Presentación

"Amo la vida, aunque solo sea una sucesión de angustias, y la defenderé"

El motivo de esta exposición es doble: por un lado, queremos reivindicar la figura de Mary Shelley (1797-1851), Por otro lado, señalar cómo Mary Shelley no sólo consiguió crear una novela que helase la sangre del lector, sino que el mito de Frankenstein forma ya parte del imaginario cultural. La autora utilizó la literatura gótica para poner de manifiesto aspectos del desasosiego de la sociedad de principios del siglo XIX, que va experimentando los efectos del ideal de progreso que trajo la Modernidad: el ser humano que se siente capaz de controlar la naturaleza, el problema de la construcción de la identidad, identidad que nos viene dada (de ella se esperaba que, viniendo de una estirpe de intelectuales, ella también lo fuera), y un cuerpo que determina el modo en que vamos a ser aceptados por el otro.

Del 25 de abril al 25 de mayo de 2018

Sala Hipóstila la de la

Biblioteca Central

Hija de la luz y la sombra: Mary Shelley (1797 -1851)

"Y ahora, una vez más, invito a mi monstruosa progenie a que avance y prospere"

Quien alcanzaría la fama bajo el nombre de Mary Shelley viene al mundo en una época convulsa y de profunda transformación social e ideológica, impactada por los efectos de la Revolución Francesa de 1789, que pensadores como Edmund Burke considerarían políticamente "monstruosa". Su nacimiento trae como desdichada consecuencia el fallecimiento de su madre, Mary Wollstonecraft, pionera del feminismo y autora de Vindicación de los derechos de la mujer (1792), respuesta a la Declaración de los Derechos del Hombre promulgada en París. La sombra de su ilustre progenitora se cerniría sobre Mary, al igual que la de su padre, el gran filósofo jacobino inglés William Godwin, autor del tratado Justicia política (1793) y de Caleb Williams (1797), una notable novela gótica que dejaría profunda huella en Frankenstein. La existencia de Mary, escritora temprana, viene marcada por la ansiedad de emular a tan insignes familiares, sentimiento que se acrecentaría al convertirse en amante del rebelde poeta romántico Percy Bysshe Shelley, con quien más tarde, muerta la esposa de aquel, contraería matrimonio, un vínculo de amor y dolor. El desasosiego interno de la creación literaria se uniría a la preocupación por la maternidad, eclosionando en la reunión en el verano de 1816 en Villa Diodati, a las orillas del Lago Lemán, en Ginebra, con Lord Byron y John William Polidori. De aquel encuentro surgirían los dos grandes monstruos modernos: la criatura de Frankenstein y el vampiro romántico. El mito de Frankenstein, anclado en los de Prometeo, Narciso y el Satán de Milton, es único al no provenir de intervención divina o femenina, y al no proceder directamente del folklore o las prácticas antropológicas comunales. Cómo una joven de apenas dieciocho años fue capaz de concebir tamaño monumento literario, primer exponente de la ciencia ficción, es un prodigioso enigma. La amplia y valiosa obra de Mary Shelley, velada por la inmensa proyección semántica de Frankenstein, quedó sublimada por su portentosa creación, origen de los monstruos venideros que habitan nuestras pesadillas y anhelos.

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