Con un territorio frágil, debilitado y desequilibrado, el país recibe la incorporación a su espacio de nuevos actores que lo afectarán en lo social y en lo económico: las empresas de grandes capitales que junto a las nuevas configuraciones del mundo global, invaden su territorio y lo vacían de valores culturales.
Así, centros comerciales y mega mercados perforan el espacio geográfico de las ciudades instalándose como ‘no lugares’ que seducen y absorben la atención de las masas con su cultura de venta y consumismo disolviendo los componentes de la identidad local.
Ya no hay ferrocarriles que movilicen la producción, ahora hay un impulso por detectar mercados externos mediante el acceso a la información.
La organización del territorio no está pensada en pos de un ordenamiento coherente ni en la creación de espacios más participativos, ni mucho menos sostenido en las raíces originarias. Por el contrario, las fuerzas económicas se diversifican en diferentes tipos de inversión por todo el territorio nacional de un modo expoliativo, vaciando su contenido, provocando impactos ambientales sin precedentes, sin otros intereses que los foráneos (de las grandes corporaciones y multinacionales). A su paso se desmoronan las pequeñas empresas de base local, las de base cooperativa y actores institucionales abandonan su rol de regulación y control.
Empresas con grandes capitales y con nuevas tecnologías administran con eficiencia los recursos, mejoran la calidad de los planteles de ganado, instalan establecimientos especializados en engorde e introducen cultivos alternativos.
En la nueva dinámica espacial controlada por los grandes inversores, el gobierno provincial ha desarrollado un nuevo patrón de infraestructura que alcanza -a modo de malla-, a todo el territorio: embalses, canales, autopistas, equipamientos a nivel terciario, comunicaciones virtuales, etc. con los años podrá verse el impacto ambiental sobre el territorio.