Las mujeres en el movimiento de 1968

En el marco de los 50 años de un movimiento que levantó las voces de casi 400 mil personas ante la indignación contra las fuerzas del Estado, que marcó un hito en la historia del México moderno y redefinió la vida democrática de nuestro país, el papel de la mujer en este y otros movimientos se sigue viendo bajo la sombra de quienes cuentan la historia.

Daniela Nevárez Jiménez
2 de octubre de 2018

Este movimiento estudiantil es símbolo de nuestras luchas por la libertad de expresión y la búsqueda de espacios de libertad para el pensamiento y la acción; el derecho a oponernos y ser escuchados; así como, la construcción de un México más justo e igualitario. Su recuerdo sirve para acompañar el aprendizaje y transformación de la sociedad, desde partidos políticos, movimientos armados, sindicatos y educación, hasta el inicio de la construcción de ideas, posturas y acciones alrededor de la tolerancia a la diversidad, la pluralidad ideológica, la libertad sexual, la no discriminación, la lucha contra la corrupción y el reconocimiento de las mujeres en la sociedad.

En la conferencia “Jornadas 1968-2018. Miradas sobre el movimiento estudiantil a 50 años”, Eufrosina Rodriguez Trejo y Ana Ignacia, relataron su vivencia dentro del movimiento y recalcan que lo que se sabe acerca del hito histórico que significó 1968 se ha relatado por medio de las voces de los ex líderes, una historia contada por los hombres, en donde ha sido ignorada la participación de la mujer y el papel que jugaron dentro de este movimiento por el problema de discriminación hacia la mujer que no se superaba ni siquiera ante la adversidad, ya que aun estando dentro del movimiento, sus compañeros presos nunca hablaron de aquellas mujeres que estuvieron presas en el kilómetro 16.5 de la carretera Ciudad de México-Puebla, por lo que no se tenía un conocimiento claro de las presas políticas, que eran guerrilleras, fueron maltratadas, torturadas y a las cuales aún no se les ha hecho justicia.

“Empezamos a cuestionar las instituciones. Empezamos a cuestionar nuestros propios papeles sexuales. El movimiento, creaba una gran camaradería entre los chavos y nosotras. Eso no quiere decir que hubieran dejado de ser “machos”, sino más bien que las circunstancias hacían que nos consolidáramos como una sola fuerza”

-Angélica Tirado

De acuerdo con datos de la Universidad Nacional Autónoma de México, en 1968, había aproximadamente un total de 150 mil estudiantes universitarios, de ellos tan solo 25 mil, eran mujeres. Por lo que, por cada diez hombres estudiantes, existían 2 mujeres como máximo cursando la educación superior. El movimiento fue un punto de quiebre en muchos aspectos para ellas, pues no solo sentó al espacio universitario como la base para que se desarrollaran como estudiantes, ciudadanas y seres políticos, sino que logró que tuvieran un lugar de organización y decisión entre la mayoría masculina; pues así como ellos, salieron a las calles a explicar los objetivos y conseguir apoyo, enfrentaban a policías y soldados, hacían guardias nocturnas y daban una opinión pública ante una sociedad que no esperaba el protagonismo de las jóvenes estudiantes.

Entre ellas, destaca la participación de alrededor de 5 mil mujeres que, convocadas por la Unión Nacional de Mujeres Mexicanas (UNMM), marcharon en el movimiento previo al 2 de octubre del 68, un 30 de septiembre, donde madres de familia, hermanas, esposas, alumnas, tomaron la palabra bajo la exigencia del freno a la represión contra los y las estudiantes, la liberación de presos y presas políticas, así como, el cumplimiento del pliego petitorio del Consejo Nacional de Huelga. La UNMM tenía como objetivo mejorar las condiciones de vida de la mujer mexicana mediante varios ejes de lucha, como la igualdad de los derechos de la mujer, de oportunidades para niñas y niños y el establecimiento en México de un régimen de verdadera democracia. Verónica Oikión Solano, investigadora de El Colegio de Michoacán, informa que pugnaban “porque la mujer actúe decididamente en defensa de los derechos constitucionales, tales como el de asociación y de reunión, libertad de pensamiento y expresión, así como, por la derogación de todo artículo que viole esos derechos”.

Lo que sobresale de los relatos de las mujeres líderes sobrevivientes del movimiento, son: el surgimiento de una vida política que ellas no vivían; las oportunidades para que pudieran continuar estudios superiores en carreras donde anteriormente era invisible su presencia; la ruptura de roles y estereotipos, el fragmento de sus vidas en un antes y un después del movimiento; y el descubrir su realidad dentro del espacio privado, con muchas ideologías conservadoras y su espacio público, como ser social y político.

Después de todo, las mujeres desafiaron la inercia de las normas porque también querían cambiar el mundo. Y el suyo, lo hizo, a través del empoderamiento que surge de este y otros movimientos, mismo que impacta no solo en la vida de ellas, sino a nivel nacional, pues como mencionan datos de la OCDE (2012), el aumento en la participación de las mujeres en la fuerza laboral, tal como, el incremento de la educación, deriva en un aumento en las economías. No obstante, esto no ha logrado mermar la discriminación que se hace presente en la falta de oportunidades laborales, en la brecha de empleo a pesar de su educación, así como en la brecha salarial y en los problemas de violencia económica y violencia física, entre otros. Por lo que se continúa en una lucha constante para la construcción de procesos históricos femeninos en la apropiación del espacio como en el de la toma de decisiones en contextos políticos y sociales.

La relación entre los problemas sociales, políticos y económicos existentes a lo largo de la historia es indiscutible, el movimiento estudiantil de 1968 no es una excepción, pues el dinamismo del modelo económico que contrastaba con el autoritario sistema político permite notar el carácter político-económico, ante esto, Rolando Cordera hace hincapié en que el movimiento del 68, no tuvo como determinante las contradicciones económicas del momento, sino que “fue la incapacidad de la política estatal para asimilar los cambios en la estructura social, propiciados por el desarrollo económico, la que propició la movilización”. El año 1968, representa el climax del periodo de mayor crecimiento económico sostenido en México, cuyo fin, vulnerabilidades y agotamiento se acompañaría de expresiones políticas de hombres y mujeres, tal como el movimiento estudiantil, la matanza del 2 de octubre y la consecuente persecución política.

El 68 no fue solo el 2 de octubre, ni el movimiento termino ese día.

Fotografía: Archivo Pedro Meyer en Agenda UNAM 2018.