Parece ser que Platón (429-347 a. C.) no tenía un gran sentido del humor, no obstante fue objeto de alguna que otra broma. En particular, ésta, contada por Pedro González Calero en Filosofía para bufones, tuvo como protagonista a Diógenes de Sínope, quien, aprovechando la definición de Platón de homre como "bípedo implume", soltó un gallo desplumado diciendo: "He aquí el hombre de Platón
Gran parte de lo que sabemos de Sócrates se debe a Platón. La relación entre ambos es una de las más famosas relaciones entre maestro y discípulo de la historia de la filosofía. La alumna Nereida Sologuren Martín del 2BS4 (Curso 2011/12) novela en este breve relato los últimos momentos del maestro.
Cada vez había más gente sentándose en las gradas, todas vestidas con túnicas blancas y parloteando los unos con los otros. Mirando a la mayoría por encima del hombro, como si fueran mejores que los demás, creyéndose superiores sólo por el hecho de juzgar a una persona inocente a muerte. A una persona que lo único que quería era dar algo de sentido común a esta sociedad dirigida por unos cuantos ineptos.
Cuando casi todos estábamos sentados, yo, en una esquina de las gradas de piedra, sujetando en mi mano varios pergaminos, divisé a la persona acusada que ahora mismo entraba por el arco central de la sala: Mi maestro, Sócrates.
Una vez lo situaron en el centro del recinto, empezó la acusación. Apenas presté atención a las afirmaciones de su sentencia, pues casi no pude evitar la risa cuando observé cómo mi maestro, incluso ya a tan avanzada edad, no había perdido el sentido del humor en ningún momento. Sócrates miraba de un lado a otro, moviendo ligeramente la cabeza a un lado cuando veía a alguno de sus acusadores mirarle con un rostro inescrutable, a lo que él sonreía haciendo una pequeñísima inclinación de cabeza.
Desde luego, la ironía siempre había sido uno de los puntos fuertes de su personalidad, incluso en su método para dar a estos ciudadanos un poco de prestigio mental.
Sumido en mis pensamientos ni siquiera percibí que Sócrates había empezado a hablar para defenderse por última vez ante tal número de personas ignorantes, comenzando a decir:
“No sé, atenienses, la sensación que habéis experimentado por las palabras de mis acusadores. Ciertamente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estado a punto de no reconocerme; tan persuasivamente hablaban. Sin embargo, por así decirlo, no han dicho nada verdadero.”
A cada frase que decía, se movía unos cuantos centímetros de un lado a otro, mirando todo el recinto en su plenitud. Hablaba como si en realidad no le importase estar ahí, siendo juzgado, sino todo lo contrario. Parecía incluso estar disfrutando de ese momento, intentando por última vez hacer valer su palabra y provocar un razonamiento correcto en los presentes, que a veces le miraban con ojos desorbitados por las, según éstos, barbaridades que mi maestro decía.
“Dicho esto, hay que hacer ya la defensa, atenienses, e intentar arrancar de vosotros, en tan poco tiempo, esa mala opinión que vosotros habéis adquirido durante un tiempo tan largo.”
Empecé a apuntar rápidamente, en breves líneas, lo que decía Sócrates, haciendo un pequeño esquema de su defensa. Luego podría reconstruir las oraciones, escribirla de manera correcta y hacer ver a estos atenienses ingratos lo equivocados que estaban con respecto a mi maestro.
En un punto del monólogo defensivo de éste, como si lo hubiera premeditado, dejó caer su vista en mí, mirándome fijamente a los ojos y dijo con énfasis:
“Los jóvenes que me acompañan espontáneamente - los que disponen de tiempo, los hijos de los más ricos- se divierten oyéndome examinar a los hombres y, con frecuencia, me imitan e intentan examinar a otros, y, naturalmente, encuentran, creo yo, gran cantidad de hombres que creen saber algo pero que saben poco o nada.”
Tras haber dicho eso, me dirigió una tan pequeña sonrisa que si no hubiese conocido tan bien a mi maestro, no habría sabido desde aquella distancia si en realidad estaba o no sonriendo. Acto seguido, desvió la mirada y siguió hablando hacia los demás.
Me sentí conmocionado por haberme mencionado en su discurso indirectamente (ya que nadie sabía que al único en la sala al que iba dirigido era a mí) y escribí ese pequeño párrafo tal cual como lo había dicho, sin comerme siquiera una coma o punto. Alcé la cabeza y seguí escuchando sin quitarle los ojos de encima.
Por desgracia, Sócrates no logró convencer a la multitud y lo sentenciaron de una vez por todas a muerte, declarándole orador de demonios y mentiroso, charlatán de habladurías sin fundamento. Sin embargo, para sorpresa de muchos, incluida la mía, el voto que se llevó a cabo para su condena estuvo sólo a unos pocos números para que Sócrates hubiese quedado absuelto.
Mirando el lado positivo, ¿significaba eso que Sócrates había hecho pensar a unas cuántas personas sobre si en realidad estaban haciendo lo correcto y les había hecho indagar en su interior para descubrirlo, utilizando así por una vez su propia razón, sin dejarse llevar por otras opiniones o rumores?
Sinceramente, esperaba que la respuesta fuese un gran sí.
“Al hecho de que no me irrite, atenienses, ante lo sucedido, es decir, ante que me hayáis condenado, contribuyen muchas cosas y, especialmente, que lo sucedido no ha sido inesperado para mi, si bien me extraña mucho más el número de votos resultante de una y otra parte. En efecto, no creía que iba a ser por tan poco, sino por mucho. La realidad es que, según parece, si sólo treinta votos hubieran caído de la otra parte, habría sido absuelto.”
Esas fueron las frases que confirmaron el sí de mi pregunta.
Al terminar el juicio, todos los presentes empezaron a dejar la sala, encaminándose al ágora para allí comentar la acusación y sus consecuencias; otros, iban a vanagloriarse de la decisión de la mayoría. No les deseaba nada bueno a aquellos.
Yo, sin embargo, decidí esperar a mi maestro, aún en el centro, de pie, con la mirada perdida en algún punto. Bajé por las desiguales escaleras de las gradas y lo alcancé. Posé una mano en su espalda sin apenas moverla, pues Sócrates era mucho más bajito que yo.
-¿Cómo estás?-le pregunté, intentando sacarlo de sus pensamientos. No me contestó enseguida.
-Bueno…-empezó la frase.-No puedo decirte que bien, Platón. Pero no nos preocupemos de eso ahora, vamos con los demás a celebrar.
-¿Celebrar qué? Esa es una broma de mal gusto, Sócrates.-afirmé, rotundo. Mi maestro se rió.
