Factor humano
No hay cosa, real o imaginada
existente hoy o que a futuro se invente
que no resida ya en la mente
que la sacó de la nada
Poemas en los que la vida prima
poemas que huyen a la muerte,
poemas de amor, de la tierra y de la gente
son los que leerás en estas rimas
Si alguno de ellos tu atención reclama
habrá valido la pena para mí como escribano
pues cada uno canta un pedazo de mi alma
Y al contener esencias de lo silvestre y mundano
me recuerdan cada día en su proclama
aquello que sufre y se alimenta del factor humano.
Noval
Yo, mortal de las primeras eras
vislumbré en sueños las ciudades
que henchidas de gloria, ira y fuerza,
como monstruos inclementes,
engullían todo lo existente.
Las vi luego desiertas, acompañadas sólo
por el viento en su leve euforia
que barría sin remordimientos
todo pasaje de su historia.
Yo, hombre primitivo, observé un mundo
que se hacía pequeño en las casas
mientras moría sin remedio
entre millones de manos.
Vi surgir entonces otra vez la vida
salvaje entre casas y calles,
curando sin nosotros las heridas
con paciencia de bosques, montañas y valles.
Y desperté para seguir mi senda
que siembra y cosecha en lo urbano
la virtud que su semilla ofrenda
y el pecado de su fruto humano.
Había una vez
Había una vez, en un país,
una ministra de cultura que silenciaba orquestas y teatros
un ministro de salud que liquidaba clínicas y hospitales
un ministro de educación que cerraba escuelas y universidades
un ministro de justicia que calumniaba jueces y acomodaba leyes
un ministro de gobierno que sembraba la discordia y la intriga
Había una vez un presidente, rodeado de tales ministros
que al pueblo esforzado le decía:
“Bienvenidos al futuro, es el tiempo de la gente,
de un gobierno con justicia social, de mano firme
y corazón blando. Unidos por la paz, con el futuro de todos
seremos potencia de la vida.”
El pueblo en este país se preguntaba
por qué era inculto y estaba enfermo y dividido.
Un país que vendió sus tierras e hipotecó su destino
para salir de deudas con herencia de siglos.
Y así pues había una vez un país,
Y digo había, porque ya no existe más este cuento.
Babel recobrada
La sociedad me hizo de palabras
y me obsequió de los hombres su conciencia
mientras, sutil, me alejaba de los asuntos del mundo
ignorante intelectual de su sabiduría.
Atrapado por la humanidad en sus pesares,
compartiendo en la ceguera sus delicias,
insensible mi cuerpo dejó de existir en las caricias
volviendo todo alrededor tormento, cerebral estorbo.
Ahora que me obligo a sumirme en el sueño primigenio
del que este letargo de agobiantes prendas me sacara
descubro que Babel aún del cielo apoderarse quiere
y que yo, sufrido yo, formo parte ya
de su encumbrada escala.
Custodias
Protegidas por guardianes infranqueables
sus cuerpos de oro y sus sombras de arcilla
al fulgor del sol dominan los combates,
pues fieles e infieles a sus pies se humillan.
Esconden secretos de voces sin ruido.
Corruptoras de reyes y mendigos,
con recelo de rivales se confrontan
aunque al mismo dios adoran.
La verdad, pagana heredera de ritos sin testigos,
las obliga a callar, las esclaviza.
Muertas en vida, las Custodias le piden al cielo
que las deje libres para regresar
al dulce paraíso del olvido.
El nuevo siglo
Comenzó su trasegar el nuevo siglo
dejando atrás, en la conciencia
los horrores de dos guerras,
el frío invernal de una contienda
y la herencia nuclear del viejo siglo.
Un solo poder sin límites se abría
abarcando al mundo entero:
no era democracia, dictadura o monarquía
Era el mercado y su bastión, dinero
Comenzó el nuevo siglo
entre cenizas, humo y fuego
de las Torres gemelas
en la Babel moderna.
Y el despertar de una guerra
de terror en ciernes poseída
que puso en jaque la partida
que Oriente y Occidente juegan.
Ruinas de Atenas
Aquí estamos, en el juego del progreso
que desde Nueva York a Tokio nada avanza
resueltos a expoliar a un mundo preso
por dudas que socavan nuestra certeza escasa.
