Isicha Puytu

Fuente:

Cantos y cuentos quechuas II

José María Arguedas

Lima : Municipalidad de Lima Metropolitana, Munilibros 13, 1986

El texto en quechua fue recopilado en 1942 por el padre Jorge. A. Lira en Maranganí (Cusco). El padre Lira cultivó cercana amistad con José María Arguedas , quien tradujo la leyenda al castellano. Mayor información aquí


Isicha Puytu

En un ayllu había una mujer hermosa, cuya belleza deslumbraba. Su nombre era Isicha Puytu. Llegó su turno de la mita, del servicio en la casa del señor de la región, del Curaca. Fue a cumplir su turno, y no volvió. El Curaca la hizo quedar, no quiso soltarla. Le dijo:

-Vivirás conmigo.

- Bien -dijo ella. Y se quedó en la casa del señor. Vivió con él.

El Curaca mandó que le quitaran toda la ropa a su nueva amante, a Isicha Puytu. La hizo vestir con la ropa de las matronas, de las principales. Ella tenía trenzas, y sus trenzas las mandó peinar como se peina la cabellera de las soberanas. Con grandes prendedores de plata le hizo adornar la cabeza; extremó su amor el Curaca en estas cosas. La hizo vestir con ropas de finísimo hilado, la hizo calzar de sandalias. Toda ella la adornó y vistió como a las señoras principales. En las llikllas, en las mantas que debían cubrirle la espalda, mando tejer palomas. Todas sus vestiduras estaban tejidas con franjas anchas en que se había retratado a las flores de la tierra. Así la cargó de adornos como a una planta florecida, y la transformó.

De este modo vivían y pasaba el tiempo. Ella no se ocupaba de nada, su señor no la hacía trabajar. Pasaban el día entregados a la diversión y el juego, encerrándose en el dormitorio. Comían juntos. El la tenía en sus brazos, sobre las rodillas, mientras comían.

El señor tenía muchos criados jóvenes. Todos odiaban a Isicha Puytu y hablaban mal de ella, a escondidas. Y cuando la servían y le llevaban las comidas refunfuñaban. Al señor no le importaba eso ni nada. Pero la gente del pueblo sabía, y también ellos murmuraban. Mas, tampoco eso importaba al Curaca; no temía el juicio del pueblo.

Día y noche estaba con ella, con su amada. Con ella comía, con ella dormía, con ella esperaba el anochecer. Isicha Puytu sabia tocar una quena de hueso humano. -Esas quenas se tocan bajo un cántaro alargado-. Ella tocaba intensa y bellamente la quena. Y por eso se llamaba, Isicha Puytu. El Curaca le compro una quena y un cántaro. Ella pone las manos dentro del cántaro y toca la quena. ¡El canta! Es el Curaca quien canta.

Así vivían todos los días. Mientras tanto, los padres de ella, la esperaban. Y como pasaba el tiempo y no volvía, la madre dijo a los hermanos de Isicha Puytu:

- ¿Donde estará mi hija! Que será de ella. No ha vuelto desde que fue a cumplir su turno. O es que la han retenido para que sirva en la mita para siempre. Id a preguntar por vuestra hermana.

Luego prepararon un fiambre abundante y enviaron a dos de los hermanos hacia el pueblo. Llegaron ambos a la casa del señor y preguntaron a los jóvenes sirvientes. Uno de los hermanos dijo:

-Isicha Puytu, mi hermana, vino a cumplir su turno en la mita. Y no ha vuelto. ¿Que es lo que hace en la casa del Señor?

Los jóvenes le contestaron:

-Tu hermana es ahora la Señora (Wayru). Se ha tornado en la Matrona.

-Decidle que han venido sus hermanos a averiguar de ella.

Los sirvientes entraron a la casa a cumplir el encargo. Dijeron a la señora.

-Isicha Puytu, han venido tus hermanos a preguntar por ti.

-¿Quien puede ser mi hermano? –contestó ella.