-No digas bobadas. Anda, encaminémonos a mi casa. Haré una pequeña fiesta de despedida. Ya sabes a quiénes avisar y…
-¿Qué?
-Trae ese vino tan bueno que tienes escondido en tu casa.-No pude evitar que una sonora carcajada saliese de mi boca.-Sí, sé que lo tienes, muchacho, así que tráelo para esta ocasión especial.
¿Ocasión especial?, pensé. Bueno, si él lo quería, no se lo iba a negar en estas circunstancias.
Nos dirigimos a su casa charlando de cosas banales, sin sacar el tema de su cercana muerte. Aun así, en mi fuero interno, un gran coraje se cernía sobre mí al pensar cuál debería ser el estado perfecto que diese la justicia a todos los ciudadanos que lo conformaban.
CONTEXTO DE PLATÓN
Platón nace en Atenas en el 428 ó 427 a. C, es decir justo al inicio de las guerras del Peloponeso. Este periodo viene precedido por otro de gran esplendor a raíz de la victoria de los griegos frente a los persas en las guerras Médicas. Fue el llamado siglo de Pericles, quien gobernó Atenas durante más de veinte años impulsando grandes obras que embellecieron la ciudad, como la reconstrucción de la acrópolis, con la edificación de un nuevo templo dedicado a la diosa Atenea: el Partenón.
Este templo, dedicado a la diosa Atenea Parthenos (virgen), fue construido entre 447 y 438 a. C. Albergaba una escultura de la misma de doce metros, hecha en oro y marfil, obra de Fidias, que actualmente no se conserva. Tanto su pedestal como su escudo estaban decorados con representaciones mitológicas que reflejaban el conflicto entre la civilización y la bararie. Pero, en general, la decoración escultórica se extendía a todo el edificio, contribuyendo a transmitir un sentimiento de orgullo cívico y patriotismo.
Asimismo, uno de los fenómenos culturales más importantes de este periodo fue el teatro, ligado estrechamente a la religión, pues era durante los festivales religiosos dedicados a Dionisos (dios de la naturaleza y la fertilidad) cuando sus representaciones tenían lugar. El mismo edificio estaba situado en el interior de un santuario o junto al templo de Dionisos y en el centro de la orquesta (espacio circular destinado a la danza del coro) había un altar donde se oficiaba un sacrificio antes de que comenzaran las representaciones.
Muchos de las obras tenían un importante contenido político y moral y, en general, los festivales contenían un alto grado de propaganda ideológica.
El público acudía en masa a las representaciones en una media de trece a catorce mil personas, incluidas las mujeres, quienes, sin embargo, tenían vedadas otras actividades públicas. Es estado, además, sufragaba la entrada de los más pobres por medio de un fondo común denominado theorico. El público permanecía en sus asientos desde las primeras horas de la jornada hasta el final de la representación de las tres tragedias y un drama satírico que cada concursante presentaba, por lo que el auditorio solía acudir pertrechado de víveres con los que pasar la jornada, y expresaban con voces o pataleos y silbidos su aprobación o desacuerdo. Un jurado, elegido entre los ciudadanos, premiaba al ganador, que era coronado por su triunfo en el Odeón, construido al pie de la acrópolis por Pericles. Entre los más importantes autores, hay que mencionar a Sófocles, Esquilo o Eurípides.
Como muestra de la profundidad de sus obras, he aquí un pequeño video realizado por Guadalupe Aguilar García del 1BM sobre la tragedia de Edipo.
También hemos de mencionar en este periodo el desarrollo de la escultura, cuya perfección fue tal que se decía de ella que eran más hombres convertidos en piedras que piedras dotadas de forma humana.
Políticamente, Pericles impulsó las medidas que instauraron definitivamente la democracia. En este contexto político y cultural se puede explicar el cambio de orientación que sufre la recién nacida filosofía.
Los primeros filósofos, como Tales de Mileto, Heráclito o Parménides fueron llamados físicos por interesarse principalmente por la naturaleza y el arjé o principio del que todo deriva y que es, a la postre, la sustancia de la que todo está formado. En la filosofía de Platón podemos ver influencias de varios de éstos filósofos, por ejemplo de Parménides. Los rasgos que el eleata le da al ser serán las mismas que use Platón para caracterizar el mundo inteligible, así mismo el devenir de Heráclito es el rasgo que define el mundo sensible. Igualmente, el ateniense tomará de los pitagóricos la idea de la transmigración de las almas y la importancia de las matemáticas. Sin embargo, la filosofía del s. V da un giro antropológico, interesándose por temas específicamente humanos, como el origen de las leyes o las cuestiones morales. Sin duda, tuvo que ver en el origen de esta nueva preocupación, el desarrollo comercial que hizo que las polis, al ponerse en contacto entre ellas y con otros pueblos, compararan sus distintas leyes,preguntándose por el origen de las mismas. Además, la creación de la democracia como sistema político tuvo importantes consecuencias, ya que la palabra y el arte de saber convencer se convirtieron en una poderosísima arma.
Posiblemente, al día de hoy tengamos algo mitificada la democracia ateniense. Solemos añorarla con nostalgia porque era una democracia directa, mientras que la actual es representativa; pero el panorama no era tan idílico. En ella no podía participar mujeres, ni esclavos, ni aquellos que no fueran ciudadanos griegos y, obviamente, entre estos últimos, sólo aquellos con ciertos recursos podían dedicar su tiempo a debatir cuestiones públicas, en lugar de pasarlo arando el campo. Por otra parte, el sorteo de cargos era , a veces, un procedimiento sujeto a la manipulación, el soborno o al ejercicio de las influencias. Pero, en cualquier caso, en estos momentos era conveniente saber granjearse el favor de la mayoría y a tal efecto, la enseñanza de los sofistas era fundamental.
los sofistas eran maestros en el arte de la oratoria y la retórica, por cuyas clases, cobraban, por cierto, a veces, elevadas sumas. Estos filosofos, convencidos de que nada se podía conocer con exactitud, se interesan más por el arte de convencer que por la búsqueda del conocimiento, profesando, además, una postura relativista en cuestiones morales. A ellos se opondrá Sócrates, para quien el conocimiento y los conceptos son universales. Él será maestro y la mayor influencia de Platón, quien, entre otras cosas, hereda de él la estructura dialogada de sus obras, pues Sócrates jamás escribió nada, ya que entendía la filosofía como una busqueda conjunta de la verdad a través del diálogo.