Memorias idas, una y otra vez recobradas,
nos recuerdan el cómico sino de nuestra tragedia
como un anillo del tiempo que empieza y culmina
en un viejo corazón de humanidad dorada.
Corazón seducido por cantos de sirenas
que otea lontano hacia las míticas tierras
en las que todo movimiento al final cesa
sobre las silentes ruinas de la secular Atenas.
Habitante de la calle
Habitante de la calle que arañas tu pecunio
picando en la basura, tendiendo la mano,
caminas sin cesar entre los barrios
durmiendo en donde dicta tu infortunio.
Habitante de la calle, que perdiste todo
en el juego, en el amor, en la patria, en la bebida,
deambulas como espectro abandonado
entre el miedo y rechazo de los que aún tienen vida.
Con tus músculos firmes de rebusque diario
y tu mente carcomida por la pega nociva
nos recuerdas siempre que, en lo urbano y sedentario
deambula aún la esencia nómada y esquiva
que acoge a aquellos que el progreso lapidario
desecha sin fórmula de juicio a la deriva.
Los cambios
Es común que entre nosotros muten
cuerpos, pareceres, ideales.
Cambiamos para bien, o mal, y a veces
los cambios parecen durar eternidades.
Pero llegan, siempre pasan.
En un ayer ya olvidado,
la Tierra fue Madre
y los ríos su sangre
y nosotros sus hijos.
En el querer a la madre
de aquellos días lejanos,
la Tierra no conoció ofensa,
sino ofrendas de las manos.
Eran días de alma con latidos
de árboles tomados sin al bosque herirlo,
de frutos y animales comidos,
sin regodearse en el hastío.
Esos días ya pasaron.
Ahora la tierra es reserva.
El bosque es tocón, sin sombras, sin nidos.
La fauna es escasa, pues vale así más su caza
en jaulas de oro bruñido.
Al aire, suelo, agua
los apodamos recursos.
A insectos, murciélagos, aves
los transamos por servicios.
Son días de almas de bolsillo
que a crédito pagan la felicidad
de escuchar un trino artificial
en el tono de un dispositivo.
Tiempo que goza de lo silvestre
en el turbio progreso del aseo
que preserva con esmero las especies
en vastas colecciones de museo.
Pero las almas, otra vez, están cambiando...
Vida Sagrada
Por el influjo del Sol inspirada,
como vibración fecunda que fuerte se proclama
precipitándose en la tierra, surgiendo de las aguas,
trasciende la vida en armonías de voces delicadas.
Canta "Divide y vencerás", reclamando el espacio
Dice "Multiplíquense para perdurar", durando siglos.
Átomos inquietos compusieron esta melodía,
próspera en el agua, en el suelo, en el aire:
La vida como centro y periferia
aquí y en muchos otros lugares.
Vida generosa, de sí misma gestante,
pletórica de seres simples y compuestos.
Vida diligente, creadora incesante
de ambientes variados y complejos.
Vida que es una con la muerte,
unidas, sin poder evitarlo, en su esencia.
La desaparición de todo y para siempre,
el desafío que vence cada instante su existencia.
Nosotros, reciente rama de arcanas raíces, los humanos
hemos develado los misterios del código sagrado:
el futuro del gran árbol ya no está asegurado
la vida brota y se marchita en nuestras manos.
A nosotros, criaturas de progreso y ciencia,
usuarios hambrientos de todos los bienes,
nos canta con dolor la Tierra los deberes
para preservar sus dones y esencias:
Ahora, que padecemos sus dolores
por nosotros mismos infringidos.
Ahora, que anhelamos habitar otros orbes,
mientras espoliamos el sufrido paraíso.
Selva
Todas las almas florecen
a su tiempo.
Las hay feas y hermosas,
buenas y malas,
a veces dulces, a veces amargas,
rígidas o cambiantes.
Perennes unas y efímeras otras,
se acompañan todas,
en esta inmensa selva
llamada humanidad.
Silencio obligado
¿Quién es ese al que los demás le agachan la cabeza?
¿Es acaso un dios, rey o tirano,
mafioso asesino o héroe legendario
sumo sacerdote o profeta?
¿Quiénes son aquellos que bajan la mirada?
¿Ciegos o videntes,
corderos o príncipes,
seres aterrados o excitados?
¿Quién es aquel al que los demás le escupen en el rostro?
