Análisis de problemas. Debate inicial

PLANTEAMIENTO DEL PROYECTO.

2ª sesión.

3. Análisis de problemas.

Vamos a recorrer los periodos de la Literatura Contemporánea de la mano de las mujeres: autoras y personajes femeninos.

1) El proceso de la modernidad.

La modernidad no es un periodo cronológico idéntico en cualquier lugar, como la "Edad Contemporánea" (desde la Revolución Francesa: 1789), sino que define una etapa en cada sociedad. La actitud moderna en todas las sociedades se ha caracterizado, desde el humanismo renacentista y la Ilustración, por criticar y proponer alternativas a las situaciones de injusticia y desigualdad que impedían la autonomía personal de los grupos sociales más vulnerables, con el propósito de que se reconocieran sus libertades en forma de derechos humanos (sociales, ecológicos), comenzando por el derecho a la vida y, de manera muy destacada, dado que afectan directamente a la mitad de la humanidad, los derechos de las mujeres.

  • ¿Te sientes moderna o más bien antiguo? ¿Por qué?

2) La lucha por la igualdad de género.

En el marco de la sociedad española, las primeras mujeres que reivindican la igualdad con los varones se encuentran ya en pleno Siglo de Oro, como la escritora María de Zayas. Sin embargo, fue en la Ilustración cuando esa demanda se convirtió en un programa de reforma (o de revolución) política, social, económica y cultural.

A lo largo de más de dos siglos, otras mujeres y, de forma paulatina, otros hombres, fueron conquistando espacios para la igualdad, que comienzan por el derecho a elegir marido (o a rechazarlo), a deshacer el contrato matrimonial (el divorcio), el derecho a la integridad contra cualquier forma de violencia o de abuso, el derecho a la educación básica y superior, los derechos económicos (el trabajo, la propiedad, la herencia, el emprendimiento) y las libertades profesionales (a ejercer profesiones liberales o manuales, antes reservadas a los hombres), el derecho a formar y tutelar una familia, otros derechos sociales (a la protección del Estado y los servicios públicos), los derechos políticos (la participación, el sufragio femenino, el gobierno), los derechos sobre el propio cuerpo, a la sexualidad y a la maternidad libremente elegidas.

  • ¿Cómo participas en la lucha por la igualdad?
  • ¿Cómo te gustaría participar?

3) Las mujeres en la Literatura: representantes y representadas.

La Literatura ha representado las fases de la lucha por la emancipación de las mujeres desde distintos puntos de vista, a través de un espejo deformado por la misoginia y la superioridad masculina que caracterizan al patriarcado. La negación o el condicionamiento impuesto por los varones dominantes ha dado lugar a símbolos y figuras, mitos y personajes femeninos, biografías dolientes o torturadas, que expresan las limitaciones, los castigos y las heridas (estigmas) físicas o psicológicas a que se las ha sometido.

En sentido contrario, la esfera social de la Literatura ha servido para destacar el papel protagonista y heroico de las mujeres autoras que asumieron el liderazgo en cada una de las conquistas, aun cuando cada paso fuera seguido por un retroceso y, también, por la resistencia feminista a ceder lo ganado. Así ocurrió notoriamente durante y después de:

  1. el despotismo ilustrado y la Revolución Francesa, cuando se impuso el cierre de fronteras y se ensordecieron las voces de las mujeres ilustradas;
  2. el Trienio Liberal (1820-23), que reconoció el derecho de las mujeres a la educación, el cual no se consolidó hasta la Ley Moyano de 1857, aunque con limitaciones: es la época en que las mujeres comenzaron a escribir en la prensa política;
  3. la Gloriosa (1868), aunque la participación de las mujeres en el Sexenio Democrático, hasta 1874, se enfrentó a la ceguera de muchos varones liberales, como denuncia Emilia Pardo Bazán en el ensayo La mujer española (La España Moderna, 1889) y, antes, en la novela La Tribuna (1883);
  4. la gestación del movimiento feminista en las primeras décadas del siglo XX (Carmen de Burgos, María Lejárraga, Margarita Nelken);
  5. sobre todo, la Segunda República en España (las mujeres de la generación del 27: las Sinsombrero, Clara Campoamor, Federica Montseny), cuyos logros (derechos individuales, sociales y políticos) fueron borrados violentamente y vituperados por la dictadura franquista. Podrían ponerse muchos ejemplos, pero es muy significativo que el dictador, todavía durante la Guerra Civil, se empeñara en adueñarse del Pazo de Meirás, la casa construida por Emilia Pardo Bazán.
  • ¿Qué autoras y qué personajes femeninos de las literaturas contemporáneas hispánicas has conocido, a través de la lectura o de adaptaciones audiovisuales?

4) El ocultamiento o la minusvaloración de las mujeres en la cultura académica.

