Prolegómenos de la Ciencia 11a

68 EULER DEMOSTRO LA EXISTENCIA DE DIOS.

75 LA PARADOJA DE FERMI

75 PLURALIDAD DE MUNDOS HABITADOS

Leonhard Euler (1707-1783) Nace en Basilea, Suiza. Fue matemático y físico, y es considerado uno de los más grandes matemáticos de la historia. Vivió en Rusia y Alemania la mayor parte de su vida. El más prolíficos, ya que sus obras completas reunidas pueden ocupar entre 60 y 80 volúmenes publicó, más de 500 libros y artículos. Aproximadamente el 40% de sus trabajos están dedicados a la matemática aplicada, la física, la mecánica, la hidromecánica, la teoría de la elasticidad, la balística, la construcción naval, la teoría de máquinas, la óptica y otras. En todas las ramas de las matemáticas hizo descubrimientos notables, que lo situaron en el primer lugar en el mundo. Euler, en 1730, ocupó la cátedra de filosofía natural, en vez de la sección de medicina. y se convirtió en el matemático más importante de la Academia a la edad de veintiséis años. Ese mismo año se casó con Mademoiselle Gsell, una dama suiza, y con tuvo trece hijos. En 1738, perdió la vista de su ojo derecho, durante la realización de un mapa geográfico de Rusia.

En 1741, Euler recibió una invitación de Federico el Grande de Prusia para incorporarse a la Academia de Berlín aceptó la invitación y se trasladó, sin embargo continuó sus contactos académicos con los rusos e incluso recibía pagas de los rusos por sus servicios. Los Rusos se aliaron con la coalición de potencias contra Prusia, en la guerra de los siete años. Desafortunadamente para Euler, durante la guerra una finca suya fue destruida por el ejército ruso. Sin embargo tal era la fama de Euler que cuando el general del ejército ruso, Totleben, se enteró de lo sucedido indemnizó con creces a Euler por el daño recibido, diciendo que él no quería hacer la guerra contra la ciencia. Por su parte la propia emperatriz Isabel de Rusia añadió posteriormente una interesante suma de dinero a la compensación de Euler, de manera que podemos decir que salió bastante beneficiado con el episodio.

Regresó a Rusia en 1766, cuando supo que estaba perdiendo el ojo que le quedaba, por afección de cataratas, y se preparó para la ceguera practicando en escribir con tiza en grandes caracteres en una pizarra preparada a propósito, y dictando a sus hijos. En 1771, sufrió una operación y volvió a ver durante unos días, pero el éxito de la operación duro poco, y Euler vivió los diecisiete últimos años de su vida en una ceguera total. Tragedia que no consiguió interrumpir sus investigaciones y publicaciones, que continuó al mismo ritmo hasta 1783, cuando murió mientras tomaba el té y jugaba con sus nietos, a la edad de setenta y seis años.

El enciclopedista Denis Diderot (1713-1784) fue invitado por la emperatriz rusa a viajar a Rusia y conocer el equivalente de la academia de las ciencias. Diderot conversó con total libertad con todos los invitados y les dio una buena dosis de ateísmo. A pesar de que la emperatriz estaba divertida, no era este el sentimiento de algunos de los consejeros reales, que le sugirieron que pusiese cierta moderación ante tanto desenfreno. La emperatriz no quería imponerse sobre su ilustre invitado, así que urdió la siguiente estratagema: Se le comunicó a Diderot que un célebre matemático había demostrado la existencia de Dios mediante fórmulas algebraicas, y que la presentaría ante el consejo si Diderot no se oponía, a lo que este último accedió. El matemático no era ni más ni menos que Leonard Euler , que ante el consejo expuso con gravedad: dijo:

"(a+b^n)/n = x, por lo tanto Dios existe. ¿Alguna pregunta?"

Diderot, para el cual el álgebra era tan entendible como el hebreo, se quedó callado y desconcertado, mientras toda la sala a su alrededor estallaba en carcajadas. Ante esta situación, Diderot pidió permiso a la emperatriz para volver a Francia, permiso que fue concedido de inmediato.

