El protocolo vaticano: funeral, cónclave y proclamación de un Papa
Muerte y Funeral del Sumo Pontífice
Golpes en la frente del Papa con un martillo de plata, la destrucción del anillo pontificio y el tañido de las campanas de San Pedro, son algunos de los actos protocolares que se realizan luego de la muerte del Santo Padre, según marca la tradición vaticana. Existen otros actos que no son dictados por la tradición religiosa, pero que fueron establecidos por los propios Pontífices a lo largo de la historia.
En los primeros siglos, la comprobación de la muerte del Papa se hacía acercando una vela encendida a sus labios. Si la llama se movía, significaba que aún conservaba un hálito de vida, y esa misma operación se realizaba varias veces hasta que la llama permanecía inmóvil, lo que significaba que el Papa había muerto. Sin embargo, actualmente la comprobación de la muerte del Sumo Pontífice se realiza con los métodos médicos habituales.
Camarlengo certificando la muerte de un papa (ilustración de 1903)
Antes era el arquiatra, pero ahora es el médico el que confirma la defunción del Papa, y se lo comunica al prefecto de la casa pontificia, que anuncia oficialmente la muerte con una sencilla fórmula: 'El Papa ha muerto'. Todos los presentes en la habitación papal se arrodillan y comienzan los primeros responsos. Después, por orden jerárquico, se acercan al cadáver y besan su mano. Se encienden entonces cuatro cirios a los pies del lecho mortuorio y se coloca aceite y agua bendita a su lado, para los responsos de los prelados visitantes.
El camarlengo -quien estará al frente del Vaticano hasta la elección del próximo Papa- ingresa a la habitación papal vestido de violeta, en señal de duelo, acompañado por un destacamento de la Guardia Suiza con alabardas. Golpea tres veces la frente del Pontífice con un martillo de plata (que figura en el escudo de armas pontificio), como lo indica el viejo rito vaticano, al tiempo que llama al difunto por su nombre de pila, para comprobar la muerte.
El cadáver de León XIII en sus apartamentos con hábito coral: sotana blanca, roquete, muzeta roja y camauro.
El acto debe realizarse en presencia del maestro de celebraciones litúrgicas y del secretario y el canciller de la Cámara Apostólica, y este
último es el encargado de rellenar el acta de defunción del Pontífice. Luego, al Papa se le retira el anillo del Pescador, símbolo del poder pontificio, lo que marca que el reinado ha concluido. Ese anillo, posteriormente, será destruido junto con el sello de plomo del Papa ante los cardenales, para evitar de esa manera que se puedan falsificar documentos papales. El mismo camarlengo deberá sellar la habitación y el estudio del fallecido, aposentos estos que no podrán abrirse hasta que no se elija un sucesor.
La puerta de bronce del Vaticano se abre y el notario de la Cámara Apostólica levanta acta, mientras las campanas de San Pedro 'doblan a
muerto', anunciando públicamente el deceso. Esa puerta se cierra por la noche, en señal de duelo, luego que el cuerpo del Papa, tras ser preparado por los médicos, es vestido con los símbolos pontificios: se le coloca la mitra blanca en la cabeza, la casulla, es decir, el manto rojo (que es el color de luto papal) que utiliza cuando celebra misa, y el palio, una faja de lana blanca con cruces negras, símbolo de dignidad. La conservación del cuerpo prevé la extirpación de las vísceras, algo que realizan los forenses del Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Roma.
Luego, en una solemne procesión encabezada por el cardenal decano y el camarlengo, el cuerpo del Papa es llevado hasta la Basílica de San Pedro, mientras los coros entonan 'Libera me, Domine, de morte aeterna' (Líbrame Señor de la muerte eterna). El sepelio se denomina 'Missa poenitentialis' y generalmente se espera que acudan delegaciones de todo el mundo. Es la Santa Sede la que fija el nivel de las delegaciones que asisten a los actos. Generalmente las exequias son marcadas por características de funeral de Estado, dado que corresponden no sólo al jefe de la Iglesia Católica sino también al Jefe del Estado Vaticano.
en no sólo al jefe de la Iglesia Católica sino también al Jefe del Estado Vaticano.