-Allí están en la puerta tus dos hermanos. Dicen que han venido por orden de tus padres. Isicha Puytu contesto:

-Yo no tengo padre ni madre.

-Pues, mira allí.

Pero ella no quiso mirar. Muy tranquila, sentada sobre el lecho del Curaca, tocaba su quena, hacia gemir al instrumento. Nada más.

Los jóvenes sirvientes volvieron donde los hermanos y les dijeron:

-Dice ella que no sois sus hermanos. Dice que no reconoce tener padre ni madre. No quiere salir. Ha dicho de vosotros: "¿Que ricos de excremento (aka kkhapakkhunachá) son los que quieren reconocerme por hermana?".

Sin embargo los hermanos esperaron afuera, sentados, conversando con la servidumbre.

-Ella esta con el Señor, vive con el -dijeron los sirvientes. Y les contaron la historia de Isicha Puytu. Todo lo que ocurrió con ella, desde el. principio.

Y cuando los hermanos estaban sentados entre los sirvientes, Isicha Puytu salio, por su propia voluntad. Los hermanos se levantaron, fueron hacia ella y le dijeron:

-¿Cómo te encuentras, hermana?. ¿Dónde estas?. No volviste a nuestra casa. Cualquiera que haya sido tu suerte, debiste avisar, hermana. Nuestros padres te enviaron con nosotros este fiambre.

-Tu, mozo mugriento, tu no eres mi hermano -contesto ella- ¿De donde y por que queréis ser mis hermanos?

-Nuestra madre esta llorando por ti -contestaron ellos.

-¿Y quien había sido mi madre? - volvió a preguntar Isicha Puytu.

-¿No te acuerdas de nuestros padres? - preguntaron los hermanos.

-¿De donde y porque pretendéis reconocerme? ¿Acaso soy de vuestra clase? Porque me veis en alta condición queréis haceros pasar por parientes míos -dijo ella con gran altivez. Recibió el fiambre que le habían enviado sus padres y !o arrojo a la cara de sus hermanos.

-¿Como me habéis traído esto? ¿Soy acaso de las que comen esas cosas? -les grito con el mayor desprecio.

Al oír estas palabras los hermanos se marcharon, volvieron a su casa.

Llegaron donde estaban sus padres.

-Me enviasteis a preguntar por vuestra hija -hablo el mayor de los hermanos- Nos ha recibido con desprecio. No quiso reconocernos. "¿Mozos tan mugrientos pretendéis haceros pasar por mis hermanos?", nos dijo.

-No es posible que mi hija haya hablado de ese modo-contestaron el padre y la madre.

-Aun la comida que le enviaste nos arrojo a la cara. No se acuerda de nuestra casa.

Y así, minuciosamente, hicieron el relate de la visita a Isicha Puytu

-Vuestra hija vive con el Curaca- dijeron. Pero los padres no quisieron creer lo que oían.

-No. No es posible que mi hija sea de tal índole -respondieron. Vosotros odiáis a mi hija. No queréis que ella vuelva, y por eso inventáis esos cuentos.

No creyeron en las palabras de los hermanos. Y así fue.

Pasó mucho tiempo en la vida de Isicha Puytu. Concibió un hijo; estaba embarazada.

Entonces, nuevamente, los de su casa quisieron saber de ella. Y la madre envió al padre. Como en la primera vez, prepararon un fiambre.

-Si será verdad que nuestra hija es como sus hermanos cuentan de ella. Anda y ve por ti mismo -dijo la madre a su marido.

El padre llego a la casa del Curaca. Pregunto por su hija. Los criados contaron al padre la historia de Isicha Puytu, como habían contado a los hermanos.

-Hacedme el favor de llamarla-dijo el anciano.- Decidle que ha venido su padre.

Los criados lo anunciaron ante Isicha Puytu. Y ella contesto:

-¿Quien puede ser mi padre? Y como le dijeron: "Es tu padre quien ha venido" Ella salio murmurando:

- iOh! ¿Quien, quien había sido mi padre?