No obstante, cuando nace Platón Atenas está sumergida en un periodo de crisis, principlamnete político y militar, debido a las guerras del Peloponeso que la enfrentaron a Esparta, en una lucha por conseguir el liderazgo. Además, ambas polis representaban modelos políticos bien distintos. Si Atenas representa una sociedad abierta, cosmopolita y democrática, Esparta representaba una sociedad fuertemente militarizada y jerarquizada.
Estas guerras darán la victoria a Esparta que instaura en Atenas la oligarquía de los Treinta Tiranos, a la que sigue la reinstauración democrática de Trasíbulo. Pero esta democracia corrupta condena a muerte a Sócrates en el 399 a. C, lo que provoca una profunda decepción política en su discípulo, quien parte de Atenas en unos viajes que le pondrán en contacto con las corrientes órfico-pitagóricas cuya influencia se ha señalado más arriba y renuncia a la participación activa en la vida política, como él mismo nos cuenta en su Carta VII:
"Por otra parte, tanto la letra de las leyes como las costumbres se iban corrompiendo hasta tal punto que yo, que al principio estaba lleno de un gran entusiasmo para trabajar en actividades públicas, al dirigir la mirada a la situación y ver que todo iba a la deriva por todas partes, acabé por marearme. Sin embargo,no dejaba de reflexionar sobre la posibilidad de mejorar la situación y, en consecuencia, todo el sistema político, pero sí dejé de esperar continuamente las ocasiones para actuar y al final llegué a comprender que todos los Estados actuales están mal gobernados; pues su legislación casi no tienen remedio sin una reforma extraordinaria unida a felices circunstancias. Entonces me sentí obligado a reconocer, en alabanza de la filosofía verdadera, que sólo a partir de ella es posible distinguir lo que es justo, tanto en el terreno de la vida pública como en la privada. Por ello, no cesarán los males del género humano hasta que ocupen el poder los filósofos puros y auténticos o bien los que ejercen el poder el poder en las ciudades lleguen a ser filósofos verdaderos, gracias a un especial favor divino."
Antes de iniciar estos viajes, no obstante, se dedicó a redactar diversos diálogos que son conocidos como diálogos de juventud, en los que deja constancia de la filosofía de su maestro. El primero de todos fue la Apología de Sócrates, en el que recrea la defensa del propio Sócrates ante el jurado que lo condena a muerte.
La República, que es, sin embargo, una obra de madurez, muestra perfectamente esta conexión entre política, filosofía y justicia. Ella arranca con la pregunta por la justicia, cuya respuesta es la misma tanto a nivel individual como colectivo, y esta respuesta, a su vez , está conectada con todo el sistema platónico de las ideas.
Algunos autores ven en su mundo ideal un intento de evasión hacia paraísos perfectos propio de épocas de crisis. De hecho, hoy día esta obra es tomada como una de las primeras utopías de la historia, en la que , sin embargo, se proponen medidas tan prácticas como la división del trabajo y la selección de las funciones no por los gustos sino por las capacidades. Sea como fuere, Platón intentó lleva sus ideas a la práctica en Siracusa, donde , sin embargo, fracasó. Tras lo cual regresa a Atenas, donde funda la academia en la que pasa el resto de su vida dando clases de filosofía. Hay que mencionar la importancia que allí se daba al estudio de las matemásticas. Otro rasgo a reseñable es que las mujeres eran admitidas. De hecho, en La República, el personaje de Sócrates afirma que ellas podían desempeñar las mismas funciones que los hombres. Se sabe que al menos dos mujeres formaron parte de la Academia: Lastenia de Mantinea y Axiotea Flisiaca. Sin embargo, el alumno más famoso fue, sin duda, Aristóteles .
The 5th century BC (before Christ) was a period of great splendour for Greece. It began with the Persian wars.(This refers to the wars fought between the Greeks and the Persian Empire). Many of the Greek polis joined to fight against the common enemy, not only with soldiers, fighting together, but also with money that was used to build ships or to fund the war. This League continued after the war and Athenas led it, but , however, it used its influence to build a kind of small empire in the Aegean sea and the money was used as well to reconstruct and beautify the polis.
This century is also known as (you can say if you want The Age of Pericles) Pericles’ century. He carried out the measures in order to consolidate democracy. This was a direct democracy where every Athenian citizen could take part, so it was very important to be able to make good speeches and to convince people of your own ideas. In this context the sophists appeared. They were the first philosophy teachers and, in fact, sometimes they earned a lot of money because they taught something very important: how to speak such as rhetoric and oratory techniques. Most of them were sceptical (they were convinced that nothing can be known for sure), so they felt that there was no sense to investigate topics such as the meaning of justice, goodness and so on. Besides, they had seen that rules were different in different places, so many of them came to the conclusion that the moral laws weren't given by nature, they didn’t have to always be the same. On the other hand, they were the result of human convention.
Socrates opposed the idea. Socrates was declared by the oracle at Delphi as the wisest person of his day. As he wanted to know why, he started to talk to others about beauty, goodness or justice and he realized that nobody could answer his questions, so they were ignorant. Socrates himself was an ignorant too, but at least he knew that he knew nothing and that's more than what the others knew. That's the reason why he was wiser.
He was Plato's teacher and, by far, his biggest influence. Socrates' interests involved ethical enquiry rather than scientific discovery.He believed that universally valid truth existed. However he never wrote anything, to reach the knowledge he used the dialogue, a method of questions and answers known as dialectic. By the dialogue we would be able to find the meaning of moral concepts and they were universal, they had only one meaning. We could Know them or not; but it didn’t change their meaning. Besides, he thought that the search for knowledge was more important than anything else because that was the only way to become virtuous.: all people desire good, therefore any evil they commit is due to ignorance of what is good.
As we have said before, Platon was his most famous pupil. Indeed he wrote his works as if they were dialogues.
When he was born Athena passed through a decadent period, it took place during the Peloponnesian Wars. Many of the Greeks polis, were fed up with the Athenian leadership and joined Sparta to fight together against Athena and its allies. These wars lasted around 30 years and ended with the victory of Sparta. This replaced the Athenian democracy by an oligarchy government, but the Athenians got to restore the democracy. This democracy condemned Socrates to death and his pupil. Platon felt so disappointed that refused to take an active part in policy ever again. However he continued thinking about the way to build a fair society. In this context we can understand the importance of The Republic .
This work starts with this question:
What’s justice? and include many of his most important theories such as the existence of two worlds and two kinds of knowledges.