Los servicios de protocolo de la Santa Sede barajan varias opciones en la ubicación de los asistentes: la primera, siguiendo el orden alfabético –en inglés o francés, lengua esta última utilizada en la diplomacia vaticana- y la segunda, tomando como referente la fecha del establecimiento de las relaciones diplomáticas de cada país con la Santa Sede. El protocolo marca que los invitados se sitúen por categorías: primero jefes de Estado y después primeros ministros, embajadores y el resto de las representaciones diplomáticas.Con respecto a las autoridades de la Iglesia, figuran los cardenales, los principales Patriarcas orientales, arzobispos, obispos, párrocos de Roma, canónigos de San Pedro y demás religiosos católicos, colocados por orden de importancia, desde la zona más cercana al altar hacia fuera, del lado derecho.
Funeral de Juan Pablo II, abril de 2005
El protocolo litúrgico
Fundamentalmente, las diferencias entre un funeral y otro las marcan los propios Papas -quienes indican en su última voluntad cómo quieren que se desarrollen las exequias-, pero también las circunstancias históricas e incluso algo tan impredecible como los factores climatológicos.
El ordenamiento litúrgico de la Capilla Sixtina impone que las honras fúnebres deben presentarse en canto llano y generalmente se utiliza la música gregoriana, la “oficial” de la iglesia latina. En el apartado musical, los cantos antifonales son interpretados por los miembros de la Capella Giulia, siendo los encargados de señalar el comienzo, el ritmo y el final del funeral.Son muchos los símbolos que pueden extraerse de una ceremonia de estas características. Por ejemplo, los doce hombres encargados de portar el féretro del Papa fallecido son los mismos que llevan la silla gestatoria el día de la proclamación; el ceremonial litúrgico no tiene luto, pues los signos hablan de entrada a otro mundo, al igual que sucede en la entronización del nuevo Papa.
Durante la liturgia se pueden utilizar varios idiomas: el latín, el italiano, el francés, usado durante la homilía –la parte más protocolaria y formalista donde se saluda a todos los presentes y se hace una sencilla y no ostentosa biografía del fallecido-, el español, el inglés y otros a elección de la curia, sobre todo para el momento de las plegarias.
Con respecto a la vestimenta, los miembros del Colegio Cardenalicio pueden lucir su color protocolario, el morado, propio de los eventos de gran relevancia o pueden ir de rojo, el color litúrgico propio a la muerte de un Papa, y la mitra. Obispos, arzobispos y diáconos también portan sus hábitos violáceos mientras que el resto de sacerdotes y los canónigos –no ordenados obispos-visten la tradicional sotana con la sobrepelliz negra.
Entre los invitados, las normas protocolarias marcan: para los caballeros, traje oscuro, frac o uniforme de gala sin condecoraciones –en señal de respeto-; para las damas, traje corto negro con la opción de portar o no mantilla del mismo color.
Durante la ceremonia un prelado lee los hechos más importantes de su labor y al final mete el pergamino en un tubo de cobre que se
introduce en el féretro junto con un saquito de terciopelo con monedas y medallas de su pontificado.
Terminada la misa, los restos mortales son introducidos en una triple caja -una de ciprés, otra de plomo y una de nogal- y sobre esta última se coloca un simple crucifijo y una Biblia abierta, para luego llevar el féretro en procesión, a través de la puerta de Santa Marta, hacia las Grutas Vaticanas, donde permanecerá hasta que se disponga su sarcófago definitivo. En el funeral de Juan Pablo II no se utilizó un sarcófago, sino una lápida de mármol blanco que selló la tumba con las palabras 'Johannes Paulus P. P.II'.
Al concluir el funeral, se abre el novenario de misas por el Papa en la Basílica, que se prolongará hasta dos días antes del comienzo del cónclave. De éste saldrá el nuevo sucesor de Pedro y se desarrollará la siguiente gran ceremonia, la Proclamación del nuevo Pontífice.
Elección y Proclamación de un Papa
Cuando un Papa fallece y es necesario elegir su sucesor, se convoca un Cónclave. Los llamados a tan alta misión tienen la obligación suprema de dar a la Iglesia a su hijo más apto para que la dirija y la guíe.
En realidad este proceso que se inicia no es sólo la elección de un Papa, sino mucho más. Es una pugna por el poder supremo de la Iglesia, de manera que los allí congregados, en función de las distintas corrientes doctrinales o ideológicas, deben esforzarse por ganar adeptos a su precandidato y establecer las alianzas precisas para que al final éste sea el escogido.
