Durante los siglos IX y X Europa sufrió una segunda oleada de invasiones. La división política tras la desintegración del Imperio Carolingio y la debilidad de los reinos (Francia, Sacro Imperio Romano Germánico, Estados Pontificios...), a menudo enfrentados entre ellos, favoreció el ataque de nuevos invasores. Tres fueron los pueblos que atacaron e invadieron Europa: vikingos, magiares o húngaros y sarracenos.
También llamados "hombres del Norte" o "normandos", procedían de Dinamarca y la Península Escandinava. Eran básicamente granjeros y comerciantes que habitaban un territorio pobre y montañoso. Varias circunstancias -superpoblación, conocimiento de técnicas de navegación avanzadas, progresiva unión de los clanes vikingos...- les forzaron a emigrar o a saquear otras tierras en busca de botín. Expertos navegantes, utilizaban los langskip y los drakar (barcos ceremoniales con un mascarón de proa en forma de cabeza de dragón), naves movidas a base de remos y vela. Generalmente asaltaban las costas o se introducían hacia el interior remontando los cauces de los ríos.
El inicio de sus ataques se considera que fue el asalto al monasterio de Lindisfarne (Inglaterra) en el 793. Además de atacar las Islas Británicas, comenzaron sus incursiones al continente: Paises Bajos, Bretaña, Reino de Asturias (el rey Ramiro I tuvo que rechazar sus ataques y desembarcaron en Galicia), Al-Ándalus (atacaron Sevilla) o Italia sufrieron sus asaltos, que básicamente buscaban obtener botín y esclavos. Pero desde mediados del siglo IX comenzaron la conquista de algunos territorios donde se asentaron: nordeste de Inglaterra, Irlanda, Normandía y el Sur de Italia, donde fundaron el Reino de Sicilia en 1029. Por su parte los suecos conquistaron Nogorov y fundaron el Rus de Kiev, dominando las rutas comerciales hacia Oriente. Además, los vikingos colonizaron Islandia y Groenlandia.
Este pueblo nómada procedente de las estepas de Asia Central se instaló, a finales del siglo IX, en la llanura Panónica (Hungría). Entre el 898 y el 955 atacaron campos, ciudades y monasterios en los reinos germánicos, Francia, Italia e incluso el Imperio Bizantino. El rey de Germania Otón I el Grande les derrotó en la batalla de Lech (955). Entonces los magiares se establecieron en el curso medio del Danubio y fundaron el reino de Hungría.
Eran piratas musulmanes del Norte de África. A bordo de sus barcos, asolaban las costas e islas del Mediterráneo occidental, capturando botín y esclavos. Llegaron a controlar Baleares, Córcega, Cerdeña y Sicilia, y saquearon los arrabales de Roma.
Estos pueblos actuaban con una gran violencia. La población de Europa sufrió sus ataques y vivió en un clima de terror. En un mundo en el que las calamidades se interpretaban como un castigo divino, se extendió la idea de que el fin del mundo tendría lugar en el año 1000.