The allegory of the cave
Most people, says Plato, are like people sitting in a cave. They are looking at the back wall of the cavern. Just behind them is a low wall. Objects pass along this wall, just like the puppeteers do. There is also a fire behind the law wall. Objects pass along this wall. What do the people, looking at the wall of the cave, see? They see the shadow of those objects that the fire projects on the back wall of the cavern. But this is not the way things really are. To see the way things really are, one person would have to go out of the cave. But would people like to do it? Most people feel comfortable inside the cavern, they would be too frightened to go out. Besides, it would mean a great effort because the sun will blind them. So if one person would go out, he would have to take his time. At the begining he would only be able to walk through the shadows. Then, step by step, he would get used to the light, he would only be able to look at a night sky and see the stars and the moon, till one day he would finally be able to look to the sun and then, he would understand that the sun is the cause of everything that exists.
Plato's thinking review
Plato’s thought can be framed into the rationalist line (a line that defends that we get the knowledge using only reason and that we shouldn’t give any credit to the senses), which has several representatives though the history of philosophy, such as, for instance, Parmenides or Descartes later on. But in the case of Plato this epistemological conception is linked to his dualist view of the world. According to the Athenians, a sensitive world, in which we live, isn’t the unique, neither the true reality. On the contrary, this is in the intelligible world or world of the Ideas.
Nowadays, we call “idea” a representation created by our mind. For instance, I’m thinking about that I'm on a beach right now. That image projected by my mind is an idea. Besides, as my mind creates that idea, it can be modified as I wish: I’m going to plant a coconut tree at my beach and, why not, a wonderfull sun too. But, stop, I’m going to stop thinking about the beach and concentrate on the notes I’m writing now. What a pity! I’ve destroyed the idea. As it depended on my mind and I don’t think about it anymore, my old idea has ceased to exist.
However when Plato speaks about ideas he names something much more important: out-of-mind, eternal, objective and immaterial realities. Let´s describe it part by part.
In Plato´s opinion, in addition to material the world there is another reality without any matter. It could sound a little bit extravegant, but it shouldn’t seem so surprising. Nowdays many people believe that they have a soul. However, if we ask them where is it, they wouldn’t be able to answer and they surely would be surprised if we expected to see it on a bone scan or if the surgeon were afraid of cutting it during a surgery. None of that is possible because the soul is understood as something that is present in us without occupying any space, because of its lack of matter. In the same way, there are a lot people who believe in a heaven, which they can’t locate because it hasn´t any matter.
Well, Plato lived centuries ago before Christ, so we are not talking about Christianity. But Plato believed that ideas are immaterial realities which are not created by my mind nor any other one. Because of this, we called them out-of-minded and objectives. They don´t vary and, although we wouldn´t think about them, they would exist by themselves. Besides, as they don't have any matter, they can´t be seen, heard or touched. To sum up, they can´t be known by the senses, so that we can only access them through reason.
These ideas are eternal as matter is. At the begining the matter was chaotic, but Demiurgo, a kind of divinity, because of love, tidied the matter up copying the ideas on it. Thus appears the sensible world, which is an imperfect copy of the world of the ideas
This world is affected by the change, the creation and destruction. We Know this world using the senses but it isn’t the true world, it is only a copy. That`s why if we want to get true knowledge, we will have to rise from the knowledge of the senses till the knowledge of the reason. It is a hard road because we are used to the senses and, besides, there are a lot of things that can distract us, such as taking care of the body. However, the effort is worthwhile. Using the senses we keep ourselves in the appearances region. We can see what the things look like, but we don’t know why, because what makes everything being what it really is, is just the Form or Idea on which it depends.
As we have said, to rise from the sense to the reason is very difficult. Plato distinguished four levels of knowledge in the allegory of the line (Republic, book 6). He tells us to divide a line in two parts, then again each part into two more. Then he explains that the four resulting segments represent four different ways of knowing corresponding to increasing levels of reality and truth from conjecture (εἰκασία) to belief (πίστις) to thought (διάνοια) and finally to understanding (νόησις). The conjecture is to know the reflections of the material beings. We have said that the material beings are copies of the ideas so in the conjecture we know copies of copies and that’s why it is the lowest level of knowledge and the most insecure. The second step is when we know the sensible world and as we have said it isn’t real, but a copy. Now we pass to the other half of the line that represents the use of reason. The third step is mathematics, we start using reason but we aren’t free of the senses yet, we are still using them. For example in geometry we draw a triangle but not because we interested in the triangle, because we want to understand the idea of a triangle. Finally we get to the ideas. Here we use only the reason and we end knowing the most important idea of all which is the idea of goodness, an idea he compares to the sun.
On the other hand, we can say that when we get to know the Forms, we aren’t learning anything new and the reason has to do with his anthropology. According to Plato the man is divided in two independent parts: body and soul. Our body is material and belongs to the sensible world, but our soul belongs to the world of the Ideas, so it has the same characteristics as the Ideas have: eternal, perfect…In a certain moment our souls fall into this world and get caught in a body, therefore when we get to know the Ideas, we aren’t really knowing anything new, but what we contemplated before. This theory is known as Plato’s theory of reminiscence (Anamnesis).
Finally in the Republic Plato lays out his ideal state. There would be three classes of citizens: guardians, soldiers and workers. Guardians (men and women treated equally) would be those in whom reason was predominant and that’s why they would rule the state. As it’s Plato’s aim to avoid corruption, he suggested that the guardians should live communally, without any property, and they can’t do this work for any longer than two years. After that period they must return to their real job: philosophers. Soldiers would be those in whom the spirited element was uppermost and they will defend the state. Finally, the workers would be those in whom no part of the soul is uppermost. They will produce the wealth and food. For the first time in history the division of labour is laid out as explicitly necessary and it is based not in the personal preferences but in our aptitudes. Then, justice is done as each class carried out its specialized duties function.
Exercise
1. Please,read the following text and answer the questions:
"We distinguish between the many particular things which we call beautiful or good, and absolute beauty and goodness. Similarly, with all other collection of things, we say there is corresponding to each set a single, unique Form, which we call an absolute reality"
(Plato, The Republic)
a. Which is the difference between a beutiful thing and beauty?
b. Explain the characteristics of the Forms.
c. Why are the Forms called the absolute reality?
REPASO DE SU PENSAMIENTO
El pensamiento de Platón se puede encuadrar dentro de la línea racionalista (una línea que defiende el conocimiento de la razón y desprecia el de los sentidos), la cual a lo largo de la historia de la filosofía ha tenido bastantes representantes, entre ellos Parménides o Descartes, por poner un par de ejemplos. Pero en el caso de Platón esta concepción epistemológica está unida a su visión dualista del mundo.
Según el ateniense, el mundo sensible, el que habitamos, no es la única ni la verdadera realidad. Por el contrario,ésta se encuentra en el mundo inteligible o mundo de las Ideas.
