Las flores de la libertad
Pieza teatral en tres actos
Por Rafael Francisco Góchez
Pieza teatral en tres actos
Por Rafael Francisco Góchez
PERSONAJES:
DIRIGENTE-1
Militante universitario, de espíritu apasionado e idealista. Vive intensamente el dolor de las víctimas y se debate entre la urgencia de la acción y el temor a repetir errores históricos.
DIRIGENTE-2
Compañero de militancia, analítico y rígido en su disciplina política. Encarna la visión estratégica de “esperar el momento justo” y defiende la línea oficial de la organización.
HIJA
Estudiante universitaria, comprometida con la causa revolucionaria. Entre el amor filial y la lealtad a su pueblo, su convicción ideológica se enfrenta a sus lazos familiares.
HIJO
Adolescente de 17 años, escéptico y evasivo, aunque más consciente de lo que aparenta. Sus diálogos con la Hija revelan la tensión entre apatía juvenil y lucidez crítica.
MADRE
Mujer de clase media, oficinista y cabeza de familia. Protectora y temerosa, representa la angustia de quienes ven a sus hijos atrapados en una realidad violenta que no pueden controlar.
RESPONSABLE
Militante obrero, mayor que los dirigentes. Pragmático y de temple rudo, simboliza la transición de la protesta estudiantil hacia la acción armada organizada.
Acto primero
Año 1979 en El Salvador, Centroamérica. Un aula universitaria. Pupitres algo deteriorados y en cierto desorden, aunque puede percibirse la intención original de mantener la distribución en filas y columnas. Un pizarrón con esquemas de clase a medio borrar. El atril del catedrático. Al fondo, la pared donde se refleja la luz exterior, que entra por un hipotético ventanal situado del lado del público. En el mobiliario y pared, consignas revolucionarias y algunas expresiones soeces, escritas con plumón, spray, brocha o simplemente rayadas sobre las superficies. Sobre la pared, destaca el símbolo informal de la Coordinadora de la Revolución Popular (CRP): las siluetas amarillas de una cuma y de un martillo atravesados en forma de equis, sobre una gran estrella roja de cinco puntas. Apoyado en uno de los pupitres, el Dirigente-1, con la indumentaria típica de los estudiantes universitarios de la época. Tendrá cerca de treinta años de edad, de preferencia con barba y bigote. Cerca de él, sus libros y cuadernos.
DIRIGENTE-1:
Anita... el Choco... Beto... ¡No: no hay otro camino, que no nos quede ninguna duda!
Anita... El Choco... Beto... ¿Qué son ahora? ¿En qué los ha convertido este Régimen? Ayer mismo los vi aquí, redactando el manifiesto del Comité Estudiantil ante los últimos hechos represivos, pensando qué actividades hacer para concientizar a las masas, repartiéndose las tareas revolucionarias de la mejor manera posible... Y ahora, ¿qué son...? Ahora son sólo «compañeros caídos en la lucha», motivos para dedicarles un minuto de silencio con el puño izquierdo en alto, esperando que pasen los sesenta segundos para poder gritar en su nombre un «¡hasta la victoria, siempre!» universal, que se oiga tanto como para conmover al mundo.
Anita... El Choco... Beto... Sólo necesitaban un segundo más o un segundo menos, el instante necesario para que las balas pasaran de largo y no a través de ellos. Pero debieron ser tantas... demasiadas, porque cuando los Cuerpos de Seguridad disparan, no dejan ni un centímetro disponible, ni un espacio sin rociar.
Anita... El Choco... Beto... ¿Qué son ahora? Son sólo proyectos frustrados de buenos combatientes de la revolución popular, de esos que iban a darnos valor cuando el miedo no quisiera irse, o de los que inventarían una buena puntada de humor para salir de la rutina agobiante.
Anita... el Choco... Beto... Y ni siquiera los vamos a poder enterrar decentemente. ¡Malditos perros asesinos, ni siquiera eso nos van a permitir! La Catedral todavía está sitiada: vivos y muertos sin poder salir, hasta que a la Dictadura se le antoje retirar el cerco. ¡Pobre gente! Esta es hora en que el hedor allí adentro ha de ser insoportable: la sangre coagulada, la carne de los cuerpos comenzando a descomponerse... ¿Cuántas personas estarán allí, encerradas a la par de los cadáveres? No menos de mil, no menos. Mil personas en un espacio tan pequeño... Ni en las misas más concurridas de Monseñor habían entrado siquiera quinientos devotos, porque no cabían y tenían que quedarse en la plaza escuchando por los altavoces. Y ahora todos allí amontonados a la fuerza, mil manifestantes tragándose el olor de la muerte, además del vapor ácido de los pasillos de la Catedral, convertidos en letrina pública.
Anita... El Choco... Beto... Y diecisiete muertos más... Y quién sabe cuántos heridos... Veinte muertos: las bolsas plásticas en que los han puesto no podrán evitar la pestilencia. ¡Pobre Anita...! ¡Pobre Choco...! ¡Pobre Beto!
(Entra el Dirigente-2 vestido de manera parecida, más o menos de la misma edad. Usa lentes. Trae además una mochila pequeña con libros y un periódico dentro.)
DIRIGENTE-2:
¡Qué hubo, compa!
DIRIGENTE-1: (Sin mucho entusiasmo)
¡Qué hubo, vos!
DIRIGENTE-2:
¿Ya viste el noticiero en la televisión?
DIRIGENTE-1:
No. Ni siquiera he podido hojear el periódico de la tarde. ¿Salió algo de la masacre?
(El Dirigente-2 saca el periódico de la mochila y se lo da al Dirigente-1.)
DIRIGENTE-2:
Sacaron una nota pequeña, pero con las mentiras de siempre.
(El Dirigente-1 toma el periódico y lee en voz alta.)
DIRIGENTE-1:
A ver: "Graves disturbios se produjeron esta mañana en las inmediaciones de la Catedral Metropolitana, cuando una manifestación callejera..." ¡Oí con qué desprecio lo dicen, oí! "...manifestación callejera organizada por la Coordinadora de la Revolución Popular, se enfrentó a los Cuerpos de Seguridad." ¡Los muy cínicos todavía se atreven a llamar «enfrentamiento» a lo que fue una clara agresión a gente desarmada! «Según la oficina de prensa del Gobierno, el saldo fue de dos muertos y diez heridos entre los manifestantes». ¡Qué hijos de...! Dos muertos y diez heridos... ¡Como si no hubiera veinte cadáveres adentro de la Catedral! ¡Como si los hospitales no estuvieran repletos de los heridos en la masacre! "Ya disuelta la marcha, una turba de aproximadamente cien revoltosos invadió las instalaciones de la Catedral Metropolitana, tratando de evadir la acción de las autoridades, quienes han rodeado el templo para prevenir un posible saqueo". ¡Esto es ridículo! No sé cómo este diario es capaz de distorsionar tanto la realidad.
DIRIGENTE-2:
No te extrañés: acordate quiénes son los dueños de ese periódico.
DIRIGENTE-1:
Sí, pero hace falta ser del todo maligno, tener podrida la conciencia para inventar semejantes falacias. ¿Por qué no dicen que la Catedral era el único refugio de los manifestantes ante la metralla de los Cuerpos de Seguridad? ¡Hay mil personas allí dentro, sin agua, sin comida... y casi sin aire! ¡Hay veinte cadáveres descomponiéndose en bolsas plásticas, porque ni siquiera han dejado entrar a los familiares para que los puedan reconocer y llevárselos! ¡Hay heridos que todavía no han recibido atención médica! Este periódico y sus mentiras... ¡Ellos son cómplices del crimen!
