4 km en Belchite

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Fausto Villar Esteban relata su participación en la guerra civil española, como miembro del batallón Lincoln de la XV Brigada Internacional, en unas memorias ‑que aún permanecen inéditas‑ tituladas: “Un valencianito en la Brigada Lincoln y…”, de las que nos ha facilitado una copia doña María del Carmen Varona Aguado, viuda de Fausto Villar, en su anhelo por ver conseguido el deseo de publicarlas de su esposo, hecho hasta ahora frustrado por intereses mezquinos de terceras personas.

El objetivo de este pequeño ensayo es ilustrar con fotografías y algunos comentarios el relato original de Fausto, para que el lector pueda mejor comprenderlo e incluso visitar los lugares dónde él estuvo. Solo se reproduce lo que concierne al comienzo de la espectacular retirada de esa unidad militar, desde el santuario del Pueyo hasta Belchite.

Nuestros comentarios aparecen en letra recta o entre corchetes, y el texto original de Fausto Villar siempre en letracursiva.

Fausto nace en Utiel (Valencia) el 15 de diciembre de 1917; tiene por lo tanto 19 años cuando él y quinientos muchachos más salen de Valencia, el 17 de octubre de 1937, para unirse a las Brigadas Internacionales en Quinto de Ebro (Zaragoza) a razón de 125 por batallón. Tras deambular por varios pueblos de las provincias de Zaragoza y Teruel y verse involucrados en enfrentamientos bélicos en Celadas, oeste de Teruel y Segura de los Baños, a primeros de marzo de 1938 su unidad fue enviada al sector del frente de Belchite dónde se vio envuelta en la gran ofensiva de Aragón del ejército franquista. 

Veamos cómo él lo relata:

…/… A las 8 de la mañana, despeados, con los pies hechos polvo, llegamos a Belchite, en cuyos alrededores nos instalamos. Como es natural, nos pasamos todo el día cuidando de nuestros pies y descansando totalmente.

Al día siguiente estamos establecidos al sur de Belchite y comienzan los mandos a no dejarnos parar. A mi me toca reanudar las clases como miliciano de cultura español solamente para cuando no hay tiros. Cuando los hay, dejo de serlo y automáticamente paso a ser observador. Mi satisfacción de ayudar a que estos españoles de mi clase escriban ellos mismos sus cartas, queda compensada cuando me enseñan las cartas de sus familiares, contentos de recibir cartas escritas por ellos mismos, aunque sea con letras grandes y deformes todavía. Ahí es nada, que ellos estén contentos conmigo y yo con ellos. De esta manera van transcurriendo los primeros días del mes de Marzo.

El miércoles día 9, en medio de las clases de la mañana, empiezan a escucharse los ruidos artilleros del cercano frente, al propio tiempo que una gran demostración de fuerza aérea franquista sobre el cielo. Me entretengo como buen observador contando los aviones Alemanes e Italianos que durante casi todo el día permanecen cubriendo todo el cielo, pues hay un momento, que en mi cuenta llego a ciento veinte aviones juntos. Lo curioso es que vuelan a bastante altura y que no se molestan en bajar a por nosotros que estamos diseminados entre los olivos; diríase, que en lo único que están interesados es en despertar en nosotros asombro y sobre todo miedo. Porque resulta sobrecogedor ver constantemente sobre nuestras cabezas la misma cantidad de aviones, ya que cuando los que van en cabeza se esfuman en el horizonte, son reemplazados por igual cantidad de aviones que aparecen por el lado opuesto a integrarse en la tremenda formación.

Los otros Batallones de nuestra Brigada están distribuidos en pueblos colindantes como Letux, Lécera o Azaila, o Samper del Salz según creo, pero tampoco ellos son molestados por los aviones. Es una enorme demostración de los alemanes de Franco, diciéndonos que el cielo es suyo y de que nosotros no tenemos nada que hacer, porque durante todo el día, sus aviones van yendo y viniendo turnándose, de manera que su masa de aviones en el aire, pasa en todo momento del centenar. Todos nos preguntamos dónde está nuestra aviación, pero ya estamos acostumbrados y tememos que en cuanto comience el “jaleo” será únicamente para nosotros y a pecho descubierto.

Es hoy día de paga porque ha venido el pagador de la brigada y todos, por grupos, pasan a cobrar su mensualidad. Cuando al final de la tarde, quiero pasar a cobrar yo, me encuentro conque el Pagador ya hace rato que se fue a pagar a los otros batallones. Se lo digo a Cody, quien me contesta que ya cobraré mañana.

A punto de anochecer, escribo una carta a Mary y otra a mi madre. Esta vez, escribiendo, tengo una extraña premonición de angustia. Son muchos los aviones de Franco vistos durante todo el día para que no deje de estar preocupado. Termino las cartas y me acuesto a dormir.

Sobre las cinco de la madrugada nos despiertan a todos, diciéndonos que el frente fue roto ayer por la tarde y que tenemos que marchar a estabilizarlo. Se me representa de inmediato el despliegue aéreo de ayer. Nos reparten el desayuno, tomado de prisa y corriendo, se nos entrega la munición para cada hombre y se nos ordena formar en columna de a cuatro en fondo.

Como de costumbre yo no llevo arma ninguna. Cuando es necesario que me una al fuego de mis compañeros, siempre hay a mano un fusil de un camarada caído, pues siguiendo el consejo de Claudio Villanueva, para quien yo era Fausto “el españolito”, como decía preguntado por mí a los camiones de nuestro batallón cuando en los caminos cruzábamos con el Spanish que era el batallón de Claudio, yo entraba en el frente como los oficiales, sin armas en las manos y salía del frente también, con un fusil, municiones y bombas de mano.

Es el 10 de Marzo de 1938, aun sin despuntar del todo el día, cuando el Lincoln emprende la marcha por la carretera de Belchite a Fuendetodos, como he dicho ya, en formación de a cuatro. Vamos un poco inquietos pero al mismo tiempo confiados. Dave Reiss, en funciones de Comandante del batallón; Witt Parker como comisario político; Cody, como “cerebro gris”; y yo, como su único ayudante superviviente, vamos a la cabeza del batallón. Esta vez no se han puesto patrullas de vigilancia frontal, ni laterales porque estamos creídos que vamos a un frente de trincheras nuestras, a relevar a fuerzas de nuestra infantería de marina que guarnecen ese frente.