Actualmente aplicamos el término idea a una representación que crea nuestra mente. Por ejemplo, ahora mismo estoy pensando en una playa. Esa imagen que mi mente proyecta sería una idea. Además, como mi mente crea esa idea, la puede modificar a su antojo: Voy a ponerle un cocotero a mi playa y, ¿por qué no?, también un vendedor de cacahuetes. Pero, bien pensado, voy a dejar de pensar en la playa y concentrarme en los apuntes que estoy escribiendo. Al hacer esto último, he destruido la idea. Como dependía de mi mente y ya no la pienso, mi antigua idea ha dejado de existir.
Bueno, así es como normalmente entendemos el término idea, sin embargo cuando Platón habla de Ideas designa algo mucho más importante: realidades extramentales, objetivas, eternas e inmateriales. Vayamos por partes.
Según Platón, además del mundo material existe otra realidad que no tiene materia. Esto, que, en principio puede resultar extravagante, no debería parecerlo tanto si tenemos en cuenta cómo al día de hoy muchas personas entienden el concepto de alma. No suena raro, en efecto, oír a alguien hablar de su alma. Sin embargo, si le preguntamos en qué parte de su cuerpo está, no sabría contestarnos y seguramente se quedaría sorprendido si esperásemos verla en una radiografía o si el cirujano temiese rajarla al operar. Nada de ello es posible porque se entiende el alma como algo que nos habita sin ocupar espacio por la sencilla razón de que no tiene materia. Del mismo modo, hay muchas personas creyentes en un cielo que nopueden ubicar porque no tiene materia.
Pues bien, la Ideas son realidades inmateriales no creadas por mi mente ni por ninguna otra. Por eso las llamábamos extramentales y objetivas. No varían y, aunque no las pensásemos, exitirían por sí mismas. Ademas, como no tienen materia, no pueden ser vistas ni oídas, ni tocadas. En definitiva, no pueden ser conocidas por los sentidos. De manera que sólo podemos acceder a ellas por medio de la razón.
Estas ideas son eternas.( Ya veíamos con Parménides, que para los griegos era incomprensible el paso de la nada al ser). Pero junto a ellas existe otro principio eterno: la materia. En un principio la materia era caótica; pero en el diálogo de vejez, Timeo, nos habla del Demiurgo, una especie de divinidad ordenadora, en un acto de bondad, ordena la materia tomando como modelo el mundo de las Ideas. Surge de este modo el mundo sensible, que no es eterno en el mismo sentido que las ideas, pues, pese a no tener final, no existe desde siempre. Lo eterno sería la materia y el mundo sensible se constituye a partir de que el Demiurgo la ordena. Obviamente la copia resulta imperfecta ya que la materia lo es. Este mundo está sometido al cambio, a la mutación, generación y destrucción de las cosas. Lo conocemos con los sentidos; pero no es la verdadera realidad. Es sólo una copia.
La relación entre el mundo sensible y el inteligible sería una relación de participación. Esto quiere decir que el principio que hacer ser a las cosas lo que son, su esencia, son las Ideas, ellas son perfectas, como hemos visto; y solo en la medida que las cosas de este mundo participan de ella, es decir, las copian de un modo imperfecto, son lo que son.
Por ello, si queremos alcanzar un auténtico conocimiento, debemos elevarnos desde el conocimiento de los sentidos al de la razón. Esto será un camino difícil, pues estamos mucho más acostumbrados a usar los sentidos y, además, son muchas las cosas que pueden entretenernos, como el mismo cuidado del cuerpo o sus necesidades. No obstante, el esfuerzo merece la pena. Con los sentidos nos quedamos en la apariencia de las cosas. Por ejemplo, vemos qué aspecto tienen, pero no sabemos. Pero, lo que hace a cada cosa ser lo que es depende de la Idea de la que es copia. De manera que comprender la realidad, entender la verdadera sustancia de cada ser supone alcanzar el conocimiento de las Ideas y esto es posible con la razón.
En el libro VI de La República Platón usa la siguiente comparación: un hombre que sólo usara los sentidos para conocer sería como un ciego. Incluso si al andar tomara el camino correcto, sería una cuestión de azar. Del mismo modo, si nos conformamos con el conocimiento de los sentidos, tal vez podríamos acertar en nuestros juicios; pero sería cuestión de suerte, ya que nuestra opinión no estaría basada en un auténtica comprensión de la realidad.
Esta diferencia entre ambos tipos de conocimientos se manifiesta de manera clara en los términos que Platón emplea para designarlos. El conocimiento de los sentidos es opinión, capta sólo la apariencia de las cosas. El de la razón es ciencia.
En el libro VI de La República Platón subdivide estos tipos de conocimientos en lo que ha pasado a la historia como símil de la línea.
Si opinión es todo conocimiento basado en los sentidos, el grado más bajo sería la conjetura: conocimiento de los reflejos e imágenes de los objetos del mundo sensible. Por ejemplo, la imagen de una mujer reflejada en las aguas de un estanque. Es fácil entender por qué este conocimiento es el peor de todos: Si una mujer es, en realidad, la copia de la Idea de mujer, su imagen en el agua sería la copia de la copia.
En segundo lugar tendríamos el conocimiento de esos objetos sensibles; pero vemos que aún no hemos salido del conocimiento de las copias y, por tanto, tampoco tiene valor.
Debemos usar la razón. Pero ya hemos visto lo difícil que resulta. Por ello Platón propone que, en lugar de empezar por el conocimiento de las Ideas, comencemos por las matemáticas, a las que llama pensamiento discursivo. Este es un tipo de conocimiento más elevado en el que nos desprendemos de los sentidos. Normalmente en matemáticas no hablamos de ningún triángulo concreto, no nos ocupamos de los triángulos de la señal del ceda el paso, de lo que hablamos es de la idea de triángulo y así ocurre con los demás conceptos. Ahora bien, para ello nos apoyamos en dibujos o en objetos sensibles (es fácil recordar cuántas veces hemos cogido el compás en clase de matemáticas) no porque queramos estudiar los dibujos mismos, sino porque nos ayudan a representar ideas. Además, en matemáticas, partimos de unos supuestos que no se cuestionan y de los que deducimos las consecuencias. Pues bien, por todo ello, aunque Platón sitúa las matemáticas dentro del ámbito de la ciencia, dice que, en realidad, las matemáticas serían como un paso intermedio entre el conocimiento de los sentidos y el de la razón. Hablamos de ideas, pero aún apoyándonos en objetos sensibles y empleamos supuestos cuyo origen ignoramos.
