Osteología de las Vértebras
Osteología de la Caja Costal
Osteología de Sacro y Cóccix
Estudio en Conjunto de Columna y Caja Costal
Para comenzar nuestro estudio de la osteología humana, vamos a empezar a analizar uno de las huesos más sencillos: la vértebra.
Utilizaremos las vértebras torácicas como nuestras guías a la hora de abordar este estudio, de forma que el resto (cervicales y lumbares) lo trabajaremos en función a lo que ya conocemos al respecto.
Al final de esta sección, una vez esté terminada, seréis capaces de distinguir términos como apófisis, carillas articulares o tuberosidades.
Para comenzar el estudio de las 24 vértebras, debemos dividir la columna en 3 porciones principales, según su morfología general y su localización topográfica:
Columna cervical, situada en el cuello. Tiene 7 vértebras (C1-C7), y une la cabeza con el tórax.
Columna torácica o dorsal, situada en el tórax. Tiene 12 vértebras (T1-T12), y a ella se unen las costillas.
Columna lumbar, situada en el abdomen. Tiene 5 vértebras (L1-L5), y une la columna con el sacro.
Una vez vista la metodología que vamos a seguir, comenzamos con la osteología propiamente dicha.
La vértebra es un hueso corto, por lo que tiene cortical y hueso trabecular en su interior. Presenta dos porciones principales, que son el cuerpo o soma y el arco vertebral.
El soma es la porción más anterior, con una forma que recuerda a la de una haba. En los rebordes del cuerpo, se encuentra la epífisis anular, que es una pequeña banda donde el hueso crece en altura y se fusiona con el disco intervertebral.
El arco es más complejo, pues está compuesto por dos porciones:
La lámina, que es la porción más posterior. Tiene forma de C, y en ella vamos a encontrar las apófisis. En el interior de esa C, queda un espacio denominado agujero vertebral.
La unión entre la lámina y el soma o pedículo. Este elemento nos importará más adelante, cuando veamos la columna en conjunto, aunque adelantamos que tendrá una escotadura (curva) superior y otras inferior, más marcada.
Hemos dicho que en la lámina se encontraban las apófisis (de color azulado y verdoso en la imagen). Así, de anterior a posterior, las clasificamos en:
Apófisis articular, que presenta una carilla o superficie articular superior y otra inferior, que le sirve para unirse a la vertebra superior e inferior.
Apófisis transversa, que es una prolongación que se dirige lateralmente.
Apófisis espinosa, que es una prolongación de hueso que se dirige posterior e inferior, y es subcutánea, por lo que a veces podemos contar las vértebras al palpar la línea media de una espalda.
Para concluir, podemos observar la apófisis espinosa (6), muy afilada y que tiene una dirección muy clara hacia caudal.
Como ya hemos mencionado, vamos a emplear este tipo de vértebra para definir al resto, aunque ya veremos que hay pequeñas excepciones.
El soma de las vértebras torácicas (1) tiene una forma parecida a un corazón; y su agujero vertebral tiene una morfología muy redondeada. A continuación encontramos la unión entre el soma (1) y el arco vertebral, que es el pedículo (2). Posterior al pedículo, encontramos la lámina (3).
Se aprecian hemicarillas articulares para las cabezas de las costillas en el soma (10 y 11), de las que hablaremos a fondo en el apartado de Artrología. Observamos las escotaduras del pedículo (4 y 5), que lo unen a las apófisis articulares superior (8) e inferior (9); situadas en un plano casi frontal. Es decir, que la zona articular es casi vertical. Las superiores dirigen la cara articular hacia posterior y las inferiores hacia anterior.
Tras ellas, encontramos las apófisis transversas (7), que tienen una pequeña carilla en su extremo (12), denominada carilla costal, que se articula con el tubérculo costal.
El soma de las vértebras cervicales (1) tiene una forma mucho más rectangular; y su agujero vertebral tiene una morfología triangular. En el cuerpo, de forma lateral, encontramos pequeñas protrusiones óseas denominadas apófisis unciformes o semilunares. A continuación encontramos la unión entre el soma (1) y el arco vertebral, que es el pedículo (2). Posterior al pedículo, encontramos la lámina (3).
No encontramos carillas para las costillas, ya que no solemos tener en el cuello (normalmente). Digamos que gracias a la evolución, las minicostillas que teníamos a este nivel se han fusionado con la apófisis transversa para constituir el proceso o apófisis costotransversa (8), que cuentan con un recuerdo de dichos elementos en forma de tubérculos anteriores y posteriores (12 y 13).
