a tu suegra.

Grandes pechos, amplias caderas. Editorial Kaylas. Traducción de Mariano Peyrou.

Cuestiones para el coloquio

"Cada vez que Madre hablaba de cuando le habían vendado los pies, lo hacía con un sentimiento en el que se mezclaban la acusación a quienes le habían causado tanto sufrimiento y el orgullo por su gloria personal". La novela comienza con un largo flash back, a través del cual el narrador nos cuenta las circunstancias de su nacimiento. Para ello, se remonta a la infancia de su madre, Xuan´er. Y es curioso, porque narrador y protagonista no coinciden. No aún, al menos. De esta manera, el punto de vista desde el que son narrados los hechos -la primera persona narrativa- está atravesada por ese otro relato anterior.

1. Este capítulo se estructura en tres movimientos.

    • El primero describe un contraste generacional: el que hay entre la niña Xuan´er, de apenas 5 años, y los tíos que la crían. Es decisión de estos vendarle los pies con vistas a su futuro matrimonio.
    • El segundo, el enfrentamiento entre los representantes del nuevo régimen -el magistrado Niu- y las gentes de Gaomi del Noroeste, y muy especialmente los tíos de la protagonista.
    • El tercero, entre la tía de Madre y la familia del herrero.

1.1. Cada uno de estos movimientos va introducido por una marca temporal que enmarca la narración en un momento determinado. En unos casos, dichas marcas se refieren al tiempo externo del relato, al año en que transcurre la acción novelesca (ej. Corría el verano de 1917); en otros, al tiempo interno del relato (ej. "A la mañana siguiente"). Subrayad en el texto las marcas temporales de la narración e identificad estas tres partes.

1. 2. Cada una de estas partes gira en torno a un enfrentamiento, y en todas ellas escuchamos hablar a sus protagonistas, de manera que la narración cede espacio al diálogo. Subrayad la frase que a vuestra manera de ver mejor recoge el clímax de cada uno de esos tres enfrentamientos o contrastes.

1.3. Además de narración y diálogo, encontramos también a lo largo del texto algunas descripciones.

        • Las descripciones de Gran Zarpa Yu y de la tía de Madre al comienzo del capítulo. Localizadlas. ¿En qué se centra más el narrador, en lo físico o en lo psicológico? Elegid un adjetivo -solo uno- para describir a cada uno de estos dos personajes.
        • Las del magistrado Niu y la joven Xuan´er en el encuentro que ambos mantienen. ¿En qué se centra más el narrador, en lo físico o en lo psicológico? Si dibujáis bien, quizá os animéis a pintar una acuarela que refleje la escena.
        • Pero en última instancia, lo que late a lo largo de todo el fragmento es la contraposición de dos tipos de mujer: las mujeres con pies de loto y las mujeres de pies grandes. Buscad a lo largo del texto las descripciones que se hacen de unas y otras y las diferentes percepciones y actitudes de los hombres hacia ellas.

Mujeres de pies de loto

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Mujeres de pies grandes

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2. Para terminar, os animamos a conversar en torno a las posibles semejanzas entre los pies de loto impuestos a las niñas chinas y los taconazos de aguja ¿impuestos? en determinados contextos a las mujeres occidentales.

Para saber más

De literatura china sabemos en Europa más bien poco. Y, sin embargo, El sueño en el Pabellón Rojo, novela escrita en el siglo XVIII por Cao Xuequin, es uno de los 10 libros más leídos a lo largo de la historia. Para la cultura china es una obra de una relevancia análoga a la del Quijote o la Odisea en la cultura occidental. En este vídeo encontraréis, en inglés, una introducción a la novela.