¿Es acaso prisionero o loco,
criminal o extraño,
pecador o profeta?
¿Quiénes son aquellos que laceran su espalda?
¿Jueces o plebeyos, videntes o ciegos,
masa o conciencia,
seres indignados o excitados?
¿No son acaso los mismos estos y aquellos?
Miro, busco y no encuentro,
indago, ignoro y callo.
Mientras quede vida
Tal vez por tener ojos,
porque mirar nos enceguece
es que matamos a quien luce
un color de piel distinto.
Sin el vicio de los ojos
sería el olfato el que mandase
y mataríamos por el distinto oreo
que de las carnes manase.
Es de esperar que con el gusto
ocurriese algo similar,
pues catar dulce y amargo
no se puede paladear.
Anulemos estos tres sentidos,
que sea el tacto el que nos guíe,
y de la muerte seremos advertidos
por choques de fricción febriles.
Y si fuéramos solo oídos,
viviendo entre tonos y timbres,
la muerte aguardaría en los sonidos
atenta a disonancias sutiles.
Desprendámonos, por tanto
de la ruda condición de la materia,
mente y espíritu al mando
rigiendo la existencia.
Incluso entonces, como ahora,
mataríamos en respuesta
a toda idea opuesta
que la razón abroga.
Liberémonos de todo esto para vivir felices.
Pero ésta es, quizás, la condición más peligrosa,
pues nada bueno se espera de seres insensibles.
Siendo así las cosas se deriva,
que en el devenir de nuestra humana suerte
habremos de esperar la muerte
mientras nos quede vida.
Despertares
Ha llegado esta hora de tarde
de matices que todo revelan
y adormecen la mente que arde
obligando a la mano a descansar.
Relajados por el sueño del sol en la pupila
despiertan imágenes de otras vidas
que también soportaron los pies nuestros,
y los pies en los que ya anduvimos o andaremos.
Relámpagos viajeros insinúan que hubo ya
en nosotros, antes y después,
misiones y aventuras de otros rostros
y que éste, nuestro rostro de ahora,
ya encontró o encontrará su compañía
cuando otros ojos fijen la mirada al sol
en esta hora de la tarde que devela
el recuerdo de los muchos
que fuimos, somos y seremos.
Tarde de lluvia
Tarde de lluvia, ojos bien abiertos
para el agua que marca su camino
entre la gente que en la calle danza
cubriendo sus conciencias con paraguas.
Ejércitos de gotas ejemplares
se lanzan tenaces desde el cielo
para erodar, limpiar, ungir y procrear
antes de alcanzar su épico final
de círculos perfectos.
Tarde de lluvia, ha de hallarnos
esperándola en silencio,
entre las dudas de ayer, hoy y mañana
con los ojos del alma bien abiertos.
Entrar no es seguro
(Canto a la Universidad)
Al entrar, dejaremos la casa y sus certezas
persiguiendo un sueño del mundo,
pañuelo azul profundo,
venciendo miedos de nacimiento
que ocultan fieras fronteras.
Lucharemos contra la ceguera,
ajenos a la opinión del viejo orden.
Primer ensayo de alguien que macera
para deshacer su propio molde.
Sufriremos fiebres de libros y banderas.
Destruirlo todo para construir de nuevo
enfrentando al Padre con el Hijo
en el juego de preguntas y respuestas.
Provocar cismas, cuestionar,
Gruñir, rasgar vestiduras, fatigarse,
herirse la carne y tirar piedras
para no petrificar esencias.
Debatirnos entre héroes y bandidos
en discursos que todo lo deslumbran.
Luces de espectros sólidos, indiscutidos
hasta que una voz se alza en su penumbra.
Entrar aquí no es seguro, se sabe
siempre perdemos algo cuando aprendemos a caminar.
Las prohibiciones se dictan, nos dicen,
para protegernos de nosotros mismos, pero ¿Qué más da?
Si hemos de vivir esclavos
¿Por qué no anhelar la libertad?
Huida
“¡Se valiente Rin Rin y corre ligero!” le ha gritado mamá,
aunque él no la ve y sólo escucha
mientras corre sin pausa, las botas gastadas,
la camisa rota.
Pero eso no importa, mamá va descalza y quizá ya ha caído
mientras aún le grita: “¡Rin Rin, no des media vuelta,
que en esta tragedia tú no tienes sitio!”
