Dossier

VALENCIA 2010

Espacio de Encuentro Interreligioso

12 MESES - 12 TEMPLOS - 12 RELIGIONES

“Hay una sola religión, el amor.

Hay una sola raza, la humanidad.

Hay un solo lenguaje, el del corazón.

Hay un solo Dios y está en todas partes.”

Indice:

1.- Edificio “Espai Verd”

2.- “Santos Ermitaños de Montserrat I”

El Padre Estanislao María Llopart

3.- “Santos Ermitaños de Montserrat II”

El Padre Basili María Girbau

4.- El Oratorio – “Espai Verd”

5.- Espacio de Encuentro Interreligioso

FUENTES:

- Catequética - «Etiquetas: Hesiquia, Ermitas De Montserrat, Basili Girbau, Eremita Girbau»

- Jose Manuel Vidal - Obituario. «Basili Girbau - Sabio, Místico Y Eremita De Montserrat »

- Ramon N. Prats - «El Budismo y la Medicina del Espíritu»

- Javier Moro - X Aniversario del Nobel de La Paz al Dalai Lama - «Océano De Sabiduría »

- Entrevista / Tenzin Gyatso DALAI LAMA - «Los políticos necesitan a Dios más que los monjes»

- http://www.hermitary.com/articles/interview2.html

- http://ashramarunachala.blogspot.com/

1.- Edificio “Espai Verd”:

Este emblemático edificio de la ciudad de Valencia fue diseñado y creado para ser mucho más que un simple y tranquilo conjunto residencial. Ya en los años 80, adelantándose a su época, se recurrió a las más avanzadas tecnologías para, usando un innovador sistema experto informático tridimensional, diseñar su estructura y su arquitectura.

Concentrados en la creación de un espacio residencial que favoreciese la sociabilidad e interrelación entre sus moradores, así como la recuperación de un entorno natural, sus creadores no se daban cuenta aún de que lo que estaban concibiendo era un espacio de comunión y convivencia que sería referente en otras partes del mundo.

Uno de sus creadores, el arquitecto e investigador Antonio Cortés, profundamente comprometido con su obra, fue una de las personas que, con toda su familia, decidió instalarse a vivir allí. Antonio sentía que a este innovador contexto de interrelaciones sociales le faltaba un importante aspecto, el espiritual. Fue así como se decidió a promover, con la aceptación y el consenso de la junta de vecinos, la creación de un lugar donde, libre de prejuicios y dogmas, toda persona que así lo deseara pudiera practicar oración en silencio. Nada hacía presagiar en aquel momento que, con los años, en el corazón mismo de este “Espai Verd” encontraría su sitio un pequeño y humilde oratorio que sería, con el tiempo, el centro de un movimiento de comunión espiritual que iría más allá de los límites del propio edificio.

Las personas que acertaron y aciertan, eligiendo residir en este singular edificio descubren cada día, con sorpresa, que al vivir en él se encuentran en un lugar con una dimensión mucho más amplia que el concepto que se tiene, hoy en día, de una vivienda. En la actualidad, personas con sensibilidad de las más diversas nacionalidades se siguen dando cita en este hermoso lugar para vivir, compartir y disfrutar.

2.- “Santos Ermitaños de Montserrat I”

El Padre Estanislao María LLopart

Las ermitas de Montserrat han tenido una larga historia. Se cree que son previas al comienzo de la vida cenobítica en Montserrat, comenzada posteriormente a la existencia de la cueva donde estaba la pequeña Capilla dedicada a la Virgen, así como otra dedicada a San Onofre. La de la Virgen se hizo el centro de la vida monástica y centro de atracción de los peregrinos que sin cesar visitan a la Virgen desde entonces en su santuario. La capilla de S. Onofre sigue en su original arquitectura románica, en el interior del jardín del Monasterio. Fue restaurada hacia el año 1930 por los jóvenes aspirantes a la vida monástica, dirigidos por su prefecto, el Padre Ricard María Sans. En la misma época construyeron también el nuevo cementerio de los monjes, exterior a los recintos del Santuario.

Simultáneamente al desarrollo de la vida monástica y de la devoción mariana, la vida eremítica siguió su curso paralela a la del Monasterio. Hasta que las guerras napoleónicas destruyeron la vida monástica, se consideraban parte integrante de Montserrat a los monjes, los ermitaños, los hermanos legos, los presbíteros y los niños ofrecidos a la Virgen por sus padres. Estos constituían uno de los más antiguos coros de niños cantores que han continuado hasta hoy día, adaptándose a los cambios culturales.