(El Dirigente-1 tira el periódico.)
DIRIGENTE-2:
Pero vos no sabés que hoy al mediodía en la televisión salió todo.
DIRIGENTE-1:
¿Todo...?
DIRIGENTE-2:
Todo: así como lo oís. Pasaron el material en bruto y bien se mira lo que de verdad ocurrió: las masas con las pancartas gritando consignas, los agentes de los Cuerpos de Seguridad tomando posiciones, apuntando, disparando, luego la gente que corría buscando refugio en la Catedral, compañeros nuestros ayudando a cargar a los muertos, las ambulancias recogiendo a los heridos... ¡Todo!
(Breve pausa.)
DIRIGENTE-1:
Es raro que la Dictadura haya dejado que lo transmitieran.
DIRIGENTE-2:
Ya se deben haber dado cuenta y lo habrán censurado. No me extrañaría que les hayan confiscado el video.
DIRIGENTE-1:
Sí, son capaces de todo, incluso hasta de un atentado dinamitero. Acordate de lo que le hicieron a la Radio Católica.
DIRIGENTE-2:
Así es. Pero lo importante es que la verdad se conozca, aquí y en todas partes. Esas imágenes deben estar dándole la vuelta al mundo, en la primera plana de los noticieros. ¡A la Dictadura se le desmorona su fachada democrática: no podrán sostenerla por más tiempo! El mundo, y sobre todo nuestro pueblo, tendrá pruebas claras y contundentes: se convencerá de que este Gobierno no es más que una dictadura asesina.
(Breve pausa.)
DIRIGENTE-1:
¿Pero no había ya suficientes argumentos, Compañero? ¿No se supo lo de la matanza en el cantón «Seis Calles»? ¿No fue evidente quiénes estaban detrás de las desapariciones forzadas de los catedráticos universitarios? ¿No fue suficiente el testimonio de la compañera Mariella sobre las cárceles secretas? Ahí están los informes del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, de Amnistía Internacional, de los congresistas demócratas de los Estados Unidos... Yo creo, Compañero, que nuestro pueblo sabe la verdad y la comunidad internacional no es tonta. Está claro como el día la vocación genocida de este Gobierno.
DIRIGENTE-2:
En poco tiempo, la situación externa se le volverá insostenible al Régimen. Eso, sumado a las graves contradicciones internas, políticas y económicas, permitirá que actuemos decisivamente. ¡El momento se acerca, Compañero! En sólo unos meses, quizá semanas, la conciencia de las masas estará lo suficiente madura como para permitir que se dé el salto cualitativo. ¡Vendrá la insurrección y la victoria popular será una realidad!
(Breve pausa. El Dirigente-1 fija su vista en un espacio vacío, hacia el hipotético ventanal.)
DIRIGENTE-2:
¿Te pasa algo...?
DIRIGENTE-1:
Pensaba en los compañeros muertos hoy en la Catedral. ¿Vos los conocías, verdad?
DIRIGENTE-2:
Personalmente, no. Nada más por referencias.
DIRIGENTE-1:
Yo conocía a tres: a Anita, al Choco y a Beto. El ciclo pasado fui su instructor en Sociología y éste ciclo nos veíamos en Técnicas de Redacción. Se sentaban cabal aquí. Siempre andaban juntos. Eran muy unidos. También muy vivos, siempre los admiré. No sé de dónde sacaban tiempo para llevar las cinco materias, hacer las tareas de la organización y estar puntuales en todas las reuniones del Comité Estudiantil. Eran bien participativos. Tenían mucho ingenio, creatividad, talento... ¡Bah! Y ahora...
DIRIGENTE-2:
Ahora... muertos: asesinados por los enemigos de nuestro pueblo. Pero ¡tiemblen, gorilas, que ya les está llegando su hora final! ¡Cuando triunfemos, estos crímenes no quedarán impunes! Por ahora, su sangre es abono para que crezcan las flores de la libertad.
DIRIGENTE-1:
¿Las flores de la libertad, decís? Las flores de la libertad... ¿Dónde habías oído antes esas palabras?
DIRIGENTE-2:
¿Dónde...? No sé, sólo me vinieron a la mente.
DIRIGENTE-1:
No, Compañero: esas palabras ya las habías oído en algún lado. Acordate.
DIRIGENTE-2:
Ahora que lo pienso... Quizá sí: me parece haberlas visto en alguna parte.
DIRIGENTE-1:
Yo te voy a decir en dónde las leíste. Esas palabras las escribió Anita en un poema.
DIRIGENTE-2:
¿De veras? ¿Anita, la que murió?
DIRIGENTE-1:
Ella misma. Bien me acuerdo de esa estrofa. Decía:
"Y mi sangre regará nuestra tierra
y crecerán las flores de la libertad
y el futuro abrirá sus brazos
y caluroso lleno de amor
nos acogerá en su pecho".
Un día le vi escrito el poema en una página de su cuaderno. Me gustó cómo sonaba y le pedí que si nos dejaba poner el verso en una pancarta, para el entierro de los muertos del veintidós de mayo. Después, el poema completo salió publicado en el boletín del Comité Estudiantil, firmado con seudónimo.
DIRIGENTE-2:
¡Ah, sí: ya recuerdo! Por cierto que ese boletín fue muy efectivo.
DIRIGENTE-1:
Las flores de la libertad... Anita escribía bastante bien, ¿sabés? A veces era un poco impulsiva, ponía las ideas muy directas. Pero tenía la virtud y con un poco de técnica, de trabajo, hubiera llegado a ser una excelente poetisa. Aunque quién sabe, porque ella no se lo tomaba muy en serio. Lo que sí no le faltaba era la lectura, ella siempre con un libro debajo del brazo. Leía en cualquier oportunidad que tuviera: en los cambios de clase, en el bus, incluso cuando las reuniones del Comité Estudiantil se ponían aburridas, por las interminables discusiones teóricas...
DIRIGENTE-2: (Extrañado)
¿Ah, sí...?
DIRIGENTE-1:
Sí, bien la recuerdo, como si la estuviera viendo. Anita, Anita... ¡Y qué decir del Choco y su obsesión por demostrar que Cristo no murió en la cruz! ¡Y de Beto y su eterno proyecto de aprenderse en guitarra todas las canciones de Silvio Rodríguez! ¿Sabías que Beto tenía esperanzas con la Anita?
DIRIGENTE-2: (Indiferente)
¿Ah, sí...?
DIRIGENTE-1:
Beto la tenía como en un altar, pero ella siempre le decía, como de libro, que «ese tipo de idealizaciones eran posturas pequeño-burguesas, la imagen machista de la mujer mitificada, dualidad contradictoria entre lo inaccesible y lo mundano, santa o concubina, según el complejo de Edipo no resuelto», etcétera, todo para decirle gentilmente que no le interesaba. ¡En fin! Y ahora...
DIRIGENTE-2:
Y ahora nada, Compañero: toda lucha quiere sacrificios y hay que mantener en alto la moral, no queda de otra. En momentos así, lo importante es saber que estas muertes no son inútiles. Te lo repito: en pocos meses, las condiciones serán propicias para plantear la insurrección armada como única alternativa real para la liberación de nuestro pueblo.
DIRIGENTE-1:
¿En pocos meses...? No sé, Compañero: no sé.
DIRIGENTE-2:
¿Qué querés decir...?
(Breve pausa.)
DIRIGENTE-1:
Quiero decir que no veo por qué tengamos que esperar tanto tiempo, si ahora mismo ya estamos en el momento oportuno. Todas las condiciones son propicias para hacer el llamado a la insurrección general.