En cuanto vio a su hija el anciano fue hacia ella; iluminado de alegría exclamo:

- iOh hija mía! ¿Como estas? -Y con el corazón ardiente de amor, prosiguió: -¿Como no has vuelto hasta ahora? ¿Que es lo que te esta pasando?

Y ella le contesto:

-Oye, perro viejo: ¿Como puedo ser yo hija tuya? ¿Como, de que modo pudiste ser tu mi padre?

Isicha Puytu estaba encinta. Y el padre contesto dulcemente:

-No, hija mía, no me digas eso. No puede ser. No es posible que me contestes de este modo. Recibe siquiera el regalo que te he traído.

Y desatando la pequeña carga que traía le alcanzo el fiambre que la madre había preparado. Pero ella lo rechazo.

-Oye, perro viejo- le dijo. - ¿Soy acaso de las que comen estas cosas? ¿Fuera de aquí! No pretendas reconocerme.

Y lo arrojó de la casa.

Llorando, el padre volvió. Llego donde su mujer y le dijo:

-Era cierto. Tu hija se ha tornado en otra, a la que no es posible reconocer. Esta embarazada. Me ha contestado con desprecio y me ha arrojado de su casa.

El viejo hablo con voz lastimera. Sin embargo la madre no quiso creer.

-El padre y los hermanos, todos la odiáis - dijo.

-Tu hija nos ha negado, a su padre y a su madre -insistió el anciano. Y lloro en presencia de su mujer. A pesar de todo, la madre no daba fe; siguió hablando:

-Tú no has llegado, oye anciano, a la casa del Curaca.

-Pues, anda tu, anda a saber -contesto el padre. La madre no fue. Y paso el tiempo.

-Quizás vuelva, despacio, poco a poco -decía. Y no fue.

Isicha Puytu dio a luz. Hicieron bautizar al niño y eligieron padrino a un hombre que vivía en una casa vecina a la del Curaca. Pero el niño murió. El Curaca cuido y curó a Isicha Puytu; la cuido con todo amor y esmero. Y siguieron viviendo solos. Y amaron mucho al padrino del niño.

Y paso el tiempo. La madre seguía esperando. Isicha Puytu no aparecía. Entonces decidió preparar su fiambre y los manjares que llevaría de regalo: hizo galletas de harina de quinua y kkañiwa (k'ispiñu) cocino mote y chuño hervido. "Estas eran las comidas que ella prefería. ¡Cuanto deseo tendrá de probarlas!", decía, mientras preparaba su atado de fiambre.

-Mi hija debe ser la criada del Curaca- dijo. Y llena de pena se echo el atado a las espaldas. -Uno con una historia, otro con otra historia vienen donde mí para hablarme de mi hija. Ahora que yo llegue, veré por mí misma si es como ellos dicen.

Y emprendió la marcha hacia el pueblo. Llego a la casa del Curaca. A esa hora, su hija estaba tomando sol en el patio, echada sobre una alfombra. Tenía en la cabeza hermosos prendedores de plata. Era una matrona soberana. Imposible de ser reconocida. Y la anciana dudo; no podía reconocer a su hija. Isicha Puytu estaba muy engalanada. "¿Es esta mi hija, o no es ella? -se preguntaba y la miraba con asombro. Entonces, su hija le hablo:

-Oye, vieja, ¿que es lo que quieres? La madre la reconoció en el sonido de la voz. Y le hablo presurosa:

- ¡Oh hija mía! ¿Como estas?

Y corrió a abrazarla (Mak’ alliukuyk). Pero Isicha Puytu la rechazo. Aun así, la anciana alcanzo el atado de manjares que había traído. Isicha Puytu recibio el regalo, y dijo:

- ¿Por que venís, cada uno de vosotros, trayéndome comidas inmundas y tratando de haceros pasar por mis parientes? ¿Yo acaso os conozco, mujer mal oliente?

