En esta etapa se consolida la ciudad de Buenos Aires como nodo creciente y poderoso y un hinterland favorecido (hinterland es una gran área de influencia: la pampa donde los hacendados tienen sus intereses) y un enorme espacio periférico conformado por las provincias y los territorios nacionales que viven de las bocanadas de aire que cada tanto concede Buenos Aires.
Pero el escenario ahora ha cambiado, ahora se suma un gran dinamismo pero cerrado y orientado hacia el puerto. La circulación queda regulada desde Buenos Aires, un voráz vértice que extrae los recursos necesarios y acopia los bienes y el capital resultante mediante el transporte en ferrocarril. Argentina llegó a tener en actividad más de 40.000 km.de vías férreas, lo que lo ubicó como el segundo país ferroviario de América (en el mapa puedes ver la distribución de las líneas férreas).
Así se va configurando el ‘país abanico’ (Alejandro Bunje-1940).
A lo largo del siglo XIX, Buenos Aires fue el nodo clave de cualquier circuito y gozaba de todos los beneficios que receptaba del comercio y la aduana. Sólo algunas provincias lograron el favor de la metrópoli porteña, las demás, distaban mucho del progreso. En la metrópoli se invertía hasta el último centavo de las rentas provenientes de esta economía con base agrícola exportadora.
La ideología dominante a fines del siglo XIX, propia del pensamiento del ’80, intentó construir un país reducido al hinterland pampeano donde las excelentes tierras productivas dieran lugar a una economía agropecuaria vinculada al puerto. Así, la región Pampeana se convertiría en un espacio extrapolado de la Europa anhelada y con un cuerpo social selecto y de etnia europea. Se apuntaba a un enorme territorio homogéneo y desprendido del resto del continente, un ‘país isla’ alrededor de una ciudad magnífica.
Pero esta idea de país fue difícil de concretar: Buenos Aires había forjado un enorme feudo con el país al cual administraba; además dependía de ese feudo necesitaba de sus fuerzas naturales y de sus recursos energéticos para sostener ese enorme ecosistema artificial en constante crecimiento.
Así se modeló esa Argentina aislada del resto de América, apoyándose en los elementos naturales que separan (cordillera, diagonal árida, grandes ríos, etc.) y ‘atornillada' en el puerto, único medio que vincula frente a un mar que la separa del resto de los continentes.
El modelo agroexportador se expande al resto del país que debió pampeanizarse aun cuando sus condiciones naturales no fueran del todo aptas para la agricultura. Así se extendió el ferrocarril, se ‘potrerizaron’ los campos, y se llegó a cultivar al estilo pampeano en lugares impensados. Pero la idea instalada en el colectivo imaginario seguía siendo que la riqueza productiva estaba sólo en la pampa. Este discurso estuvo plasmado en los manuales escolares que se usaron en las escuelas argentinas durante mucho tiempo y que convirtió a la escuela como herramienta ideológica.
El sur sanluiseño es parte del proceso de pampeanización coincidiendo con la expansión de la frontera contra el indio, la ocupación de estas tierras fue desorganizada, rápida e improvisada. Las prácticas agrícolas introducidas y los cultivos elegidos no fueron los más adecuados para la roturación intensa de la tierra: el terreno con condiciones naturales de aridez, no lo toleró. Las sequías, las cenizas provenientes de la erupción del volcán El Descabezado y las crisis económicas mundiales jugaron en contra para el modelo económico argentino de entonces. Oleadas de inmigrantes partieron de esta región más pobres de lo que habían llegado y se instalaron en Buenos Aires, sólo unos pocos que vieron en la ganadería una experiencia más propicia, se quedaron y se amoldaron a las exigencias del medio (Zamorano, M. 1989). Así comienza la larga historia de los desastres naturales en Argentina donde el interés económico está por encima de las leyes de la naturaleza.
La riqueza del momento era engañosa sostenida por un cuerpo colosal que proveía toda su energía -transportada por el ferrocarril- para ser administrada por una cabeza que se ajustaba a las fuerzas extranjeras. Este no era el camino para el desarrollo económico.