Rin Rin ahora si corre, corre ligero,
de pies, de manos, su corazón al ciento,
cuando le llegan las luces de lejanos fuegos
y ruidos dejados por armas caídas
con golpes dolientes de mamás heridas
todas a un coro gritando a sus hijos
que corran, que corran... no importa el trayecto.
Rin Rin llora porque del paisaje que deja en la huida
no llegan reflejos
y de las estrellas (¡Ay las estrellas!) que él admiraba en los cielos
no queda ninguna: todo el mundo se ha vuelto negro.
¡Corre que corre, corre ligero!
Rin Rin ahora piensa que siendo tan niño no tiene recuerdos.
Y que de su madre, que tanto lo ama,
no lleva la risa, ni el cálido rostro,
sino ese grito, de terror fundido, que exhausto le clama
que corra sin pausa, sin dar retroceso.
Y ¡Pam! que se cae y se raspa en pleno,
pero se levanta y no llora, porque no lloran los niños buenos.
Se sacude, sintiendo que muere, y de nuevo corre,
pero esta vez teme que mamá haya muerto
porque ya no escucha su estertor lamento.
“¡No mires atrás!”, se dice a sí mismo
y ahí va, corriendo de nuevo.
Llega al fango que sobre sus piernas
infringe una carga que mengua sus fuerzas.
Rin Rin se hunde ¡Ay, la tristeza!
Con sólo su cara, tan linda y limpia,
que mantiene a flote, sin cambiar la vista,
aunque ya se apagan sus ojos de niño bueno.
Un zumbido de balas hirientes llega presto
para despertarlo.
Con nuevos bríos de vigor dormido
da dos o tres saltos que devuelven su carga ligera
y sin que le ordenen, como buen muchacho,
reanuda la marcha hacia su calvario.
No mires, inocente Rin Rin,
que los que te siguen muy cerca se encuentran
y no está tu madre, que tanto te alienta.
Evita esos campos cargados de espinas
y si te has rasgado, qué importa,
a donde vas, lo sabes ¿verdad?
Todas las heridas cierran.
Descubres entonces que ya estás subiendo
la empinada cuesta que te mencionaron
al comenzar la huida.
“Falta poco Rin Rin”, te dices al fin,
y aumentas la marcha, sin miedo ni pausa.
Ya no importa nada, ni mamá, ni sombras, corazón ni carga:
como las tortugas con sus tortuguitas
desde que naciste, sin saber motivos
seguiste el camino que mamá indicaba.
Y ya que se acaba la empinada cuesta,
sin mirar atrás que todo se encuentra, tal vez,
al otro lado de la montaña
(¡Si Rin Rin, pobre tontín!).
En todo caso Rin Rin, cuando llegues,
corre que corre,
con seguridad ya habrás olvidado
los tristes sucesos de tu historia aciaga.
La pena basta
Un hombre muere en la cruz por nuestros pecados.
Un hombre bebe cicuta por nuestras conciencias.
Con eso basta, así vale la pena.
Nada hace la diferencia si el uno renace al tercer día,
nada cambia si el otro deja filosóficas escuelas.
Para las almas nobles, que saben apreciar,
no importa la diferencia.
Un hombre muere en la cruz por nuestros pecados,
otro bebe cicuta por nuestras conciencias.
Ese duro fin dará comienzo
a lo que vale la pena.
Grito de libertad
La llevaban prisionera
de pies y manos atada
sus hermosos ojos cubiertos
por velo de toscos hilos.
Golpeada y ultrajada,
la llevaban para el sacrificio
por todos los presentes
aceptado.
¡Libertad!―gritaban
y reían a carcajadas.
Ella escuchaba, resignada,
su existencia expuesta ante el cadalso.
Colgada la dejaron,
su noble cuello atado a un árbol.
Todos se alejaron.
Nadie, jamás, volvió para soltarlo.
Gozan ahora su injusticia
por el mundo entero
los esclavos.
Lamento
Les quitamos todo,
incluso antes de que conocieran el miedo.
Los que dispararon con torpeza,
los que mandaron disparar
y los que no evitamos el destino de esas balas.
Todos los matamos para luego llorar,
porque no nos gusta la risa y odiamos la esperanza.