Y le arrojó el fiambre a la cabeza. Entonces la madre exclamo:

- ¡Que te pasa, oh criatura? ¡No te vuelvas contra el bien, hija mía! Yo te envié a que cumplieras con tu turno en la mita; no te mandamos para que cambiaras de este modo.

- ¡Fuera de aquí, vieja! ¡No me dirijas más la palabra! - gritó Isicha Puytu.

- ¿Ya no recuerdas que soy tu madre?- pregunto la anciana. ¿Es verdad que arrojaste mi regalo al rostro de tu padre, y que hiciste lo mismo con tus hermanos? ¡Vámonos ahora! - ordenó la madre.

- ¿Donde puedo ir yo, vieja inmunda? - contesto Isicha Puytu.-

-A nuestra casa. ¿O es que ya no recuerdas tu hogar?

- ¡Fuera de aquí, vieja! ¡Ya no me hables mas- gritó Isicha Puytu, decidida ya a arrojar de su casa a la madre.

La anciana recogió la comida del suelo. Y así, de rodillas en medio del patio, lloro. Isicha Puytu la estaba mirando.;

-Desde hoy para siempre ya no será mi hija - dijo la madre- ¡Cuidado con que mas tarde quieras decir: "Fuisteis mi padre y mi madre". Ya no podrá ser, en ningún tiempo.

¡Nunca podrás llamarme!

Y pronunciando la ultima frase iba saliendo de la casa. Pero la hija le contesto:

-¿Quien podría llamarte "Madre", a ti?

Entonces la madre se descubrió el seno, hizo como si se ordenara hacia el suelo, y pronuncio la maldición suprema:

- ¡Con esto has de encontrar la vida eterna! Luego salio de la casa y tomo el camino de su comunidad. Iba llorando en el camino. "¿Cómo ha podido mi hija hacerme lo que ha hecho? ¡Aun los manjares que hice para ella me los arrojo al rostro!". -decía. Y sus lágrimas rodaban como grandes gotas de lluvia, como el pesado granizo. "Yo que no quise creer a mi esposo ni a mis hijos. Sin embargo ellos decían la verdad. ¡Mi hija es como ellos de-cían!", seguía hablando. Y llegó a su casa llorando. Y dijo a su esposo y a sus hijos:

-Era verdad. Vuestra hermana se ha pervertido, como dijisteis. Ahora sí creo.

Entonces convinieron entre todos:

-Ya no volveremos a su casa. Y cuando entremos al pueblo, no iremos adonde ella vive. Así hay que ser, para siempre.

Y la olvidaron.

Al día siguiente de haber arrojado Isicha Puytu a su madre, el Curaca tuvo que hacer un viaje repentino y largo. Debía dormir un día en el sitio donde iba. Antes de partir, el Curaca amonesto muchas veces a sus criados; les dijo:

-Cuidaos de no atender bien a vuestra señora. La serviréis con esmero; tenderéis bien su lecho.

Y partió. Había ordenado antes que los criados acompañaran a dormir a la señora, que cuidaran su sueno.

Pero los criados no obedecieron. Apenas salio el Curaca murmuraron.

- ¿Quien ha de cuidar a esa mujer? ¿Quien ha de querer alcanzarle nada? Y se entregaron al juego, a divertirse entre ellos. Nadie fue a cuidar el sueno de Isicha Puytu.

Al día siguiente, en la mañana, fueron de muy mala gana a servirle el desayuno. Y la encontraron muerta. Estaba muerta sobre su lecho. Entonces los criados sintieron temor.

- ¿Que puede haberle sucedido a esta mujer? ¡Está muerta! -exclamaron- El señor nos castigará por no haberla acompañado.

Y reflexionaron para encontrar la forma de justificarse. "¿Como hemos de explicar su muerte?", decían. "¿Por que no entrasteis a su dormitorio para cuidar su sueño?", nos preguntara el Señor. Al fin, convinieron en decir que Isicha Puytu había muerto en la mañana, y no en su lecho, sino afuera, ya levantada.