Este elemento contiene el orificio costotransverso o agujero vertebral (11), a través del que pasa la arteria vertebral.
Observamos las escotaduras del pedículo (4 y 5), que lo unen a las apófisis articulares superior (9) e inferior (10); situadas en un plano oblicuo de delante hacia atrás y levemente de arriba hacia abajo. Las superiores dirigen la cara articular hacia posterior y las inferiores hacia anterior.
Para concluir, podemos observar la apófisis espinosa (7), bífida y con menos acusación caudal que en las vértebras torácicas.
Para concluir, podemos observar la apófisis espinosa (6), plana y con forma de remo, con menos acusación caudal que en las vértebras torácicas.
El soma de las vértebras lumbares (1) tiene una forma arriñonada o de haba; y su agujero vertebral tiene una morfología triangular o romboidea. A continuación encontramos la unión entre el soma (1) y el arco vertebral, que es el pedículo (2). Posterior al pedículo, encontramos la lámina (3).
No encontramos carillas para las costillas, ya que no solemos tener a nivel lumbar (normalmente). Digamos que gracias a la evolución, las costillas que teníamos a este nivel se han degradado poco a poco hasta transformarse en las apófisis costiformes (7).
Observamos las escotaduras del pedículo (4 y 5), que lo unen a las apófisis articulares superior (8) e inferior (9); dispuestas en un plano parasagital de manera que las carillas articulares superiores miran hacia dentro y las inferiores hacia afuera. Las superiores dirigen la cara articular hacia posterior y las inferiores hacia anterior.
La peculiaridad de estas vértebras radica en los tubérculos mamilares y accesorios.
Las apófisis mamilares (11) se encuentran en las apófisis articulares superiores; mientras que los tubérculos accesorios (10) se sitúan debajo de las apófisis costiformes.
La primera vértebra cervical brilla por la ausencia de cuerpo vertebral y u de apófisis espinosa.
En lugar de cuerpo, presenta un arco anterior (15), con una carilla articular interna (17) para la apófisis odontoides de C2; además de un tubérculo anterior (16) en la parte externa. El arco posterior (18) hace las veces de lámina, y presenta un tubérculo posterior (19) a modo de apófisis espinosa. Esta porción de la vértebra alberga una depresión posterior a las "apófisis articulares superiores", denominada canal vasculonervioso (20), que sirve para que la arteria vertebral se introduzca al interior del cráneo.
El conjunto de lo que serían apófisis articulares y las transversas forma cada una de las masas laterales (14), con carillas articulares superiores cóncavas (9) o cavidades glenoideas para los cóndilos del occipital, y carillas articulares inferiores (10) para C2 casi circulares y planas.
Por último, como recuerdo del resto de cervicales, presenta también un foramen transverso (11) para el último paso de la arteria vertebral.
La característica principal del axis es la apófisis odontoides o diente (21), que presenta una carilla articular anterior (22) para el arco anterior del atlas y otra posterior para el ligamento transverso.
El ángulo que forma la parte inferior de su soma (donde estaría en la parte superior la apófisis odontoides) con las apófisis articulares inferiores es mucho más acusado que el resto de vértebras.
Cuenta con una apófisis espinosa (7) muy voluminosa y bituberculada; pero carece de apófisis unciformes.
El cóccix está formado por la unión de 4-6 vértebras atrofiadas (Cx1-Cx4/Cx6). Tiene la misma morfología que el sacro, solo que mucho más pequeño.
Posee unas astas laterales, que se orientan hacia los lados, ya que son los restos de las apófisis transversas de la primera vértebra coccígea; y unas astas menores (17), que se orientan verticalmente en la cara posterior y se articulan con las astas del sacro.
Llegamos a la base de la columna vertebral, aunque no estudiaremos la cadera como tal hasta llegar a Miembro Inferior.
El sacro está formado por la fusión de unas 5 vértebras sacras (S1-S5), aunque este número es variable. Tiene una morfología triangular, con la base orientada a craneal; y es cóncavo y liso en su cara anterior, mientras que es convexo y rugoso en su cara posterior.
Si tomamos una vista superior, veremos el cuerpo de la primera vértebra sacra o promontorio (1) y las alas del sacro (2), que servirán para articularse con el resto de la cadera. Observaremos la entrada al conducto sacro (14), que es la continuación del conducto raquídeo; y las apófisis articulares superiores (3) para unirse a L5.
Moviéndonos a una visión ventral, encontramos los agujeros sacros anteriores (8), situados a ambos lados de los somas de las vértebras fusionadas, que emiten las líneas transversales (7) que separan los agujeros.
