La dislexia se define como un trastorno específico del aprendizaje de la lectura, de base neurobiológica que se caracteriza por una dificultad en el reconocimiento y la decodificación de las palabras, poca fluidez lectora y problemas ortográficos.
Los niños que conviven con un diagnóstico comórbido de discalculia y dislexia tienen las capacidades cognitivas más deterioradas (Willcutt et al., 2013). De esta forma, observamos que el hecho de padecer discalculia y dislexia conjuntamente, supone una mayor dificultad a la hora de adquirir aprendizajes con normalidad, e influye negativamente en el buen desarrollo de los niños. Según Landerl y colaboradores (2009), la dislexia y la discalculia tienen perfiles neuropsicológicos diferenciados, y el hecho de padecer los dos trastornos conjuntamente, hace que sumen sus déficits, por lo que el grupo con trastorno comórbido presenta más déficit, y por tanto, mayores problemas.
Por otro lado, el hecho de tener dificultades lectoras conlleva a tener dificultades en algunos ámbitos/procesos numéricos. En concreto, de todos aquellos que dependen del formato verbal, como por ejemplo:
Resolución de problemas escritos.
Números negativos.
Comprensión y manipulación de fracciones.
Memorizar las tabals de multiplicar.