La pálida luz del crepúsculo matutino va haciendo cada vez más visible toda la columna formada por el batallón. Llegamos a las inmediaciones de las colinas del santuario del Pueyo y apenas la mitad del batallón ha rebasado el santuario, cuando enfrente mismo de nuestro batallón empiezan a disparar por sorpresa contra nosotros unas ametralladoras que nos causan unas cuantas bajas; Cody me dice, Fausto “Come on” [vamos], y echo a correr seguido de todos los que podemos, a las cimas de las colinas del santuario. Cuando llegamos arriba, jadeantes y casi sin aliento, echamos una mirada sobre la gran cantidad de brigadistas que yacen desparramados por el suelo, la mayor parte de ellos sin posibilidad de incorporarse jamás, porque han caído mortalmente heridos en esta imprevista y mortal trampa.

Nos distribuimos por las colinas y para nuestra sorpresa, encontramos metidos en sus refugios a unas compañías de infantería de marina que se encontraban descansando desde hace unos días en que fueron relevados del cercano frente. Parece ser que el santuario del Pueyo ha sido utilizado por estas fuerzas desde hace tiempo para estos menesteres. [Posiblemente fueran fuerzas de la 95 Brigada Mixta, unidad enviada a taponar el boquete abierto el día anterior en el frente de Fuendetodos al derrumbarse el frente. La 95 había sido reorganizada el verano de 1937 con infantes de marina].  

Pero la sorpresa para ellos, es que han visto la trampa que se nos ha tendido a nosotros y están acongojados, llorando a lágrima viva alguno de ellos. Trato de tranquilizarles, les pregunto y me dicen que si a nosotros nos han esperado los fascistas así, con ametralladoras disparando casi a bocajarro y de improvisto sobre nosotros, esto es señal, según ellos, de que sus compañeros de Brigada han sucumbido, o hechos prisioneros todos, bien ayer al atardecer, bien esta madrugada.

Bien pronto la artillería y los morteros, comienzan a caer alrededor nuestro. Un avión de combate ultramoderno, quizás un Messerschmitt 109 según me parece, baja sobre nosotros y comienza a ametrallarnos impunemente. Al ver al avión que suponíamos solo de observación, que nos ametralla sin dilación, me meto en una pequeñísima chabola, apenas poco más que un hoyo, que hay en lo alto de la colina y tengo la desgracia de dejarme la mochila a la entrada de la puerta del agujero.

El aviador, que puedo ver de perfil perfectamente, pica sobre mi agujero y puedo ver a un metro escaso de mis ojos, como las balas de las ametralladoras del avión alemán, hacen de mi mochila un colador, mientras pasa ante mi propia altura el modernísimo avión de combate [es obvio que si Fausto podía ver avión y aviador las balas no podían estar destrozando su mochila en ese pase, el destrozo debió ocurrir en algún otro pase, pues sólo le sería posible verlos en un vuelo norte-sur o sur-norte]. Cuando se aleja el avión, seguramente agotadas sus municiones, salto del agujero para ver lo que ha pasado y veo a Reiss y a Parker junto con dos consejeros rusos y mucha gente más, al pie de una hondonada que forman las colinas por su parte Este. [El santuario del Pueyo y hondonada a la que se refiere Fausto escogida por Reiss a una corta distancia de lo que fungía como estado mayor en la cueva junto a la torre mudéjar del santuario seguramente porque le proporcionaba una vista más amplia del terreno mientras los antiguos muros de la ciudad romana así como la hondonada misma proporcionaban una protección relativa.

Veo a Cody en la cima de la colina en donde estamos, tratando de enterarse bien de lo que tenemos enfrente y le pregunto y me contesta, con nuestro chapurreado inglés-español, que me retire rápidamente pues las colinas van a convertirse bien pronto en un infierno donde no se va a poder estar más tiempo. Efectivamente comienzan a caer obuses sobre nosotros. La batalla ya no es una batalla. Artillería de grueso calibre y tanques enemigos con su disparo rápido, hacen que nuestros brigadistas se resguarden todo lo que pueden. Desciendo unos metros donde están los refugios de los infantes de marina aterrorizados con tanto estampido artillero y trato de consolarlos, pues para ellos, aquello está resultando dantesco, acostumbrados como están, a intercambiar sola y esporádicamente algún disparo de fusil.

Al cabo de unos instantes, oigo una horrenda explosión, tan cercana, como si se hubiese producido dentro de los refugios cayendo sobre nosotros. Pasados unos minutos, algunos entran en el refugio a un teniente de la 1ª compañía, según me dicen, herido gravemente y vuelven a salir. Me acerco al herido y aunque no se como se llama, yo le conozco de vista y él me conoce a mí. Echo mano de su paquete de cura de urgencia y al mismo tiempo voy examinando sus heridas; tiene un trozo grande de metralla debajo de su tetilla izquierda, que tapona de momento la sangre que le debe estar saliendo ya. En cambio, otras heridas en el muslo derecho y la pantorrilla izquierda, le sangran abundantemente. Está dolido y creo que se va a morir de un momento a otro. Mientras lo manipulo, tratando de cortar la abundante hemorragia de su muslo, le pregunto si quiere alguna cosa, pues su herida del pecho no me atrevo a tocársela. Mueve la cabeza afirmativamente y me chapurrea en español “mi querer hablar con americano”. Yo le replico con todo el inglés que soy capaz de usar:”I know I am spanish, but you can tell me something if you want.” [“Sé que soy español pero puede decirme lo que quiera si lo desea”]. El herido, sintiendo que se muere, insiste, pero esta vez en inglés: “I want to speak with an american” [“quiero hablar con un americano”]. En este justo momento entra presuroso Cody en el refugio y me dice al verme:”Fausto, come on outside with me” [“Fausto, ven afuera conmigo”]. Yo le contesto en español: “Cody, este hombre se está muriendo, ¿no podrías atenderle tú? Cody vuelve a decirme: “Come on” [“ven”]. Esta vez le chapurreo a Cody en inglés: “This man is going to death and he want to speak with an american man” [“Este hombre se muere y quiere hablar con un americano”]. Ahora CODY se enfada, saca del cinto su pistola y la empuña apuntándome directamente diciendo: “Come on outside”, less cool, “Fausto” [“vamos afuera, con menos frialdad, Fausto”]. Yo me incorporo de junto al herido y le digo a Cody esta vez en español: “está bien Cody, pero de esto ya hablaremos más tarde. Salgo afuera del refugio con Cody apuntándome con su pistola, abandonando al herido y me encuentro con una escena de un espanto dantesco. El comisario Parker esta tendido en el suelo, mientras por un costado de su cabeza se le asoma una buena parte de su masa encefálica. Hay cuatro o cinco cuerpos de oficiales muertos también, cerca del cuerpo del Comisario. Y está también el comandante, teniente Dave Reiss, colocado sobre una manta, con la tez muy pálida y los ojos ya casi vidriosos, el que además tiene parte del paquete intestinal saliéndosele del vientre esperando morirse de un momento a otro, aunque se está tratando de evacuarle. Precisamente para esto me ha buscado Cody.

