Opinión

Discurso de grado Colegio INEM "Francisco de Paula Santander" (15-12-1990): Discurso

Programa "La fuerza de los argumentos" (10-06-2011): La ola invernal

Artículo en la revista Ingeniería y sociedad No. 5 (2012): La ingeniería de las palabras

Noticia en Colombia Reports (27-01-2014):Colombia’s climate change issues: 180,000 Medellin families in ‘high risk’ of natural disaster

UdeA Noticias (15-10-2014): Reflexiones académicas sobre la tragedia del edificio Space

Artículo en el periódico Alma Mater (Mayo de 2015, pag. 13): El futuro de tres humedales colombianos.

Comentario en el periódico El Colombiano (19-06-2015): Sobre la encíclica papal Laudato si

Comentario en El Colombiano (21-09-2015): Movilidad e infraestructura: dichos con mucho trecho

Entrevista en columna de sociedad UdeA (30-03-2016): No le echen la culpa a El Niño

Artículo de opinión en portal UdeA (28-08-2017): Las máximas de los mínimos

Comentario en el periódico El Colombiano (27-04-2018): Profesionales con complejos retos éticos 

Reportaje de la revista Semana Rural (13-02-2019): Hidroituango y el Cauca: cómo el río nos cambió para siempre

Comentario en artículo del períodico El Colombiano (07-06-2019): 2050 sería el año en el que comenzaría el fin de la humanidad

Intervención en la Audiencia Pública de Hidroituango (27-02-2019): Cinco puntos a tener en cuenta en la crisis de Hidroituango

Programa Radiodifusora Nacional: podcast (31-10-2919): Hidroituango: La amenza de un gigante

Serie de charlas: Ideas de nuestro tiempo (oct. 29/2019): Orígenes y destinos (en youtube)

Serie de charlas: Ideas de nuestro tiempo (nov. 5/2019): De las células a las civilizaciones (en youtube)

Serie de charlas: Ideas de nuestro tiempo (nov. 19/2019):  Inteligencia artificial: ciencia, ficción y realidades (en youtube)

Serie de charlas: Ideas de nuestro tiempo (nov. 26/2019): Los desafíos del bienestar (en youtube)

Cátedra abierta Ingeniería Ambiental: El día menos pensado 

Charla invitada Día del Agua 2021 (UFPSO): El lamento de los elementos

Encuentro de saberes "Pensar con los ríos" (ago. 5/2021): Las hidroeléctricas en la transición energética en Colombia

Participación en programa "Cristina llamando a tierra": inundaciones e incremento de los ríos

AGU Distinguished Lecture Series (hosted at UdeA): The Water Cycle in a Changing Climate

AGU Distinguished Lecture Series (hosted at UdeA): The Future of the World’s Great Rivers: Anthropogenic Stresses, Impacts and Possible Solutions

Master Class: Talento local al servicio de causas globales: ingeniería para la tierra: una perspectiva planetaria

Master Class: lanzamiento de prensa

Conversatorio ARGOS: Cambio climático

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Un dolor en el corazón

Publicado originalmente  en el portal de la UdeA, febrero de 2019, a raíz de la contingencia de Hidroituango en el Río Cauca

Tengo un dolor en el corazón y un pesar en las entrañas, que ni siquiera mi cerebro —calculador,

políticamente correcto y científicamente cauto—puede contener.

Soy una lágrima ambulante, cargada de pesares:

Del dolor de los humildes, que cifran sus esperanzas en Dios porque no pueden costearse un buen  abogado en la tierra.

De la muerte de nuestros mares, ríos y bosques, víctimas de nuestra soberbia, descuido y afán de lucro.

De nuestra incapacidad crónica de escapar de la inercia de lo que somos hoy, para vivir en un mundo más sensato, natural y solidario.

Es un sentimiento amargo, que no desaparecerá, porque el corazón y las entrañas saben cosas que los algoritmos de nuestros cerebros no quieren, o no pueden entender:

Que está mal que la felicidad de unos se construya sobre el sufrimiento de otros. Que nuestros destinos no están aislados de nuestra tierra y de nuestros animales.

Que podemos progresar y alcanzar la felicidad sin cubrir la tierra de plástico y cemento, sin llenar el aire de humo y cenizas.

Tengo un dolor en el corazón y un pesar en las entrañas, que quizás mi cerebro  —calculador, políticamente correcto y científicamente cauto— algún día pueda comprender. 

In praise of three Es

Publicado originalmente en el períodico Ingeniemos dela Facultad de Ingeniería de la UdeA, junio de 2018

Destiny is defined by our capacity to create the world around us and within us. This reflection praises the Education that shapes us; the Engineering that builds our world; and the Ethics that frame our societies. These three Es constitute the very foundation of our civilization. They also face the dangers of their nemeses: corruption, crime, and complacency; three Cs that impose dark shadows on the bright side of society. 

Education: building of selves

In these times of instant access to any sort of information, Education cannot be simply viewed as a transmission of knowledge and training among people. Education must mean much more to us: the collective construction of the good and noble qualities that define ourselves as individuals and as a society. The University plays a key role in this construction that still cannot be filled by other means of knowledge transfer. 

The values of Education cannot tolerate the three Cs. This has been, and always will be, an uncomfortable fact for anyone using tricks and half-truths for personal benefits in private and public interactions, in politics and in business. Education confronts the corruption and crime that stain our way of life, and the complacency that blinds us to the evils of ignorance. Through Education we must foster critical thinking to help us navigate the troubled waters plagued with sirens of the three Cs. 

Engineering: building of worlds

The general purpose of Engineering is to provide intelligent, safe and optimal solutions to the multiple needs and challenges of our society. Engineering balances traditional knowledge, science and innovation. The problem-solving nature of Engineering is optimistic and altruistic, since its ultimate goal is to improve people’s quality of life. While we are enjoying an era of incredible advances in engineering, we are also witnessing dramatic failures and enormous problems that these advances create, many at a planetary scale, such as climate change, lost of biodiversity, uncontrolled environmental pollution and depletion of natural resources. These problems are urgent and highly uncertain. They require all of our creativity and open mindedness, but above all, a truthful collaboration as a global species. 

In this context, engineers are continually facing the three Cs through local and international corruption, dubious investments from organized crime and complacency towards the malpractice that puts at risk human lives and undermines people’s perception of the profession. We must assimilate the hard lessons of past and recent failures in infrastructure to improve our professional standards and practices. Universities should assess the weaknesses in the formative process of engineers that play a part on these failures and incorporate the lessons learned from these mistakes as part of professional courses.

Ethics: building of society

A society is built upon trust. The perversion of confidence by an individual or a group corrodes our social fabric and dampens our progress. The misconception of those that think all actions are valid undermines the efforts of others that restrain their actions for the general well-being. Examples abound: from simple, everyday actions such as throwing garbage in the streets or making noise in public spaces, to life-or-death decisions like lowering safety standards for a bribe, or polluting air, soils and water to lower production costs and increase profits. Making a better society, in which we can grow individually and enjoy our lives together, is a matter, at heart, of acting responsibly to avoid harming others, nature included.