Porque lo único que queremos de la vida
es la muerte, así paguemos misas, así hagamos marchas.
Los matamos y eso es todo
para ellos que ya no están
y para nosotros que seguimos
aguardando sólo el cruel tic-tac
del sacrificio.
Condición natural
La muerte aguarda, el olvido acecha,
archivamos en estantes la esperanza
mientras la vida, esquiva, se sacude, vuela
y llora cuando el luto sedentario la acorrala.
¡Estar de pie no es estar vivo!
Cada uno, a su manera, discurre y divaga
marcando, paso a paso, su avance y su frontera
como lluvia que se transforma en río
como río que alimenta la marea.
Río de la Plata
Se terminó mi tranquilidad
y se agotó mi alegría.
Ayer en la mesa no hubo pan
ni brotó el agua del grifo
y la vela dejó el pabilo
en la sombra.
Ahora sólo me queda
golpear la mesa desolada,
salir a la calle a protestar
Gritando ¡Viva Argentina!
Vuelva el bienestar
al Río de la Plata.
Las armas
Las armas que tengo son palabras y pensamientos.
Su destreza cuesta, pero sé que al final no causan daño
porque estas armas las uso para querer al mundo
no para matarlo.
Y a pesar de todo, estas armas, mías y tuyas, de todos
las armas que la vida humana nos dio para juntarnos
sucumben casi siempre ante las otras, las creadas por el miedo,
con el único fin de separarnos.
Las palabras son mis armas y también mi escudo
y si luchamos con las mismas armas,
es seguro que los dos ganamos.
¿Por qué empeñarnos en vencernos con la espada
cuando en realidad así los dos seremos derrotados?
Palabras
Las arrojé al vacío, sin darles rumbo.
Quería que siguieran su destino,
que llegaran hasta donde ellas mismas quisieran.
Algunas enamoraron muchachas, otras las entristecieron.
Pretendieron aquellas jugar con los árboles,
buscando respuestas,
quizás algunos de ellos les respondieron.
Unas pocas engendraron certezas, echaron raíces,
la mayoría se las llevó tranquilas el viento.
A veces las encuentro en mi camino.
Con cariño se acercan y saludan.
Yo las acaricio, las cuido un momento,
las dejo estar otra vez
en compañía de las que jamás salieron
y luego se van, como yo, buscando necias el viento.
Poesía
Poesía,
único hogar sin residencia
donde las ideas queman
y el amor se anida.
Poesía,
fuerte cadena liberada
que los sueños sustenta, obstinada
de los hombres que existen día a día.
Poesía,
corazón que palpita por un beso,
exudante del elixir del deseo
vertido en aguas de dulces caricias.
Poesía,
perpetua rosa de vientos
hecha de palabras,
que buscan sentido a la vida.
Canto al acecho
Apreciamos los momentos que le robamos al sol
cuando muere en las tardes, sobre lechos de nubes amarillas.
Preludio perfecto
de la oscuridad que se aproxima.
Disfrutamos el aroma del heno en las pesebreras,
febril cobijo de sueños en las noches de huida.
Abrazo tibio de cueva
antes que el calor se extinga.
Anhelamos la lluvia que alivia nuestro viaje
en el desierto que procrea estéril la agonía.
Un oasis del cielo
calma la sed en la tierra.
Y el puente que separa los abismos
nos acompaña de cerca, con su soledad.
Un sólido paso descansa
entre el vacío y la nada.
Gran obra
Al que medita, al que divaga.
Al que se mueve, al que reposa.
Al que guarda silencio, al que habla.
Al que crea, al que destruye.
Al que sufre, al que es feliz.
Al que hace algo, al que no hace nada.
Al que cree que tiene sentido
y al que no,
Gracias.
Con su ayuda y sin su ayuda,
estamos todos construyendo a Dios.
Prehistoria
La mañana fría y gris pasó
sin que la lluvia necia un hombro mojara.
Estaban todos, niños y adultos,
ocultos en sus casas.
La tarde silenciosa pasó sin reflexiones.
Ocupados estaban, hombres y mujeres,
inmersos en sus quehaceres.
La noche tibia de luna y estrellas
se fue sin que ojo alguno la apreciara.
Dormidos estaban niños y niñas.
El día se fue así en su prehistoria
sin noche, tarde ni mañana.