El santuario fue edificado sobre los restos de una ciudad romana construida en el siglo II a.C. Por el ángulo en el que cayó la bomba ésta fue con casi toda seguridad una bomba de aviación; varios historiadores consideran las probabilidades de que una bomba cayera en ese sitio preciso de una entre un millón. Hoy por hoy la hondonada es un vertedero, lleno de chatarra y botellas rotas, aunque todavía se puede encontrar metralla del fatídico bombazo.

Izq: Hondonada y al fondo Belchite nuevo, con el viejo hacia la derecha apenas visible.Dcha: Cuevas del estado mayor con la base de la torre mudéjar a la derecha, evidentemente usadas también por las tropas que guarnicionaban el Pueyo antes de la llegada del batallón Lincoln.
Izq: Hondonada por debajo y a la izquierda de las cuevas al lado de la torre mudéjar donde estaba ubicado el estado mayor del batallón.Dcha: Destrozo en el antiguo muro romano provocado por la bomba que mató a Reiss, Parker y demás acompañantes.

Tres de las cuatro puntas de la manta están siendo sujetadas por los intérpretes-administrativos del batallón Staff [Estado Mayor del batallón] y la cuarta punta me está aguardando a mí, por voluntad y al mismo tiempo por necesidad de Cody, pues ya no puede contar con nadie más a su alrededor. Levantamos la manta con el cuerpo del comandante dentro de ella y en medio de cañonazos, morterazos y ametrallamiento de los aviones alemanes, echamos a correr cuesta abajo, mientras que Cody, más aprisa, se marcha precipitadamente por delante de nosotros, en pos de los brigadistas que quedan de nuestro batallón y que en marcha disparada, a todo correr, retroceden hacia Belchite. Así que resulta que somos los últimos del batallón en evacuar los cerros del santuario del Pueyo, con el casi cadáver de nuestro comandante Dave Reiss a cuestas [Cecil Eby da como último en abandonar El Pueyo a Joe Bianca, quien con su ametralladora Maxim mantuvo a raya a las tropas nacionales que avanzaban por las colinas del sur].

A todo esto, aún antes de llegar nosotros al llano, los tanques enemigos ya trepan por las colinas y la aviación, que el día anterior solo hizo alarde de su superioridad, se muestra en cambio hoy muy activa contra nosotros, ametrallando ahora a todos los brigadistas que van retrocediendo.

Veo a mis tres compañeros, supeditados como yo a llevar con nosotros la manta con el cuerpo del comandante, a sabiendas de que nos han dejado a nosotros solos la peor parte de lo que quedaba por hacer. Porque si la vanguardia de los que corren desesperadamente hacia Belchite hubiera cargado con su comandante, ya habrían quizás llegado al pueblo, o al menos, habrían tropezado con un médico que hubiese tratado de salvar la vida del buenazo de Dave Reiss.

Foto Izquierda: Dave Reiss es el de la izquierda, instantánea tomada el 4-10-37 más que probablemente en Quinto de Ebro poco antes de que Fausto llegara a esa localidad.Foto derecha: Parker es el segundo por la derecha. Al fondo se puede ver el Piquete (Iglesia) de Quinto.The 15th International Brigade Photoghraphic Unit Photograph Collection; ALBA photo 11-0772 y 11-0838. Tamiment Library/ Robert F. Wagner Labor Archives. Elmer Holmes Bobst Library, 70 Washington Square South, New York, NY10012, New York University Libraries.

Conforme vamos bajando la cuesta, los quejidos del comandante van siendo apenas perceptibles y sus ojos más inexpresivos. Dos aviones de caza alemanes, que nos han visto solos, se separan de su escuadrilla y descienden para ametrallarnos, quizá imaginándose con mucha razón, que si cuatro hombres rezagados transportan a un herido, cuando todos sus compañeros han echado a correr, muy importante debe de ser ese herido para que esos cuatro hombres traten de evacuarlo en unas condiciones tan adversas. Y los dos aviones se lanzan impunemente sobre los cuatro hombres rezagados, que son, solo ellos cuatro… y el muerto. Porque el Comandante Dave Reiss, tan modesto, que no se juzgaba digno de mandar un batallón como el Lincoln, conformándose y prefiriendo mandar su compañía de ametralladoras, acababa de expirar. Refugiados detrás de la última peña suelta que queda antes de llegar al llano, dejamos en tierra la manta con el cuerpo de Dave Reiss, le zarandeamos para ver si tiene algún indicio de vida todavía y cuando nos cercioramos de que está muerto, le cerramos los ojos, depositándole en el suelo, casi debajo de la peña en la que estamos guarecidos.