Las ermitas de Montserrat eran una de las formas de la vida monástica en Montserrat, de manera que los aspirantes a la vida eremítica se formaban en el Monasterio y allí esperaban hasta el momento en que una ermita quedara libre. La “Laus Perenne” de Montserrat era mantenida día y noche. Siempre había quienes estaban dedicados a la oración y la alabanza.

Las guerras napoleónicas causaron irrecuperables destrozos en la cultura y en las instituciones de Europa, de los que no se libró la Iglesia, ni sus edificios e instituciones. Las nuevas corrientes laicistas venidas de Francia provocaron la prohibición de la vida religiosa en España, por lo que el Monasterio quedó oficialmente vacío durante unas decenas de años. Los restos de vida monástica exiliada de la montaña, lograron finalmente retornar bajo la consideración oficial de ser una especie de escuela para misioneros de ultramar. Poco quedaba de Montserrat entonces, la imagen de la Virgen había sido salvaguardada aunque muy maltratada por los soldados napoleónicos, y fue restaurada. Ya obtenida la posibilidad de la vida monástica en Montserrat, con inmensos esfuerzos se fue haciendo su restauración. La Coronación de la Virgen y proclamación como patrona de las Diócesis de Cataluña fue un hito importante en esta recuperación sostenida por la fe cristiana del pueblo.

La primera mitad del siglo XX, hasta el exilio provocado por la persecución paralela a la guerra civil del 1936, fue un tiempo de gran crecimiento del Monasterio, que llegó a alcanzar los doscientos monjes, bajo la paternal dirección del Abad Antoni María Marcet, fallecido en olor de santidad, ya después de la posguerra.

La restauración del Monasterio y del Santuario en los siglos XIX y XX no fue acompañada por la restauración de las ermitas. El Abad Marcet soñó con su restauración, pero no pudo realizarse en vida suya. Un joven monje, que hizo su profesión solemne en 1939, el Padre Estanislao María Llopart, le pidió entonces poder realizar su vocación de ermitaño. Así fue el comienzo de una nueva etapa eremítica en Montserrat. El Padre Estanislao, después de largos años de espera, pudo finalmente dar forma a su vocación en la Santa Montaña. Primeramente en la Santa Cueva de la Virgen, y unos cuatro años y medio más tarde en la reconstruida ermita de la Santa Creu, una de las doce tradicionales, y la más cercana al Cenobio.

Hacia el año 1961 la Santa Cova de la Virgen se convirtió en la primera ermita de la nueva etapa del eremitismo montserratino. En el 1965, en las Vísperas de la Fiesta de la Santa Cruz, el 13 de Septiembre por la noche, la celebración solemne de la Vigilia Eucarística de rito bizantino inauguró la estancia del Padre Estanislao en su nueva ermita, construida con sencillez, adosada a la cueva formada por una sola roca que constituía el techo y la pared del fondo de la ermita. En esa celebración le acompañó el Padre Basili María Girbau, gran conocedor de la Liturgia bizantina, monje de gran cultura y curiosidad inagotable, con alma de niño.

El Padre Estanislao María Llopart pidió a su Abad, el Padre Gabriel M., el permiso de poder quedar siempre en silencio. Pero el Abad adujo que sería un gesto con poca significación en el ambiente occidental. Además, en lugar tan agreste serían muy pocas sus visitas. El Padre Estanislao siempre dócil, aceptó la indicación del Abad, diciéndole que sobre las visitas, ya le informaría en su momento. Solo registró las de los tres primeros años, que fueron los más tranquilos, en el que miles de personas lo visitaron; después la afluencia fue creciendo de tal manera que hasta le privaban en ocasiones de sus cortas horas de sueño. Solo una persona con el corazón silencioso como el suyo podía llevar tal peso sin romperse con el agotamiento que suponía la atención a toda clase de gentes que llamaban a su puerta.

Durante los años que estuvo en la Santa Creu, un monje portugués y varios jóvenes, varones y mujeres, quisieron seguir su ejemplo viviendo en las diversas ermitas de la montaña, es decir, en las cuevas reconstruidas de la forma más pobre y sencilla, con las mismas piedras de la montaña, siguiendo su guía espiritual.

