Frankenstein y la ciencia

"Tú eres mi creador pero yo soy tu dueño: ¡obedece!"

Mary Shelley creó un ser monstruoso porque monstruosa tenía que ser la obra del hombre que juega a ser Dios o, como ella afirma en el prólogo de su segunda edición, "pues supuestamente espantoso sería el resultado de todo esfuerzo humano por imitar el prodigioso mecanismo del creador del mundo". Mary Shelley tituló su obra Frankenstein o El moderno Prometeo en alusión al titán mitológico que durante el siglo XVIII y principios del XIX volvió a despertar el interés de filósofos y poetas. Son dos los motivos que hacen a este titán tan interesante. Según la historia más conocida, Prometeo robó el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres, dando así inicio a la cultura moderna. Prometeo fue castigado por su trasgresión con el tormento eterno, aunque, finalmente, Zeus le perdonó. El desarrollo de la ciencia y la técnica modernas hacen renacer el valor alegórico de esta historia, tanto en lo que se refiere a su contribución a la cultura humana como a la alusión a las consecuencias negativas que puede tener en la vida del hombre. Por otra parte, según otras versiones de la historia, Prometeo fue el verdadero creador de los hombres modelándolos con barro. El subtítulo de Mary Shelley tal vez recoge las dos historias: el valor y el peligro de la ciencia y la posibilidad de crear seres humanos. La criatura señala los límites de la ciencia.

Cartel de la película El Golem, 1920

Cartel de la película Frankenstein, 1931

El último reto de la ciencia, tal y como se presenta en la figura del Doctor Frankenstein, sería crear vida a partir de la muerte. Este elemento que encontramos en Frankenstein implicaría que el cuerpo no necesita al alma para cobrar vida, sino que basta un simple estímulo físico, la electricidad, para animarlo. Mientras que en la novela la criatura está formada por partes de otros cuerpos, en la tradición judía el Golem se crea a partir de barro. Es una de las ideas que se manejan en la Modernidad: la del cuerpo como realidad inerte; el cuerpo como algo ajeno al yo, pero que condiciona la supuesta libertad autónoma del hombre. 

Boris Karloff como el monstruo de Frankenstein