Posiblemente el cuerpo de Reiss fue depositado en sentido oeste-este entre ésta roca grande y otra mas pequeña para protegerle de las balas de los aviones. Los ametrallamientos solamente eran factibles en dirección norte-sur ó sur-norte, pues al oeste estaba la loma del santuario ya prácticamente ocupada por las tropas nacionales.

Se pueden ver claramente trozos de la roca de un color más vivo, es, seguramente, debido a que el impacto de las balas de cañón de los aviones hicieron saltar grandes trozos de roca.

Es todo cuanto podemos hacer por él. El problema nuestro ahora, es cómo salir al descampado con los dos aviones merodeando sobre nosotros, como dos buitres sobre su carroña.

De detrás de los montículos, o delante según se mire, del santuario del Pueyo, arranca un llano pelado, que está atravesado al final por un puente de ferrocarril que cruza la carretera que va a Belchite. Antes de llegar al pueblo y tras de cruzar el puente, el terreno ya está más arbolado y luego viene una laguna. Por otra parte, hacia la izquierda de las colinas del santuario luego de la pelada llanura, queda un olivar en que poder refugiarse y defenderse contra los aviones de caza.

Detrás de la peña, nos ponemos de acuerdo en la mejor forma de retirarse, para tratar de escapar a la acción de los machacones aviones alemanes, que erre que erre, no cejan de tratar de cazarnos como a conejos. Luego de un pequeño conciliábulo entre nosotros, se decide que sea yo el que salga primero y posteriormente ellos, también de uno en uno. Acordamos también que a medida que vayamos llegando al puente si podemos, que esperemos a los otros tres, si es que logramos llegar todos. La acción de cada uno podrá ser vista por quienes están detrás del pedrusco, porque desde aquí se divisa muy bien el puente y suponemos que el que llegue al puente, podrá también seguir con la vista perfectamente la retirada de los demás. Mis tres compañeros están menos acostumbrados que yo a vérselas con los aviones de caza a pecho descubierto. De ello me he percatado cuando llevábamos muriéndose al comandante. Es por eso que imagino que han preferido que sea yo el primero que se las vea cara a cara con los dos aviones.

Izq: Ziz-zag de Fausto desde la roca bajo la que depositaron a Reiss hasta el puente del ffcc de Utrillas.Dcha: El puente y toda la vía férrea fueron desmantelados en 1966. Claramente existía un armazón de hierro que se apoyaba en los pilares inferiores a ambos lados del puente, lo que hacía que la distancia armazón-suelo fuera menor y permitiera mejor a los brigadistas el esconderse.

Echo a correr rápidamente mientras que con la cabeza levantada veo venir a los dos cazas a por mí. Corro en zigzags prolongados, mientras mi cabeza, a velocidad vertiginosa va decidiendo que será lo mejor que puedo hacer. Pienso vertiginosamente, mientras corro a todo correr, en qué será mejor, si tumbarme al suelo cuando me ametrallan con lo cual el blanco que yo ofrezca será de 1’65 m, que es mi estatura, o si será mejor seguir corriendo, con lo que el blanco que yo ofrezca a los aviadores alemanes que me ametrallan, no será mayor de 0’30 m al pasar sobre mí. Me decido por esto último y oigo golpear en el suelo a mi lado los impactos de la ametralladora del primer avión; cuando pasaba éste, zigzagueo nuevamente a derecha e izquierda rápidamente, con lo que consigo pasar indemne también de las ráfagas del segundo avión. Voy tan deprisa en mi carrera que pienso que el corazón se me va a salir por la garganta. Mientras, giro la cabeza y veo como los dos aviones se están ensañando con sus ráfagas, pasando y repasando el lugar donde están mis tres camaradas. Supongo que los aviadores deben de pensar que tres blancos en cuclillas y otro cuarto sobre una manta son mejor presa que uno solo y corriendo.

Consigo llegar indemne al puente del ferrocarril que cruza sobre la carretera que conduce a Belchite y me dejo caer sobre el suelo, respirando fatigosamente. Cuando apenas me he recuperado de mi vertiginosa carrera, veo de nuevo a los aviones, que o bien han terminado con mis tres camaradas o al menos les han hecho permanecer quietos camuflándose, viniendo ahora hacia el puente, donde aparte de mí, hay unos pocos más brigadistas refugiados sin atreverse a salir de su escondite.

Según Cecil Eby dos de los tres compañeros de Fausto fueron Vernon Shelby, estudiante de West Point que no acabó la carrera y John G. Honeycombe, organizador comunista de California. Los tres alcanzaron el puente ilesos. Entre los brigadistas bajo el puente estaba Harry Fisher que había sido mandado una hora antes a reparar las líneas telefónicas entre batallón y brigada y había sido testigo bajo el puente de las peripecias de Fausto (conoció la identidad de Fausto al leer el libro de Eby sesenta años mas tarde).

Todo el cielo hasta Belchite y más allá aún, está lleno de aviones que achicharran con su fuego a nuestras fuerzas. Nuestros encarnizados enemigos, los aviadores de los dos aviones separados de los demás, descienden de nuevo con su picado, están sobre el puente y sueltan sus ráfagas sobre nosotros, que gracias al puente no somos tocados. Repiten otra vez sus pasadas y al traspasar el puente, luego de haber tratado sin conseguirlo de alcanzarnos con sus ametralladoras sueltan unas granadas, que por lo menos a mí no me dan, porque no lo pienso más y echo a correr cuando los aviones se preparan para iniciar su tercera pasada. Trato de darme cuenta de mi nueva situación y me encuentro, que cuerpo a tierra, cerca de donde yo acabo de llegar, están tumbados los hombres del British, que han estado contemplando las escenas de mi carrera bajo los dos aviones y las pasadas de estos sobre el puente. Los del British han estado quietos y callados, tratando de permanecer ignorados de los aviones, amparándose en los olivos.

Rápidamente alcanzo el gran olivar que hay mas allá del puente; una vez allí, me pierdo para los aviones que siguen pasando y repasando sobre el puente.