Nadie tuvo tiempo
para perder con ellas.
Código
El código está escrito.
Lo formularon otros, hace mucho tiempo,
en reuniones de cóctel,
en las aulas de Berkeley y Harvard.
Hoy se escribe solo,
sin cerebros ni manos.
Los correos electrónicos atan mi vida.
Mi espíritu se define por las compras de internet.
Youtubers y videojuegos usurpan mis memorias.
Rodeado de esta realidad, totalizadora, omnipresente
en el arrullo del sueño cumplido de Tecné
el cielo me ha dejado solo.
Frontera
Descansa en la frontera que separa
la desesperación de la nada.
Es un sitio ajeno, estéril
moldeado año tras año por la fina arena.
Nadie en sus calles escuchará, ni dará consejo.
No se necesita.
Ponte entonces de pie y grita ¡Grita!
Hasta que todo el dolor viaje en el viento.
Cuando se haya ido
podrás cruzar la frontera.
Voluntad
De algún modo incomprensible
siempre se hace Su voluntad.
Si soy bueno o malo,
libre o esclavo,
Él siempre tiene la última palabra.
Quisiera poder escapar alguna vez
de sus designios,
pero sé que eso es imposible
Entre Él y yo sólo media
Su deseo.
Fin del comienzo
El final de esta historia
será su comienzo.
No pretende acumulación,
sino desprendimiento.
No intenta enseñar,
sino volver a aprender.
Quiere descubrirse
para no ocultar valor alguno.
Esta historia culmina en la duda
que es el principio de todo proceso.
Ritual
Acompáñate de una música de tambor
y quema una rama de olivo.
Sacúdete, lucha contra tus demonios,
pero no los mates,
no los dejes ir.
Resérvales un pequeño cofre
de oro adornado.
Guarda la llave.
El paso del ladrón seguirá acechando.
Madurez
Bendita sea la madurez del ser
que para su felicidad no precisa
premios ni castigos:
Está en Dios que es la justa medida
de todo lo querido
Temor de olvido
Temor de olvido
de no conservar el recuerdo
de lo amado
de no recordar el amor
de lo vivido.
Temor de noche nueva
en la que toda oscuridad
es comienzo
sin saber a dónde ir o a quién buscar
incluso sin saber
lo que he perdido.
Cenizas
Sonrisas y juegos se abrasaron en la hoguera.
Fuego que limpia y consume, pero que sobre todo quema
y conserva la ceniza ligera
de la perdida inocencia.
Silencio
Así es como vienen las cosas que nos trae el viento:
los aromas y el frío, la nube y su sombra, la ilusión y el recuerdo.
Las trae y revuelve con gracia y ventura alrededor nuestro
y el viento pasa y con él las cosas y con ellas nosotros
y lo que queda, que no es poco, es silencio.
Milagros
Que la infancia que fuiste guíe la adultez que eres
sin que las capas gruesas e inculcadas atrofien
el ligero espíritu que en ti revuelve.
Que el trabajo, la necesidad, las cosas serias
no usurpen el dislate de la casual pirueta
ni marchiten la frescura del valioso sinsentir del tiempo.
Que la casa limpia, ordenada y silenciosa
no se imponga a la entropía ruidosa de la vida
ni aniquile la esencia transformadora de los gérmenes.
Que el milagro de existir en este mundo
no se explique con inteligencia ni razones,
y se viva con la euforia de lo que nunca será urgente.
Perversiones
Crees que aprendes y creces,
que los años te hacen sabio.
Pero es una ilusión.
La impaciencia espera agazapada
cuando lloran y gritan
cuando callan e invaden.
Te sientes solo, vacío, una amenaza
Y el ego ruge, toma el control,
desbarata en un instante
lo construido con esfuerzo.
No somos modelo de virtud,
sino mosaicos de ruido y caos,
de dudas y emociones que en furia
destrozan la razón
y error tras error
pervierten lo humano.
Somos una vez
Somos una vez,
nunca antes, nada después.
Perdidos están los vientos,
ya no golpean la frente
y bajo la tierra que nutre los bosques
ya no fluye el agua.
Se apaga el fuego de un amor prohibido
y a nadie le importa.
¡Estamos muertos en vida!
No tenemos historia.
