Una manera fácil de entrar en meditación es observar una parte de nuestro cuerpo (como por ejemplo el entrecejo), una función (como por ejemplo la respiración) o un objeto (como por ejemplo un arbol). En el observar hemos de entrar en completa contemplación evitando juicios de valor y pensamientos. Hemos de concentrar completamente nuestra observación en el objeto observado. Al hacer esto de manera constante y prolongada, una puerta se abre y podemos entrar en estado de meditación. De hecho, lo que se conoce como técnicas de meditación en su mayoría son técnicas de concentración, que es el paso anterior a la meditación.

La concentración es Yang, es decir, es algo que nosotros podemos hacer, una capacidad que podemos desarollar. Sin embargo, la meditación es Yin, es algo que sucede, no es algo que podamos hacer nosotros. Es algo a lo que nos podemos abrir, algo a lo que podemos estar receptivos. Cuando el ejercicio de la concentración es tan estable que lo podemos hacer sin esfuerzo, que nos podemos relajar en el, ahí es cuando aparece la meditación.

Es lo mismo que sucede en la práctica de ásanas (posturas de yoga): cuando podemos realizar las posturas de manera tan relajada que ya no implica esfurzo extra o tensión en nuestro cuerpo, es ahí donde la práctica de ásanas se conviete en meditativa y da sus mejores resultados.