En el mismo momento en que muere un Pontífice, se inicia un período provisional que se denomina Sede Vacante. A lo largo de este tiempo, la curia romana se rige estrictamente por el principio de “nihil innovatur” o, lo que es lo mismo, “no innovar en nada”. Aunque el gobierno de la Iglesia queda en manos del Colegio de los Cardenales, éste sólo puede tomar decisiones de rutina y de mero trámite. En cualquier caso, pasados quince días de la muerte del Papa, los cardenales deben constituirse en cónclave.
Cónclave
Aquí es donde adquiere cierta relevancia el papel de camarlengo pontificio, un funcionario al servicio del Papa anterior que debe ocuparse del protocolo en la elección del nuevo Pontífice. Será él quien se ocupe de citar a los purpurados de todo el mundo, confirmar su asistencia, recibirlos en la Santa Sede y controlar que todo esté preparado para el día del cónclave. La palabra “camarlengo” procede del latín camerarius (de la cámara), en referencia al lugar donde se guardaba un tesoro. Trasladado al mundo monástico, el camarlengo era el monje que se encargaba de la administración de los bienes de la congregación, o sea una especie de tesorero. Y así llegamos hasta el camarlengo de la Santa Sede Romana, que al principio administraba las posesiones y las rentas del Vaticano. Pero en el siglo XIX el papa Pío VII restringió en gran parte su autoridad. Actualmente, además de las funciones propias de su cargo, el camarlengo se ocupa de la verificación de la muerte del Papa y de colaborar con el Gran Elector en el desarrollo del cónclave.
No menos complejo es el papel que tiene que desarrollar el llamado Gran Elector. Dentro del secretísimo cónclave, quien organiza las votaciones y controla que todo el proceso se realice según lo marcado por el protocolo el Gran Elector, también conocido como el Maestro de Ceremonias.
Escudo del Cardenal Camarlengo
La palabra “cónclave” proviene del latín cum clavis, o lo que es lo mismo “con llave”. Este nombre se debe a que la reunión que elige a un nuevo Papa siempre se ha celebrado a puertas cerradas, para evitar que los participantes puedan tener algún tipo de contacto con el mundo exterior. El selecto grupo de cardenales que han de cumplir tan alta misión está formado en su mayoría por pastores de diócesis más o menos alejadas de Roma. De todos modos, para conservar la tradición que imponía que todos los electores fueran prelados romanos cada cardenal es nombrado, mientras dura el proceso, “titular honorario” de una de las iglesias de la ciudad.
El cónclave debe iniciarse entre los 15 y 20 días siguientes a la muerte del Papa. Los cardenales se reunirán en la Capilla Sixtina, jurando guardar silencio “absoluto y perpetuo” y en el ambiente prevalecerá el recogimiento y la oración. Las penas eclesiásticas por violar estos juramentos son tan severas que pueden incluir la excomunión.
La Capilla Sixtina, que ha sido locación del cónclave desde 1492
El día elegido para comenzar la elección del nuevo Papa, los cardenales se reunirán en la imponente basílica de San Pedro para celebrar una misa votiva llamada “Pro eligendo Papa”. Por la tarde acudirán en solemne procesión hacia la Capilla Sixtina. El hecho de acudir a este bellísimo recinto es para distender el ambiente de tensión que han producido las reuniones previas a la elección, así como el nerviosismo en el momento de votar, sobre todo si no está claro quién resultará elegido. Tengamos presente que cuando todos los congregados vuelvan a salir de la Capilla Sixtina serán súbditos de uno de ellos, al que habrán designado como Sumo Pontífice. Si las votaciones no alcanzan a reflejar la mayoría necesaria, los electores deberán pasar las noches que sean necesarias dentro del Vaticano, en laDomus Sanctae Marthae, una residencia inaugurada en 1996 y dedicada habitualmente a alojar personal de la curia.
La tradición marca que, tras cada votación, los electores informen a los fieles congregados en la plaza del resultado de la misma. Para ello se emplea desde hace siglos el mismo sistema: una columna de humo o fumata, que asciende por una de las chimeneas. Si los votos aún no han consagrado un ganador, se quema paja seca para que el humo salga negro. Pero si la votación ha designado un nuevo Papa, se quema paja húmeda para producir la famosa fumata bianca, que la multitud celebra con devoto entusiasmo.
Pero la elección no acaba con este acto. Una vez conocido y consensuado el resultado se quemarán todas y cada una de las papeletas en las que los cardenales han escrito el nombre de su favorito.
