6ª jornada. Cabuérniga - Cáceres

31 DE AGOSTO DE 2013. SÁBADO

EL SOL SALIENDO EN EL VALLE DE BÁRCENA MAYOR

A las 8:15 h ya estaba despierto pero hasta las 10:00h no abrían el restaurante de la pensión. Pensé entonces que estando a solo diez kilómetros de Bárcena Mayor podía aprovechar para hacer esa visita necesaria que compensara la feria de la tarde anterior. Seguro que a esa hora Bárcena sería para los lugareños y para mí, sin domingueros que interfirieran. Así hice y no me arrepentí: paseé en soledad por el pueblo y solo el ladrido de algunos perros o el sonido de una ventana que se abría a la mañana rompieron el silencio con el que disfrute. En el valle el paisaje era alucinante, la bruma matinal se iba deshaciendo conforme el sol aumentaba poco a poco su fuerza e iluminaba las primeras masas de robledal.

Me senté en un banco de piedra a continuar mi diario. Hacía fresco todavía y yo llevaba encima lo de siempre por la manaña: manga corta, manga larga, polar y chubasquero. Alguien salió a fumar y disfrutar del sabor de la mañana de una casa rural. Nos miramos, nos saludamos de mala gana como es de esperar en dos personas que desean estar solos y yo creo que los dos pensamos lo mismo: ¡que mala suerte, con lo grande que es el pueblo y tengo que coincidir con otro individuo a esta hora, con lo bien que se está solo!. Yo me mantuve firme y esperé pacientemente a que terminara su cigarrillo y desapareciera tras puerta. Volvió la paz y la soledad.

Una hora después me puse en marcha de nuevo hacia la pensión. Me lavé la cara en una de las fuentes que encontré y me dirigí en busca de un merecido desayuno. Por cierto, lo de lavarme la cara en las fuentes es para mí un ritual. Allí donde voy busco las fuentes y me lavo la cara y las manos, y si el tiempo acompaña, también la nuca y la calva. Es una forma de hermanarme y estrechar lazos con el lugar que paseo y disfruto. A una persona le doy la mano o dos besos, en un lugar me lavo con el agua de sus fuentes.

UNA CALLE DE BÁRCENA MAYOR POR LA MAÑANA TEMPRANO

Antes de salir del pueblo me encontré a una pareja de turistas que entraba. Iban mal abrigados, con pantalón corto y una camiseta de manga larga. Ella tiritaba de frío. Les dije, sois los segundos, aprovechad y disfrutad del pueblo antes de que lleguen las hordas. Él me dijo: " que bien, podemos estar en un pueblo de la Edad Media para nosotros, sin agobios". Me despedí de ellos sin entender demasiado a qué venía eso de la Edad Media. al parecer algunos denominan a Bárcena Mayor un pueblo medieval, conservado intacto desde entonces. Eso es una sandez, Bárcena es un pueblo que mantiene como ninguno la arquitectura tradicional montañesa cántabra y eso no tiene nada que ver con la Edad Media. Para algunos cuando un edificio es sólido y construido con piedra vista sin cubrir automáticamente es medieval.

Como decía, volví a la pensión y disfruté de un desayuno abundante y reponedor, sentado en una terraza disfrutando del sol mañanero. ¡Qué ricas las tostadas con aceite y tomate!, lógico, el aceite era de marca "la chinata", de Plasencia, y así se lo hice saber al camarero: este aceite es de mi tierra.

Me alegro que por fin el aceite no sea siempre de Jaén o el jamón de Jabugo o Guijuelo. A Extremadura le queda mucho para poner al máximo rendimiento su imagen como productora de productos alimenticios de calidad, pero parece que al menos en el aceite o el jamón empezamos a conseguirlo.

El camarero, al saber que era extremeño, me dijo que estuvo en Mérida en julio cuando venía de sus vacaciones en Cádiz. Le encantaron sus monumentos romanos pero sufrió lo indecible con el calor. Yo le respondí que mi tierra es muy visitable en cualquier época del año pero nunca en verano. En el estío puede llegar a ser una olla a presión a la que solo le falta explotar. También le recomendé que visitara mi ciudad, Cáceres, una ciudad desconocida y sorprendente que a más de uno ha dejado boquiabierto mientras paseaba en un día de lluvia o niebla otoñal o invernal.

