En esta etapa se profundizó la diferencia entre Buenos Aires y el resto del país.
Confundiendo progreso con desarrollo, las políticas que se dedicaron industrializar el país, se basaron en la disponibilidad de capitales (dinero), recursos naturales y humanos. Pero no se dieron en todo el territorio nacional por igual sino que hallaron en Buenos Aires el mercado adecuado para montar la naciente industria.
Esto acentuó el desequilibrio del espacio geográfico argentino configurando un nuevo modo de dependencia interna entre el centro y la periferia formada por las provincias.
Las provincias se muestran cargadas de recursos que se desvalorizan como materia prima a bajo costo frente a las manufacturas generadas en la ciudad de Buenos Aires desbordada y en proceso de macrocefalización.
Buenos Aires y su espacio de interdependencia (alrededor de 560 km.) concentran casi el 80% de la industria, según Bunge.
Las escasas industrias provinciales, no podían competir con el gigante portuario en volumen y diversidad de producción. Ejemplo de ello son las industrias de Córdoba y los oasis agroindustriales de San Juan y Mendoza, Tucumán y El Comahue. Muchas desaparecieron frente a la indiferencia de un puerto preocupado por introducir producto del exterior.
Llegó el momento de la circulación automotriz pero no hubo cambios en cuanto a los corredores de circulación ya que las rutas y caminos siguieron el trazado de las líneas férreas superponiéndose a ellas. En el mapa superior se puede apreciar el trazado de la Ruta 7 atravesando el corazón del territorio puntano.
La población se desplazaba desde el interior del país hacia la plaza industrial de Buenos Aires. Esas migraciones internas se producían en busca de trabajo o simplemente anhelando el brillo de la gran ciudad.
San Luis fue una de las provincias que registraron una elevada pérdida poblacional. El saldo demográfico entre el crecimiento vegetativo y migratorio no le da posibilidades de aumentar su carga poblacional: en 1970, la mitad de los sanluiseños vive fuera de su provincia. Gran parte de ellos lo hace en el Gran Buenos Aires.
A esta enorme sangría poblacional se le suma una lenta dinámica económica, centrada fundamentalmente en la explotación de áridos para la construcción (cemento en El Gigante, mármol en La Toma, lajas en Bajo de Véliz, wólfram en la sierra, ripio y arenas, etc) y la ganadería. La agricultura de secano sólo se practica para sustentar el ganado, y los cultivos de hortalizas y frutales tienden a desaparecer. San Luis sigue siendo tierra de travesía.
La industria llega en la década del '80 de la mano del gobierno en forma de inyección dinamizadora del espacio socioeconómico. Luchará con la falta de estrategias y de planificación. Gobierno y pueblo intentarán dejar atrás su larga hibernación como tierra de paso y de desierto.