Desde luego, si habéis recordado a alguna autora será una prueba de vuestra extraordinaria memoria o de las inquietudes personales que os han conducido a ellas. Mirad esta infografía (diagrama de tablas) para entender por qué:

El proyecto Mujeres en la ESO de la Universidad de Valencia ha demostrado que los libros de texto de las principales editoriales siguen discriminando a las autoras y a los personajes femeninos en todas las áreas del saber, no solo en la Historia literaria. La tradición académica ha incorporado al canon unas pocas escritoras de manera excepcional. Veamos algunos ejemplos, usando la herramienta de consultas del proyecto citado:

En esta lista casual no están todas las que son, pero sí son todas las que están. Azorín y Zorrilla, aun formando parte del canon académico, no tienen, en la actualidad, un impacto social parangonable a la mayoría de las autoras citadas.

Examina y compara los datos en bruto, sin entrar en la cuestión del valor estético:

  • ¿Qué autoras forman parte de los libros de texto?
  • ¿Cuántas veces se las cita a ellas y cuántas a los dos varones que sirven de referencia?

5) Los sentidos del progreso.

El progreso material, económico y tecnológico de la humanidad se entendía en los siglos XIX y XX como una fuerza imparable que debía enfrentarse a la Naturaleza hasta dominarla. La catástrofe ecológica, por un lado, y el aumento de la desigualdad material, por el otro, pusieron de manifiesto la irracionalidad de tales propósitos. El proceso de mejora desde una generación a la siguiente tiene que verificarse de otro modo, a través del cuidado de los seres vivos y del planeta en su conjunto, lo que implica una historia compartida de aprendizaje acerca de los errores que no deben repetirse.

No basta con dejar que nos lleve la corriente, porque ya sabemos a dónde conduce, gracias a las distopías y los paisajes apocalípticos que describen una realidad indeseable, sea por medio del relato histórico y periodístico acerca de los infiernos en este mundo, sea por medio de la ficción sobre el futuro. Así pues, ¿en qué debería consistir el progreso? ¿Cuáles son los hilos de la trama que podemos seguir hilando?

La lucha por hacer realidad los derechos humanos en la Edad Contemporánea se ha encontrado con la oposición de quienes detentaban sus privilegios como un regalo divino o una ley de la evolución natural: la aristocracia y la jerarquía religiosa (los restos del feudalismo), la etnia ocupante y sus aliados, la élite imperial y sus funcionarios (los restos del colonialismo), la burguesía acomodada en medio de la miseria (el capitalismo neoliberal); y, de un modo que engloba a todos los demás, el patriarcado dominante y su red de protección. Como comprobaremos con ayuda de la Literatura Contemporánea, las mujeres han tenido que soportar las contradicciones de las ideologías modernas: la Ilustración, el liberalismo, el socialismo, los fascismos y el comunismo, el neoliberalismo, incluso algunas corrientes científicas (o pseudocientíficas), en la medida que sigan justificando la desigualdad entre hombres y mujeres como una consecuencia inevitable: una fatalidad.

  • ¿Hacia dónde se debe orientar el progreso durante vuestra generación? ¿Cuáles son los cambios que mejorarán el mundo?

6) La Literatura nos puede servir para aprender con las mujeres.

Paradójicamente, la Literatura del siglo XXI ha sido conquistada por el feminismo (con excepciones "ilustres", aunque poco ilustradas), mientras los productos de última generación, como los videojuegos, se han convertido en símbolos de la supremacía masculina e incluso en mecanismos inconscientes para la reproducción cultural del patriarcado. Cierto que no todos los videojuegos son machistas, pero el público masculino sigue detentando el control del "progreso" entendido en términos materiales y tecnológicos.

Si la situación de las mujeres ha mejorado a lo largo de la Historia, no ha sido de un modo lineal, sino a través de un proceso de aprendizaje colectivo que implica a la otra mitad de la humanidad. Ahora se nos ofrece la oportunidad a todas y todos de aprender con ellas.

  • ¿Por qué crees que la industria de los videojuegos difunde valores y símbolos machistas? (como puedes comprobar en esta página) ¿Qué excepciones conoces o practicas?

4. DEBATE INICIAL.

¿Por qué las mujeres deben estar en la cabecera de un proyecto de investigación sobre la Literatura Contemporánea?

Es previsible que algunos varones se sientan ofendidos, aunque no tienen la obligación, ahora que ya conocemos los objetivos del proyecto.

Quizá debería haberlo titulado "Lo que no se ve", como hizo el protagonista de un cuento de Soledad Puértolas: "Ausencia", recientemente publicado en el libro de relatos Chicos y chicas (2016).