En la cara dorsal, observamos los agujeros sacros posteriores (9), y unos curiosos relieves que se han formado por la fusión de las vértebras:
La cresta sacra media (10), que correspondería a las apófisis espinosas.
Las crestas sacras intermedias (11), que corresponderían a las apófisis articulares.
Las crestas sacras laterales (12), que corresponderían a las apófisis costiformes.
Además, vemos la continuación del conducto sacro a través del hiato sacro (15), limitado por las astas inferiores (13).
En su porción lateral, apreciamos la carilla auricular (4) en la zona del ala, que es la superficie articular para el hueso coxal, y la tuberosidad sacra (5) para la inserción de los ligamentos sacroilíacos.
Una vez vista la columna, podemos detallar el estudio de la caja torácica.
Comenzaremos por la parte más superior del esternón o manubrio (1), en el que encontramos la escotadura yugular (3), palpable en superficie y sobre la que se encuentra una depresión en la piel (fosa supraesternal). A sus lados, encontramos las incisuras claviculares (2); y debajo de ella, la incisura costal para la primera costilla y la hemicarilla para el cartílago de la segunda.
El cuerpo ya contiene las incisuras costales (7) para el resto de cartílagos costales. La segunda y séptima costillas se articulan con dos de los segmentos del esternón (el manubrio y el cuerpo para la segunda y el cuerpo y la xifoides para la séptima). Entre el manubrio y el cuerpo se forma el ángulo de Louis (4), palpable y cuyo plano atraviesa el disco T4-T5.
Al final, encontramos al apéndice xifoides (6), cuya longitud y forma son muy variables. Puede ser triangular, oval, afilado, bífido o presentar un orificio.
En cuento a las costillas, exploraremos las características generales de estos huesos.
En su extremo posterior encontramos la cabeza, con carillas articulares para los somas vertebrales, el tubérculo costal para la carilla articular de la apófisis transversa de la vértebra y el cuello de la costilla; mientras que en su extremo anterior encontramos la unión con los cartílagos costales.
En su cara inferointerna, presentan un surco o canal costal para el paso del paquete vasculonervioso intercostal.
Según su unión al esternón mediante los cartílagos, las clasificamos en:
Esternales, si se unen directamente al esternón. Son las siete primeras costillas.
Asternales, si hablamos de la octava, novena y décima costillas. Sus cartílagos se unen al de la séptima costilla antes de llegar al esternón, por lo que su unión es indirecta.
Flotantes, si hablamos de la undécima y duodécima, ya que son las únicas costillas que no están unidas al esternón.
Entrando en materia, no todas las costillas con iguales. Al igual que las vértebras, existen algunas especiales.
OJO: Hay que recordar que T11 y T12 tienen carillas exclusivas para sus costillas; T10 solo tiene hemicarillas superiores y T1 tiene una carilla completa y hemicarillas inferiores.
La primera costilla se orienta perpendicular a las demás de manera que sus caras son horizontales y no verticales, y sus bordes son interno y externo, no superior e inferior. En la cara superior, en la parte media cerca del borde medial, está el tubérculo del músculo escaleno anterior o tubérculo de Lisfranc. Detrás, se encuentra el surco de la arteria subclavia, y por delante, el de la vena. En la cabeza, carilla articular única para su propia vértebra y no presenta surco costal.
En cuanto a las costillas flotantes, en la cabeza solo tienen una carilla articular y les falta el tubérculo costal y el surco costal.
¡Hora de verlo todo en conjunto!
Observamos la cresta espinosa, que es la línea que siguen las apófisis espinosas. A cada lado de esta cresta, encontramos los canales vertebrales, donde se situarán los músculos erectores del dorso.
Entre vértebra y vértebra, vemos que entre pedículo y pedículo, se forma un agujero de conjunción o intervertebral, que sirve para el paso de los nervios raquídeos. A nivel sacro, que corresponde con los agujeros anteriores y posteriores. Los límites de cada agujero de conjunción son la escotadura pedicular inferior de la vértebra de arriba y la escotadura pedicular superior de la vértebra de debajo.
Distinguimos muy bien las articulaciones de la columna:
Intersomáticas, incluidas las uncovertebrales a nivel cervical.
Interapofisarias.
Costotransversas, a nivel torácico.
Costosomáticas, ídem del anterior.
Condrocostales, entre costillas y cartílago.
Condrocondrales, entre el cartílago de la 8, 9 y 10 con el de la 7.
Esternocondrales, entre los cartílagos y el esternón.