Finalmente la dialéctica sería el conocimiento de las Ideas mismas. Aquí ya no intervienen los sentidos de ninguna manera (ni nos referimos a objetos sensibles ni nos apoyamos en ellos para otros conocimientos), sino sólo la razón. Además, no nos conformaremos con supuestos dados, sino que intentaremos elevarnos a partir de ellos para alcanzar el principio de lo que todo depende, lo máximo que el hombre puede conocer, y esto es para Platón la Idea de Bien.
La idea de Bien es lo máximo que el hombre puede conocer. Platón opinaba que las Ideas estaban ordenadas jerárquicamente y que esta era la pricipal. Para explicar lo que entiende por Bien, el filósofo lo compara con el sol. Gracias a este astro existe la luz que permite que nuestro ojo vea y,no sólo eso, él mismo es causa de todo cuanto existe. Pues así ocurre con la idea de Bien. Si tenemos en cuenta que el ojo representa a la razón (llamada muchas veces "ojo del alma") , descifrar la metáfora no costará trabajo: El Bien/Sol permite que la razón entienda. De él mana la racionalidad que hace que podamos comprender el resto de las Ideas y es causa incluso de todas ellas. En efecto,no podría existir la justicia o la belleza, por ejemplo, sin la Idea de Bien.
Quien alcanza este conocimiento llega a lo más alto y comprende veraderamente la realidad; pero muy pocos llegan a él. Como ya decíamos, el camino es difícil. Ahora bien, la diferencia entre poseerlo o no es inmensa. Platón habla de ello en el famoso mito de la caverna, del libro VII.
Debemos, antes de explicar el mito, precisar el sentido que el término "mito" adquiere aquí. Hemos estudiado que los mitos eran narraciones protagonizadas en su mayoría por dioses, que servían el hombre para explicar fenómenos u otros interrogantes de su vida. Este no es el sentido que el término "mito" tiene en Platón. Su discurso está realizado desde la razón, sin recurrir a la fe o la autoridad de las costumbres, el mito es aquí una especie de alegoría de la que se sirve para ilustrar su pensamiento.
Dicho esto, es hora de analizar el mito: Cuenta la situación de unos hombres prisioneros en una caverna dede su nacimiento
que, a causa de las cadenas que llevan en cuello y pies, no pueden girarse y sólo ven la pared del fondo. Detrás de ellos, hay una abertura donde arde un fuego y, junto a él, unos hombres portan todo tipo de objetos. Estos objetos proyectan sus sombras sobre la pared hacia la que los prisioneros miran y ellos,como no han visto otra cosa en su vida, creen que son reales. Más aún: si los hombres que portan los objetos van charlando, los prisioneros tomarán las voces, que reverberarán en las paredes a causa del eco, como procedentes de las sombras que ante ellos desfilan. Esta situación representa a los hombres que viven prisioneros de los sentidos y que a causa de la fragilidad de su conocimiento, toma por realidad algo que no lo es. es decir, creen que la realidad es el mundo sensible (el conocido por los sentidos), que no es sino una copia, como vimos, del inteligible.
Pues bien, si uno de ellos se liberara y saliera al exterior, lo primero que notaría es que le molesta muchísimo la luz y con ello Platón ejemplifica lo difícil que es elevarse desde ese conocimiento al que estamos muy acostumbrados. Pero, si a pesar de todo, se mantuviera en el exterior, primero caminaría entre sombras mirando al suelo, luego sus ojos se irían acostumrando a la claridad, alzaría la vista hacia el cielo por la noche y contemplaría las estrellas y, finalmente, ya con los ojos acostumbrados a la luz, miraría hacia el sol. Entonces se daría cuenta de que este es causa de la luz y de todo cuanto existe y ya, acostumbbrado a la belleza del exterior, no querría regresar nunca más a la caverna donde seguramente los demás esclavos le tomarían por loco y no creerían nada de cuanto dice.
En esta última parte el mito representa la necesidad de ir preparando gradualmente el alma para llegar al conocimiento de las Ideas, por ejemplo con las matemáticas, y la conveniencia de empezar con las ideas más simplea hasta ir llegando a las más complejas que culminarán en la Idea de Bien.
Aun así, en todo este proceso, mi alma no aprende veraderamente nada nuevo. Platón también posee una visión dualista del hombre. Si, por una parte, el cuerpo es mortal y corruptible, el alma, sin embargo, es eterna, y esto no significa, como los cristianos u otras religiones, que no muera, sino que existe desde siempre, siendo su morada originaria el mundo Inteligible, donde podía contemplar las Ideas. No obstante, en un momento dado, el alma cae almundo sensible, quedando atrapada en un cuerpo mortal y olvida lo que ya sabía. A pesar de lo cual, sigue deseando volver a su hogar con una especie de impulso al que llama eros. Esto explica por qué pese a la dificultad del camino dialéctico el hombre se siente empujado a él. Pues bien, si el alma llega hasta el conocimiento de las Ideas, en realidad llega a conocer lo que ya sabía, lo cual implica que conocer,en el fondo, es recordar y esto es conocido como teoría de la anámnesis.
Hay que aclarar, a este propósito, que Platon, influido por corrientes órficas y pitagóricas, creía en la transmutación de las almas. El alma, al conocer las Ideas, encuentra su veradero hogar. De lo contrario necesitará otras vidas para retornar a él. Por eso decía Platon que la vida del filósofo consiste en una preparacion para la muerte.
Pero, como se ha dicho antes, el paso del conocimiento sensible al de la razón es tan difícil que pocos llegarán a él y a conocer la Idea de Bien. Sin embargo, opina Platón que son estos, los filósofos, quienes deben gobernar. Sería absurdo que el dejar que guíe al pueblo alguien que ignora lo que es el bien. De esta manera Platón inaugura la figura del rey filosofo (que después criticará Kant entre otros).
Hay que recordar que el tema con el que parte La República es el de la justicia. Platón ha vivido muchos desengaños políticos. El tema de la corrupción, que hoy llena los telediarios, no es nuevo. Por tanto, su pregunta parece lógica: ¿Cómo crear un estado justo? Para Platón sólo es posible lograr un estado justo si sus miembros son justos y tan sólo formaremos individuos justos si son educados por un estado justo. Pero ¿ Qué es la justicia? La definición es solo una, tanto a nivel individual como estatal. Platón dice que un estado es justo cuando cada uno de sus individuos se dedica a la función que le es propia y a nivel individual una persona es justa cuando cada parte de su alma se dedica a la función que le es propia, y es que el ateniense dividía el alma en varias partes. En primer lugar, tenemos la parte racional que es la propiamente eterna. Luego, la irascible, sede del valor y arrojo y, finalmente, la concupiscible, que se ocupa de las necesidades del cuerpo.