Complacency toward the wrongdoing, falsely claimed as tolerance, is part of what we must avoid. In the face of ethical dilemmas, the idea that corruption and organized crime are just “the way things work” has no justification whatsoever.

A permanent commitment

Education, Ethics and Engineering aid us in our struggle against corruption, crime and complacency, but ultimately is up to each of us to make the right decisions when confronting technical difficulties and ethical dilemmas. We must learn from our mistakes and openly discuss the implications of our actions, the good ones but above all the ones that lead to failures and damage, to prevent other generations from repeating them. Despite the difficulties, we must not forget that each work well done and decision rightly taken build our hopes in the future. 

Las máximas de los mínimos

Publicado originalmente  en el portal de la UdeA, agosto de 2017

Mientras los gobernantes en su pillaje encorbatado sigan pensando que los profesores son una carga presupuestal y no la inversión de los sueños y posibilidades de los pueblos, no habrá futuro.

Mientras Colciencias siga gastando los pocos recursos humanos, de tiempo y financieros que tiene en discernir qué revistas homologa para garantizar que los profesores no mejoren sus salarios, en vez de dedicarlos a formar más científicos, no habrá futuro.

Mientras los profesores y estudiantes tengan que padecer las horas de sus días y las preocupaciones de sus noches a garantizar que los recursos de sus becas ya ganadas les lleguen a tiempo para hacer sus investigaciones, en vez de dedicarse a la investigación a la que aspiraban, no habrá futuro.

Mientras los profesores tengan que desgastar sus voces protestando para garantizar los recursos de la educación pública, en vez de usarlas para enseñar y transmitir sus saberes en las aulas,  no habrá futuro.

Mientras los gobernantes se pavoneen con títulos que no tienen, y sigan campantes ante la opinión pública sin agachar la cabeza, no habrá futuro.

Mientras toda la calaña de políticos y ladrones de corbata siga enriqueciéndose sin vergüenza alguna con los recursos públicos de los impuestos de la gente--que humilde y honestamente trabaja y declara lo ganado--, empobreciendo en su avaricia los recursos del deporte, la cultura, la salud y la educación no habrá futuro.

Estas son algunas máximas de los mínimos. Los mínimos esperados para ser un país mejor, para salir de la espiral de violencia, para mostrar que existen caminos de superación y reconocimiento distintos de los de la clase social, la corrupción y el engaño. Sin esos mínimos, no habrá futuro.

La ingeniería y sus riesgos

Texto originalmente publicado en el períodico Ingeniemos de la Facultad de Ingeniería de la UdeA (agosto de 2014)

En un informe publicado por UNESCO (2010) acerca de los problemas, retos y oportunidades de la ingeniería del siglo XXI, se hace una distinción pertinente entre ingenieros, ingenieros tecnólogos e ingenieros técnicos que define de alguna manera las responsabilidades y expectativas de desempeño de cada tipo de profesional. De acuerdo con esa distinción, el ingeniero se destaca por su liderazgo y manejo de altos niveles de riesgo asociados con los procesos, sistemas, equipos e infraestructura ingenieriles y desarrolla actividades que son esencialmente intelectuales y que requieren discreción y buen juicio.

El riesgo se entiende aquí en sus dimensiones ambientales (crisis ecológica, energética, alimentaria, cambio climático), sociales (crisis financieras, pobreza, desigualdad, terrorismo) y tecnológicas (el desarrollo de nuevas tecnologías y sus efectos futuros) e implica tomar decisiones de índole tecnológica y política a escalas de compromiso locales y globales (Beck, 2008).

La ingeniería que asume el compromiso ante los riesgos es entonces aquella que lidia con crisis como las mencionadas, que propone soluciones revolucionarias, holísticas y que acepta la existencia de incertidumbres que afectan los resultados de las decisiones tomadas. Es la ingeniería que plantea nuevos paradigmas, estándares y visiones de futuro para las sociedades, dando respuesta a las necesidades (evidentes y subyacentes) propias de cada comunidad y anticipándose permanentemente a los problemas que dichas soluciones puedan implicar. Esa ingeniería debe estar articulada orgánicamente con otros actores de la sociedad y debe ser reconocida y respetada por la sociedad para que sus propuestas sean tenidas por válidas y seguras.

La acción de los ingenieros es de suyo una acción en el terreno de la incertidumbre y la subjetividad y por esa razón se construye un cuerpo de normas y recomendaciones basadas en la experiencia colectiva y el buen juicio individual. Desde luego, los progresos en el desarrollo de materiales, procesos y métricas de calidad, estimulan el permanente desafío de las normas para su actualización y refinamiento. Todo ello, inscrito en el compromiso de seguridad y confiabilidad que deben ser el soporte de la práctica ingenieril. En la consolidación de las nuevas fronteras del conocimiento se enmarcan el progreso técnico y los avances de la ingeniería.

No debemos confundir, sin embargo, la ingeniería que se enfrenta a las incertidumbres y los riesgos que viven las sociedades con la ingeniería que desafía el riesgo llevando las tecnologías y procedimientos probados al límite, ni con la ingeniería que por imprevisión irresponsable deja que la infraestructura colapse para tomar decisiones. Estos son ejemplos precisamente de lo contrario: de hacer que la ingeniería se convierta en un riesgo en sí misma, poniendo en tela de juicio sus actuaciones y deslegitimando su prestigio ante la sociedad.

La exacerbación de consideraciones económicas, el afán desmedido de utilidades y la inadecuada planificación a largo plazo son factores de alto impacto en la calidad de las soluciones ofrecidas a los problemas que la ingeniería resuelve, por cuanto pueden originar situaciones en las cuales los resultados no solamente son contrarios a las expectativas de la sociedad y de la profesión, sino que determinan condiciones gravosas para las personas, su integridad  y sus bienes.

El mensaje que se desprende de esta realidad de la ingeniería debe transmitirse con claridad a nuestros estudiantes: vivimos en una sociedad globalizada, sometida a múltiples riesgos e incertidumbres y los ingenieros son las personas responsables de tomar decisiones de alto riesgo para proporcionar soluciones tan seguras como sea posible a problemas que son inciertos por naturaleza. Llegar a ser un ingeniero (de acuerdo con la definición planteada por el informe de la UNESCO), requiere años de práctica, exposición profesional y reflexión continua sobre estos temas. Esperamos desde luego que nuestros egresados siempre tengan la calidad y el rigor suficientes para que sirvan al propósito de darle reconocimiento al ejercicio de la ingeniería que incluye serias consideraciones del riesgo dentro de sus decisiones y para que nunca comprometan su nombre y su profesión al exponer a la sociedad a los riesgos de una “ingeniería” que ignora sus limitaciones y restricciones.  

Referencias

UNESCO (2010). Engineering: issues, challenges and opportunities for development. UNESCO Publishing, pp. 396. Francia.

Beck, Ulrich (2008). La sociedad del riesgo mundial: en busca de la seguridad perdida. Ediciones PAIDOS Ibérica. España

El pastorcito y El Niño

Publicado originalmente  en columna de opinión Universidad de Antioquia, noviembre de 2014

En dos ocasiones he escrito columnas de opinión para este portal sobre los efectos “esperables” de los años Niño y Niña en la climatología local. Como hidrólogo de formación, quiero reflexionar aquí acerca de lo que ha sucedido en este año 2014 con respecto a la especulación de la ocurrencia de un año Niño y su influencia en la presunta “sequía” del primer semestre y en las supuestamente “inesperadas” lluvias del segundo.

