Los herbívoros ejercen una presión selectiva sobre las plantas, que ha producido varias estrategias de defensa. Unas plantas han evolucionado a producir compuestos químicos que resultan tóxicos para los herbívoros o hacen a la planta menos palatable; otros tipos de defensa son morfológicos como espinas o tricomas que son un impedimento mecánico para los herbívoros; y por último, las asociaciones con otros organismos también han resultado efectivas contra los herbívoros, especialmente las que involucran hormigas. Las plantas que mantienen relaciones estrechas con hormigas aunque estén invirtiendo en estructuras o alimento para la colonia generalmente disminuyen las defensas químicas (Rehr et al. 1973, Seigler y Ebinger 1987).
Las hormigas comúnmente tienen interacciones mutualistas con plantas, probablemente por ser depredadoras (resultan buenas defendiendo) y porque son fácilmente atraídas a los nectarios. Generalmente, las hormigas participan facultativamente en la mayoría de esas interacciones, aunque existen algunas especies de hormigas que están obligatoriamente asociadas a ciertas plantas. En las relaciones facultativas, las plantas secretan pocas cantidades de néctar en los nectarios extraflorales (Blüthgen et al. 2000, Heil y McKey 2003, Bronstein et al. 2006), poseen cuerpos perlados que contienen lípidos (O’Dowd 1982) o ambos. Varios insectos son atraídos a estos nectarios por su fácil acceso. Algunos de estos visitantes son hormigas que pueden llegar a atacar otros insectos, al menos en los alrededores de los nectarios (Freitas y Oliveira 1996, Dreisig 2000, Heil y McKey 2003). Estas hormigas visitantes generalmente son poco fieles a las plantas que visitan, es decir que no son exclusivas de esas especies o individuos de plantas. Por su parte, las hormigas obligatoriamente asociadas a plantas solamente anidan en la planta a la que se asocian y generalmente son muy agresivas. Estas asociaciones son obligatorias pero no específicas, por lo que una misma especie de hormiga puede habitar diferentes especies de plantas no relacionadas entre sí y viceversa (Hanson y Longino 2006). Unos de los casos donde se tiene más información de estas estrechas asociaciones son el de Cecropia (Cecropiaceae) con las hormigas Azteca (Müller 1874 en Janzen 1969, Janzen 1969, Schupp 1986, referencias en Longino 2007), y el de Acacia (Fabaceae: Mimosoideae) con las hormigas Pseudomyrmex (Janzen 1966, 1967). Las hormigas del género Pseudomyrmex (popularmente conocidas como hormigas del cornizuelo) que están asociadas a las plantas de Acacia, son un ejemplo de relación obligatoria que ocurre exclusivamente en Centroamérica. En esta interacción, las hormigas obtienen tanto alimento como refugio de la planta y la defienden contra herbívoros.
Las hormigas en efecto constituyen una buena defensa contra herbívoros, aunque no es infalible. Pocos animales se observan alimentándose de las acacias, como algunas orugas de Polyhymno (Eubanks et al. 1997) y Coxina adenoides (Noctuidae), así como adultos del escarabajo Pelidnota punctata (Scarabeidae) y los chinches de Piezogaster (Coreidae), entre otras (Janzen 1991).
Las hormigas también reaccionan agresivamente ante vertebrados que entren en contacto con la planta. Estos herbívoros pueden causar daños intensos al follaje de la planta e incluso la muerte a las plántulas sin hormigas (Janzen 1966), lo que evidencia la efectividad de la colonia para garantizar la sobrevivencia y reproducción de la planta.