En Fedro, Platón compara nuestra alma con un carro en el que un auriga conduce un par de caballos alados. El auriga representa nuestra parte racional, el caballo blanco la parte irascible y la concupiscible es representada por el caballo negro. Solo si el conductor es capaz de mantener el equilibrio entre los dos caballos podrá usar sus alas para ascender y contemplar las ideas. Todos nosotros tenemos las tres partes, pero algunos desarrollan más una que otra. La virtud derivada del eejercicio de la racional es la sabiduría, de la irascible la valentía y del correcto ejercicio de la concuspiscible, la templanza, que no supone renunciar, como un ermitaño, a las necesidades del cuerpo, sino saber satisfacerlas con moderación. En un individuo, aunque no tenga una inteligencia brillante, debe gobernar la razón, la irascible debe obedcerla y de la misma manera la concupiscible atender al cuerpo. Pensemos en el ejmplo contrario: alguien que pensara con el estómago o que antes de que la razón decida ya le ha dado una torta a alguien. Difílmente podrçíamos esperar de él un comportamiento justo.
Pero, aunque hemos dicho que todos tenemos estas tres partes,no las desarrollamos de la misma manera. Hay quien sobresale por su sabiduría otros por su valentía y la mayoría en nada . De manera que según pertenezcamos a un tipo u otro, deberemos realizar nuestra función en lasociedad. Y aquí Platón es bastante original, pues por primera vez se plantea y argumenta de forma explícita algo que ya llevaba siglos practicándose de manera espontánea: la división del trabajo. Aunque la base sobre la que realiza esta división es poco moderna. Hoy día, criados en democracia y bajo los principios de igualdad y libertad, pensamos que uno debe dedicarse a lo que más le guste; pero Platón, ciudadano de una polis griega, no lo entiende así: debemos dedicarnos a aquello para lo cual estemos más capacitados. No se trata de nuestra felicidad personal o de nuestro agrado, sino del modo mejor de servir a la polis, pues tampoco podría nuestra vida personal ir bien si la polis se hunde (esta separación entre lo privado y lo público no la concebía un ciudadano ateniense). Los sabios deben gobernar, los valientes ser guerreros y los que no sobresalgan en nada en particular, ser los productores y comerciantes, ya que la templanza es una virtud que a todos corresponde. Así Platón propone una aristocracia que textualmente significa el gobierno de los mejores. Los aristócratas no son la Duquesa de Alba, por poner un ejemplo, sino los que verdaderamente comprenden y conocen la Idea de Bien: los filósofos. Estos trabajos no se heredan y es en el sistema educativo cómo nos damos cuenta a qué debe dedicarse cada cual, según donde sobresalga.
ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO DE PLATÓN
Es innegable la influencia de Platón tanto en la historia de la filosofía como en nuestra sociedad. En primer lugar, la religión cristiana vio en él al filósofo de la antigüedad más afín a sus creencias. De hecho, a partir del s. III, con autores como Plotino, las filosofías neoplatónicas van cobrando cada vez más fuerza, en tanto que Aristóteles es dejado de lado porque sus ideas pueden conducir a la herejía. Esta situación perduró hasta que en la Edad Media Santo Tomás hizo posible la síntesis entre cristianismo y aristotelismo. Por el contrario, las ideas de Platón casaban perfectamente con el dogma cristiano. La división de dos mundos, del hombre en cuerpo y alma, una realidad material y mutable frente a otra verdadera, inmaterial y eterna, por citar algunos ejemplos.
Sin embargo, esta influencia también tuvo su contrapartida. Platón es un filósofo que desprecia los sentidos, los cuales son imprescindibles para las ciencias experimentales. Este desprecio, continuado durante la Edad Media, dio lugar a un estancamiento de la ciencia que solo se supera a partir de la revolución científica, con autores como Galileo, Kepler, Harvey.., cuando la ciencia desarrolla un método de trabajo basado tanto en las matemáticas como en la observación y experimentación
Pero quizás donde podamos ver mejor la modernidad de su pensamiento es en el terreno político. No debemos olvidar que La República comienza con la pregunta por el significado de la justicia y por cómo crear estados justos. En primer lugar, Platón propone por primera vez y de manera explícita la necesidad de la división del trabajo basándose no en las preferencias individuales, sino en nuestras capacidades. Aunque pueda parecer que esta idea ya no es compartida por la sociedad, pues les pedimos a nuestros alumnos que estudien lo que más les gusta, en cierto modo seguimos usando el principio de la capacidad, pues, dado las notas de corte para las carrearas o los sitemas de oposiciones para acceder a ciertos puestos, en realidad seleccionamos a las personas que consideramos más preparadas.
Por otra parte, es cierto que el modelo de gobierno que propone no parece muy moderno, pues Platón defiende la aristocracia como mejor forma de gobierno, mientras que hoy preferimos una democracia. Pero no hay que olvidar que Platón lucha contra el mismo problema que actualmente atesta los telediarios: la corrupción. Para luchar contra ella propone medidas como la limitación del tiempo en el poder o la renuncia a la propiedad por parte de los gobernantes. Sin embargo, la más importante de todas es la educación: sólo con individuos justos crearemos un estado justo y a la inversa. Éste sigue siendo el pilar de una sociedad desarrollada y es por ello que los gobiernos deben invertir en que sea accesible a todos los ciudadanos.
MODELOS DE EXAMEN
"Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar a la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaria por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos?
- Por cierto, al menos inmediatamente.
- Necesitaría acostumbrarse para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que durante el día el sol y la luz del sol.
- Sin duda.
- Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlos como es en sí y por sí, en su propio ámbito"
(La República, libro VII)
TEXTOS DE SELECTIVIDAD
Fedón. 74 a - 75 e (trad. de Carlos García Gual), en Platón,Diálogos. III, ed. Gredos, Madrid, 1988, pp. 59-63.
—Examina ya –dijo él– si esto es de este modo. Decimos que existe algo igual. No me refiero a un madero igual a otro madero ni a una piedra con otra piedra ni a ninguna cosa de esa clase, sino a algo distinto, que subsiste al margen de todos esos objetos, lo igual en sí mismo. ¿Decimos que eso es algo, o nada?
—Lo decimos, ¡por Zeus! –dijo Simmias–, y de manera rotunda.
—¿Es que, además, sabemos lo que es?
—Desde luego que sí –repuso él.
