Retrato de la joven artista: ¿genios?

La imagen de una mujer artista al principio de su carrera, tan joven que no tiene más que el libre deseo de crear, una joven que casi no puede evitar hacer dibujos, pintar, modelar, cuyos sueños no están todavía ensombrecidos por ninguna ambición mundana, ni está asustada/espoleada por ningún temor al fracaso… Eso es algo que no se ha explorado en el ámbito de la historia de las artes plásticas.

El duro camino del arte y las múltiples experiencias y exigentes pruebas que hacen de una persona joven (sea hombre o mujer) un artista, solo han sido estudiadas en el caso de algunos hombres, y, en particular, de aquellos descritos (con ese término tan conflictivo, tan esquivo y difícil de analizar de modo empírico) como “genios”. El camino del genio a la infancia y juventud, sí se ha hecho numerosas veces, y precisamente, es esa dedicación temprana, esa obcecación creativa en la infancia y juventud, la que se ha usado, muy a menudo, para dar testimonio de la futura genialidad de un artista.

Por lo tanto, es en las fuentes claras de la infancia y juventud donde se han situado, durante siglos, los signos fértiles y premonitorios del caudal creativo de aquellos “genios” tocados por las “musas” o por el destino. Sin embargo, la realidad, es que, como hoy sabemos, una poderosa creatividad es un rasgo propio de la infancia, y que estas anécdotas comunes a la leyenda artística pueden también encontrarse en gente que, luego, no han llevado a cabo vocación artística alguna. Es más, junto al todo el mundo es un artista que decía Joseph Beuys, se puede afirmar hoy, que, en todo caso, todos los niños y las niñas son artistas.

A lo largo de mucho tiempo, esas infancias geniales y creativas fueron ignoradas por los historiadores del arte en el caso de la infancia de las artistas, y esto por un motivo principal: aceptar la creatividad de las niñas equivalía a poner sobre la mesa la posibilidad de que las mujeres también pudiesen ser “genios”, algo que durante siglos se consideró exclusivo del sexo masculino.

El arte de las mujeres era considerado un arte de “emulación masculina”, no propio de su sexo, sino algo que éstas hacían o bien para “imitar” al hombre o para llamar su atención. Y durante mucho tiempo se habló de la insuficiente originalidad de estas creaciones femeninas, de su “debilidad”, de su incapacidad para la verdadera creación y se las desvió, casi de modo automático, a la artesanía y a las artes aplicadas. Cualquier otra cosa fue una anomalía, socialmente ridiculizada, penalizada en vida, y a la muerte, castigada con el olvido más absoluto. 

Sin embargo, hoy sabemos y podemos ver que la creatividad es también parte de la infancia femenina, una prerrogativa humana que pertenece a ambos sexos. También sabemos que muchos de los reproches que se hacían al arte de las mujeres no tiene su origen en factores de tipo biológico, sino a las dificultades que tenían para formarse adecuadamente. Y finalmente, nos consta que cuando una mujer artista ha recibido una instrucción en las artes similar a la de los hombres, sus obras no se pueden distinguir de las de éstos.  

  Amparo Serrano de Haro y el Grupo de Investigación PEMs20

Teresa Peña, Autorretrato, h. 1950. Museo Teresa Peña, Entrambasaguas (Burgos)