Cuando la guerra los primeros olivares se encontraban a unos 600 metros del puente hacia Belchite. Actualmente lo han alcanzado y sobrepasado ligeramente. Fausto debió aprovecharse del talud mostrado en la foto a la izquierda de la vía para escabullirse ya que ofrecía un cierto resguardo aparte que los pilotos andaban distraídos con su ametrallamiento del puente.

Me presento al comandante del British cuyo rostro conozco, pero no así su nombre [Sam Wild]. Le digo quien soy, me da la mano y me dice que me conoce y que por lo tanto sabe quien soy. Le relato todo lo que ha sucedido desde que los franquistas al amanecer nos sorprendieron y me dice que ya lo sabe, pues ellos están allí precisamente para proteger el flanco izquierdo del Lincoln en su desesperada retirada y para evitar que los que quedan del Lincoln sean envueltos otra vez. Me explica también que ellos estaban acampados hasta este amanecer en Letux y que por lo tanto les ha costado muy poco llegar hasta aquí. Le vuelvo a preguntar por lo que queda del Lincoln y me dice que los supervivientes americanos están en Belchite ya, además ha llegado Merriman también. [Según Eby, Merriman apareció por el Pueyo alrededor de las 9 de la mañana en un carro blindado prometiendo refuerzos. También se le vio en el mismo blindado en la carretera entre Belchite y Lécera].

Ellos por su parte procurarán retrasar al enemigo todo lo que puedan pero también tendrán que converger sobre Belchite pues el enemigo, al que ha detectado ya, dicen que es muy numeroso; mira, me dice el comandante del British, y efectivamente, las colinas del santuario del Pueyo están ya llenas de tanques y de columnas de fuerzas de Franco, con grandes banderas bicolor, la antigua bandera española roja y gualda al frente de cada columna. Se les aprecia tranquilos, operando como en un desfile militar incruento para ellos, porque sus grandes masas de aviación, artillería y tanques hacen inoperantes, con el castigo a que las someten, a las fuerzas de enfrente; por lo tanto actúan con plena tranquilidad.

El Comandante del British me aconseja que me quede con ellos hasta que nos acerquemos más a Belchite, pues estamos ya desbordados por los flancos por el enemigo y me pueden cazar si trato yo solo de alcanzar a lo que quede de mi batallón. Le pido al Comandante un fusil y hace que me entreguen uno, con tan solo 10 balas. Dice que no puede dar más, pues además, con ellos tendré seguramente suficiente hasta llegar a Belchite.

El British va retrocediendo escalonadamente por entre los olivares y en perfecto orden, hilera en fondo, tras hilera de hombres, protegiendo una hilera a la otra que retrocede y alternándose de esta manera en su retirada hacia Belchite. Cuando estamos ya casi en Belchite, separados por la laguna, me despido del comandante inglés, que amistosamente otra vez, me ofrece su mano, estrechando la mía con firmeza. Echo a correr desesperadamente y al pasar junto por la laguna, me toca echarme cuerpo a tierra varias veces a causa del fuego de la artillería enemiga que empieza por tirar solamente hacia mí, para gradualmente ir pasando su fuego mas adelante hacia Belchite.

Al otro lado de la laguna, al que a pesar de la artillería llego corriendo, doy con una pequeña trinchera, más bien una zanja, en la que distingo a un brigadista del Lincoln, empuñando un fusil ametrallador de plato. Trato de salvar el trecho hasta la pequeña trinchera antes de que se acerque demasiado a ella una columna de Franco con su bandera al frente que ya se ha colocado entre el British y Belchite. Cuando llego a la pequeña trinchera, que es simplemente una trinchera de evacuación, el acogedor ¡Hello! del hombre del fusil-ametrallador demuestra que me ha conocido desde lejos y que estaba aguardando mi llegada.

España. Ministerio de Defensa. Archivo General Militar de Ávila. Foto80-CP2-29.

Le pregunto por Cody y en un mal español, porque el sabe que mi inglés es todavía bastante malo, me dice que Cody debe de estar con Merriman un poco mas atrás.Los de la bandera española bicolor, que ya están disparando sobre nosotros, se encuentran con el bravo ametrallador americano a quien conozco, como él a mí, pero del que no se su nombre, que se apresura a poner en funcionamiento su fusil-ametrallador con eficacia. Yo me echo el fusil a la cara y disparo a mi vez los 5 disparos de las 5 balas que tengo en la recámara del fusil Remington ruso, pero cuando trato de abrir el cerrojo del fusil para introducir las otras 5 balas que me quedan, me encuentro con que el cerrojo está atrancado y por más esfuerzos que hago no puedo abrirlo.

Veo al americano tan ensimismado haciendo fuego, que le doy una palmada en el hombro, le enseño mi fusil y le digo “goodbye” marchándome apresuradamente hacia atrás.

Al salir de la trinchera de evacuación al camino, me encuentro de sopetón con un blindado nuestro, que al verme, me dispara una ráfaga de ametralladora sin acertarme.

Comienzo a chillar y a llamarles “cabrones” y el blindado se detiene, sale de su interior un teniente y me pregunta quién soy y cual es la situación. Luego de decirle quien soy, le explico rápidamente que el British ha quedado entre los olivares de la izquierda y el enemigo que viene hacia aquí, quien no tiene delante de sí más que al valiente americano con su fusil-ametrallador para demorar el avance enemigo. [Fausto dice que “el British ha quedado entre los olivares de la izquierda”, o sea de su izquierda, indicando que se encontraría en ese momento sobre o cerca de la acequia, que se ve bien asimismo en la foto].

España. Ministerio de Defensa. Archivo General Militar de Ávila. Foto80-CP2-25.

España. Ministerio de Defensa. Archivo General Militar de Ávila. Foto80-CP2-29.

A mi vez le pregunto por el Lincoln y me dice que está en las trincheras de cemento que se hicieron luego de la toma por nuestra parte de Belchite. Me dice también que Cody está tratando de reagrupar y de sacar todo el partido posible de lo queda del Lincoln. Les digo salud a los del blindado que son españoles e inicio mi marcha hacia lo alto, enfrente, en donde están las trincheras y me encuentro de pronto con que tengo mis pies metidos en un barrizal. El terreno ha sido inundado para que los tanques enemigos no puedan actuar.

