Comienzos
El primer contacto de Rafael Francisco Góchez con el ajedrez llegó a los diez años, gracias a su hermana mayor Delfy, quien leyó en una enciclopedia un breve resumen sobre las reglas del juego. La información era tan escueta que los hermanos llegaron a deducir, erróneamente, que el peón no podía dar jaque. Aun así, el interés fue suficiente para que dedicara varias tardes al autoaprendizaje. Sin embargo, no tenía con quién jugar ni conoció en ese momento a alguien que le orientara hacia el alto rendimiento.
Durante las vacaciones del bachillerato (1982-1984), conoció a un vecino y compañero de colegio, Julio Ventura. Juntos jugaron cientos de partidas, todos los días y durante horas, sin más guía que su propio entusiasmo. Ninguno recuerda un ganador absoluto y tampoco hubo un registro de sus enfrentamientos, pero esa experiencia marcó su iniciación real en el juego.
En la universidad reanudó su relación con el ajedrez gracias a Remberto Gutiérrez, futuro seleccionado nacional, capaz de jugar partidas a ciegas en el cafetín. Fue él quien le recomendó acercarse a la Federación Salvadoreña de Ajedrez, ubicada entonces en un cuarto del Hotel Camino Real. El consejo no fue seguido de inmediato. En esos años, ya como docente, eran habituales las partidas obsesivas con compañeros de trabajo, tan absorbentes que terminaron prohibidas por provocar descuidos laborales.
Competencias
Finalmente, en 1989 ingresó a la Federación Salvadoreña de Ajedrez. Su nivel era todavía elemental y sin formación teórica, lo que lo hacía fácilmente derrotable. No obstante, comenzó a leer con disciplina y a participar en torneos. En esa época no existía un proceso formal de detección y formación de talentos, lo que obligaba a un esfuerzo autodidacta.
En 1990 disputó su primer torneo oficial, el Nacional de 3ª Categoría, donde logró ascender a 2ª y mantenerse. Ese mismo año obtuvo una medalla de oro en los Juegos Deportivos Universitarios. Al año siguiente descendió nuevamente a 3ª, pero regresó con fuerza, alcanzando el 2º lugar y avanzando a 1ª categoría. Para 1992 ya se encontraba en ese nivel, aunque con un rating ajustado.
Entre 1993 y 1996 se alejó por completo del tablero, dedicando todo su tiempo a la literatura y la música. Sin embargo, en 1997 volvió con renovada energía y alcanzó por primera vez la Categoría Superior. Entre 1997 y 1999 disputó poco más de un centenar de partidas oficiales, consolidando un ELO nacional de 2013 puntos. Con esa marca decidió retirarse de la práctica competitiva para dedicarse a una nueva pasión: la promoción y formación de talentos ajedrecísticos.
Promoción
En 1998, el Colegio Externado de San José aprobó la iniciativa de impulsar un programa interno de masificación y desarrollo del ajedrez como herramienta educativa, quedando Góchez como responsable de su diseño y coordinación. Desde entonces, cientos de niños y jóvenes encontraron en el ajedrez no solo un pasatiempo constructivo, sino también un medio para fortalecer sus capacidades lógicas y abrirse a nuevas oportunidades, incluyendo su incorporación a programas nacionales de formación de talentos, en los que fue clave la labor del M.I. Héctor Leyva Paneque, de origen cubano.
Una experiencia especialmente significativa fue su participación, como jefe de delegación y entrenador in situ, en los XXXVI Juegos Escolares Nacionales de Alto Rendimiento (JENAR), celebrados en Sancti Spíritus, Cuba, en julio del año 2000. Esa vivencia quedó plasmada en un texto de tono literario titulado Ajedrez en Cuba, una “crónica subjetiva o ficción razonablemente discreta” que rindió homenaje a esa etapa inolvidable.