Hacer con los libros cosas distintas a leerlos siempre se ha visto como una actividad rupturista y que pretende, en cierto modo, subvertir el orden establecido. Maltratar libros crea un cierto desasosiego, producto de la importancia de que dotamos a la Cultura (con mayúsculas).
En 1919, el artista de vanguardia Marcel Duchamp da instrucciones a su hermana y su marido (de hecho, este fue su regalo de bodas para la pareja) para que colgaran a la intemperie un libro de geometría, con la intención de que el viento y la lluvia lo deteriorasen. Este ready-made pretendía poner de manifiesto el conflicto entre el conocimiento y las verdades eternas.
Esta experiencia la reproduce el profesor Amalfitano, el personaje de 2666, la novela del chileno Roberto Bolaño.
En el IES Chaves Nogales hace tiempo que venimos trabajando con la idea de manifestar nuestro amor a los libros con distintas experiencias que se mueven en la delgada línea entre lo provocador y lo transgresor, como esta propuesta de "quema de libros" simbólica.
El curso pasado comenzamos con los "libros voladores", que luego se conviertieron en una escultura fija que colocamos en la biblioteca del centro (agradecemos el trabajo de María Mercado en la realización de esta actividad).
En 2012 supuso un gran éxito editorial la publicación de Destroza este diario, de Keri Smith. Su propuesta transgresora, en la que se pedía leer y escribir, pero también pegar, arrugar, arrancar, pisotear el libro, fue imitada en publicaciones posteriores.