DIRIGENTE-2:
No, Compañero: todavía falta que la situación madure.
DIRIGENTE-1:
Los sectores populares sólo están esperando que le demos armas para derrocar a la Dictadura. Tenemos el apoyo de los intelectuales. Las clases medias ven con malos ojos las prácticas represivas del Gobierno y, si bien es cierto que hasta hoy no se nos han unido como esperábamos, a la hora de las horas no se nos van a oponer. El Arzobispo indirectamente nos ha dado el visto bueno y algunos oficiales jóvenes del ejército han dejado ver que apoyarán el movimiento, pero sólo en el instante decisivo, en la fase final. ¡Somos la vanguardia y nos corresponde realizar esa responsabilidad histórica!
DIRIGENTE-2:
No, no, no, Compañero. Vos sabés cómo son de delicadas estas cuestiones. La certeza de nuestra victoria es lo que nos debe orientar para hacer las cosas en el momento oportuno, no antes.
DIRIGENTE-1:
Pero tampoco después.
DIRIGENTE-2:
No podemos dejar que los sentimientos nublen nuestro análisis científico de la realidad sociopolítica. Y ese análisis objetivo nos dice que aún hay que esperar un poco.
(El Dirigente-2 saca de su mochila un libro.)
DIRIGENTE-2:
No debemos caer en el espontaneísmo. Acordate: "un paso adelante y dos atrás". Si no, corremos el riesgo de abortar todo el proyecto, como pasó en el año treinta y dos, acordate, y entonces sí de nada va a servir toda la sangre derramada, que será muchísima, tanta que no nos la podemos imaginar. No forcemos la marcha de la historia, que está de nuestra parte.
DIRIGENTE-1:
No se trata de forzarla, sino de no retrasarla innecesariamente. Este proyecto, esta revolución es como un parto. Incluso si, como vos decís, es prematuro y la criatura tiene siete meses, pese a ello, con dificultad y todo, pero podrá sobrevivir. Pero si ya es el momento, si se pasan los dolores y el niño no sale, entonces se asfixiará sin remedio, y no habrá cesárea que valga.
DIRIGENTE-2:
¡Vos y tus metáforas! La coyuntura exige concretarnos a la táctica del momento: poner en evidencia al Régimen, desnudarlo ante la opinión pública nacional e internacional como una dictadura asesina y genocida.
DIRIGENTE-1:
¡Pero eso todo mundo lo tiene clarísimo! Ya no es necesario que sigamos mandando a nuestra gente a las calles, exponiéndola ante las balas de los Cuerpos de Seguridad, sólo como carne de cañón. ¡Las condiciones están dadas para que lancemos el golpe definitivo, la ofensiva final!
(Breve pausa. El Dirigente-2 esgrime el libro.)
DIRIGENTE-2:
Perdoná que te lo diga, Compañero, pero estás portándote como un idealista ingenuo. En tus planteamientos hay mucha subjetividad. Objetivamente hablando, hace falta profundizar más la crisis del Régimen. Tenemos que esperar todavía. No nos precipitemos: te repito que la historia está de nuestro lado.
DIRIGENTE-1:
¡La historia, la historia...! Y mientras tanto, nuestro pueblo, nuestros compañeros, nuestros amigos son masacrados en la calle.
DIRIGENTE-2:
Ningún sacrificio es inútil cuando se lucha por una causa justa, Compañero. Cada uno de nuestros mártires es una luz que penetra en los ojos del pueblo; cada uno de ellos revivirá en muchos otros que se incorporarán a nuestras filas, indignados ante el genocidio que se está cometiendo.
DIRIGENTE-1:
¡Claro: bienvenidos sean los caídos! Un día de estos vamos a tener que sacar un comunicado agradeciéndole al Gobierno por darnos mártires.
(Breve pausa. El Dirigente-2 guarda el libro e intenta conservar la compostura.)
DIRIGENTE-2:
No, no, no. No me malinterpretés, Compañero. No estoy diciendo que está bien que muera la gente, pero estamos en un proceso que tiene inevitables costos humanos. De una o de otra forma, se perderán vidas en la lucha, queramos o no.
DIRIGENTE-1:
Por lo tanto, hay que convertir a nuestros muertos en una inversión publicitaria. ¡Cómo no!
DIRIGENTE-2:
No, no: mirá... Es que...
DIRIGENTE-1:
(Interrumpiéndolo) ¡Es que no son simples conceptos los que mueren en la calle, por la gran...! ¡Son personas! Gente con padres y hermanos, con hijos, con amigos, con aspiraciones...
DIRIGENTE-2:
¡Basta! ¿Creés que no lo sé?
(Breve pausa.)
DIRIGENTE-2:
Mirá: la verdad es que estás muy alterado, Compañero. Estamos alterados. Eso no es bueno. Tratá de serenarte y pensá en que esos sacrificios no son en vano. Estás muy alterado, Compañero.
(Breve pausa.)
DIRIGENTE-1:
En la reunión de mañana...
DIRIGENTE-2:
¿Qué pasa con la reunión de mañana?
DIRIGENTE-1:
En la reunión de mañana pienso plantear al Directorio la necesidad de un cambio de táctica. Debemos suspender las manifestaciones en la calle y pasar de inmediato al siguiente nivel: la insurrección armada.
DIRIGENTE-2:
Como Secretario General del Comité Estudiantil, estás en el derecho de hacerlo. Pero te aconsejo que reflexionés bien acerca de esas tus precipitaciones.
DIRIGENTE-1:
No creo que sean precipitaciones. Hay argumentos suficientes, ya te lo dije.
DIRIGENTE-2:
Allá vos, pero te anticipo que mi posición será la de mantenernos exactamente en este nivel: nada de romanticismo. Es muy importante lo que está en juego como para echarlo a perder por un espontaneísmo imprudente.
DIRIGENTE-1:
En la reunión de mañana... habrá que debatirlo.
(El Dirigente-2 toma su mochila y se dispone a retirarse.)
DIRIGENTE-2:
Habrá que debatirlo entonces. Hasta mañana, Compañero.
DIRIGENTE-1:
Hasta mañana.
(Sale el Dirigente-2 y breve pausa.)
DIRIGENTE-1:
La reunión de mañana... ¿Tendrá razón éste? ¿Será que de veras la historia está de nuestra parte y que nada ni nadie puede ya detener la caída de la Dictadura? No sé. Si así fuera, entonces ¿para qué tanta organización y tanta estrategia, si de todas maneras el Gobierno va a caer y vendrá la justicia en la nueva sociedad? ¿Quién tiene esa respuesta?
Hace casi cincuenta años, en mil novecientos treinta y dos, la insurrección fue un absoluto fracaso: más de veinte mil muertos, todo para nada. El Partido Comunista organizaba la revuelta pero aún no había dado la orden. Sin embargo, en la madrugada del veintidós de enero, el Volcán de Izalco hizo erupción y toda la indiada se levantó en armas. Es decir, con las armas que tenían: palos, cumas y machetes. Pensaron que los retumbos del volcán eran la señal que esperaban desde hacía siglos para liberarse de sus opresores. El Partido Comunista había estado tratando de detener el levantamiento, porque la situación todavía no estaba madura y se había complicado con la captura de los líderes. Pero no pudo: los indios le hicieron caso a su tierra y a su sangre, no al Partido, y un estéril baño de sangre fue el resultado.