Fausto pudo sospechar una acción premeditada para impedir el paso de tanques pero lo más probable es que los bombardeos nacionales hubieran destrozado varios edificios junto a la acequia, así como la acequia misma, lo que provocó su desbordamiento.

Trato de avanzar hacia la ladera que lleva a las trincheras y penosamente, sacando una pierna del fango que me llega hasta media pierna y metiendo la otra a su vez en el fango para avanzar trabajosamente, llego al pié de la ladera, pero no encuentro manera de salir del barrizal.

Grito a los hombres que veo ascender y que ya consiguieron salir del barrizal.

Ésta es, sencillamente, una foto soberbia tomada por la Legión Cóndor el 11-3-1938, menos de 24 horas después de que Fausto y cientos de otros republicanos hubieran huido por allí. A destacar en ella:

España. Ministerio de Defensa. Archivo General Militar de Ávila. Foto80-CP2-16.

La línea de cráteres en la parte inferior del campo, de los que seis son claramente visibles, indicaría la ruta tomada por los que huían desde la carretera, a la derecha, hasta la ladera del Calvario, siendo bombardeados por un avión con bombas de pequeño calibre.El espacio entre la pared norte del edificio y el barranquito parece era la entrada del agricultor dueño del campo y de los republicanos el 10 de marzo, según el subrayado en la foto (subrayado 3). 

Se ven asimismo tres cráteres substanciales de bombas de mucho mayor calibre al sur de las escuelas nuevas (subrayado 4).

El primer bancal muestra un color blanquecino, así como dos terceras partes del segundo y la parte superior del tercero, mostrando lo que había sido barrizal el día anterior.

Absolutamente sorprendente es la sección de acequia desgajada y que ha quedado en sentido diagonal a la acequia, (subrayado circular 1) precedido por varias secciones todavía unidas pero dislocadas de su dirección original. De ésta sección desgajada sale la traza de agua que salió por el boquete y que llega casi al primer bancal.

Se pueden observar innumerables cráteres pequeños producidos por ametrallamientos o por metralla. Se distingue muy bien la compuerta de desagüe que da al primer barranco profundo entre campo embarrado y el siguiente. Desde esta compuerta hacia el este el destrozo es considerable, tanto en la acequia como en los edificios.

En el subrayado circular 2, puede verse otro trozo de acequia faltante y un pequeño cráter blanquecino en el campo, inmediatamente junto al último cráter de bomba en la hilera desde la entrada al campo, como atestiguando una caída substancial de agua. El campo embarrado está lleno de trozos, concretamente provenientes de la sección pulverizada de acequia.En la foto no aparece ser humano alguno en el campo embarrado pero sí los hay en los campos adyacentes a la acequia a la altura de la Ermita.

Se ven dibujos de trincheras al este de la Ermita.

Apenas delineado, a la izquierda de la foto, se puede observar el pequeño fortín fotografiado por nosotros entre los restos del emplazamiento, ver subrayado 6.

Francisco Naval Ortiz, en una visita al Calvario, nos contó que el 10-3-1938 los nacionales habían fusilado a cuatro rezagados y los habían enterrado en el preciso lugar del subrayado 5, macabramente visible en la foto.

El subrayado 7 corresponde a la posición del bunker de gran tamaño, puesto de mando de la brigada donde Merriman abroncó a Reiss a las 3 de la mañana del día 10 de marzo por no haberse puesto en camino hacia El Pueyo, y en el que se cobijó Fausto al caer la tarde de ese día antes de huir hacia Azaila. 

Pido ayuda en inglés: ¡Help me comrades! Pero nadie me contesta. Lo intento en español, ¡Por favor echarme una mano! Tampoco nadie me hace caso. Al final, viendo que nadie quiere ayudarme y que me encuentro perdido, digo en valenciano: ¡Per favor achudeume, que no puc isir asoles de asi! Al oír mis palabras en valenciano, se vuelve la cara de uno de los que ya están arriba y me contesta: ¡Ya vaig! Y baja corriendo el valenciano, me saluda, pues me conoce y le pregunto como se llama. Y me dice, Pepe, de la segón compañía y ya se yo que tu eres Fausto. Me alarga su fusil por la culata, me agarro bien con ambas manos, tira con fuerza el valenciano de mí y me encuentro, poco a poco arriba, fuera ya del barro. Le doy las gracias a Pepe en valenciano, quien echa a correr rápidamente hacia arriba para reunirse con los que quedan de su unidad. 

Mientras tanto me detengo, respiro algo más tranquilo y veo enfrente de mí, al otro lado de los barrizales, el pequeño coche marca Beacon de Merriman, que a mí me parece un Ford 8HP y junto al coche el propio Bob[Merriman], impávido, sin hacer caso de las granadas explotando cerca de él. Merriman se mantiene interpérrito [sic] en un alarde de valor, posiblemente consciente de los muchos ojos de sus hombres que sin duda él sabe que le están contemplando. En realidad todos le admiramos por su prestigio que en estos momentos, por su planta, me medio del estallar de las granadas no desdice un ápice. Lleva como siempre puestas unas botas de caña alta, como las que usaban las mujeres de principio de siglo, pero mas altas, color marrón, acordonadas hasta casi cerca de las rodillas. Sus botas, sus pantalones de montar y su guerrera de impecable oficial así como su gorra de plato me harían reconocerlo aun cuando no pudiese distinguirse bien su cara, ya que él está a poco más de cincuenta metros en línea recta de donde yo estoy.

Foto tomada en Septiembre de 1937 justo después de ser conquistada por los republicanos. Su importancia primordial para este trabajo consiste en que la acequia que se ve a la izquierda, vacía en esta ocasión, tal como discurría por aquel entonces junto a la carretera de Azaila, antes de las obras del cruce de carreteras que hizo necesario comunicarla de un lado al otro por vasos comunicantes.