El ermitaño de la Santa Creu tenía una vieja vocación que realizar: su vocación misionera en Oriente, entre los no cristianos como vocación de premisión, de presencia cristiana, de preparación para la evangelización, en el silencio y la oración. Por ello, obtenido finalmente el permiso de su Abad, salió de Montserrat en dirección hacia Oriente en el año 1972, en el día 14 de Diciembre, día de S. Juan de la Cruz. Habitó en una pobre cueva cerca de Belén durante un año y medio, y tras pasar un tiempo en la India, salió hacia su destino en una región olvidada del Japón, hasta el año 2003, en que regresó a Montserrat a encontrar su descanso final a los pies de su amada Moreneta. Entregó su alma a Dios a las cinco semanas de su regreso.

3.- “Santos Ermitaños de Montserrat II”

El Padre Basili María Girbau

El Padre Basili María Girbau nació en Barcelona en 1925, cursó el bachillerato y a los 18 años sintió la llamada de Dios. Y se fue a Montserrat, donde profesó como monje benedictino en 1945. Durante muchos años se dedicó a la investigación bíblica y a la docencia. Y para eso, tras estudiar en varios países, se dedicó a recorrer las tierras bíblicas, donde aprendió el árabe y el hebreo. Así mismo, trabajó como bibliotecario en el Instituto Ecuménico Pontificio de Tantur. En 1973 regresó a Montserrat donde anhelaba reencontrarse con su amigo el ermitaño.

Poco antes de partir de la ermita de la Santa Creu hacia Tierra Santa, el Padre Estanislao contó a una joven discípula el desconcierto que tenía el Padre Basili debido a que, recién llegado de Tierra Santa con el deseo de estar cerca del ermitaño, descubría con gran sorpresa que el Padre Estanislao partía precisamente entonces hacia Tierra Santa. Después de contarle esto a su discípula, le añadió: “Cuando me haya marchado de la Ermita de la Santa Creu, podrías decir al Padre Basili que, en lugar de lamentar que la ermita haya quedado vacía, ¿por qué no la ocupa él mismo?”.

La joven no dudó en seguir las palabras de su Maestro espiritual y transmitió fielmente al Padre Basili las palabras que el Padre Estanislao había dicho para él, inmediatamente después de su partida hacia Oriente. Y el Padre Basili con su alma sencilla de niño y su entusiasmo siempre joven, no se lo pensó mucho… Pronto obtuvo el permiso para ser el nuevo ocupante de la ermita de la Santa Creu que, exceptuando unos años en que estuvo como Prior al cargo de una comunidad de monjes en Benicalella (Mallorca), ocupó siempre, hasta que su enfermedad le obligó a quedarse en su celda del monasterio.

El Padre Basili María Girbau, heredero de la llama de la tradición iniciática...

Su estilo fue muy diferente del que manifestó el anterior ermitaño. Dios no crea seres humanos clonados. Por supuesto los monjes tampoco responden todos a una uniformidad. Incluso en una comunidad siguiendo todos un mismo ritmo de vida y una misma formación, los carismas recibidos y la respuesta a la gracia y la acción del Espíritu Santo en cada uno es particular y única. Y eso es una gran riqueza para toda vida comunitaria. El Padre Basili amaba la amistad, tenía especial carisma para el trato con todo un estilo juvenil muy particular en él. Muy probablemente todos los años como hospedero del monasterio y maestro de novicios contribuyeron a desarrollar una personalidad transparente, exuberante, un poco teatral a veces por simple buen humor y muy sensible. De carácter sencillo y afable, y a la vez fuerte y directo.

Durante casi 30 años vivió en la ermita de Santa Creu, a una hora de camino del monasterio de Montserrat. Su ermita, una de tantas cuevas que horadan suavemente la montaña sagrada, está cerrada con una cristalera, habilitando un reducido espacio que contiene una cama, una mesa, dos sillas, un hornillo de gas, una estantería con libros, una cruz, un par de retratos de Ramana Maharshi (un sabio y maestro espiritual hindú de este siglo) y un altar. Lo suficiente para el ermitaño de Montserrat que, durante casi tres décadas se levantaba al alba para pasar el día meditando, rezando y estudiando.

El Padre Basili era un enamorado del momento presente. Cuando alguien le preguntaba por el secreto de la felicidad de su vida de ermitaño, respondía: «Vivir. No se trata de filosofar ni de hacer grandes discursos. Estás aquí, ¿qué más quieres? Respiras. Tu corazón palpita. ¿Qué importa el ayer? ¿Qué importa el mañana? Estás aquí. Entonces ríe, ríe a reventar. Tienes lo indispensable. No te hace falta ni más ni menos».