Vamos a leer, antes de conversar, un fragmento de la pacífica entrevista-diálogo, realizada por Fernando Aramburu, uno de los escritores más y mejor leídos en nuestro país, a Rosa Montero, una de las escritoras más reconocibles en la era democrática y, además, tan leída como su contraparte masculino, con motivo de la publicación de su libro Nosotras: Historias de mujeres y algo más.

Rosa Montero: "El periodismo es mi oficio, la novela, el esqueleto que me mantiene en pie", El Cultural, 20-7-2018.

En la conversación de Fernando Aramburu con Rosa Montero, que comienza, amable, en el territorio de la biografía y de la literatura confesional, pronto se impone el feminismo, al hilo de la publicación de Nosotras, el último libro de la escritora. “En ese ‘nosotras' estás tú también”, explica Montero al hilo del lenguaje inclusivo que centra el debate fuera y dentro. Así, poco a poco, llegan hasta la Real Academia: “Ya yo ya. No me veo allí”, zanja ella.

FA.- Has publicado este año Nosotras. Historias de mujeres y algo más (Alfaguara, 2018). En realidad, se trata de la ampliación de un libro que publicaste en la década de los noventa. En él reúnes semblanzas de mujeres que, por el hecho de serlo, no obtuvieron en la memoria colectiva un lugar correspondiente a sus méritos. Evocas a Alma Mahler, Laura Riding, Hildegart Rodríguez y muchas más. Te confesaré que, a pesar de lo atractivo del contenido, me siento excluido de la lectura cuando veo agregado al título de la edición antigua el pronombre personal nosotras, acompañado además por la ilustración de una figura femenina que expulsa fuego por la boca. Me sucedía algo similar cuando llegué a Alemania a mediados de los ochenta y descubrí en numerosas librerías una sección destinada exclusivamente a la Frauenliteratur o literatura para mujeres. Nunca vi a un varón detenido delante de aquellos anaqueles, hoy por fortuna suprimidos. Entiendo el sentido reivindicativo del término nosotras en la cubierta de tu libro. Constata una voluntad loable de situar a mujeres de enorme valía en el espacio público y en los manuales, aunque, quieras que no, incurres en la perdonable vanidad de tutelar, por vía del mencionado pronombre, al numeroso elenco de mujeres cuyas vidas resumes. Te honra la tentativa de hacerles justicia. No se van a enterar por muchas bocas que escupan fuego. Los muertos no suelen prestar atención a lo que de ellos dicen los vivos. Creo que son los lectores actuales quienes merecen ser absueltos de una ignorancia que les priva del disfrute y conocimiento de grandes obras debidas a la inventiva femenina.

RM.- No sólo no tuvieron un lugar conforme a sus méritos sino tampoco a sus deméritos, porque el libro no es hagiográfico y algunas de las protagonistas son malísimas. Lo que queremos las mujeres no es ser santas sino libres, libres incluso para ser tan malvadas o tan imbéciles como tantos varones que lo son. En cuanto a lo de que te sientes excluido de su lectura, cariño, me temo que es problema (y prejuicio) tuyo. Las mujeres nunca nos hemos sentido excluidas de esos libros que hemos leído durante siglos, historias de reyes, de conquistadores, de científicos, todas protagonizadas por varones, o de las novelas, la inmensa mayoría tan centradas en lo masculino, y nosotras leímos y aún leemos todo eso con fruición y consideramos que es una descripción del mundo que también nos atañe. En el prólogo de mi texto digo: “Este libro no es sólo para mujeres, de la misma manera que el feminismo no es sólo cosa de chicas. Estamos cambiando el mundo, estamos destruyendo estereotipos milenarios, y es evidente que si se altera el papel social femenino es porque también muda el papel de los hombres”. Añado que el machismo no es sólo cosa de chicos, porque es una ideologia en la que se nos educa a todos y a todas. Si el libro se llama Nosotras es porque hace hincapié en el escamoteo de las mujeres por parte de una cultura sexista de la cual los hombres forman parte esencial. O sea, en ese nosotras estás tú también y deberías sentirte igual de implicado. Pero el prejuicio sigue pesando mucho. Por eso suceden cosas tan irritantes como que, si una autora escribe una novela protagonizada por una mujer, todo el mundo piensa que está escribiendo sobre mujeres, mientras que si un hombre escribe una novela protagonizada por un hombre, todos creen que está escribiendo sobre el género humano. Yo no escribo sobre mujeres, escribo sobre el género humano, y Nosotras habla, justamente, de una de las grandes tragedias que ha sufrido (y aún sufre) el ser humano.

(...)

Además de a Rosa Montero, también se excluyó de la Real Academia a todas las mujeres que verás citadas en este proyecto, salvo la poeta Carmen Conde, la narradora Ana María Matute, las narradoras y ensayistas Soledad Puértolas y Carme Riera y la poeta y traductora Clara Janés.