A señalar también la altura del talud entre acequia y campo, ilustrado hasta cierto punto por las personas que se encuentran a la entrada del rellano, o las caballerías en el rellano mismo, que daría una altura aproximada de al menos 3 m. La altura, el ángulo de un 60% y el hecho de estar recubierto de hierba harían verdaderamente muy difícil su escalada, máxime con el calzado embarrado y el nerviosismo reinante de cientos de hombres huyendo en medio de ametrallamientos y bombardeos.

El daño en el muro de la izquierda debió ser causado por el derrumbe visible de esa parte de la fábrica del Trallero.

Si como aparece en la foto de 11-3-1938 el camino de subida al Calvario está obstruido por escombros y Merriman se ve obligado a dejar su coche para subir andando, más o menos a 50 m de donde Fausto fue ayudado a trepar a la carretera.

Robert Merriman.The 15th International Brigade Photoghraphic Unit Photograph Collection; ALBA photo 11-0122. Tamiment Library/ Robert F. Wagner Labor Archives. Elmer Holmes Bobst Library, 70 Washington Square South, New York, NY10012, New York University Libraries.

Dejo de mirar a Merriman, jugando con dignidad su papel de héroe inconmovible, quien empieza a emprender la subida hacia las trincheras de hormigón cuando yo también me dispongo a entrar en ellas. A todo esto los aviones alemanes e italianos están ametrallando continuamente y su artillería bombardeándonos sin cesar.

Cuando ya estoy dentro pregunto por Cody y me dicen que está en un espacioso bunker que hay unos pocos metros más allá de las trincheras. Me introduzco en el bunker y allí está Cody con tres o cuatro oficiales a los que desconozco, pues no son del batallón Lincoln. Cody, a quien me presento y saludo muy seriamente, me contesta con mucha amabilidad preguntándome por todo cuanto puedo informarle, interesándose especialmente sobre todo por la muerte de Dave Reiss y por los últimos momentos en el santuario del Pueyo y por la situación del batallón British que me atendió. Me pregunta también como me encuentro físicamente, al ver mi cara ojerosa y llena de fatiga. Le digo que estoy derrengado, pues si algo me faltaba en este aciago día era el barrizal y le cuento que únicamente gracias a un valenciano pude salir de entre el fango. Me pregunta a su vez que si estoy en condiciones de ir a un observatorio, pues de los diez observadores que éramos al principio solo quedamos él y yo, con la diferencia, le adujo yo, de que ahora él es el jefe del batallón Lincoln a falta de otro. Pero le digo también que físicamente estoy a la última pregunta y que quizás un poco de comida me aliviaría de mi derrengamiento. Cody me contesta que no hay comida y que me quede reponiéndome en el bunker descansando lo que pueda, pues las fuerzas franquistas son tantas y tantos sus tanques y cañones que no hace falta ninguna clase de observación, pues los tenemos demasiado encima.

Sin esperarlo, al menos por mi parte, veo entrar en el bunker a Merriman, acompañado de un teniente negro. Me ve, me dice ¡Hello Fausto! y a continuación se ensarza [sic] en una discusión con Cody no entiendo sobre qué; mi inglés es tan deficiente que no les entiendo más que dos palabras: Over there y Over here [aquí y allá].Cody saca unos mapas y le va explicando a Merriman cual era esta mañana la situación del frente cuando nos sorprendió el enemigo. Esto, mal me lo termino de imaginar porque al cabo de un rato de su conversación, Merriman gira su cabeza un poco y me mira a mí que estoy en el otro extremo. Pienso que Cody debe de estarle contando que tuvo que sacarme a punta de pistola para cooperar en el intento de salvar a Reiss, pues les oigo citar su nombre y más delante de la conversación también escucho el nombre del British, por lo que imagino mi información previa a Cody le permite a él mostrar en los mapas el lugar más o menos exacto por donde debe andar a estas horas el British.

En medio de la conversación, pues ya hablan ambos menos excitadamente, entran de vez en cuando tenientes o sargentos acompañados de soldados brigadistas que van retirando del depósito instalado en el propio bunker cajas de municiones conteniendo balas, cintas de ametralladora y granadas de mano. Merriman, Cody, el teniente negro y los otros oficiales del estado mayor de la brigada que están allí, siguen su charla. Cody le señala el teléfono que hay en el bunker y le sigue diciendo cosas a Merriman pero yo no entiendo más que la palabra nothing una y otra vez; creo poder explicármelo, se ha pedido comida, se ha pedido municiones, se ha pedido artillería, se ha pedido aviación, pero aquí no hay más municiones, más cañones ni mas aviones que los de Franco.

Es el bunker mas fotografiado por los republicanos cuando ocuparon Belchite. Hasta el general Walter aparece en varias fotos examinándolo. Hicieron de él el Cuartel General de la XV Brigada.Archivo Jaime Cinca Yago. Bunker: "LOMA ARTIFICIAL"  en Belchite.

Cesa la conversación y un ominoso silencio se produce en el bunker. A poco vienen otro teniente con unos hombres a por munición y se llevan las últimas cajas. Cody y Merriman empiezan a lanzar imprecaciones. Creo poder entender que están diciendo que la situación es insostenible. Que no tendremos más remedio que echar a correr a donde podamos, pues prácticamente estamos rodeados por todas partes y sin poder defendernos dentro de poco. Las fuerzas de Franco no solo han venido directamente desde la carretera de Fuendetodos si no que además han bajado por nuestra derecha por la carretera de Mediana y por la izquierda por la de Azuara. Ha sido una rotura total del frente la conseguida por Franco en su embestida. Más de cien aviones permanentemente operando desde el cielo, unas enormes cantidades de tanques sobre el terreno, no sabemos cuántos y cientos de cañones, han hecho saltar todos nuestros dispositivos de defensa. Encima la emboscada y posterior masacre de buena parte del Lincoln en el santuario del Pueyo.

De nuevo más tenientes vienen a por municiones pues el fuego es intenso. Merriman dice a los tenientes que no quedan más municiones y que resistan todo lo que puedan hasta que llegue la noche, administrando bien todas las municiones que a sus hombres les queden y si es necesario que luchen con las bayonetas, que más tarde él ya ha ordenado la retirada para dejar establecido mañana el nuevo frente. Los tenientes salen del bunker muy deprimidos.