Recién nacido
Flotando boca arriba
sin saber en qué corriente
te dejarás llevar, tranquila, en las vacilaciones
de aquello que ondula, huye y fluye.
No sabrás si hay puertos de destino
que te canten en voces extranjeras.
Serás isla para aves peregrinas,
santuario prohibido de sirenas.
Con fuego el sol desbordará tus poros
y el frío de los polos curtirá tus venas.
Divagarás así hasta sentir
la atracción irreversible
de algo que te inhala en espirales
hacia un centro sin fondo del que brama
el rugido de un tifón que no se agota.
Y girando con violencia cada vez más grande
te devorará, sin apenas darse cuenta,
de tu grito de temor,
recién nacido.
Tras la puerta
Se llevó su vida entera
metida en una bolsa de mano,
cerrando tras de sí la puerta
sin invocar adioses vanos.
Y el mundo tuyo, detrás de la puerta
se mareó en el vacío
de la nada sin recuerdos
¿Cómo una vida se puede ir
sin dejar rastro?
Suspiras, te quiebras
parece necesario buscar la cordura
un punto firme
para aceptar la pérdida
¿Cuál fue su nombre?
Alas de amor
Acaricié sus pesares,
besando con íntima satisfacción sus miedos.
Con fuerte celo aprisioné todos sus dones
y sin darme cuenta, aunque queriendo,
marchité sus sueños,
consumiendo día a día sus aspiraciones.
Alimentado yo de su néctar divino
de su amor desbordado y sin condiciones
me convertí en un monstruo, un gigante
y la abandoné con desprecio, sin contemplaciones.
Ella, minúscula, tímida, cruelmente desgastada
finalmente, también dejó de quererme.
Y como roto un hechizo de mil y una noches
su espíritu volvió a florecer
y se quebraron sus miedos.
Dejó atrás todas sus prisiones
al tiempo que yo, habiendo perdido mi pequeño reino,
en las cenizas de mis recuerdos me consumía
sufriendo hondamente y en silencio
su pérdida implacable.
El tiempo ha pasado y ahora
curados al fin uno del otro
he aprendido, o al menos eso creo,
que el amor verdadero nos da alas y no jaulas,
que el verdadero amor es infinito y sin restricciones.
Perdóname mujer
Perdóname mujer por ser como soy
hombre de piedra
que dice y hace tantas cosas que te dañan
bastando tan pocas para verte contenta.
Porque mis manos pulcras, sin mancha,
significan las tuyas llenas de arrugas
y mi voz que ha logrado escucharse en este mundo
se ampara en el silencio de tu pena.
Si aún hay tiempo y lugar de arrepentirme
de mi falta de humildad y de ternura
te pido perdón mujer, amiga mía,
por ser tus lágrimas y angustia.
Confesión
Parece sencillo decir que te quiero
cuando tú no estás,
y expresar el deseo de tenerte a mi lado
cuando ya te has ido.
Pero cuando vienes y estás conmigo
un nudo en la garganta atado en el corazón
me impide decirte lo que siento.
No sé por qué, no lo comprendo.
Lo cierto es que esperas mis palabras
como si fueran la clave de tu felicidad
y de tu amor el alimento,
que para los dos sería distinto el mundo al pronunciarlas
aunque todo lo demás siguiera siendo idéntico.
Sin embargo, sólo cuando das la vuelta y te alejas,
cuando siento que puede ser la última vez que te vea
es que el nudo se deshace y mi corazón se agita.
Parece entonces sencillo decir que te quiero
Pero tú ya no estás, tú ya te has ido.
Buscando el amor
Cuando las puertas se cierran y el corazón se esconde
haciendo que la razón, antes amiga,
simplemente nos abandone
es cuando nuestro amor corre peligro.
Vale entonces pronunciar una tibia frase,
un te quiero sutil, sincero, inocente
que atraiga de nuevo nuestros corazones.
Pero entonces ¿Quién lo pronuncia?
¿Quién romperá finalmente la cadena del miedo
que nos consume?
Alguno ha de ser,
¿Por qué no yo, que tanto decía quererte?
Pensamiento diario
Hoy pensé en traerte una rosa
para ver tu cara de sorpresa y alegría.
Hoy pensé en invitarte a cenar
como lo hiciera en otros tiempos
para luego hacerte el amor
entre aromas de sándalo y azucenas
a la media luz de nueve velas tímidas.