La fumata bianca de octubre de 1978, anunciando la nueva de la elección de Juan Pablo II
El Maestro de Celebraciones Litúrgicas Pontificias le solicita su consentimiento para aceptar su responsabilidad como Vicario de Cristo cuestionándole en latín: ¿Acceptasne electionem de te canonice facta in summum pontificem? o sea: ¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice? Y luego le pregunta: ¿Quomodo vis vocari? ¿Cómo deseas ser llamado?, atendiendo a la tradición iniciada por Jesús, cuando a Simón le llamó Pedro.
Tras esto, los cardenales procederán a rendirle homenaje; luego el primero de los cardenales diáconos, el cardenal protodiácono, anunciará Urbi et Orbi (A la ciudad y al orbe) la buena nueva desde el balcón de la basílica vaticana, utilizando la fórmula tradicional:
“Annunttio vobis gaudium magnum: ¡Habemus papam! Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum (nombre del cardenal) Sanctae Romanae Eecclesiae Cardinalem (apellido del cardenal), qui sibi nomem imposuit: (nombre elegido para reinar)”, anuncio tras el cual aparece en el mismo balcón, vestido ya con la sotana y solideo blancos, con esclavina y estola rojas, el neopapa.
La estructura jerárquica de la Iglesia
La Iglesia Católica tiene miembros en todos los países de la Tierra, aunque su presencia varía desde mayoritaria en algunos a casi nula en otros. Es una organización en la que el clero está organizado de forma jerárquica, pero ejerce su gobierno teniendo en cuenta la comunión de los fieles.
Basílica y Plaza de San Pedro en una ceremonia nocturna
Territorialmente, la Iglesia se organiza en diócesis o iglesias particulares, cada una bajo la autoridad de un obispo; algunas de éstas, de mayor rango, son llamadas arquidiócesis (o archidiócesis, bajo la autoridad de un arzobispo). En las iglesias orientales católicas, suelen llamarse eparquías y archieparquías, respectivamente. Actualmente existen 2807 diócesis, de las cuales 622 son arquidiócesis. La diócesis de Roma, que incluye a la Ciudad del Vaticano, es la Sede Papal. Asimismo, existen 9 Patriarcados (3 latinos y 6 de ritos orientales), 9 Exarcados Patriarcales y 5 territorios dependientes de Patriarcas.
Algunos territorios, sin llegar a considerarse diócesis, funcionan en la práctica como tales: son las prelaturas y abadías territoriales, regidas por un prelado o un abad, respectivamente. Actualmente, existen 46 prelaturas territoriales, más del 80% en América Latina (sobre todo en Brasil y Perú), y 11 abadías territoriales, principalmente en Italia, así como 1 prelatura personal (la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei), con sede en Italia, 35 ordinariatos militares y 8 ordinariatos para los fieles de ritos orientales.
Abadía medieval de Praglia, en Padua, Italia
Las diócesis pueden agruparse en provincias eclesiásticas y éstas, a su vez, en regiones eclesiásticas. La arquidiócesis que preside una provincia eclesiástica es llamada metropolitana. En ocasiones, la provincia eclesiástica está conformada únicamente por la arquidiócesis metropolitana. De las 622 arquidiócesis existentes, 541 son metropolitanas, 4 son archieparquías mayores (una de ellas posee además 3 exarcados archiepiscopales, en Ucrania) y las restantes 77 son llamadas arquidiócesis archiepiscopales.
Los territorios en donde la organización de la Iglesia aún no es suficiente para erigir una diócesis (o una eparquía) son dirigidos por un vicario (o exarca) y son llamados vicariatos (o exarcados) apostólicos; actualmente existen 87 vicariatos apostólicos (en América, África y Asia) y 16 exarcados apostólicos (en América, Asia y Europa). Si la organización es muy incipiente, se erigen prefecturas apostólicas (actualmente existen 39, casi las tres cuartas partes en China). Por razones graves, se erigen administraciones apostólicas estables (actualmente existen 8); además, existe la Administración Apostólica Personal de San Juan María Vianney, en Brasil. En los territorios en que la Iglesia aún no ha penetrado oficialmente, se organizan misiones independientes sui iuris (actualmente existen 9).