Es evidente que no se trata de ninguna prueba de la existencia de Dios, pero sin duda la genialidad belleza de esa otra fórmula matemática que encabeza estas líneas, (ver figura) donde se relaciona los números pi, e y el símbolo de imaginario puro i, es la demostración ontológica de la belleza de la naturaleza… sino la de Dios mismo.

¿Estamos solos en el Universo? Desde los tiempos mas remotos hemos acariciado la esperanza de responder negativamente a esa posibilidad; sobre todo ahora que comprendemos la enorme vastedad del Universo: cien mil millones de galaxias cada una con mas de 100.000 millones de estrellas y un número similar de planetas y protoplanetas. Sabemos también que el Universo es tan antiguo como 12 mil millones de años, mientras que la Tierra alcanza solo los últimos 4 500 millones de años de existencia. Comprendemos también que la vida parece acaecer como consecuencia de procesos físicos y químicos que son comunes al Universo mensurable. Y además nuestra composición química y ubicación espacio-temporal no tiene nada de privilegiada o singular.

Razonamientos análogos, con menor precisión, pero con igual convicción se han formulado en todas la épocas y culturas. Ya en la antigua Grecia, Anaxàgoras (500-428 a.c) proponía el origen extraterrestre de la vida, con gérmenes seminales que se poblaron en la Tierra en su remoto pasado. Esta Teoría del origen seminal de la vida en la Tierra se conoce como la Teoría de la Panspermia y causa aun enconados debates científicos y filosóficos. Los aspectos técnicos de la Panspermia, sobre la acción de la radiación estelar en esporas de micro meteoritos, fueron discutidos primeramente por Svante Arrhenius (1859-1927) en su obra Worlds in the Making .

Hipólito (460-360 a.c.): defendía la tesis de la Pluralidad de Mundos Habitados y Tito Lucrecio Caro (98-55 a.c.), a la sazón contemporáneo a Julio Cesar, argumentaba: “Nada es único...otros mundos, otros seres” o mejor “cuando hay abundancia de materia disponible, cuando hay el espacio vacante, y cuando no hay razón que retrase el proceso, entonces las formas de la realidad deben combinarse y crearse. Hay una enorme cantidad de átomos disponibles, tantos que no habría tiempo de contarlos en toda la eternidad y hay la fuerza que lleva a los átomos a diversos sitios así como los trajo a este mundo. Así que debemos reconocer que hay otros mundos, en otras partes del universos, con razas de hombres y animales diferentes”.

También Giordano Bruno, quien murió en la hoguera el 17-12-1600, acusado de herejía por la Santa Iglesia a la que perteneció, expresó su convicción sobre la existencia de miles de mundos habitados, en sus obras publicadas previas a su muerte. La lista de argumentos y de adeptos a la pluralidad de mundos habitados seria interminable, pero entonces cabe la pregunta que hiciera Enrico Fermi (1901-1954), premio Nóbel en física y co-creador de la Bomba Atómica, ¿Si los extraterrestres existen, donde están?.

Puede pensarse que hay inteligencias técnicamente muy superiores en nuestra galaxia, en cuyo caso ya deberían haberse hecho notar, visitar, comunicarse o colonizarnos. Cualquier otra opción como razones aséptica (nos tienen asco o pánico), idealistas (no quieren interferir) o similar, no resiste un análisis serio del problema. De allí la paradoja.

Una alternativa a la paradoja es que la evolución biológica que lleva a la vida inteligente sea altamente improbable, lo cual equivale a decir que somos únicos en la galaxia o que somos de los más desarrollados. En ese caso la Paradoja de Fermi nos lleva a una cuestión aun más inquietante, trascendente al mundo de las ciencias naturales, me refiero a la Responsabilidad. Así con mayúscula, la que tendría el género humano de perpetuarse en el tiempo, explorar y expandirse por la galaxia y de alguna manera dirigir el progreso de sus semejantes alienígenas y conservar el ambiente. Sin duda para algunos el vértigo de estar solos los enfrenta con su propia libertad y responsabilidad…es más fácil inventar los OVNI, los elusivos marcianitos verdes haciendo abducciones y raptos, después de todo, esa creencia nos libera de la responsabilidad con el futuro del género humano.

