La libertad del burro

Al resumir las tesis de Schopenhauer en Über die Freiheit des menschli­chen Wi­llens, Paolo Zellini (Breve historia del infinito, Ma­drid, Siruela, 1991; página 113) escribe:

«No es casual que esa fuente carac­te­rística de falsa infinitud que Leopardi y Hegel localizaron en el deseo esté también vinculada, de algún modo, a las antinomias de la libertad. Cuando se desean simultáneamente dos objetos, se configura con ello un estado psicológico en el que la dualidad existe como hecho potencialmente paralizador. Esa misma dualidad, llevada más allá de los confines del deseo que la ha generado, hasta invadir la esfera de la decisión y de la resolución final, provocaría un estado real de indecisión irresoluble del hombre absurdamente libre ante dos opciones antitéticas.»

Lo que vale pa­ra la voluntad de un sujeto vale para la necesidad de un juego o la de un jugador.

Frecuentado por los últimos escolásticos, el caso del asno de Jean Buridán (Ethicorum Aristotelis, Libro III, q.) tiene su antecedente tal vez más antiguo en Aristóteles: «Se dice que el que se encuentra muy sediento y hambriento, en caso de hallarse a igual distancia de la comida y de la bebida, necesariamente queda inmóvil en el lugar donde se encuentra» (De Caelo, II, 13, 295b 33). También Dante prescinde del asno: «Intra duo cibi, distanti e moventi / D’un modo, prima si morria di fame / Che liber’omo l’un recasse ai denti» [«Entre dos alimentos, alejados y apetitosos por igual, antes moriría de hambre el hombre libre que hincase a uno el diente.»] (La Divina Comedia, Paraíso, Canto IV, 1-3).