La primera reflexión es que los pronósticos de la ciencia no son infalibles. Aún las proyecciones más serias y respetadas de agencias como la NOAA todavía están lejos de predecir con buena aproximación el estado del tiempo con meses de antelación. A lo largo del año los boletines pasaron de pronosticar uno de los Niños más fuertes vistos a uno muy débil en caso de que se presente este año (las proyecciones se pueden consultar en http://www.elnino.noaa.gov/).  

La segunda reflexión es que debemos tener claridad respecto a la diferencia entre causalidad y correlación. La existencia de una correlación estadística entre las series de índices como el  ENOS y el clima continental no implica necesariamente la causalidad “determinista” de estas sobre el tiempo atmosférico.  El tiempo atmosférico es por naturaleza caótico y las causalidades no están desligadas de procesos complejos que involucran muchos factores. Las correlaciones además no son “perfectas”: podemos tener años secos y húmedos que no coinciden con índices extremos ENOS y años de ENOS extremos que coinciden con condiciones continentales “normales”.  Podremos incluso llegar a una excelente comprensión de la evolución del clima y del tiempo atmosférico con los modelos más sofisticados y aún así, por su naturaleza caótica, no necesariamente podremos descifrar el comportamiento particular del tiempo atmosférico.

La tercera reflexión es que los medios de comunicación juegan un papel importante y de mucha responsabilidad en la difusión de noticias que llevan a crear opiniones e incluso “falsos escenarios” que no están suficientemente sustentados ni contextualizados. Muchas veces estos medios, que resaltan el trino presidencial que decreta una sequía por un Niño inexistente o el comentario a quemarropa de un funcionario del IDEAM, no divulgan las posiciones más cautas de expertos que pueden tener una mirada diferente y más informada de lo que está sucediendo.  

La cuarta reflexión es que en nuestro país es común que se presenten estas dos situaciones (de “sequía” y de “lluvias extremas”) todos los años en menor o mayor grado y a lo largo de toda la geografía. La severidad de estos casos no solo depende de los factores climáticos, ni de las peculiaridades del tiempo atmosférico, sino de las agresivas alteraciones ambientales de nuestros ecosistemas, de la utilización sobredimensionada de la infraestructura urbana debida al crecimiento demográfico no planificado de las ciudades y de la sobreexplotación de los recursos naturales para diversos fines económicos. Es dentro de este contexto que se deben analizar las noticias relacionadas con las sequías y las inundaciones en el país. 

Estas reflexiones no buscan desacreditar de ninguna manera la labor de los científicos y profesionales que trabajan en la comprensión de estos fenómenos para el beneficio de la sociedad. Por el contrario, buscan concienciar con humildad sobre el largo camino aún por recorrer, sobre la necesidad de educar también a los medios para que sean cautos en la forma como transmiten las noticias en el debido contexto y para que la gente pueda tener elementos de juicio respecto a cómo recibir esta información críticamente, para que no caigamos en la dura enseñanza del pastorcito mentiroso.

La sequía del Casanare: elementos para la discusión

Publicada originalmente en columna de opinión de la Universidad de Antioquia, abril de 2014.

El espíritu se acongoja al ver las imágenes de devastación y muerte de la sequía en el Casanare. En total acuerdo con la columna de nuestra colega Paula Cristina Mira (“Huele a muerte e indiferencia”), y para fomentar la discusión en torno a la gravedad de la situación que puede extenderse a muchas otras regiones de nuestra geografía, quisiera ofrecer algunos elementos breves de análisis desde la orilla de la hidrología, que espero ayuden a entender el por qué se puede llegar a la situación que se está viviendo en el Casanare.

En condiciones normales de verano (como la que el IDEAM y el Ministerio del medio ambiente sostienen que se presenta actualmente en la región de Casanare, que se extiende usualmente desde noviembre hasta marzo) los ecosistemas sobreviven en equilibrio con los recursos disponibles. El nivel de las aguas que se almacenan en los suelos durante la temporada de lluvias (conocido como nivel freático) se mantiene suficientemente alto como para alimentar los arbustos silvestres y pastizales e incluso mantener un caudal de base en el río, hasta recuperarse en la siguiente estación de lluvias (figura 1).

Figura 1. Condición natural de la época de verano

Este equilibrio ambiental, al que se llega después de muchos años, se rompe cuando se establecen actividades humanas que actúan de manera continua extrayendo los recursos disponibles. Inicialmente consideremos la conversión de zonas de pastos y arbustos en zonas de pastizales para ganadería y la construcción de pozos y aljibes para alimentar al ganado y a las poblaciones. Esta conversión puede causar descensos locales de los niveles freáticos que, especialmente en la época seca, pueden conducir a una disminución de los caudales aportados por los niveles freáticos a los ríos (figura 2). 

Figura 2. Conversión a zonas de ganadería y disminución de niveles freáticos

La situación se hace más crítica cuando se introducen cultivos extensivos de especies foráneas (como puede ser el caso de la palma), los cuales tienen unas necesidades hídricas desajustadas al balance conseguido por los ecosistemas propios de la región, especialmente durante el verano, cuando se introducen técnicas de irrigación que seguramente extraen el agua de pozos y reducen aún más los niveles freáticos (figura 3). 

Figura 3. Efecto de ganadería y cultivos extensivos de palma sobre nivel freático

Finalmente, las extracciones continuas de agua subterránea a escala industrial para inyectar en las formaciones profundas y facilitar la obtención de petróleo pueden alterar significativamente los niveles freáticos de los acuíferos “libres” (aquellos que se encuentran más cerca de la superficie en los estratos superficiales de rocas sedimentarias y depósitos recientes del cuaternario) en grandes extensiones, debido a los conos de abatimiento que se generan alrededor de los pozos (figura 4). Las depresiones se pueden extender por muchos kilómetros hasta afectar las fuentes hídricas, secando pozos artesanales, aljibes e incluso los ríos. 

Figura 4. Efecto regional de la extracción a gran escala de agua de los acuíferos libres

La sequía de Paz de Ariporo es, simple y llanamente, un caso clínico de muy mal manejo del recurso hídrico, donde todos los sospechosos tienen de hecho una cuota de responsabilidad. Quizás el cubrimiento mediático ayude a que se tomen medidas serias para que la situación no se repita en el futuro cercano. Para nosotros desde la academia, constituye un motivo de reflexión profunda en la necesidad de investigar, conocer más a fondo y divulgar la realidad que vive nuestro país.