VISTAS CERCA DEL PUERTO DE PALOMBERA

Serían las 11h de la mañana y tocaba regresar. Yo no quería acabar el viaje, abandonar las montañas cantábricas, habían sido cinco días y pico muy intensos y no quería que terminaran. Abandoné el valle del Saja despacio, casi al ritmo de las numerosas bicicletas que lo recorrían ascendiendo el puerto de Palombera. Conduje por la sinuosa carretera que me llevaba hacia el valle de Reinosa rodeado de mis queridas hayas. Fue una despedida triunfal. Hasta cerca de la cumbre del puerto me acompañó un hayedo muy húmedo, majestuoso, umbroso y oscuro hasta parecer que anochecía. Paré dos veces, primero en pleno bosque, luego en el mirador de La Cardosa, cerca de la cumbre. En ese último tramo ya predominaba el monte bajo y pensaba que mi despedida había sido definitiva cuando en las últimas curvas antes del puerto un pequeño hayedo joven rodeó la carretera y me escoltó hasta casi arriba del todo. Al parecer, también las hayas se resistían a perderme de vista.

El valle de Reinosa, lo que llamamos la comarca de Campoo de Suso, es Cantabria pero su paisaje es diferente. No mira al mar cantábrico, es vertiente mediterránea (allí nace el Ebro) y el verdor de Cabuérniga deja paso al predominio del verde pardusco o al pardo puro y duro. Sin ser igual, este paisaje se parece más al leonés que al cantábrico.

Camino de Reinosa vi un letrero que anunciaba el nacimiento del río Ebro y paré. Me dije, acabaremos el viaje en el nacimiento cantábrico de un río legendario. El Ebro nace de un lago-manantial llamado La Fontona que rebosa y da comienzo al río propiamente dicho. El lugar me decepcionó, lo tenían demasiado arreglado para turistas. Más que un paraje natural parecía un parque en el que habían plantado arces, robles, chopos y olmos y tu paseabas por un camino de losas de piedra.

Estuve el tiempo justo, admiré el agua extraña de la Fontona, de un color azulado turbio, difícil de clasificar, di un paseo corto y me fui.

LA FONTONA. NACIMIENTO DEL EBRO

Reinosa estaba a seis kilómetros de Fontibre, donde nace el Ebro, y desde allí todo autovía a Cáceres. Antes de salir a carretera consulté mi navegador manual, el mapa de carreteras de toda la vida y descubrí con placer que mi camino pasaba rozando la villa de Frómista. ¡Cuántas veces he visto la iglesia románica de San Martín en fotos y documentales! ¡cuántas veces la he enseñado a mis alumnos!, para mí es la iglesia románica más bonita que conozco y no podía desaprovechar la oportunidad de verla. La parada en Frómista sería obligada.

Cuando abandoné la autovía y entré en el pueblo pensé que tendría que preguntar a alguien por el templo. Eso precisamente iba a hacer cuando, entre dos casas, apareció el ábside de San Martín; paré el vehículo y me quedé con la boca abierta, tuvo que pitarme el coche que iba detrás para que saliera de mi asombro. En ese día soleado aparecía soberbia ante mis ojos. Sin duda, la restauración de fines del XIX y comienzos del XX fue muy acertada y el edificio recuperó su equilibrio, se deshizo de las casas adheridas y pudo ser admirado en su esplendorosa sencillez.

Lo recorrí y entré en su interior. Allí estuve quince minutos hasta que cerraron. En la taquilla me preguntaron si era peregrino, dije que no, que no era peregrino de Santiago. No expliqué que yo había hecho mi propio peregrinaje sin concha, sin albergues ni compostelana. Ya en la calle me dí el gusto de admirar sin prisas el edificio desde el exterior, me senté en un banco de la plaza que lo rodea y me comí dos manzanas mientras disfrutaba de una vista muy especial.

SAN MARTÍN DE FRÓMISTA

Desde Frómista todo fue autovía. No hubo más que paradas para repostar, comer y poco más. Justo antes de llegar a mi tierra, en Puerto de Béjar, tuve que detenerme porque el cansancio parecía ganarme la batalla. Como llevaba la cama a cuestas, aproveché para dormir por última vez en el coche. Fue una siesta tardía (serían las seis de la tarde) y reponedora que me permitió llegar a Plasencia (donde paré) y finalmente a Cáceres.

El viaje había terminado. Había hecho realidad una ilusión de siempre y estaba contento por ello. Una gran experiencia, sin duda.