¿Será que con mi propuesta se repetiría la historia de la rebelión espontánea y el consiguiente fracaso? Si mañana el Directorio General apoya mi iniciativa y nos lanzamos a la insurrección, ¿qué pasaría si el compañero, ese prudente y calculador leninista, tuviera razón? La revolución vendrá a ser tan sólo el aborto de lo que pudo ser. Y entonces, ¿cuántas vidas costará mi precipitado sentimentalismo?
¿O no es sólo sentimentalismo? Ahora no puedo saberlo. Estoy demasiado impresionado por las muertes de Anita, del Choco y de Beto: su alegría todavía huele en estas paredes y el deseo de hacer justicia, o de tomar venganza, puede estar engañando a mi razonamiento.
Pero no: no creo que mi percepción de las cosas se deba sólo a sus muertes. Creo que ahora es el momento de llamar a la insurrección, porque la memoria del pueblo se vacía pronto como una esponja. De aquí a unos meses, viendo el avance de la Coordinadora de la Revolución Popular, el Gobierno ofrecerá algunos cambios menores y hará una aparente apertura democrática para matar la fuerza de la revolución. Hasta sería capaz de negociar algunos Ministerios con políticos de la oposición moderada. Y el pueblo se creerá la farsa, como se la ha creído siempre. Y si nosotros insistimos en la solución armada, nos verán como radicales necios y se olvidarán de tanta sangre injustamente derramada. Y no habrá revolución. Y al cabo de unos meses, todo seguirá como antes.
Por eso la insurrección es ahora o nunca; ahora cuando el Gobierno sólo ofrece balas a quien se le oponga, ahora que los poderosos de este país no han tenido tiempo de pensar en otra respuesta distinta de la metralla, ahora que la indignación popular es total.
(El Dirigente-1 toma sus cosas y se dispone a retirarse.)
DIRIGENTE-1:
Anita... El Choco... Beto... ¡No: no hay otro camino, que no nos quede ninguna duda!
El Dirigente-1 sale.
FIN DEL ACTO PRIMERO
Acto segundo
La sala de una casa, familia de clase media. Tres sillones, una mesa con florero, lámparas decorativas, un televisor. En la pared, cuadros con fotografías familiares. Es de noche, casi la hora de ir a dormir. Iluminación tenue. El Hijo es un joven de diecisiete años, con indumentaria deportiva. La Hija es una universitaria de veinte años. Viste pantalón, sandalias y blusa sencilla. El Hijo ve la televisión, la Hija lee un libro. Tras los comerciales, se escucha la presentación del noticiero de la noche. El Hijo se dispone a cambiar de canal. La Hija interviene para impedirlo.
HIJA:
¡No, esperate!
(El Hijo cambia de canal.)
HIJO:
¿Ah...?
(La Hija se levanta y cambia el canal de televisión a donde estaba al principio.)
HIJA:
Quiero ver las noticias.
(El Hijo vuelve a cambiar de canal.)
HIJO:
Y yo quiero ver "Cocktail musical".
(La Hija vuelve a cambiar de canal.)
HIJA:
¡Por favor, Hermano! Quiero ver las noticias. Tiene que salir algo de lo de la Catedral.
HIJO:
¡Ah, no! Hoy van a salir nuevas canciones y no me quiero perder los estrenos.
HIJA:
¡Tanta atención merecen esas tonterías, cuando hay realidades mucho más importantes!
HIJO:
¡Ah, no! ¡Tilín, tilín: va a comenzar el sermón de realidad nacional! Ya parecés la profesora de Formación Cristiana.
HIJA:
¡Es que es cierto, Hermano! La situación del país es muy grave y vos sólo pensás en videos musicales. Creo que ya tenés edad como para estar más atento a lo que pasa a tu alrededor.
HIJO:
Bueno, bueno. En fin, ¿me vas a dejar cambiar de canal o no?
HIJA:
¡Y lo peor del caso es que no querés darte cuenta! Actuás igual que tus compañeritos de colegio: como un perfecto alienado, evadiendo lo que pasa en nuestro entorno.
(El noticiero ha comenzado. En el transcurso de la siguiente conversación, pasará un breve reportaje de los hechos violentos de la masacre frente a la Catedral Metropolitana. Por el parlamento del locutor, es evidente que es una nota censurada y sin muchas imágenes. La redacción puede ser la misma de la nota de periódico que leyó el Dirigente-1 en el acto anterior.)
HIJO:
No, si ya veo que te han hecho un buen lavado de cerebro en esa tu universidad.
HIJA:
Lo que te digo es muy cierto, Hermano, aunque no querás reconocerlo. No tenés ni siquiera una pequeña idea de lo que está pasando en el país.
HIJO:
No tengo por qué estar amargándome la existencia ni sudando calenturas ajenas.
HIJA:
¡Y lo decís con tanta tranquilidad, como si esta situación no nos afectara a todos!
HIJO:
Dejame tranquilo, ¿querés? Voy a poner los videos musicales.
(El Hijo intenta cambiar de canal, la Hija se opone, hay forcejeos y gritos. La Madre entra a la sala. Tiene un poco más de cuarenta años y trabaja como oficinista. Por alguna razón (vuidez, divorcio, abandono, etc.) no hay padre para sus hijos. La Madre aún conserva restos de la vestimenta de trabajo, pero está en pantuflas y con la informalidad propia del hogar.)
MADRE:
¡Vaya, niños! ¡Hijos, esténse quietos! ¿Qué no pueden estar un minuto sin pelear? ¡Suéltense! ¡Calma, ya estuvo! ¡Quietos!
(Los hijos se separan.)
HIJO:
Yo no comencé, fue ella. Es ella quien no me deja ver a mi programa. Ya sabe usted, mamá, que desde que entró a esa su universidad, nadie puede estar a gusto aquí. Sólo es críticas y más críticas.
HIJA:
Según él, sólo él vive en esta casa. No suelta la tele ni un ratito, ni siquiera para escuchar los titulares del noticiero, porque sólo le interesa ver idioteces alienantes.
HIJO:
¿Ya ve, mamá, ya ve? No pierde oportunidad para insultarme, ella que se cree la gran intelectual. Como la cerebrito va a la Universidad «Pedro Pablo Castillo», todos los demás somos unos burros patas arriba.
HIJA:
Mirá: mejor ni te contesto, no vaya a ser. A ver cuando madurás y abrís los ojos, mono virgo. Por ahora, todo esfuerzo para que tomés conciencia de ciertas cosas es por gusto. Es inútil hacerte pensar en lo que está sucediendo en el país.
HIJO:
¿Ve lo que le digo, mamá? Se ha pasado todo el rato hostigando con lo mismo.
MADRE:
¡Bueno pues, silencio ya! Son hermanos y entre hermanos no debe haber tanto pleito.
(Breve pausa, lo necesario para que se note que el reportaje del noticiero sobre la masacre de la Catedral ha terminado y sigue una noticia irrelevante.)
HIJO:
¿Ya puedo cambiar de canal?
HIJA:
Pues sí: hoy que ya no me dejaste ver la noticia importante, hacé lo que querás.
(El Hijo cambia de canal y queda en segundo plano. La Hija hace un gesto de desaprobación y vuelve al lugar donde antes leía. La Madre se acerca a la Hija en actitud tranquilizadora. Se sientan juntas en el sofá. Durante la siguiente conversación, podrá escucharse al fondo la música de los videos.)
HIJA:
¿Ya ve, Madre? Desde que viene del colegio, pasa tarde y noche como idiotizado. No piensa en otra cosa más que en esa su música estridente y en videos donde las mujeres escapan a salir desnudas. Ni se dio cuenta de la noticia de la masacre.
MADRE:
Comprendelo, hija. Al fin y al cabo, todavía es un pequeño. Está viviendo su adolescencia. Es la edad.