Vistieron el cadáver de Isicha Puytu. Peinaron su cabellera como sol (a peinarse ella todos los días. Luego tendieron el cadáver sobre el lecho. Al poco rato llego el Curaca y pregunto:

- ¿Donde esta la señora? ¿Donde esta mi paloma?

-Ha muerto -le dijeron.

-¿Cómo? ¿Cómo es posible? ¿De qué modo?

-Esta mañana se levanto muy temprano. Sentada sobre una alfombra estuvo viendo un escrito. En la puerta de la casa se calentaba al sol. Y de repente se estremeció, cayó de espaldas, inmóvil. Entonces hicimos cuanto era posible. Pero no pudo revivir. La llevamos apenas hasta su lecho.

El Curaca había comprado en su viaje los objetos más bellos para Isicha Puytu. Y llevando los regalos entro al dormitorio y cerro duramente la puerta. Llorando, levanto a su amante y la hizo sentar sobre el lecho; empezó a llamarla:

- ¡Vuelve a la vida Isicha Puytu! ¡Vuelve a la vida!

Se sentó a su lado; y lloraba. Lloro toda la noche junto a su amada.

Al amanecer la vistió con los trajes nuevos que le había traído; la engalano y volvió a llamarla.

- ¡lsicha Puytu: toca la quena del cántaro!

Cuando entraron los criados encontraron el cadáver sentado, hermosamente vestido y engalanado, vieron que el Curaca le hablaba como si Isicha Puytu estuviera viva.

Así la estuvo contemplando durante tres noches y tres días. No se acordó siquiera de que Isicha Puytu debía ser sepultada. Y en ese trance, cuando la estaba contemplando, Isicha Puytu revivio; levantó la quena y empezó a tocarla. Era como la muerte el canto de la quena; bajo el cántaro el instrumento lloraba a torrentes; llamaba al llanto y a la muerte. El Curaca era feliz: " ¡Ya revivió Isicha Puytu!", exclamaba.

Estaba viva, pero ya no sabía ni vestirse ni peinarse. No era ya la misma. El tenía que peinarla. Y cada vez la vestía con nuevos trajes. Le servía la comida en las manos; pero no comía. Ya no le llegaba ni el hambre ni la sed. Ya no hablaba como antes. Solo a instantes hacía sollozar su quena bajo el cántaro. Y dormía.

Y entonces, una noche, el Curaca quiso pecar con ella. Y cuando estaba consumando el pecado, de dentro del lecho se incorporo una bestia. Isicha Puytu convertida en un asno. Mas, el Curaca exclamo lleno de alegría: " ¡Ahora sí! Aunque se haya convertido en asno, ella estará conmigo, iré con ella a todas partes. ¡Ya no tendré que enterrarla". Amaneció con la bestia en su dormitorio.

Al día siguiente el Curaca llevo el asno a la casa del padrino de su hijo. Y le dijo:

-Tu que cargaste a mi hijo a la pila bautismal, tu, mi prójimo, mi señor, ve que ahora tengo esta bestia para mí. La he comprado para mis viajes. Para que este siempre conmigo.

El padrino, este hombre, era entendido en herrar y arreglar los cascos de las bestias. El Curaca le dijo:

-Cuida de los cascos de mi burro, hiérralos ahora.

- ¡Por que no hacerlo, para ti, padre como yo, mi Curaca? -contesto. - Herraremos a tu bestia, ahora mismo.

Y forjo unos herrajes a medida. Luego tumbaron al animal; le amarraron las patas; acomodaron los herrajes y empezaron a clavarlos. Al primer golpe gritó la bestia:

- ¡Ay! ¡Ay, mi Señor! ¡Como me clavas los pies, tu, tu que fuiste el padrino de mi hijito!

Y hablando así, se levanto, convertida de nuevo en la matrona, en Isicha Puytu, en la señora hermosa. El hombre, el padrino, se lleno de pavor.