Sí, hoy como ayer pensé en ofrecerte
una noche perfecta
de murmullos y caricias.
Sin embargo, cruel pesar de mi existencia,
al llegar a casa descubro
como ayer y como hace tantos otros días
que de nuevo traigo
las manos vacías.
Ausencia
Ahora no sé si sea justo hablar de esta manera,
cuando las palabras sobran y el café es amargo
y la silla donde tú estás la supongo vacía.
Tormento de hombre simple, de simples libertades,
no existe manera de volverte a hallar en esta selva.
Los afanes que invento ocultan el silencio de mi alma
y el anhelo de mis manos sudorosas, cautivas del teléfono mudo,
me recuerdan que tu voz era mi aliento y mi mundo tus caricias.
Alejado de ti, me ocupo sólo en esperar la ausencia de las horas.
Ya no volverás, he de aceptarlo, nada liga al amor que se quiebra.
Mi respirar se curte en la desdicha, abocado el arribo de otras penas,
aunque las tuyas permanezcan, no lo quiero evitar, mirándome distantes
con esos ojos tuyos que, cuando lloran, queman.
Camino al Duruelo
Cuidabas cada paso entre las piedras
con tus ojos de cielo indagando en la oscuridad
mientras yo te seguía con torpeza, fingiendo inútil
las temibles claves de mis miedos.
Subíamos solos, uno junto al otro,
ocultos en un juego de máscaras perfectas.
En la penumbra dejada por los faros
mis ojos se posaban en los tuyos y, en silencio,
sonreían.
No supe entonces cómo hablarte, no entendía.
Llevabas un lenguaje verdadero en los labios,
en la brizna de trigo y sol de tus cabellos,
aquel magma de deseo en tus mejillas.
Hasta que al fin descubrí, ya sin palabras,
que eras tú la poesía.
En el portal llegó la despedida,
el necio extravío de un beso
y la sentencia de un camino de regreso,
largo, frío y solitario entre las piedras.
Metamorfosis
Tu presencia atrae mi corazón
como la flor a la abeja
y en círculos giro dubitante
buscando atraer la luz
de tu sonrisa.
Tu delicada y natural cadencia
tu cabello de infinitos rizos
y la perfecta geometría de tus ojos
bastan para que yo te admire silencioso.
Y cuando a través de las palabras tu alma se asoma
revelando la forma de tus pensamientos,
entonces el hechizo que me causas es completo.
Sin embargo, el día llegó
en que dijiste las palabras que temía
cuando menos esperé que me alcanzaran:
me hiciste tu “amigo incondicional”, tu confidente
y cerraste con ello tu corazón a mis palabras.
Supe así que mi dulce y cruel destino
me reservaba un encuentro itinerante
haciendo fugaces mis visitas a tu puerta
para no prolongar demasiado mis penas.
Ahora, en el equipaje del largo viaje que me espera
de plena y singular metamorfosis,
llevaré escondida la imagen de tu rostro
buscando el día en que al fin yo la merezca.
Un secreto de las musas
Las musas, depositarias de todo arte y conocimiento, le temen al vacío.
Por eso vienen en nuestro auxilio al detectar
que consumamos dos respiraciones sin tener un pensamiento.
Siempre atentas a nuestra humana debilidad, ellas prefieren ponerse en evidencia
antes que soportar el terrible silencio de un tercer suspiro.
Es así como, respondiendo a su divina naturaleza, nos obsequian de su infinito repertorio
una idea, un poema, o simplemente nos sacuden para despertar
un recuerdo agazapado en la memoria.
De esta forma, como impulsados por un súbito rayo,
descubrimos que la fuerza es igual a la masa por la aceleración,
que la raíz de menos uno existe en un universo imaginario,
que luego de una noche tormentosa, podemos amanecer convertidos en insectos
o simplemente, como acabo yo mismo de descubrirlo,
que mi tercer suspiro me ha traído el recuerdo
de tu último beso.
Receta
El amor—Locura—Todo
Haikus
Gente reunida
un jardín pleno de zen
la alegría
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En la pantalla
de la ecografía
mi felicidad
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Tejados al sol
Las plantas reverdecen
Evolucionan
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Bambú en lucha
en agua sus reflejos
se distensionan
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Trinos variados
marcan el día pasar
entre las ramas