HIJA:
La edad, la edad... No, Madre: ese concepto ideologizado de juventud como sinónimo de desentenderse de todos los problemas que nos rodean, ese concepto falso de adolescencia, es el que nos han vendido los opresores, para acostumbrarnos desde pequeños a mantenernos al margen de la realidad y no hacer nada por cambiarla.
MADRE:
Ay, hija, ¿yo qué voy a saber?
HIJA:
Yo conozco muchachos de su edad que, a estas alturas, desempeñan labores mucho más consecuentes y comprometidas.
MADRE:
¡Dios no lo quiera! Ni mencionarlo es bueno, con lo peligrosa que está la situación, peor para los que andan metidos en protestas y esas cosas.
HIJA:
Pero en su caso, no hay peligro, Madre, pues aunque alguien se lo propusiera, él no aceptaría. No tiene ni una migajita de conciencia social.
MADRE:
De sólo pensarlo, se me sale el corazón del pecho; peor ahora, que el Gobierno ha amenazado con poner mano dura. Ya oíste lo que pasó en la manifestación cerca de la Catedral. ¡Qué cosa más terrible! De sólo pensar que... ¡Ay, no!
HIJA:
¿De sólo pensar qué, Madre?
MADRE:
Al mediodía pasaron todas las imágenes en la televisión...
HIJA:
Sí, me contaron. Por eso quería ver el noticiero de la noche, pero ya no salió nada.
MADRE:
Hasta se me bajó la presión. Sólo te me viniste vos a la mente, si hubieras ido pasando por allí cuando regresabas de la Universidad... alguna bala perdida...
(Breve pausa. El Hijo parece estar desentendido de la plática; no obstante, la sigue desde lejos.)
HIJA:
Madre: el peligro ya es parte de la vida en este país. No podemos engañarnos y creer que estamos a salvo. Todo el pueblo está amenazado.
MADRE:
Pero más los estudiantes, hija, más los estudiantes. Por eso digo que te cuidés de las malas compañías, sobre todo en esa tu Universidad tan politizada. ¡A cuántos no llevan engañados, sólo a exponerlos a la calle!
HIJA: (Al aire, casi aparte)
"Engañados"... Si supieras...
MADRE:
¿Qué decís, hija...?
HIJA:
Nada. Que no se preocupe, Mami: yo sé cuidarme bien.
(Desde este momento hasta cuando la Madre salga de escena, la música de fondo del televisor será repetitiva y pesada, como un círculo vicioso. La actitud de la Hija al decir sus parlamentos repetidos será idéntica todas las veces, excepto la última.)
MADRE:
Los jóvenes son tan imprudentes. Se dejan llevar por lo que les dicen, sin medir las consecuencias. Me da una gran aflicción pensar que te puedan meter a esos peligros.
HIJA:
No se preocupe, Mami: yo sé cuidarme bien.
MADRE:
A veces he pensado si no sería mejor mandarte con tu tío allá en Washington. La situación aquí está cada vez peor.
HIJA:
No se preocupe, Mami: yo sé cuidarme bien.
MADRE:
Allá en los Estados Unidos tendrías más oportunidades. Sólo sería de aprender bien el idioma, que es cosas de un semestre, y ya.
HIJA:
No se preocupe, Mami: yo sé cuidarme bien.
MADRE:
Hace como un mes... no te lo había dicho... hace como un mes le escribí a tu tío comentándole esa idea. Bueno, más que comentar, le pedí que si podía averiguar qué trámites hacían falta para inscribirte en una universidad de allá.
HIJA:
No se preocupe, Mami: yo sé cuidarme bien.
MADRE:
Tal vez sería lo mejor, lo más conveniente. Así aprovecharías para estudiar tranquilamente, sin tanta tensión ni tanto peligro.
HIJA:
No se preocupe, Mami: yo sé cuidarme bien.
MADRE:
Tampoco te había contado, pero... Hace dos días vino la carta de contestación. Tu tío dice que él puede recibirte y no tendrías preocupaciones de casa y comida. Él tiene unos amigos que conocen alguna gente de una universidad que queda a media hora de camino. Ellos han ofrecido colaborarle. Sólo sería de llenar los formularios, pedir las equivalencias, qué se yo, unas certificaciones de no me acuerdo qué y otras cosas más. Para mí, que lo pensaras, hija. Si nos apuramos, podemos arreglarlo todo y mandarte pronto. Yo estaría mucho más tranquila.
HIJA:
No se preocupe, Mami: yo sé cuidarme bien.
MADRE:
Si quisieras, mañana mismo comenzamos los trámites. Si hace falta, podés retirar las materias de este ciclo, tal vez todavía se puede. Y aunque no se pudiera, no me importaría que perdieras esas asignaturas con tal de que estuvieras segura. Ya ves que todos los que estudian allí son sospechosos. El Gobierno la ha emprendido contra todo y contra todos. No está de más cuidarse las espaldas, y ya que está la posibilidad, ¿por qué no irte fuera del país...?
(La música de fondo deja de ser repetitiva. La Hija sale del trance, se acerca a la Madre en actitud de ternura, aflicción y disculpa.)
HIJA:
No se preocupe, Mami: yo sé cuidarme bien.
MADRE:
Pensalo, hija, pensalo.
HIJA:
Lo pensaré, Mami, lo pensaré. Vaya y duerma tranquila.
MADRE:
Buenas noches, hija.
(La Madre sale. Brevísima pausa, lo suficiente para que la Madre no escuche la respuesta de la Hija.)
HIJA:
Buenas noches, Madre.
(Pausa. El Hijo, que ha estado cada vez más pendiente de la plática, se levanta del televisor -sin apagarlo- y lentamente retorna al primer plano.)
HIJO:
¡Clap, clap, clap! Excelente actuación de la intelectual comprometida.
HIJA:
¿Qué querés decir?
HIJO:
¡Hacete la maje! Muy bonito el papel de niña buena. Merecés un Oscar.
HIJA:
Mirá, Hermano: ese tipo de bayuncadas no me gustan para nada.
HIJO:
¿Ah, verdad? Ahora sos vos la que no quiere recibir sermones.
HIJA:
No te entiendo.
HIJO:
"No se oye, padre". ¡Cómo no!
HIJA:
Si creés que estoy de humor para soportar tus ridiculeces...
HIJO:
¿Ridiculeces? No, Hermana. ¿Creés que no sé bien en lo que andás metida?
HIJA:
¿Qué sabés vos?
LA VOZ DE LA MADRE: (Muy a lo lejos)
¡Vaya, pues: no empiecen otra vez!
(La discusión siguiente transcurrirá en tono fuerte pero muy reprimido.)
HIJO:
¿Creés que mis compañeros de colegio no tienen hermanos en la Universidad? ¿Creés que no te conocen?
HIJA:
A la gente le gusta el chisme.
HIJO:
Te han visto poniendo mantas, llevando pancartas, distribuyendo hojas volantes. Todo mundo me lo grita en la cara: tu Hermana es subversiva, tu Hermana es guerrillera. El otro día te vieron en la manifestación esa, la del entierro de los muertos del veintidós de mayo.
(Breve pausa.)
HIJA:
No sabés lo que decís.
HIJO:
Tal vez no, pero ¿qué tal si nuestra madre lo supiera...?
HIJA:
No pensarás contarle, ¿verdad Hermano?
(El Hijo tiene una actitud ambigua.)
HIJO:
No sé. Si nuestra madre se preocupa «de sólo pensarlo», ya me imagino la que se armaría si supiera toda la verdad, en lo que su «niña linda» anda metida. Cada vez que apareciera una noticia de muertos, capturados o desaparecidos, no podría dormir hasta verte regresar a salvo. Con lo nerviosa que es, se moriría de la aflicción.