¿Estamos solos en el Universo? Desde los tiempos más remotos hemos acariciado la esperanza de responder negativamente a esa posibilidad; sobre todo ahora que comprendemos la enorme vastedad del Universo: cien mil millones de galaxias cada una con mas de 200.000 millones de estrellas y un número similar de planetas y protoplanetas. Sabemos también que el Universo es tan antiguo como 13 mil millones de años, mientras que la Tierra alcanza solo los últimos 4 500 millones de años de existencia. Comprendemos también que la vida es consecuencia de procesos físicos y químicos son comunes al Universo mensurable. Y además nuestra composición química y ubicación espacio-temporal no tiene nada de privilegiada o singular.

Razonamientos análogos se han formulado en todas las épocas y culturas. Ya en la antigua Grecia Anaxàgoras (500-428 a.c) proponía el origen extraterrestre de la vida, con gérmenes seminales que se poblaron en la Tierra en su remoto pasado. Esta Teoría del origen seminal de la vida se conoce como la Teoría de la Panspermia y causa aun enconados debates científicos y filosóficos. Los aspectos técnicos de la Panspermia, sobre la acción de la radiación estelar en esporas de micro meteoritos, fueron discutidos primeramente por Svante Arrhenius (1859-1927) en su obra Worlds in the Making .

Hipólito (460-360 a.c.): defendía la tesis de la Pluralidad de Mundos Habitados y Tito Lucrecio Caro (98-55 a.c.), a la sazón contemporáneo a Julio Cesar, argumentaba: “Nada es único...otros mundos, otros seres” o mejor “cuando hay abundancia de materia disponible, cuando hay el espacio vacante, y cuando no hay razón que retrase el proceso, entonces las formas de la realidad deben combinarse y crearse. Hay una enorme cantidad de átomos disponibles, tantos que no habría tiempo de contarlos en toda la eternidad y hay la fuerza que lleva a los átomos a diversos sitios así como los trajo a este mundo. Así que debemos reconocer que hay otros mundos, en otras partes del universos, con razas de hombres y animales diferentes”. También Giordano Bruno, quien murió en la hoguera el 17-12-1600, acusado de herejía por la Santa Iglesia a la que perteneció, expresó su convicción sobre la existencia de miles de mundos habitados, en sus obras publicadas previas a su muerte.

¿Cuál es la probabilidad de que exista alguna civilización en el Universo, con un desarrollo tecnológico similar o mayor al nuestro? Responder esa interrogante fue y es el objetivo de Frank Drake y sus colaboradores. En efecto, el Dr. Drake realizó un programa para una conferencia internacional con el fin de tratar los diversos factores que habría que tener en cuenta a la hora de calcular esa probabilidad con el rigor científico adecuado. El temario de ese simposio, jamás realizado, contenía las siguientes cuestiones a debatir: el número de estrellas que se forman en nuestra galaxia en un cierto intervalo de tiempo, la creación de estrellas que logran formar sistemas planetarios, el número de planetas con condiciones aptas para la vida; la fracción de planetas habitables con posibilidad de desarrollar vida inteligente, la probabilidad de que una civilización se desarrolle tecnológicamente y el tiempo de existencia de tal civilización tecnológicamente avanzada. .

El producto de todos estos factores permitiría, en principio, estimar el número total de las civilizaciones tecnológicas existentes en nuestra galaxia. Esa probabilidad es conocida como la "fórmula" de Drake, y ha dado pie a un sin fin de interpretaciones ligeras. El conocido astrónomo Carl Sagan solía siempre "acomodar" los valores de dichos factores para que le diera el número de diez mil, cuando lo cierto es que sólo se tiene un estimado para los dos primeros factores y los demás factores parecen resultan incalculables.

Actualmente Frank Drake dirige el Proyecto SETI, para la búsqueda científica de señales de vida inteligente fuera del Universo. La última vez que conversé con Frank Drake, caminábamos juntos hacia la biblioteca de! Instituto de Estudios Avanzados; le pregunté si estaba seguro de poder encontrar alguna civilización extraterrestre. En el mismo instante, un vehículo acallaba nuestra conversación a la vez que nos dejaba envueltos en una espesa nube de monóxido: Frank me respondió:”ni siquiera estoy seguro de encontrar vida inteligente aquí en la Tierra".