Elogio de la fragilidad

Publicada originalmente en columna de opinión de la Universidad de Antioquia, febrero de 2012

La experiencia de ser padres nos confronta con la realidad de traer al mundo un ser completamente indefenso, necesitado de todos los cuidados posibles para sobrevivir y desarrollarse. La naturaleza nos ha hecho garantes de un pacto evolutivo en el que, para favorecer el desarrollo del cerebro, el recién nacido tiene que venir al mundo varios meses antes de tiempo, comprometiendo su completo desarrollo al cuidado amoroso de sus progenitores y familiares. Esta fragilidad, que obliga al grupo a prestar auxilio permanente al recién nacido, desvalido de todas las herramientas para sobrevivir por espacio de varios años, es inusual entre las otras especies animales en las que el desarrollo

ocurre mucho más rápido. Esta necesidad de protección que tiende a crear aislamiento del entorno agreste de alguna manera puede prefigurar también el carácter de nuestra civilización.

El sistema educativo de una sociedad es, en muchos aspectos, la extensión de ese pequeño bebé indefenso, que requiere un apoyo constante sin que necesariamente de ello se derive un beneficio directo. La educación es frágil en el sentido que requiere el esfuerzo de décadas, constante, dedicado, para nutrir a los miembros de la sociedad con los principios de vida en comunidad, los conocimientos y habilidades que reportarán beneficios individuales y sociales en el largo plazo.

En la escala de la civilización la educación es como el desarrollo del neocórtex, la forma más avanzada de evolución de los humanos. Y así como el descuido de la nutrición de los primeros años puede causar deficiencias en el desarrollo de los individuos, así el descuido del sistema educativo, su rezago, su malnutrición, causa el desarrollo deficiente de una sociedad.

Este es pues un pequeño elogio de la fragilidad: la necesidad de protección nos obliga a buscar los medios para fortalecernos, nos empodera y a medida que nos empoderamos, la fragilidad se estima como un valor y no como una carga. Así como amamos a nuestros bebes y les ofrecemos todo nuestro cuidado y protección para que se desarrollen plenamente, así debemos amar nuestra educación que es y siempre será frágil y por eso requiere un esfuerzo social enorme para soportarla y beneficiarse de ella.


¿La ONU o la FIFA?

Publicado originalmente en columna de opinión de la Universidad de Antioquia, noviembre de 2011

Los Estados Unidos han cortado la financiación para el organismo cultural de las Naciones Unidas (UNESCO) después de que este votara a favor de garantizar el derecho de Palestina a ser reconocida como estado. Igualmente ante la ONU la mayoría menos dos (Estados Unidos e Israel) han votado para que Estados Unidos termine el embargo contra Cuba…oídos sordos. Estados Unidos invade Iraq y Afganistán (estados miembros) con coaliciones de conveniencia  y la OTAN lanza ataques aéreos contra Libia, estado miembro, sin que la ONU intervenga. ¿Para qué sirve entonces, radicalmente hablando, la ONU? ¿Cuál es el concepto de democracia que maneja Estados Unidos, que con su derecho al veto y sus armas nucleares, desconoce los votos de la mayoría?

Lo que sigue puede tomarse en broma y sin embargo, si se piensa con detenimiento, podría tener mucho sentido: ¿Qué pasaría si el poder decisorio de asuntos mundiales lo tuviera la FIFA en vez de la ONU? 

En cuanto a membresías, la FIFA acoge a 208 estados (incluida Palestina), mientras que la ONU solo reconoce a 193. En aspectos organizativos y capacidad de negociación, casi no habría discusión en que la FIFA es más relevante que la ONU (ambas son corruptas, ambas son burocráticas, pero los resultados de la FIFA son mucho más dicientes que los de la ONU).

En cuanto a logros, la FIFA ha puesto a Corea del Norte y a Corea del Sur, a Israel y a Palestina, a Estados Unidos y a Irán en la misma cancha. La ONU difícilmente logra que estén en el mismo auditorio.

En cuanto a impacto social, los eventos que organiza la FIFA generan empleo y mejoran la infraestructura de los países en los cuales se realizan. Son un motivo de orgullo de las naciones y sinónimo de paz durante la realización de las justas. La ONU, por su parte, llega para recoger los escombros dejados por los protagonistas de los conflictos que no logra apaciguar y para los cuales se supone que fue concebida.

En cuanto a juego limpio, en la FIFA los Estados Unidos son un equipo como cualquier otro. En la ONU, es el dueño del balón y de la cancha.

¿Para qué entonces la ONU? Si su misión fundamental es la de preservar la paz mundial y el diálogo entre los pueblos del mundo en igualdad de condiciones, es indudable que no ha logrado su cometido. Quizás la FIFA, con su orientación deportiva, símbolo de competición honorable entre naciones, que juegan sus batallas en un campo en el que los contrincantes tienen la oportunidad de vivir para enfrentarse otro día, pueda tener éxito allí donde la diplomacia tradicional, de autogol en autogol, ha fallado.

Contribuciones de la hidráulica a la comprensión de la situación universitaria

Publicado originalmente en columna de opinión de la Universidad de Antioquia, septiembre de 2011

Dicen que la vida es una metáfora de lo posible. Las metáforas, por su parte, se pueden encontrar en la interpretación de lo que nos rodea. Les comparto entonces esta sencilla metáfora de la vida universitaria surgida de la naturaleza misma del devenir: la hidráulica.

La hidráulica está íntimamente ligada a la filosofía. El conocido aforismo de Heráclito: “En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos [los mismos],” es, créanlo o no, el fundamento matemático de esta ciencia. Vamos por partes.

Para los profesionales de las ciencias y la ingeniería es sabido que uno puede ver la mecánica de las cosas desde dos puntos de vista: si seguimos los objetos en su desarrollo a lo largo de su recorrido usamos una visión Lagrangiana de la realidad. Por el contrario, si nos concentramos en un lugar del espacio y vemos pasar los objetos en ese lugar sin preocuparnos de dónde vienen o a dónde van llamamos a esto la visión Euleriana de la realidad.    

Estas dos visiones también están presentes en todo momento de nuestras vidas: como individuos practicamos permanentemente la visión lagrangiana: la realidad es la que vamos forjando en nuestro devenir. Sin embargo, en los grupos sociales, a veces tenemos la oportunidad de practicar la visión euleriana. Pensemos en la universidad, por ejemplo. Los profesores y empleados permanecen como observadores en el mismo lugar por muchos años, viendo entrar y salir estudiantes en su proceso de formación.

En hidráulica hay un fenómeno conocido como el resalto hidráulico (ver la imagen). En la visión lagrangiana, el agua represada detrás de una compuerta (y0) fluye en razón de su energía potencial almacenada a gran velocidad (y1) cuando la compuerta se abre. Si a esa corriente se le opone un obstáculo corriente abajo, el agua de nuevo se represa (y2), pero no hasta la misma profundidad de antes de la compuerta. Entre la corriente que fluye rápidamente desde la compuerta y aquella que se represa aguas abajo se forma una fuerte turbulencia conocida como resalto hidráulico, en la cual se producen una mezcla rápida de las aguas y una pérdida considerable de energía.