(Breve pausa. El tono de la conversación ahora es menos reprimido, más familiar.)
HIJA:
Por favor, Hermano: no le digás nada.
HIJO:
Ahora ya no soy el "mono virgo", ¿verdad...? Pero no: no se lo diré. No soy tan cruel como otras personas.
HIJA:
Yo... Yo estoy en esto por una razón, una causa, un motivo. Si estuvieras bien enterado de la injusticia, de la pobreza, de las atrocidades que este Gobierno comete día a día contra la población...
HIJO:
Vos me subestimás, Hermana.
HIJA:
¿Cómo querés que no, si esa música enajenante es lo único que te importa?
HIJO:
Sé que muchas cosas de las que decís son ciertas, haría falta estar ciego para no darse cuenta. Pero no creo que la solución sea lo que vos y tus organizaciones hacen.
HIJA:
¿Qué sabés vos de la revolución, si sólo en tu mundo de evasión vivís?
HIJO:
Hay cosas que no necesitan mucho análisis, Hermana. Salir a la calle a protestar a base de gritos y mantas, sólo a ponerse en la mira de los fusiles de los Cuerpos de Seguridad: eso es cosa de tontos.
(El tono de la conversación comienza a subir, pese al afán de no llamar la atención de la Madre.)
HIJA:
Pues más tontos son los que no hacen nada.
HIJA:
Si los dirigentes rebeldes dejaran de hablar tanta paja y se pusieran claros, otra cosa sería. Pero ahí andan peleándose entre ellos por la solución marxista al enigma de si es primero la gallina o el huevo.
HIJA:
Cuando uno no sabe de un tema, mejor no habla. Además, para vos es bien cómodo ver las cosas desde afuera, desde el espectador que se cruza de brazos y no toma riesgos ni responsabilidades.
HIJO:
¿Negame que están divididos? ¿Negame que los de tu organización no se hablan con los del Frente Popular? ¿Negame que el gran pleito es por un problema teórico, de libro, de receta revolucionaria?
HIJA:
Hablás igual que la propaganda del Gobierno. Sólo te falta decir que somos «tontos útiles».
HIJO:
Yo no digo que sean tontos o no. Tampoco voy a discutir si lo que hacen es útil o inútil. Pero, como sigan así, van a venir haciendo la revolución un día después del Juicio Final.
HIJA:
Con gente como vos nunca nadie va a quedar bien. Estás a favor de los que están en contra y en contra de los que están a favor. Pero en fin, así es la adolescencia: el espíritu de contradicción.
HIJO:
¡Ahora vas a venir con tus clases de psicología!
LA VOZ DE LA MADRE: (Más fuerte que la vez anterior, pero siempre a lo lejos)
¡Segundo llamado, pues! ¡Ya dejen de pelear!
(Pausa. Miradas tensas. El tono vuelve a ser suave, pero irá subiendo inevitablemente.)
HIJO:
¿Te vas a ir a Washington con nuestro tío?
HIJA:
No. No puedo irme a vivir una vida tranquila, alejada de mi gente, sabiendo todo lo que hay que cambiar aquí. No sería justo. No podría. Peor en ese país.
HIJO:
Si yo estuviera en tu caso, mejor aceptaba el ofrecimiento y me iba.
HIJA:
No lo dudo. Pero yo tengo conciencia, y ella me indica hacia dónde debo mirar.
HIJO:
A todas partes, menos aquí a tu casa, a tu familia.
HIJA:
¿Familia? ¿Qué familia? ¿Una familia en donde mi madre vive en un eterno pasado, sin darse cuenta de que ya no soy una niña a la que hay que decirle qué carrera estudiar, qué amistades tener, qué ideología aceptar? ¿Una familia en donde mi hermano es un inquilino que viene sólo a comer, a dormir, a defecar y a ver televisión?
HIJO:
O sea que vos sos la víctima.
(Breve pausa.)
HIJA:
No, Hermano: yo no soy la víctima. Todos somos víctimas de un sistema que nos ha enseñado a no ver más allá de nosotros mismos.
HIJO:
¿Y creés que tu revolución va a cambiar eso? ¿Creés que tus dirigentes no van a pensar sólo en ellos mismos cuando lleguen al poder, si es que llegan? ¿Por qué creés que hay tantas organizaciones que se dicen «populares», todas buscando hacer la misma revolución? Es por la ambición personal de cada dirigente, por el afán de cada uno de pasar a la historia como el caudillo, el redentor, el que tenía la razón.
HIJA:
Vos todo lo simplificás, porque no conocés la complejidad del proceso. Pero ¿para qué te explico...? Además... de todas maneras, de una u otra manera, pronto tendré que irme de esta casa.
HIJO:
¿Irte?
HIJA:
No sé todavía cómo se lo voy a decir a nuestra madre.
HIJO:
Pero, ¿por qué te vas a ir?
HIJA:
Los días decisivos se acercan y, por seguridad, no conviene exponer a las familias a la represión.
HIJO:
Vos hablás de injusticia social, pero no ves lo injusta que sos con nuestra madre, sobre todo con ella que no merece que la hagás sufrir así.
HIJA:
¡No vengás con diálogos de telenovela! ¿Qué sabés vos del sufrimiento? Vos, el «niño de mami», el «chichí» de la casa, para quien han sido todas las atenciones, como si con ello nuestra madre quisiera recuperar a papá, aunque sea sólo en su imaginación.
HIJO:
¡No metás a mi papá en esto! Y no cambiés de tema. Bien sabés cómo se va a poner nuestra madre si te vas.
(Breve pausa. La Hija se acerca en actitud fraternal.)
HIJA:
Pero también es mucho el dolor de nuestra gente, de nuestro pueblo. Entendelo, Hermano, esforzate por comprender. Son miles allá afuera los que claman justicia...
HIJO:
"Allá afuera", vos lo has dicho: allá afuera. Pero todo el dolor de allá afuera se queda pequeño ante el dolor de aquí adentro, porque este es el dolor de tu propia sangre.
HIJA:
La sangre de un pueblo, la sangre de muchos...
(El Hijo rompe el naciente clima de ternura.)
HIJO:
¡La sangre de muchos no es tu sangre? Es sólo una sangre imaginada, un parentesco ficticio que nos inventamos para sentir que somos importantes, o para creer que la vida sirve para algo más que para invertirla en nuestro propio bienestar.
HIJA:
¡Cómo podés ser tan egoísta!
HIJO:
No me echés en cara algo de lo que todos padecemos. ¿O acaso no es egoísmo el tuyo, cuando pensás primero en lo que vos querés hacer, antes que en lo que tus acciones significan para la familia?
HIJA:
Precisamente por eso me voy a ir: para evitarte riesgos a vos y a nuestra madre, para protegerlos de los Cuerpos de Seguridad.
HIJO:
Y con irte lo vas a arreglar todo, ¿no? ¿Creés que nuestra madre va a poder soportar esa angustia permanente de no saber si su hija está viva o muerta? ¿Creés que no te va a ver en cada cadáver no identificado que produzcan los Cuerpos de Seguridad? Sufrirá como si murieras cientos de veces. ¡Decime si no hay mayor crueldad...!
(Pausa. La Hija calla, pensativa y agobiada. El Hijo retoma el tono fraternal.)
HIJO:
¡Decime si no hay mayor egoísmo...!
(El Hijo se acerca en actitud fraternal. La Hija rehuye y sale de escena. El Hijo amaga con seguirla pero se detiene.)