Una filosofía de vida que le hacía estar siempre alegre. En su rostro de luenga y poblada barba nunca faltaba una sonrisa. Porque, como solía decir, «vivo con paz, silencio interior y desprendimiento». ¿Y la soledad? El Padre Basili decía no conocerla. «La soledad habita en el corazón. Yo no estoy en soledad por vivir en una cueva en plena montaña. Si vives en plenitud no puedes estar solo. Solos están los que viven en uno de esos bloques anónimos, rodeados de centenares de personas pero en medio de una terrible soledad».

Estaba habituado a la meditación, la oración y el vegetarianismo, y era también conocedor de las diversas tradiciones espirituales de los diversos continentes. Tenía facilidad para las lenguas y realizaba traducciones.

Coincidió con ilustres personajes como Gandhi o el Dalai Lama. Este último le preguntó cierta vez, cuál era el tema de sus meditaciones. El Padre Basili le contestó simplemente: «el Amor». «Ésa es también la base de mis meditaciones» dijo el XIV Dalai Lama. Sin amor, sin compasión, no hay felicidad posible. Y el amor sólo nace en la paz del espíritu. No basta con el desarrollo material para alcanzar la felicidad, debe ir acompañado de un desarrollo espiritual.

En contacto permanente con el Misterio de Dios, el Padre Basili consiguió alcanzar la vía de la contemplación mística de la mano de Ramana Maharshi, el Yogui del Silencio, al que conoció a través de un libro en 1963, y al que definía como «un hombre sin mente, que no necesitaba hacer funcionar su mente, porque Dios había llenado su espíritu».

Como llenó el del Padre Basili María Girbau que, desde su ermita, escribía libros, para enseñar a la gente a ser feliz, profundamente feliz. «Para que la sociedad sea más justa lo único que tiene que cambiar es el corazón del hombre».

Para superar esas inercias, el Padre Basili recomendaba el desengaño. «Porque el desengaño es una cosa muy positiva. Si vives engañado, desengañarte es una liberación. Conforme los hombres se vayan desengañando, surgirá la luz. Se descubrirá lo negativo del engaño y quedará lo que no es engaño».

En la ermita de la Santa Creu a gran altitud sobre el mismo monasterio, supo encontrar el espacio y condiciones necesarias para su labor de ayuda a todas las almas que se le acercaban...

Durante toda su vida acogió con un corazón abierto a cuantos llamaron a su puerta. En un tiempo como el nuestro, en que la gente en general ya no tiene tiempo para atender a su prójimo el Padre Basili, como ya lo había hecho el Padre Estanislao, vivió totalmente entregado a Dios y, precisamente por ello, totalmente entregado a cada persona que vino a él.

El 23 de diciembre del año 2003, el Padre Basili María Girbau, el monje eremita, fue llamado a lo que él, sin duda, habría citado como su propio “Mahasamadhi” (la unión total y definitiva con Dios a la que todos hemos sido llamados). No fue un monje cualquiera. Como reconoció en sus funerales el Abad del Monasterio de Montserrat, el Padre Josep María Soler, era un benedictino con «un carisma especial», un sabio, un místico, un santo quizás...

4.- El Oratorio – “Espai Verd”:

El carisma que caracterizó toda su vida a nuestro querido Padre Basili, no podía por menos que revitalizarse cada vez que se veía acompañado de jóvenes buscadores de las verdades espirituales. Y fue así como, visitado en la ermita de la Santa Creu el día de su 70 cumpleaños, el Padre Basili, conoció a uno de sus más fieles admiradores, el Swami Rameshwarananda Giri. La juventud del Swami y la experiencia del Padre Basili confluyeron en la meditación y el silencio. En su nivel de observación ya no había religiones, sólo existía el hombre.

Una rápida, profunda y trascendente amistad surgió entre ambos, lo que les llevó a conocerse bien, a abrirse el uno al otro y a compartir su experiencia del mundo espiritual.

Así fue como el Padre Basili propuso al Swami que le acompañara todos los años en un viaje, en el que recorrieron muchos monasterios dedicando largos periodos de tiempo a debatir sobre temas de orden espiritual. El conocimiento manaba libremente de la boca del Sabio y su joven aprendiz nadaba fascinado en lagos de discernimiento. Un conocimiento que caló hondamente en cada célula de su cuerpo y que con los años se fue haciendo vivo.