Ahora sí, la metáfora. El resalto hidráulico es como la vida de los seres humanos. Antes del nacimiento (como el agua represada detrás de la compuerta) tenemos todo el potencial de ser: somos la materia de los sueños posibles. Después del nacimiento (cuando la compuerta se abre), nuestra vida se desarrolla y cambia a una gran velocidad: los primeros años de aprendizaje, de acompañamiento, de nuevas experiencias y de escuela. Tenemos mucha energía disponible y una enorme vitalidad para alcanzar nuestros sueños. Luego, llega (como en el resalto hidráulico) nuestra adolescencia. Un ir y venir de un lado para otro, un sin encontrarse en cada instante, un desgaste de nuestras energías en pos de un futuro difícil de vislumbrar y menos amigable de lo que esperábamos (como descubrir el obstáculo que se presenta aguas abajo). Eventualmente, de esta etapa de adolescencia (que abarca, por lo menos, al colegio y a la universidad) se sale con menos energía vital pero más acaudalado de conocimientos y experiencias para afrontar el resto del camino (el represamiento después del resalto hidráulico).

En la visión Euleriana del resalto hidráulico (del paso por la universidad) podemos entonces ver como los estudiantes que ingresan a la universidad se enfrentan por primera vez al reto de vivir en una sociedad como ciudadanos, con responsabilidades. Pero son aún adolescentes, se dejan llevar de aquí para allá por unas y otras corrientes, que los desgastan y golpean, que los mantienen por tiempo indefinido en sus torbellinos (de los cuales algunos nunca salen) hasta que en cierto punto, por fuerza del desgaste y del mismo flujo de las cosas, se gradúan, salen de la universidad y continúan sus vidas en la mayoría de los casos sin dar la vista atrás a lo que fue la experiencia universitaria, que consideran ya superada. Para los estudiantes que ingresan a la universidad todo parece nuevo, apocalíptico, necesitado de revolución, de su aporte fundamental para cambiar el mundo. Para los estudiantes que salen, todo eso son bagatelas. Para los profesores que testifican cada semestre este mismo comportamiento, son solo un desgaste de valiosa energía que bien valdría aprovecharla en otras formas.

Un mensaje a la institución: el resalto hidráulico siempre estará ahí. dejarlo ocurrir es fácil. requiere poco esfuerzo (lanzar comunicados de cuando en vez, haciendo llamados a la bandera sin convicción ni hechos). Pero el resalto hidráulico también se puede aprovechar para mover turbinas y generar energía útil a la sociedad (canalizar las energías de los estudiantes a través de una legitimación de representantes estudiantiles en la administración, que dejen una historia escrita, digna de su participación en la universidad y en la sociedad, abriendo espacios en los medios de televisión y prensa para que ellos se expresen, respondiendo ágilmente con una figura de legitima autoridad para evitar paros anodinos como los que vivimos semestre a semestre, cuando se deja a los estudiantes proceder sin orientación alguna). Y a los profesores también, dando ejemplo, porque parece que a veces la adolescencia se perpetúa en aquellos que, por su trabajo, tienen que vivir esta visión Euleriana cada día.

Heráclito ya lo expresó en su metáfora del río: en la vida de los seres humanos todo está en permanente cambio. En nuestra universidad, por el contrario, parece que algunas cosas están más acorde con la posición de Parménides.  

De la Ingeniería y sus sueños

Publicado originalmente en columna de opinión de la Universidad de Antioquia, agosto de 2011 

Si se puede aventurar una definición de la Ingeniería, con mayúscula, sería la de la profesión que materializa los sueños de las sociedades. Para responder a los sueños de la sociedad, la Ingeniería se nutre por lo tanto de la cultura de su tiempo (a través de sus formas de pensamiento, su arte y sus ciencias) y a la vez contribuye a darle forma.

Algunas sociedades, por ejemplo, soñaron con el más allá y su Ingeniería produjo pirámides y catedrales; otras soñaron con el renacimiento de la humanidad y su Ingeniería produjo plazas, museos y gloriosas ciudades; otras luego soñaron con el progreso y la ciencia y su Ingeniería produjo ciudades industriales, comunicaciones instantáneas, grandes autopistas, aviones, viajes a la luna. La Ingeniería, pues, debe estar a la altura de los sueños de la sociedad de su tiempo. Desde luego la Ingeniería y la sociedad también son responsables de los efectos que pueden convertir esos sueños en pesadillas (polución, destrucción del medio ambiente, desigualdad social, etc.), pero precisamente ese es su carácter y naturaleza: darles solución para que la sociedad pueda seguir soñando sus mundos. Si la sociedad de hoy sueña, por ejemplo, con el bienestar de toda la población en armonía con la naturaleza, entonces ese es el paradigma que su Ingeniería deberá materializar en los años y siglos venideros.

Hay también una ingeniería con minúscula. Más técnica, segura, menos expuesta a los posibles fracasos de la creación y la inventiva, pero igualmente necesaria para mantener y pulir los detalles de la Ingeniería. Así por ejemplo, la Ingeniería da a luz un concepto como la autopista para satisfacer el sueño de movilidad y velocidad de la sociedad moderna y la ingeniería se encarga de multiplicar las autopistas alrededor del orbe siguiendo especificaciones y criterios propios de cada lugar pero sujetos al propósito inicial que les dio origen.

Así como hay Ingeniería e ingeniería, también hay Ingenieros e ingenieros. Por las demandas  de cobertura y las limitaciones de nuestro sistema educativo, nosotros nos esforzamos por “entrenar” ingenieros competentes, con la esperanza de que con el tiempo y en su desempeño profesional, algunos de ellos logren alcanzar el estatus de Ingenieros: hombres y mujeres de su tiempo, creadores, inmersos en el devenir de la sociedad, críticos y éticos. Personas que sean ejemplo a emular por las futuras generaciones de ingenieros. Tristemente, sin embargo, nuestra academia orientada en la técnica no se ha preocupado por cultivar el espíritu colectivo e integrador de la Ingeniería desde el comienzo en los jóvenes prospectos que llegan a sus facultades (esta es quizás una de las razones por las cuales lamentablemente se nos encasilla como profesionales de pensamiento cuadriculado).

Ahora bien, pensando en el caso de nuestro país me pregunto ¿Qué clase de ingeniería es la que tenemos? ¿la Ingeniería con mayúscula? En este caso cabe preguntarse entonces por los sueños que, como sociedad, compartimos. ¿Existen tales sueños? Desde luego tenemos aspiraciones de llegar a ser, algún día, una sociedad moderna, desarrollada, con bienestar universal y pleno empleo, a la altura de otras sociedades que han soñado con estos principios de antaño. Pero en el concepto fuerte del término diría que nosotros, como sociedad, poco soñamos y por lo tanto, no tenemos Ingeniería. ¿ingeniería con minúscula? Excelentes carreteras y puertos no tenemos, ni todos nuestros pueblos cuentan con agua potable y saneamiento básico, por ejemplo. No, definitivamente tampoco tenemos ingeniería con minúscula. Entonces ¿qué tenemos?

Una noticia reciente quizás nos ayude en la reflexión: en julio China pondrá en operación un tren de alta velocidad entre las ciudades de Beijing y Shanghai, separadas 1500 km. Esta obra (que no estuvo exenta de problemas de corrupción desde luego) se construyó en 36 meses. Los mismos 36 meses que lleva la calle 26 (la vía de acceso internacional a Bogotá) en obra negra y paralizada por los escándalos de los Nule. Este tren conectará las dos ciudades chinas en cinco horas mientras que Bogotá y Medellín, las dos ciudades más importantes de nuestro país, separadas 300 km, se conectan en ocho horas por carretera (si no hay derrumbes). Nada mal entonces para China, que hace solo treinta años estaba aún por debajo incluso de nuestros propios estándares de desarrollo.