Sobre las seis de la tarde, ya con el crepúsculo vespertino, casi con la noche encima, Merriman da la orden de retirarse hacia Híjar o donde cada uno pueda. [El general Yagüe dio Belchite como ocupado a las 4:30 de la tarde]. Es prácticamente el ¡sálvese quien pueda! Se produce la desbandada; Merriman, Cody y los otros oficiales del Staff de la brigada contemplan como nuestras fuerzas, agotadas sus municiones, echan a correr hacia atrás, en un desesperado esfuerzo por no caer prisioneros y al final ellos también, Cody, Merriman y los oficiales salen del bunker y echan a correr sin ocuparse esta vez de mí. Mi situación es crítica a más no poder. Apenas puedo mal andar; la jornada ha sido agotadora. Hace más de doce horas que empezamos a luchar; hemos disparado, corrido, resistido, siendo diezmados y ahora vuelta a correr sin haber podido tomar ningún alimento con que reponer fuerzas. Tengo los pies llagados y mis dolores en las ingles son muy intensos. Salgo yo también del bunker y todavía alcanzo a distinguir corriendo bastante cerca de mí a los últimos en retirarse. Ahora la artillería enemiga comienza a divertirse más, jugando al tiro al blanco sobre nosotros, corriendo en pleno descampado. En la lejanía del llano sobre el que estamos se apunta la silueta de un único cañón antiaéreo nuestro, que ha estado actuando valientemente pero sin mayor eficacia durante toda la tarde pero que ahora está enmudecido y que pronto será destruido o retirado.

Esta trinchera transversal en la que cayó Fausto era una trinchera nacional, cuyo principal énfasis parece haberse dado a la sección de la izquierda de la carretera, según se va desde Belchite a Azaila.

Echo a correr entre el diluviar de obuses que nos acosan y en uno de ellos, que presiento que me puede dar si no me echo al suelo, me arrojo de cabeza en una de las trincheras transversales de evacuación de las que todavía quedan en Belchite y que ahora estamos atravesando. Caigo al fondo de la trinchera resultando magullado por el tremendo batacazo que me acabo yo mismo de proporcionar y pienso que todo ha terminado ya esta vez para mí, pues me resulta muy doloroso hacer cualquier movimiento. Afortunadamente están allí abajo en la trinchera también dos hombres a los que conozco; uno es el teniente Martínez, voluntario español que ha venido de Norteamérica donde residía para luchar contra el fascismo y el otro, el teniente Camacho, de Córdoba, voluntario también pero procedente de la zona de Franco de donde se pasó a nuestras filas, luchando valientemente hasta alcanzar el grado de teniente. Ambos a la par se acercan hasta mí, pues me han reconocido cuando yo caía en la trinchera en la que ellos se habían introducido unos momentos antes. Me preguntan como estoy, me reincorporan, pues apenas puedo moverme y se preocupan de saber si tengo algún hueso roto. No tengo nada demasiado importante mal, aparte las magulladuras que debo tener en la espalda por lo que me duele y unos rasguños en el rostro.

Cuando tratamos de echar a andar me encuentro con la desagradable sorpresa de que no puedo dar un paso. Mi magullamiento es ahora tan intenso que no puedo andar sin un intenso dolor en las piernas y sobre todo en las pantorrillas y en las ingles. Les digo a los tenientes Martínez y Camacho que se vayan, diciéndoles, por si no lo saben, que la propia orden verbal de Merriman ha sido la de reunirnos si podemos en Híjar o Azaila. Me contestan que ya lo saben pero que no me van a abandonar, pues en el estado en que estoy tan solo puedo esperar dos cosas: pegarme un tiro y suicidarme para que no me cojan y caer prisionero o probablemente ser fusilado si me cogen prisionero. Me agarran entre los dos y con mucho esfuerzo me sacan de la trinchera, pues ésta es bastante profunda y les cuesta mucho el conseguir sacarme de ella. Luego me cogen de un brazo cada uno, se los echan sobre sus hombros respectivos y me llevan, lentamente andando, casi en volandas.

A pesar de las explosiones de los obuses de la artillería enemiga que sigue bombardeándonos aunque con menor intensidad dado que es ya casi de noche, son muchos los hombres que corren enloquecidos hacia la retaguardia. Se ve a hombres del British correr junto a los nuestros del Lincoln apresuradamente.

Los tenientes Martínez y Camacho hacen detenerse a un camión de evacuación que va repleto de heridos y me suben al camión, subiéndose ellos dos también conmigo.

Pasan por Caspe; de ahí en otro camión a Mora la Nueva y en un tercero a Tarragona. Fausto llega el 12 de marzo a su casa en Valencia. Los dos tenientes tienen en mente desertar. Fausto se presenta el 14, a las 8 de la mañana, en la sede de las Brigadas Internacionales. De inmediato se le traslada a las inmediaciones de Gandesa a reunirse con su batallón. El comisario Gates amenaza con fusilarlo pero Cody suaviza la situación.

El 2 de abril Fausto cae prisionero y pasa los próximos 26 meses en cárceles y campos de concentración, pero todo esto será para más adelante.

Mapa del recorrido realizado por Fausto -Para agrandarlo pinchar sobre el mapa-

Relato original de Fausto Villar Esteban, con comentarios y actualización de Samuel Basterra así como la generosa e inestimable contribución de Jaime Cinca, experto en todo lo que se refiere al Campo de Belchite.

© Textos: Fausto Villar Esteban; Samuel Basterra y Jaime Cinca (comentarios y actualización)

© Edición y maquetación: Jaime Cinca Yago

© Fotografías: Samuel Basterra; Archivo Jaime Cinca Yago; Agencia Efe (fototeca); http://www.portalcultura.mde.es/cultural/archivos/.

Los autores agradecen a Allan Warren su cooperación localizando la foto de Dave Reiss

Copyright: Madrid and Valencia 1997.

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