HIJO:
¡Hermana...!
(Pausa. El Hijo regresa y se sienta en el sofá, pensativo.)
FIN DEL ACTO SEGUNDO
Acto tercero
El escenario es compartido, ya sea por división de espacio, yuxtaposición u otro recurso. Por una parte, el aula del primer acto; por otra, la sala familiar del segundo acto. Las escenas se desarrollarán en contrapunto. El Dirigente-1 y el Dirigente-2 están apoyados en sendos pupitres.
DIRIGENTE-1:
En realidad, no entiendo cómo podemos ser tan ciegos. Es claro que la opción tomada no es la correcta.
DIRIGENTE-2:
Pero es la voluntad de todos, Compañero, y es lo más racional. Date cuenta de que sólo vos votaste en contra. La decisión está tomada y debemos actuar unitariamente.
DIRIGENTE-1:
Vamos a seguir propiciando mártires cuando las condiciones están dadas para una insurrección inmediata.
DIRIGENTE-2:
Te repito las palabras que dije ayer en la reunión del Directorio: es preferible eso, antes que abortar una revolución que dejaría muchísimos muertos más, inútiles todos. Acordate de la lección histórica del año treinta y dos. No podemos arriesgarnos a repetir el error.
DIRIGENTE-1:
Si nos tardamos más, nos van a madrugar. Cada vez es más fuerte el rumor acerca de que hay un grupo de militares jóvenes, asesorados por los gringos, planeando dar un golpe de estado para poner un Gobierno con fachada democrática y quitarnos así toda opción de triunfo. Hasta ahora no lo han hecho porque les está costando un huevo ponerse de acuerdo, pero en cuanto lo logren... Si nos tardamos más, nos van a madrugar.
DIRIGENTE-2:
Estamos repitiendo lo mismo desde hace horas, Compañero. Esta discusión ya no tiene lugar. El camino está tomado y hay que definir las estrategias concretas. Por el momento, habrá manifestación de protesta dentro de una semana y nos corresponde organizar las cuadrillas de autodefensa.
DIRIGENTE-1:
Las cuadrillas de autodefensa: ¡brillante idea! Sólo para eso sirvieron mis argumentos, para que se les ocurriera poner gente armada en la manifestación. Así, los Cuerpos de Seguridad no tendrán que inventar excusas para disparar
DIRIGENTE-2:
¡Ya es suficiente, Compañero! ¡Nada de contradicciones, que el responsable está por llegar!
(Entra el Responsable. Es un hombre con apariencia de obrero, un poco mayor que los dirigentes. El Dirigente-1 permanecerá de espaldas a los otros, mirando hacia el hipotético ventanal y fumando un cigarrillo.)
RESPONSABLE:
¡Salud, bachilleres!
(El Dirigente-2 le estrecha la mano y el Dirigente-1 responde con un gesto.)
DIRIGENTE-2:
¡Salud, Compañero! Siéntese. ¿Qué tal el viaje? ¿No hubo problemas?
(El Responsable se acomoda en uno de los pupitres, de cara al Dirigente-2.)
RESPONSABLE:
No: el contacto estaba puntual y no tuve dificultad para ubicar el aula. En el camino me topé con un par de patrullas, pero no hubo nada sospechoso.
DIRIGENTE-2:
Magnífico. No tenemos mucho tiempo, así que vamos al punto.
RESPONSABLE:
Eche la piedra, bachiller. Aquí se la cacho.
DIRIGENTE-2:
¿Le han dicho de qué se trata?
RESPONSABLE:
No mucho. El contacto fue muy parco. Sólo dijo que me tenían una misión importante, para la manifestación de la próxima semana, y que debía presentarme ante ustedes para recibir instrucciones.
DIRIGENTE-2:
En efecto, así es. De más está decirle que el asunto es muy delicado.
RESPONSABLE:
Entiendo.
DIRIGENTE-2:
Si el Directorio lo ha designado a usted, es porque confiamos en su capacidad y experiencia para manejar esta situación.
RESPONSABLE:
Favor que me hace, Bachiller. Usted sólo indique y le ponemos al asunto.
DIRIGENTE-2:
Como usted ya se ha dado cuenta, el Régimen ha arreciado la represión contra las masas. Nuestras últimas marchas han sido disueltas a balazos, con alto número de muertos y heridos. Por lo tanto, atendiendo las observaciones de algunos compañeros, el Directorio de la Coordinadora de la Revolución Popular ha decidido organizar cuadrillas de autodefensa.
RESPONSABLE:
¿Cuadrillas de qué?
DIRIGENTE-2:
De autodefensa. Tendrán la misión de cubrir la retirada de los manifestantes en caso de agresión por parte de los Cuerpos de Seguridad.
RESPONSABLE:
Déjeme ver si le capto, Bachiller. Usted dice que pongamos algunos compañeros armados en la manifestación, para volarle riata al enemigo.
DIRIGENTE-2:
Exactamente. Usted es el responsable de organizar esas cuadrillas para la manifestación de la próxima semana.
(El Dirigente-1 se voltea rápidamente y encara al Responsable. La conversación entre este último y el Dirigente-2 prosigue al margen de las observaciones del Dirigente-1.)
DIRIGENTE-1:
¡Quede claro que el único objetivo de las cuadrillas es evitar que hayan tantos muertos entre la población! ¿Entiende...?
DIRIGENTE-2:
Los integrantes de la cuadrilla deben estar mezclados entre los manifestantes, con instrucciones precisas de qué, cómo y cuándo actuar.
DIRIGENTE-1:
Si los Cuerpos de Seguridad comienzan a disparar, es necesario que cubran la retirada de los manifestantes para que puedan escapar a salvo. No deben sacar sus armas sino como último recurso.
DIRIGENTE-2:
Tome en cuenta que en esos momentos a ustedes les corresponde mantener la calma y tratar que la gente no caiga en el pánico. Si no, la situación se volverá incontrolable, como ha pasado hasta ahora. ¿Está todo claro, Compañero?
RESPONSABLE:
Clarito, clarito, Bachiller: armamos las cuadrillas, les damos instrucciones precisas y le echamos bala a los Cuerpos de Seguridad.
DIRIGENTE-1:
Su misión es exclusivamente de legítima defensa, no lo olvide.
DIRIGENTE-2:
El compañero Dimas tiene las armas y él mismo le podrá proporcionar a las personas indicadas para la tarea.
RESPONSABLE:
Pues hoy mismo le caigo, Bachiller. Para luego es tarde.
DIRIGENTE-1:
¡Recuerde: defender, sólo defender, Compañero!
RESPONSABLE:
Allí nos veremos las caras con esos gorilas. Déjelo de nuestra cuenta. ¡Salud, bachilleres!
DIRIGENTE-2:
¡Salud, Compañero!
(El Dirigente-1 responde con un gesto indiferente. El Responsable sale. Entran la Madre y la Hija. Las dos tramas conservan su autonomía.)
DIRIGENTE-1:
Compañero: vos sabés que eso no va a resultar... va a ser peor que antes...
MADRE:
Hija: ¿ya pensaste bien lo que te dije? ¿Vas a irte a Washington con tu tío?
DIRIGENTE-2:
¿Qué es lo que no va a resultar? Todo está bien calculado. Además, vos mismo fuiste quien habló de la necesidad de proteger a los manifestantes.
HIJA:
No me puedo ir, Madre. Aquí está mi vida, aquí tengo mucho que hacer.