Este anual viaje “iniciático” que comenzaba en la ermita de la Santa Creu al recoger al Padre, no encontraba su punto de partida (“su punto álgido”, como decía él) hasta que ya en Valencia se paraba a realizar un período de oración por la Paz y el Amor, rodeado de inseparables discípulos y amigos íntimos, en el Oratorio del edificio “Espai Verd”. Un grupo de verdaderos e incondicionales devotos que, cada año, lo esperaban con un anhelo que sólo comparten los que ya conocen el Amor.

Era aquí, en este pequeño oratorio donde, cada año, como tratándose de un ritual que perdura permanentemente en nuestras conciencias hasta día de hoy, se iniciaba de hecho un nuevo sueño de esperanza, del que a muchos nunca nos gustaría despertar.

Toda la simplicidad, toda la pureza y toda la ternura que fueron derramadas reviven cada día un poco más entre toda la gente que, a Su alrededor, eligió el amor con mayúsculas y la verdadera felicidad. De esta forma, quedó consagrado este espacio de encuentro y comunión espiritual.

Redescubrir la fuente de bondad fundamental del ser humano está al alcance de todos, basta con parar un momento y buscar en el interior. El silencio será el vehículo que nos permitirá reconectar con lo que nos es propio y esencial, estaremos en condiciones de apreciar la vida sin prejuicios ni etiquetas. Dejando que las cosas sean, en este mismo instante, tal y como son.

Este humilde Oratorio – “Espai Verd” fue pues el centro de un invisible pero muy significativo acontecimiento. Más allá de credos, dogmas, religiones y razas había nacido un lugar donde darse cita libremente con lo Divino. Y nuestro Bienamado Padre Basili María Girbau fue quien puso la primera piedra.

5.- Espacio de Encuentro Interreligioso:

Muchas fueron las almas que compartieron y heredaron, de una manera única y personal, este precioso legado que el Padre Basili entregó sin reservas. Entre ellas nos encontramos todas aquellas personas que, con nuestra mejor intención y cariño, iniciamos esta nueva andadura.

En un tiempo en el que resulta tan difícil llegar a conectar con los otros, nos determinamos a dar el primer paso. Crear conjuntamente un espacio de comunión espiritual para todos.

Así fue como surgió la idea de crear un espacio de encuentro interreligioso para todas las personas que manifiesten interés por la espiritualidad.

Cuando esta iniciativa conjunta se puso en marcha, a nadie tomó por sorpresa. Simplemente cada uno de los implicados ocupó su sitio. En el corazón de todos los participantes ya estaban profundamente impresas las siguientes palabras:

“Hay una sola religión, el amor.

Hay una sola raza, la humanidad.

Hay un solo lenguaje, el del corazón.

Hay un solo Dios y está en todas partes.”

La natural confluencia de distintos líderes religiosos, así como el encuentro, amable y pacífico, de las distintas religiones y filosofías se dio progresivamente en un clima de apertura, optimismo, cariño y respeto. Desembocando finalmente en la puesta en marcha de una asociación: “Espacio de Encuentro Interreligioso – Espai Verd”, que será el foro de comunión donde se den cita todos aquellos que busquen el Amor y la Verdad.

Es así, como en el umbral de una nueva era, distintas religiones y filosofías, pensando más en lo que las une que en lo que las separa, deciden abrir sus puertas ofreciendo, 24 horas al día durante todo un año, un espacio permanente de oración y meditación en silencio.

“En la meditación Dios habla y el hombre escucha.

En la oración el hombre habla y Dios escucha.”

S.S. Swami Shivananda Saraswati

“Las palabras no llevan a ninguna parte,

el silencio conduce a la paz,

las palabras crean confusión,

el silencio forja las almas,

por eso, aunque os amo a todos,

amo más el silencio

para preservar nuestro bienestar mutuo.”

S.S. Swami Brahmananda Giri

“Elogio de la Sabiduría:

Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del bien, agudo, libre, bienhechor, filántropo, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, todo lo controla y penetra en todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles.

Pues la sabiduría es más móvil que cualquier movimiento y, en virtud de su pureza, atraviesa y penetra todo.

Es un soplo del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente; por eso, nada contaminado le afecta.

Es reflejo de la luz eterna, espejo inmaculado de la actividad de Dios e imagen de su bondad.

Aun siendo una sola, todo lo puede; sin cambiar en nada, renueva el universo; y entrando en las almas santas en cada generación hace amigos de Dios y profetas, pues Dios sólo ama a quien convive con la sabiduría.

Ella es más bella que el sol y supera a todas las constelaciones; comparada con la luz, sale ganando, porque la luz deja paso a la noche, pero a la sabiduría no la domina el mal.”

Sabiduría (7,22-30)