- ¡Oh mi Curaca! ¡Que me has mandado hacer! -exclamo, mirando a su amigo. Y pregunto a Isicha Puytu;

- ¿Que ha sido de ti? ¿Como, de que suerte pudiste convertirte en bestia, habiendo sido madre de un hijo de mi Curaca, de mi Señor?

Entonces hablo Isicha Puytu.

-A mi madre, a mi padre, a mis hermanos les hable con desprecio. Por eso nuestro Señor me castiga. El haber arrojado al rostro de mi hermano la comida que me trajo de regalo, no es culpa grande. Culpa grande es haber afrentado a mi padre y a mi madre con el mismo pecado.

- ¿Y por que procediste de esa manera? Isicha Puytu contestó

-Por haber sido amante de un Señor como tu. Por eso ofendí a mi padre y a mi madre. He caído ahora en las lágrimas de mi padre y de mi madre. Mi madre me maldijo exprimiéndose los pechos. Y esa misma noche me alcanzo la muerte. Ya no podré encontrar mi redención. Y cuando estuve muerta, este Curaca intento hacerme pecar, por eso me convertí en bestia. Era un pecado horrendo el que quería que yo cometiera. Y me convertí en bestia. Viendo que estaba muerta, no respeto mi cuerpo inerte, y me profano. Impulsado por su alegría demoníaca me acarició, puso sus manos sobre mí; y después quiso hacerme caer en el horrendo pecado. Pero yo ya no puedo pecar, porque estoy muerta. Envileció mi cadáver vergonzosamente. Por eso me convertí en bestia. Isicha Puytu acabo de decir estas palabras, y cayo de espaldas. Murió definitivamente; se convirtió en cadáver.

Para el pueblo Isicha Puytu murió en la casa del padrino. "Aquí falleció", dijo él. Y empezó a disponer el entierro del cadáver. El Curaca se opuso:

-La llevaré a mi casa. Allí la cuidare - dijo. Pero el padrino contesto:

-¿Que es eso, Curaca mío? ¡No tendría nombre lo que propones! Tenemos que enterrarla.

E impidió que el Curaca se llevara el cadáver de Isicha Puytu.

Y la enterraron. Le hicieron un funeral pomposo; como se entierra a las matronas respetables, a la consorte de los que mandan. El Curaca asistió a los funerales. Iba cantando junto a las lloronas, repitiendo el llanto de ellas. Pero no repetía la voz de las plañideras; cantaba con sus propias palabras: "Isicha Puytu: ¡adelántate, adelántate! -iba diciendo-. Donde quiera que vayas yo estaré contigo, juntos, siempre juntos". Cuando estaba llorando con estas palabras la enterraron.

Concluido el funeral, todos se fueron. Acompañaron al Curaca hasta su casa. A la medianoche, el Curaca se levanto y se encamino hacia el panteón, llevando las ropas de Isicha Puytu. Llego hasta el sitio donde la enterraron; escarbo la tierra hasta encontrar el cuerpo de su amante; y ella volvió a la vida, salio de donde estaba enterrada. El Curaca la vistió hermosamente. Y se echaron a andar los dos. En la puerta del panteón, grito el Curaca:

- ¡Isicha Puytu! ¡Ahora sí! ¡Con ella me voy, eternamente! ¡Con Isicha Puytu!

Y se fueron, no sabemos donde.

Entonces aullaron los perros, de pueblo en pueblo.

Dicen que vino un carro de fuego, y que el Demonio se llevo a los dos.

A la mañana siguiente, los vecinos preguntaron en la casa del Curaca. Pero el no estaba; y habían desaparecido también todos los vestidos de Isicha Puytu. Luego fueron al panteón, a ver. Encontraron escarbada la sepultura de Isicha Puytu. Los dos amantes ya no estaban. Así fue todo.

La casa del Curaca se sumió en el silencio. Mas tarde se convirtió en ruinas. Desolada pampa.


El padre Jorge A. Lira con José María Arguedas en Cusco (años 40)