DIRIGENTE-1:
Pero no de esta forma, vos bien sabés a qué me refiero. La idea era no hacer más manifestaciones. Pero así, con las cuadrillas de autodefensa en manos de ese loco, habrá más muertos que antes. El Régimen va a utilizar como justificación el hecho de que los manifestantes dispararon primero. Habrá más muertos que antes.
MADRE:
¿Qué es lo que tanto tenés que hacer, hija? Si ahora estás en la mejor edad para sacar tu carrera universitaria, y tu tío te está dando todas las facilidades. ¿Qué te retiene, hija?
DIRIGENTE-2:
Y si hay más muertos, en todo caso la culpa será del Régimen. Ellos son los que acabarán de perder la poca imagen que les queda. Recordá, Compañero, que cada muerte representa más repudio popular contra la Dictadura.
HIJA:
El país me necesita, no puedo evadir mi compromiso con los más débiles.
DIRIGENTE-2:
En un par de meses, las condiciones estarán favorables para la ofensiva final.
MADRE:
No hablés así. Parecés de esos revolucionarios que van a gritar a las manifestaciones.
DIRIGENTE-1:
¡Ya es suficiente! Estoy hasta el copete de escuchar cálculos y más cálculos. ¡Se trata de vidas, de irreparables vidas humanas! ¿Cómo podés, cómo pueden ustedes pensar en estadísticas cuando de lo que se trata es de sangre derramada, de cerebros triturados por las tanquetas, de entrañas esparcidas por las calles? ¡No podemos jugar con lo más sagrado!
HIJA:
Madre: el pueblo está siendo masacrado impunemente. Todo a nuestro alrededor nos grita que hagamos algo. No podemos permanecer con los ojos y oídos tapados. ¡Hay que denunciar, hay que protestar!
DIRIGENTE-2:
Precisamente por eso no podemos precipitarnos, yo también estoy hasta el gorro de repetírtelo. Esto no es un juego, Compañero; no podemos equivocarnos. En el momento justo, deberemos actuar, no antes. Por otra parte, toda revolución tiene sus costos...
MADRE:
Es que es tan peligroso, hija, es tan peligroso...
DIRIGENTE-1:
¡Pero prácticamente estamos condenando a muerte a personas desarmadas! ¿Vos creés que va a servir de algo darles unas pistolitas a veinte compañeros para que se enfrenten a los fusiles de los Cuerpos de Seguridad? Es como querer ponerle zancadilla a una tanqueta.
HIJA:
Tenemos que alzar nuestra voz para detener la represión. Callar ante la injusticia es tolerarla.
DIRIGENTE-2:
¿Y qué querés? ¿Que saquemos todo el arsenal pesado antes de tiempo? Bonito va a estar.
(Pausa.)
MADRE: (Entre enfadada y temerosa)
Vos vas a ir a esa manifestación que han estado convocando, ¿no? Vas a ir a la manifestación esa, ¿verdad?
DIRIGENTE-1:
De lo que se trata, por enésima vez, es de suspender ya las manifestaciones en la calle, ¿cuántas veces voy a repetirte que necesitamos a nuestros compañeros vivos, no muertos?
HIJA: (Vacilante)
¡No...! Es decir, no sé de cuál manifestación habla usted, Madre.
DIRIGENTE-2:
¡Pero no los matamos nosotros, por la gran...! ¡¿Qué no entendés que es el Régimen y sus Cuerpos de Seguridad quienes los matan?!
MADRE:
¡Hija: por favor, no vayas! No les van a hacer caso. El Gobierno, los Cuerpos de Seguridad están sordos. ¿Qué van a conseguir ustedes sólo con salir a gritar y a protestar? No les van a hacer caso.
DIRIGENTE-1:
¡Y somos nosotros los que los ponemos en línea para su fusilamiento! ¡Valiente vanguardia hemos resultado! ¡Hay que darles armas a todos, para acaudillar la revolución! Si no, cuando decidamos hacerlo, ya no tendremos más que montañas de mártires y toneladas de sangre inútilmente derramada.
HIJA:
Hay que agotar todos los recursos pacíficos, Madre. El Gobierno no puede permanecer indiferente ante nuestras demandas, que son de justicia elemental. Los miembros de los Cuerpos de Seguridad también son humanos y deben escucharnos.
(Brevísima pausa.)
HIJA: (Entre apenada y rebelde)
Debo ir, Madre. Adiós, Madre.
(La Hija abraza a la Madre y sale despacio, como esperando arrepentirse. La Madre guarda silencio.)
DIRIGENTE-2:
La decisión está tomada, Compañero, y no podemos dar marcha atrás por una percepción subjetiva de los hechos. La revolución exige también disciplina, respeto a las decisiones del colectivo. No quisiera interpretar que con esas tus posturas irracionales estás rompiendo la unidad...
(La Madre trata de detener a la Hija cuando está a punto de abandonar, pero en ese momento la Hija corre y la Madre se queda muy acongojada.)
MADRE:
¡Hija, no vayas! ¡No vayas!
(Pausa. La Hija ha terminado de salir.)
MADRE: (Casi al vacío)
No vayas, hija, te van a matar... te van a matar, hija... es tan peligroso... no les van a hacer caso... no vayas, hija... no vayas...
(La Madre se acerca a una hipotética ventana, como queriendo hacer un último intento de convencer a la Hija. Ante la imposibilidad, queda angustiadísima en el sofá.)
DIRIGENTE-2:
No pensarás romper la unidad con tanto esfuerzo lograda, Compañero. ¿O sí...? Respondé, Compañero...
(Se oyen gritos de gente manifestándose en la calle. El rumor va creciendo. El Dirigente-1 permanece estático viendo hacia su hipotético ventanal.)
DIRIGENTE-2:
¡Te estoy preguntando si pensás ir en contra de las líneas de acción ya establecidas, Compañero! ¡Respondé, por favor!
(Crece el rumor. Se escuchan ráfagas de ametralladoras y los gritos de la multitud que corre a refugiarse.)
DIRIGENTE-2:
Respondé, Compañero. No me forcés a reportar tu conducta como insubordinación a las decisiones del Directorio. ¡Respondé, Compañero!
(Transición. Mientras sigue este parlamento, de mismo lado por donde salió la Hija, entra el Hijo, con dolorida expresión, viendo un periódico. La Madre se le abalanza y examina el períodico, en el cual viene la noticia de una nueva masacre, así como las fotos de los muertos. Los dos lloran abrazados y consolándose. El rumor baja un poco.)
DIRIGENTE-2:
El momento exige unidad y disciplina. Fue una decisión mayoritaria. Todo está debidamente analizado con los instrumentos objetivos que las ciencias sociales nos proporcionan. Nuestro proyecto es demasiado importante como para detenernos en el subjetivismo, Compañero. El momento exige unidad... La imagen de la Dictadura se resquebraja ante los ojos de la comunidad nacional e internacional...
(El telón comienza a caer sobre el parlamento del Dirigente-2 y el rumor de la gente manifestándose, el cual comienza a subir de nuevo, con el fondo de las ametralladoras, hasta sobreponerse a todo.)
DIRIGENTE-2:
¡Respondé, Compañero! No me forcés a reportar tu conducta como insubordinación a las decisiones del Directorio. El momento exige unidad y disciplina. Fue una decisión mayoritaria. Todo está debidamente analizado con los instrumentos objetivos que las ciencias sociales nos proporcionan. Nuestro proyecto es demasiado importante como para detenernos en el subjetivismo, Compañero. El momento exige unidad... La imagen de la Dictadura se resquebraja ante los ojos de la comunidad nacional e internacional...
FIN
EstE guion fue publicado en revista Ars N° 9
Dirección de Artes
San Salvador, República de El Salvador, 1996.