3. Revolución Liberal en el reinado de Isabel II

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MANIFIESTO DE MANZANARES

Nosotros queremos la conservación del Trono, pero sin la camarilla que le deshonra; queremos la práctica rigurosa de las leyes fundamentales, mejorándolas, sobre todo la Electoral y la de Imprenta; queremos la rebaja de los impuestos, fundada en una estricta economía; queremos que se respeten en los empleos militares y civiles la antigüedad y los merecimientos; queremos arrancar los pueblos a la centralización que los devora, dándoles la independencia local necesaria para que conserven y aumenten sus intereses propios, y como garantía de todo esto, queremos plantearnos la Milicia Nacional. Tales son nuestros intentos […] las Cortes generales que luego se reúnan, la misma nación, en fin, fijará las bases definitivas de la regeneración liberal a que aspiramos.

Madrid 6 de julio de 1854

General Ramón María Narváez

General Ramón María Narváez

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Los accionistas más instruidos o más advertidos por las ventajosas prácticas extranjeras, se decidieron por la construcción de hornos altos alimentados por carbón de leña; y para afinación por el carbón de piedra, a la manera que lo hace la Inglaterra. Tropezose muy luego con el grave inconveniente de que la afinación por este combustible era más cara que por el carbón vegetal […] La experiencia mostró que el hierro salía demasiado caro y aunque fuera mejor que el de Vizcaya y del extranjero, no podía competir con él en precio. ¿No hubiera sido entonces muy justa la pretensión de que se aumentaran los derechos de aquellos? Pues ni lo intentaron […] El poco fruto El poco fruto de ensayos tan repetidos y dolorosos desalentó a los accionistas […]

Más desgraciada aún que las ferrerías de la Concepción y la Constancia ha sido la del Pedroso […] La chapa del Pedroso era de la mejor calidad pero no podía competir en el precio con la extranjera. Un aumento de los derechos bastaría para hacernos independientes de ella […]

GUTIÉRREZ, M. Mª.: Nuevas consideraciones sobre libertad absoluta de comercio, 1839.

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“Atendiendo a la necesidad y conveniencia de disminuir la deuda pública consolidada y de entregar al interés nacional la masa de bienes raíces que han venido a ser propiedad de la nación, a fin de que la agricultura y el comercio saquen de ellos las ventajas que no podrían conseguirse por entero en su actual estado o que se demorarían con notable detrimento de la riqueza nacional otro tanto tiempo como se perdiera en proceder a su venta, en nombre de mi excelsa hija la Reina Doña Isabel II, he venido en decretar lo siguiente:

Quedan declarados en venta desde ahora todos los bienes raíces de cualquier clase que hubiesen pertenecido a las comunidades y corporaciones religiosas extinguidas”.

Aprobación por la Reina Gobernadora del R.D. de 19 de febrero de 1836

España, que sólo consume tres millones de quintales de hierro, recibe del extranjero 1.800.000. Nuestras fábricas a la hora presente habrían podido producir lo bastante para abastecer el mercado; pero lo ha impedido el estímulo que ha creído deber darse a las empresas de ferrocarriles, que tienen el privilegio de importar libre de derechos todo el hierro que necesiten. ¿Cómo se han de hacer pedidos de raíl a nuestras fábricas? La industria nacional ferrera ha visto reducido por esa franquicia a la tercera parte del consumo su mercado, y no ha podido tener el desenvolvimiento al que estaba llamada. Lo que debía ser motivo de prosperidad y garantía de vida, ha sido causa de decadencia y peligro de muerte.

Observaciones que varios fabricantes de hierro hacen sobre la reforma de los aranceles (1862)

Fuente: NADAL, J.: El fracaso de la Revolución Industrial en España, 1814-1913, 1975.

“En 1834, por consejo del líder moderado Martínez de la Rosa, hecho primer ministro, María Cristina promulgó un Estatuto Real [...]. El Estatuto fue una concesión de María Cristina a los liberales, cuya ayuda necesitaba frente a los Carlistas. Era una afirmación del liberalismo clásico novecentista del que los Moderados habían llegado a ser representantes. Corporeizaba el deseo de limitar el absolutismo por medio de un parlamento representativo de los elementos responsables de la sociedad, y, a veces, instituía un sufragio limitado para hacer frente a la amenaza de dominio de unas masas irresponsables e incultas, a las que los Moderados consideraban fácilmente influenciables por frailes fanáticos o radicales apasionados. El Estatuto no reconocía la soberanía popular, pues el liberalismo moderado no significaba la democracia.”

Herr, R.: Ensayo histórico de la España contemporánea. Madrid, 1964.

pau2002-7