Nosotros a lo sumo tenemos entonces “igeinareia”, algo distorsionado por la corrupción, el cinismo y la incompetencia. Esta “igeinareia” es precaria, chambona, peligrosa e inconsecuente. Si, esa igeinareia responde a lo que somos como sociedad. A esa igeinareia es a la que contribuimos desde la academia y a la que favorecen los gobiernos corruptos y sin visión que hemos tenido. Por eso cuando hay una crisis como la que nos ha afectado en el último año de inundaciones las llamadas no han sido nuestras universidades, ni los ingenieros colombianos, sino las misiones holandesas, japonesas y chinas que seguramente errarán en muchos de sus conceptos, pero a las que el gobierno, en representación de nuestra precaria sociedad, parece creerle más que a los profesionales que ella misma ha formado.

He mencionado el caso de la ingeniería y he puesto ejemplos de la ingeniería civil en particular porque es el nicho en el que me desenvuelvo. Pero nombre usted la etiqueta (medicina, economía, etc.) y no estará muy lejos del mismo panorama, pues somos todos el producto y a la vez los artífices de la sociedad que tenemos.

Podemos seguir imaginando por conveniencia que nuestra sociedad, como en el cuento del vestido nuevo del emperador, tiene prendas decentes y respetables pero tarde o temprano tendremos que aceptar que va desnuda y está desnutrida. Quizás entonces, cuando lo reconozcamos, podamos comenzar verdaderamente a soñarnos con dignidad y a desarrollar una ingeniería respetable, seria y visionaria.

La reconstrucción: retos y oportunidades desde la academia

Publicado originalmente en columna de opinión de la Universidad de Antioquia, enero de 2011

El fuerte invierno vivido en el país en el último año ha dejado miles de hogares damnificados y ha deteriorado la infraestructura vial y urbana de muchos departamentos. Como respuesta, el gobierno convocó recientemente a los sectores público, privado y ONGs a trabajar conjuntamente en un billonario megaproyecto de reconstrucción nacional que, en principio, tiene el potencial para cambiar el mapa político de las regiones afectadas y para desarrollar una infraestructura seria y competitiva(según la revista SEMANA 1497). Ante la expectativa que genera dicho plan, que involucra profundamente a la academia, presento aquí tres puntos de discusión desde la orilla de la ingeniería para alentar el trabajo multidisciplinario que se nos avecina.

El primero tiene que ver con la zonificación y el manejo de áreas de riesgo y el desarrollo de proyectos de infraestructura (vial, urbana, agroindustrial) para el desarrollo regional y nacional. Por su complejidad política, social, económica y ambiental, estos aspectos de la reconstrucción deberían formar parte de una política de Estado, multisectorial pero coordinada, capaz de transformar lo que hoy es desastre en oportunidades de desarrollo de las regiones con miras puestas en el mediano y largo plazo. Dada la magnitud de la reconstrucción y de los recursos involucrados, es necesario evaluar con ojo crítico experiencias anteriores de intervención en situaciones de desastre nacionales (como las de Armero, Páez, Armenia y Popayán) e internacionales (como las de Chile, Haití, Venezuela, Estados Unidos y Pakistan) para determinar la logística más efectiva y transparente que evite caer en procesos repetidos y difusos que den pie a los vicios y presiones de decisiones cortoplacistas comunes en la política tradicional de elecciones.

El segundo tiene que ver con la información geofísica primaria (por ejemplo de estaciones climáticas y meteorológicas), que es fundamental para entender las dinámicas de los sistemas terrestres sobre los que se apoyan los procesos productivos y las obras de ingeniería que hacen competitivo al país. Para potenciar las investigaciones académicas de escala regional y local en las universidades y para mejorar la calidad de los estudios de consultoría es recomendable que las instituciones públicas y privadas que manejan este tipo de información faciliten su acceso gratuito y oportuno. Las firmas consultoras que obtienen su propia información geofísica, por su parte, deberían también pensar en poner esa información al servicio de las instituciones estatales y de la comunidad académica en general. Las instituciones de educación superior a su vez tendrían también el compromiso de facilitar a los profesionales y estudiantes de ingeniería el acceso a sus trabajos de grado, informes de consultoría, bibliotecas especializadas, bases de datos y cursos de actualización. De esta manera se podría dedicar mayor esfuerzo a los desarrollos científicos y técnicos que se apoyan en el uso masivo de estos datos, cuyo valor agregado redundaría en beneficio de todos.

Finalmente desde la universidad tenemos el reto de plantear reflexiones serias y relevantes sobre la realidad que vive la ingeniería nacional y los escenarios más probables que enfrentarán nuestros egresados en los próximos años. No basta con ignorar o filtrar los problemas y enseñar una ingeniería inmaculada de métodos infalibles sino que tenemos que reconocer la importancia de aprender de los errores y vigorizar la evaluación ex post como instrumento de aprendizaje y mejoramiento profesional y social. Entender esta realidad implica el desarrollo de investigaciones forenses (por ejemplo de los deslizamientos y las fallas de diques y puentes) y de seguimiento integral a proyectos de impacto social y ecológico (como carreteras, embalses, canalizaciones y distritos de riego), estratégicamente financiadas por el Estado y el sector privado,  para indagar con neutralidad el por qué de los fallos y aciertos de los proyectos de ingeniería existentes, revaluar el conocimiento que los sustenta y así evitar posibles yerros en el futuro . Los frutos de estas investigaciones (incorporados al currículo en forma dinámica y relevante a través de talleres, seminarios permanentes, trabajos de tesis de pre y posgrado) serían a su vez sustento de las modificaciones pertinentes a los métodos, normas y procedimientos ingenieriles en todas sus etapas, haciendo énfasis en la naturaleza no estacionaria e incierta de procesos en los que la intervención humana es crítica, y proporcionarían un campo abonado para desarrollar una ingeniería más responsable, científicamente bien sustentada y visionaria.

Desde luego son muchos más los elementos de reflexión, desde todas las disciplinas, que este panorama de reconstrucción nos plantea y ante los cuales la universidad debe hacer presencia en forma propositiva. Sirvan pues estas líneas como abrebocas a una fructífera discusión de lo que promete ser un tema estratégico de investigación en nuestra academia.

Las tribulaciones de Atenea

Publicado originalmente en columna de opinión de la Universidad de Antioquia, octubre de 2010

¿Qué tienen en común el derrame del pozo petrolero Deepwater Horizon en el golfo de México, el derrumbe de la mina San Esteban en Chile y el reciente derrame de lodo tóxico de la mina de Kolontar en Hungría? Que los tres ocurrieron el mismo año, es un sí evidente. Que los tres son noticia de primera plana en el mundo entero, es un sí mediático. Que los tres han ocurrido en países considerados desarrollados, es un sí que inquieta. Que los tres son el resultado de fallas de ingeniería, es un sí preocupante. ¿Por qué es diciente que los tres hayan ocurrido el mismo año, que sean noticia mundial, que ocurran en países “desarrollados” y que sean el producto de fallas de ingeniería?