Vicariato apostólico de Tierradentro, Belalcázar, Colombia
Pirámide de la jerarquía eclesiástica de mayor a menor rango
SUMO PONTÍFICE (PAPA DE ROMA)
CARDENAL
ARZOBISPO
OBISPO
ABAD (y ABADESA)
DEÁN
PRIOR
PRESBÍTERO
DIÁCONO
• El Papa es electo por el Colegio de Cardenales, reunido en cónclave. En 1871, el Concilio Vaticano I hizo énfasis particular sobre la ya existente doctrina de la infalibilidad papal, lo cual ha generado hasta el día de hoy grandes polémicas. Él desarrolla su ministerio coadyuvado por dos grupos de colaboradores: los cardenales y el concilio ecuménico.
• Los Cardenales ayudan al Papa en la acción pastoral de la Iglesia Católica universal y en la administración del Vaticano y la Curia Romana. Colectivamente forman el Colegio Cardenalicio y son elegidos personalmente por el Papa.
• Los Obispos se encargan de cada diócesis. Son ayudados por los presbíteros y los diáconos. Ningún obispo, aunque haya sido nombrado cardenal, tiene autoridad sobre otro, sino que cada uno depende directamente del Papa.
• El Concilio Ecuménico es la asamblea de todos los obispos del mundo presidida por el Papa y es convocado cuando hay que tomar las decisiones más importantes en materia de fe (dogmas) y de moral.
Los Príncipes de la Iglesia: Cardenales
La dignidad de Cardenal, eclesiástico de alto rango de la Iglesia Católica, es el más alto título honorífico que puede conceder el Papa. Quienes lo reciben se convierten en miembros del Colegio Cardenalicio y son "creados" en una ceremonia especial llamada "consistorio público".
La principal misión del Colegio de cardenales es elegir el Sumo Pontífice en caso de fallecimiento o renuncia del anterior. En circunstancias habituales el deber fundamental del Colegio es aconsejar al Papa. Muchos de los Cardenales gobiernan diócesis o arquidiócesis importantes, presiden los organismos de la Curia romana y de la administración de la Santa Sede.
Solemnidad: cardenales de púrpura en la Basílica de San Pedro
Dado que en sus orígenes los cardenales eran clérigos al servicio de la diócesis de Roma, es costumbre que a cada cardenal designado por el Papa se le asigne un obispado sufragáneo (llamado “suburbicario”, etimológicamente “inferior en la ciudad”), el título presbiterial o la diaconía de un templo de la arquidiócesis de Roma.
El término “cardenal” deriva del latín cardo o bisagra, lo cual sugiere el papel de fulcro (punto de apoyo, gozne) que juegan: ellos son las “bisagras” alrededor de las cuales gira todo el edificio de la iglesia, en torno a su pastor, el Papa, y con éste, en torno a Jesucristo.
Sesión del colegio cardenalicio con el Sumo Pontífice
Historia
Los cardenales no siempre han elegido al papa. Originalmente, eran los miembros de la Iglesia de Roma quienes lo hacían, pero este procedimiento cambió durante la Edad Media, hasta hacer que sólo los cardenales, un grupo especial de clérigos de la diócesis de Roma, tuvieran derecho a elegir al sucesor del apóstol Pedro. La constitución apostólica In nomine Domini, promulgada por el papa Nicolás II en 1059, limitó la potestad de elección a los cardenales romanos que fueran obispos. Fue en 1179 cuando el papa Alejandro III extendió a todos los cardenales este derecho.
El escenario cotidiano de los cardenales romanos: San Pedro, Plaza y Basílica, al alba
En tiempos más modernos, los monarcas ingleses, españoles y franceses tenían a cardenales como primeros ministros: Thomas Wolsey en Inglaterra, Alberoni en España, Richelieu y Mazarino en Francia. Igualmente las más importantes cortes europeas forzaban el nombramiento de determinados cardenales para que gestionaran en Roma sus respectivos intereses. Estos hombres eran cardenales no por sus funciones religiosas sino porque permitían que sus reyes les pagasen con los impuestos eclesiásticos. Roma aceptaba la pérdida de dichos impuestos para proteger el resto de su propiedad y rentas.
El Cardenal Jules Mazarin
El Colegio de cardenales tiene como máximas jerarquías el "Decano", el "Vice-decano" y el "Camarlengo", oficial mayor de la Santa Sede, al cual compete la organización de la sede vacante y del cónclave. Dispone además de un prelado secretario y de un tesorero, cargos estos no necesariamente ocupados por cardenales.