Es cierto que ninguno de estos eventos es inusual: son muchos los casos de mineros alrededor del mundo, por ejemplo, que quedan sepultados en minas explotadas en condiciones técnicas deficientes. De igual manera, no es la primera vez que ocurre una explosión de un pozo en una plataforma petrolera o la ruptura de diques y rellenos. Sin embargo, el contexto en el cual ocurren estos tres eventos, casi de forma simultánea, en una época de crisis económica, es un motivo para reflexionar. Estamos hablando de proyectos de gran envergadura (no son minas, ni perforaciones, ni rellenos artesanales), que son manejados por compañías multinacionales (las cuales cuentan con capitales que envidiarían incluso algunos países) y supuestamente deberían tener los más rigurosos controles de calidad. ¿Qué papel ha jugado en estos eventos la disminución de los presupuestos destinados por las compañías a las operaciones técnicas en una época de crisis económica?

La coincidencia de estos desastres es un llamado de atención para no descuidar el mantenimiento de infraestructura envejecida y para no afectar los presupuestos dedicados a los controles de calidad por economizar operaciones y seguir teniendo márgenes de ganancia. Si ante la crisis se vulneran los diseños y las construcciones de altas calidades y se perjudica el mantenimiento, entonces estos casos no serían la excepción sino la triste regla.

Aunque en los tres casos se han tomado medidas “oportunas” para solucionar los problemas ocasionados, exhibiendo incluso portentos tecnológicos que en cierta forma han servido para limpiar algo de la imagen internacional de las multinacionales ante los medios de comunicación--¿Por qué no se empleó la misma sapiencia tecnológica en tratar de evitarlos?,--la verdad es que al menos dos de estos desastres van a tener consecuencias ecológicas, ambientales y socioeconómicas que se medirán en términos de décadas. No se puede olvidar tampoco que estos eventos han mostrado hasta qué grado la sociedad es vulnerable a los devaneos de las compañías multinacionales, capaces de poner en jaque a países y gobiernos quienes, con sus presidentes a la cabeza, tienen que rendir cuentas por las acciones de emergencia.  

Ya hemos visto como estos tres eventos, que ocurren en distintos puntos del orbe, guardan entre sí inquietantes similitudes. Estos son desastres que simbolizan lo paradójicamente frágil que puede ser aún el mundo en una “sociedad de riesgo global” (como la que plantea el sociólogo Ulrich Beck), en una época en que la sapiencia tecnológica se da por descontada y en que quizás la confianza que la sociedad deposita en la ingeniería y en sus buenas prácticas se ve desvirtuada por sus consecuencias dramáticas, llevando a que la imagen social de la ingeniería se deteriore especialmente en países como el nuestro, en los que deben sumarse los deslices éticos y los problemas de credibilidad originados en prácticas deficientes de la profesión a las consecuencias de estas situaciones de riesgo.

¿Por qué es relevante para Colombia la reflexión sobre estos eventos? La principal razón es porque en nuestro país confluyen exactamente los mismos elementos que pueden llegar a producir (y que están de hecho produciendo) estas crisis: la abundancia de recursos naturales (mineros y biológicos), una avidez de multinacionales por explotarlos, la voluntad de los gobiernos por dejar que los exploten, y la vulnerabilidad de la sociedad que espera ver reflejado en progreso dicha explotación. ¿Cuál es el estado actual de la infraestructura y cuál es el impacto que tienen en la actualidad proyectos semejantes en nuestro país?

Es por lo anteriormente expuesto que Atenea, diosa de la civilización que entregó a los mortales los dones de las ciencias y la técnica, vive días de tribulación. Ha tenido que observar impávida como se descuida la técnica, que debe ser puesta al servicio de la humanidad para su bienestar, causando terribles desgracias. Como educadores tenemos la responsabilidad de incorporar las enseñanzas que se derivan de este tipo de desastres, atribuibles a riesgos tecnológicos, en el diseño curricular de nuestros programas de ingeniería.

La ola invernal y los infantes terribles

Publicado originalmente en columna de opinión de la Universidad de Antioquia, noviembre de 2010

El año pasado escribí una columna para este portal (El fantasma del 91) sobre los efectos del tímido Niño de 2009 en el sistema hidroeléctrico colombiano, esgrimiendo la relativa vulnerabilidad de nuestro país ante los efectos asociados con el fenómeno El Niño Oscilación del Sur (ENOS). Un año después la situación se revierte y es la Niña, la oscilación opuesta hacia menores temperaturas en el Pacífico Sur, la que nos muestra la otra faz de estos extremos climáticos. Pero ¿Debemos endilgar la culpa de las actuales inundaciones sólo a estos infantes terribles?, ¿Es que acaso no son noticias como estas nuestro pan de cada día todos los años por la misma época? ¿Cuál es la responsabilidad que nos compete para salir del ciclo vicioso que nos presentan estos eventos?

Las estadísticas sobre inundaciones y tragedias invernales publicadas por el periódico El Tiempo desde 1990 a la fecha, revelan un incremento de este tipo de noticias en los últimos cuatro años (2007-2010), después de una relativa calma entre el 2000 y el 2006 (la cual coincide, hay que decirlo, con un período de baja actividad en la serie ENOS). La mayor parte de las entradas ocurren, como es de esperarse, entre los meses de octubre y noviembre de cada año. Incluso el año pasado, que prendió las alarmas por sequías en los embalses del país, tuvo un comportamiento similar al del 2010 respecto a las noticias sobre inundaciones en el período octubre-noviembre. Curiosamente, años Niña que fueron particularmente intensos (2000-2001) no presentan mayor cobertura de noticias por ola invernal como los de este último cuatrenio. Las noticias de estos eventos son tanto urbanas (en ciudades capitales como Bogotá, Cali y Medellín) como rurales (inundaciones por desbordamiento de los ríos Magdalena, Cauca y Sinú) y dan cuenta de cientos de miles de damnificados cada año. En otras palabras, parece que la situación en el país respecto a las inundaciones empeora en vez de aliviarse.  

Algunas cifras pueden ayudar a poner el problema en perspectiva: en abril de 2008 el gobierno nacional anunció $33 mil millones para obras de control de inundaciones en el Magdalena y en junio del mismo año otros $34 mil millones para reemplazar el alcantarillado de puerto Wilches (los mismos rubros que prometieron en el 2009). En septiembre de 2008 el CONPES prometió aumentar en $326 mil millones el presupuesto del 2009 para enfrentar los estragos de las lluvias. Esta semana (nov. de 2010) el gobierno nacional anuncia una ayuda de $60 mil millones para los damnificados por el invierno y en abril de este año anunciaba también la destinación del 40% de las regalías del país para este fin (¡40%!).

Es evidente que padecemos un problema crónico de infraestructura deficiente para lidiar con los problemas de las inundaciones, tanto en las ciudades como en las planicies aluviales de los principales ríos del país. Esta situación, que ocurre cada año en invierno, se exacerba de alguna manera con la ocurrencia de lluvias más intensas en años Niña, pero no nos llamemos a engaños: estamos aparentemente condenados a que cualquier chubasco en Medellín o Bogotá durante el invierno cause anegaciones y deslizamientos y a que las noticias de fin de año siempre pongan de relieve la magnitud del problema de las inundaciones en los interludios del reinado de Cartagena.

Se trata en parte de un problema técnico: muchas de las obras de control de inundaciones que se proponen o no se llevan a cabo, o se construyen deficientemente y fallan causando tragedias (como la de Plato, Magdalena, en 2008). También es parte de un problema social: cada año más gente movida por los desplazamientos forzados, por la confianza que brindan las obras de protección de riberas o simplemente porque encuentran en las ayudas anuales de emergencia su modus vivendi, se arriesgan a vivir en las planicies de inundación de los ríos a sabiendas de las consecuencias que traen las inundaciones. Se trata finalmente de un problema político: los gobiernos adoptan la emergencia como una forma aparentemente eficiente y económica de dar respuestas urgentes (cargadas de promesas de campaña o de posturas efectistas) a problemas contingentes.     

¿Será posible una Colombia en la que las inundaciones representen una oportunidad de desarrollo (v.gr. ecológico, agrícola, pesquero, ganadero, turístico, de comunicaciones) en vez de un problema crónico para millones de personas? Si esto parece una utopía, pensemos en aquellas civilizaciones precolombinas como la Zenú, que mostraron un manejo de las inundaciones mediante construcciones y técnicas que hoy ni siquiera intentamos replicar. ¿Será posible una Colombia que resuelva el problema de su infraestructura urbana deficiente para convertirlo en una oportunidad de transformar nuestra visión de la ciudad y de su entorno? Reflexionemos acerca de cuanto le deben las inundaciones urbanas al hecho de que las zonas de almacenamiento y amortiguación natural de crecientes (como los humedales de la sabana de Bogotá) se volvieron áreas permanentemente amenazadas que se urbanizan (casi siempre clandestinamente)  y pavimentan, convirtiendo luego en "desastres" las situaciones que es obvio esperar ante esas agresiones a las cuencas.

Tenemos la oportunidad de repensar en el largo plazo la manera inteligente de enfrentar estas realidades de forma contingente y no emergente (ciertamente no es inundando el 40% de las regalías como vamos a tener una economía boyante) , de educar y ofrecer incentivos a los pobladores para que valoren y respeten las áreas de inundación de los ríos y obtengan de ellas el mayor provecho, acorde con sus regímenes hídricos (parte del proceso educativo consiste en revaluar el uso descuidado y quizás malintencionado de algunos términos que se hacen voz común para presentar a los ríos como los “invasores” y “agresores” de las tierras ganadas y conducen a convertir en maldición lo que es una enorme riqueza natural). Al menos en lo que respecta a los recursos públicos, soñar en estas materias no cuesta nada.

El fantasma del 91: reflexiones en torno al cambio climático

Publicado originalmente en columna de opinión de la Universidad de Antioquia, octubre de 2009

El fantasma del Niño de 1991 nos persigue y es bueno que así sea. El apagón que ese año experimentó el país puede muy bien considerarse como la antesala de los efectos del clima futuro. El fenómeno del Niño es, de hecho, un recordatorio frecuente de los mayores impactos que se esperan en escenarios de cambio climático: un aumento de los valores promedio de temperatura a largo plazo y una exacerbación de eventos extremos de lluvias (inundaciones) y de períodos secos (sequías). Recordemos sin embargo que los modelos del clima, aunque predicen congruentemente los incrementos de temperatura asociados a las actividades humanas, aún tienen mucho camino por recorrer para reproducir fenómenos globales como El Niño y para predecir cambios consistentes en la hidrología (por ejemplo en las lluvias y los caudales) de grandes y pequeñas regiones como consecuencia de los aumentos de temperatura predichos.

La coyuntura del apagón de 1991 fue positiva porque promovió no solo cambios de hábitos de consumo de los ciudadanos sino la creación de una política de interconexión eléctrica (basada en hidroeléctricas y termoeléctricas) más robusta y competitiva para el país y la región Andina. Como consecuencia del Niño de 1991, el país ha permanecido también más alerta ante los impactos de subsecuentes Niños, como los de 1997-98, 2002-2005 y 2006-07, lo cual se evidencia en el mejor  cubrimiento de los medios de comunicación, especialmente en los temas de abastecimiento de agua para consumo humano y generación hidroeléctrica. En cuanto a la calidad de la información localmente disponible para hacer pronósticos, sin embargo, debe recalcarse que es fundamental mejorar nuestros sistemas de instrumentación, predicción y alerta temprana, así como la disponibilidad de información detallada y de fácil acceso para que la gente se informe adecuadamente a través de instituciones estatales como el IDEAM, las cuales deberían estar más orientadas a proporcionar información científica oportuna, pública y de calidad con menos taras legales y burocráticas.

El Niño de 2009 es un evento considerado débil a moderado. Los encargados del suministro de energía aseguran que estamos lejos de umbrales críticos de racionamiento como los de 1991 o 1997, lo cual es probable si se comparan los niveles de embalses de hoy con los registrados en aquellos años. Sin embargo, el sistema de embalses aún es vulnerable a los efectos de una sequía regional prolongada y puede verse limitado en un futuro cercano para responder a las demandas energéticas y de abastecimiento. El conflicto que ha generado el problema de suministro de gas para usos domésticos, vehiculares y de generación de energía pone de manifiesto la fragilidad del sistema interconectado en un país con crecimiento económico y mayores demandas energéticas. Por otro lado, existen otros eventos asociados al Niño—incendios forestales, denudación de suelos y reducción de productividad agrícola—y a la Niña—inundaciones y deslizamientos—que también representan una carga social y económica grande para el país y que muchas veces no se cuentan o pasan desapercibidos en las estadísticas.

Los efectos del cambio climático se sentirán con más severidad si no se establecen políticas efectivas de mitigación y adaptación. Además de promover medidas de consumo eficiente y producción limpia, es necesario acometer con seriedad la protección de zonas ribereñas y cabeceras de las cuencas hidrográficas, el control de las invasiones de las planicies de inundación de ríos como el Sinú y la preservación de humedales como los de la sabana de Bogotá.  Esto implica mucha voluntad política y de inversión social (no solo de los gobiernos sino de la sociedad en su conjunto).

Finalmente, el cambio climático implica revisar desde la base conceptos que se daban por sentados en un mundo de "estabilidad" climática: ¿Qué tan robusto es el sistema de regulación hídrica del país para sortear problemas contrapuestos como las inundaciones y las sequías? ¿Qué tan vulnerables son los municipios y las grandes ciudades a los problemas de desabastecimiento de agua y racionamiento eléctrico? ¿Qué tan sensibles son nuestros ecosistemas a las intervenciones cada vez más agresivas de explotación de sus recursos? Estos interrogantes se superponen a la necesidad urgente que, con o sin cambio climático, estamos en mora resolver en buena parte del territorio, como por ejemplo el acceso a servicios de agua potable y saneamiento básico. Sin resolver estos problemas estructurales, lo único que podemos esperar del cambio climático para Colombia es una serie de altibajos coyunturales, inciertos y costosos.