La condición de cardenal es un título honorífico (ajeno al Sacramento del Orden), como los son las de patriarca, monseñor, arcipreste, canónigo, decano, deán, archidiácono y otras. La púrpura cardenalicia es conferida por el romano pontífice en unas ceremonias llamadas "consistorios", con el propósito de participar de la elección del sucesor del Papa, para actuar colegialmente en caso de sede vacante y para actuar como asesores en distintas materias que sean importantes para el Papa en funciones. Es por ello que muchos cardenales presiden secretarías, comités, comisiones, dicasterios y otras oficinas en la Santa Sede, y además muchos de ellos rigen las diócesis más importantes del mundo.
Príncipes de la Iglesia en una ceremonia vaticana
Tratamiento protocolario
Si el cardenal no es un obispo, se le conceden los privilegios ceremoniales de un obispo, en lo que hace al uso de la mitra, el anillo y el báculo.
Los cardenales colocan un galero rojo con quince borlas a cada lado, antiguo símbolo de su cargo, encima de su escudo de armas.
El Cardenal Flavio Chigi III
Desde 1630, los cardenales ostentan el tratamiento de Eminencia. La palabra "Cardenal" pasa a formar parte del nombre del prelado antes del apellido como, por ejemplo, Norberto Cardenal Rivera Carrera. De igual modo, los cardenales reciben el tratamiento de Su Eminencia (S.E.) si no son obispos y Su Eminencia Reverendísima (S.E.R.) cuando se trata de un cardenal que es obispo o arzobispo al mismo tiempo, aunque en ocasiones se utiliza también la fórmula "Eminentísimo y Reverendísimo Monseñor” (Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México) o simplemente “Eminencia”.
Algunos cardenales utilizan en su rúbrica en latín la fórmula S.R.E. Cardinalis, que significa significa "Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardinalis", de modo que Norberto S.R.E. Cardinalis Rivera Carrera se debe interpretar como Norberto Cardenal de la Santa Iglesia de Roma Rivera Carrera.
Nombramiento
Para su nombramiento, según el Código de Derecho Canónico, se eligen varones destacados por su sabiduría (doctrina), costumbres (coherencia de vida), piedad (oración y relación experiencial con Dios), prudencia (buen actuar, discernimiento, decisiones acertadas).
Ordenamiento de cardenales en un templo norteamericano
A veces, el Papa se reserva en el corazón (in pectore), el nombramiento de algún Cardenal. Esto puede obedecer a motivos, por ejemplo, de que su divulgación pueda poner en peligro su vida o la Iglesia que está bajo su cuidado, principalmente en lugares donde ésta es perseguida. Este cardenal, comienza a tener sus deberes y derechos como tal, el día en que es divulgado su nombre, pero su precedencia y antigüedad se remontan al momento en que el Santo Padre creó Cardenales y se guardó su nombre en el corazón ("en el pecho").
Por su sola elección, quedan incorporados al clero de Roma, y por ello son colaboradores inmediatos del Romano Pontífice, ya sea en la Curia, como en las Congregaciones (para los Obispos, para el clero, para la vida consagrada, para los laicos, para las relaciones ecuménicas, etc.), ayudando así al Santo Padre en el gobierno de la Iglesia Universal. Si no tienen diócesis asignadas a su cargo, y trabajan en la Curia o en las Congregaciones romanas, deben residir en el Vaticano. Estando fuera de sus diócesis, no dependen de los Obispos diocesanos para su actuación, ni deben pedirle permisos a éstos.
El colegio cardenalicio en pleno durante el funeral de Juan Pablo II (abril de 2005)
Los Nuncios Apostólicos son cardenales delegados por el Sumo Pontífice como embajadores de la Santa Sede ante el país al que son enviados. Al ser un Estado independiente, el Vaticano queda libre de los poderes temporales, y recibe a los embajadores de las naciones que tienen relaciones diplomáticas con él, y a su vez envía embajadores a las mismas. Los Nuncios velan e informan al Santo Padre sobre la Iglesia en dicho país o nación.
Los cardenales electores, todos aquellos que el día en que inicia la Sede Vacante (sea por muerte o por renuncia del sumo pontífice), tengan menos de ochenta años de edad, asumen, por una parte, el gobierno de la Iglesia, y por la otra, la responsabilidad de elegir al nuevo papa en el cónclave.