—¿De dónde, entonces, hemos obtenido ese conocimiento? ¿No, por descontado, de las cosas que ahora mismo mencionábamos, de haber visto maderos o piedras o algunos otros objetos iguales, o a partir de esas cosas lo hemos intuido, siendo diferente a ellas? ¿O no te parece que es algo diferente? Examínalo con este enfoque. ¿Acaso piedras que son iguales y leños que son los mismos no le parecen algunas veces a uno iguales, y a otro no?
—En efecto, así pasa.
—¿Qué? ¿Las cosas iguales en sí mismas es posible que se te muestren como desiguales, o la igualdad aparecerá como desigualdad?
—Nunca jamás, Sócrates.
—Por lo tanto, no es lo mismo –dijo él– esas cosas iguales y lo igual en sí.
—De ningún modo a mí me lo parece, Sócrates.
—Con todo –dijo–, ¿a partir de esas cosas, las iguales, que son diferentes de lo igual en sí, has intuido y captado, sin embargo, el conocimiento de eso?
—Acertadísimamente lo dices –dijo.
—¿En consecuencia, tanto si es semejante a esas cosas como si es desemejante?
—En efecto.
—No hay diferencia ninguna –dijo él–. Siempre que al ver un objeto, a partir de su contemplación, intuyas otro, sea semejante o desemejante, es necesario –dijo– que eso sea un proceso de reminiscencia.
—Así es, desde luego.
—¿Y qué? –dijo él–. ¿Acaso experimentamos algo parecido con respecto a los maderos y a las cosas iguales de que hablábamos ahora? ¿Es que no parece que son iguales como lo que es igual por sí, o carecen de algo para ser de igual clase que lo igual en sí, o nada?
—Carecen, y de mucho, para ello –respondió.
—Por tanto, ¿reconocemos que, cuando uno al ver algo piensa: lo que ahora yo veo pretende ser como algún otro de los objetos reales, pero carece de algo y no consigue ser tal como aquél, sino que resulta inferior, necesariamente el que
piensa esto tuvo que haber logrado ver antes aquello a lo que dice que esto se asemeja, y que le resulta inferior
—Necesariamente.
—¿Qué, pues? ¿Hemos experimentado también nosotros algo así, o no, con respecto a las cosas iguales y a lo igual en sí?
—Por completo.
—Conque es necesario que nosotros previamente hayamos visto lo igual antes de aquel momento en el que al ver por primera vez las cosas iguales pensamos que todas ellas tienden a ser como lo igual pero que lo son insuficientemente.
—Así es.
—Pero, además, reconocemos esto: que si lo hemos pensado no es posible pensarlo, sino a partir del hecho de ver o de tocar o de alguna otra percepción de los sentidos. Lo mismo digo de todos ellos.
—Porque lo mismo resulta, Sócrates, en relación con lo que quiere aclarar nuestro razonamiento.
—Por lo demás, a partir de las percepciones sensibles hay que pensar que todos los datos en nuestros sentidos apuntan a lo que es lo igual, y que son inferiores a ello. ¿O cómo lo decimos?
—De ese modo.
—Por consiguiente, antes de que empezáramos a ver, oír, y percibir todo lo demás, era necesario que hubiéramos obtenido captándolo en algún lugar el conocimiento de qué es lo igual en sí mismo, si es que a este punto íbamos a referir las igualdades aprehendidas por nuestros sentidos, y que todas ellas se esfuerzan por ser tales como aquello, pero le resultan inferiores.
—Es necesario de acuerdo con lo que está dicho, Sócrates.
—¿Acaso desde que nacimos veíamos, oíamos, y teníamos los demás sentidos?
—Desde luego que sí.
—¿Era preciso, entonces, decimos, que tengamos adquirido el conocimiento de lo igual antes que éstos?
—Sí.
—Por lo tanto, antes de nacer, según parece, nos es necesario haberlo adquirido.
—Eso parece.
—Así que si, habiéndolo adquirido antes de nacer, nacimos teniéndolo, ¿sabíamos ya antes de nacer y apenas nacidos no solo lo igual, lo mayor, y lo menor, y todo lo de esa clase? Pues el razonamiento nuestro de ahora no es en algo más sobre lo igual en sí que sobre lo bello en sí, y lo bueno en sí, y lo justo y lo santo, y, a lo que precisamente me refiero, sobre todo aquello que etiquetamos con «eso lo que es», tanto al preguntar en nuestras preguntas como al responder en nuestras respuestas. De modo que nos es necesario haber adquirido los conocimientos de todo eso antes de nacer.
—Así es.
—Y si después de haberlos adquirido en cada ocasión no los olvidáramos, naceríamos siempre sabiéndolos y siempre los sabríamos a lo largo de nuestra vida. Porque el saber consiste en esto: conservar el conocimiento que se ha adquirido y no perderlo. ¿O no es eso lo que llamamos olvido, Simmias, la pérdida de un conocimiento?
—Totalmente de acuerdo, Sócrates –dijo.
—Y si es que después de haberlos adquirido antes de nacer, pienso, al nacer los perdimos, y luego al utilizar nuestros sentidos respecto a esas mismas cosas recuperamos los conocimientos que en un tiempo anterior ya teníamos, ¿acaso lo que llamamos aprender no sería recuperar un conocimiento ya familiar?
¿Llamándolo recordar lo llamaríamos correctamente?
—Desde luego.
República, Libro VI, 504 d - 511 e (trad. de Conrado Eggers Lan),
ed. Gredos, Madrid, 1988, pp. 326-337.
—Pero ¿acaso —preguntó Adimanto— no son la justicia y lo demás que hemos descrito lo supremo, sino que hay algo todavía mayor?
—Mayor, ciertamente —respondí—. Y de esas cosas mismas no debemos contemplar, como hasta ahora, un bosquejo, sino no pararnos hasta tener un cuadro acabado. ¿No sería ridículo acaso que pusiésemos todos nuestros esfuerzos en otras cosas de escaso valor, de modo de alcanzar en ellas la mayor precisión y pureza posibles, y que no consideráramos dignas de la máxima precisión justamente a las cosas supremas?
—Efectivamente; pero en cuanto a lo que llamas ‘el estudio supremo’ y en cuanto a lo que trata, ¿te parece que podemos dejar pasar sin preguntarte qué es?
—Por cierto que no, pero también tú puedes preguntar. Por lo demás, me has oído hablar de eso no pocas veces; y ahora, o bien no recuerdas, o bien te propones plantear cuestiones para perturbarme. Es esto más bien lo que creo, porque con frecuencia me has escuchado decir que la Idea del Bien es el objeto del estudio supremo, a partir de la cual las cosas justas y todas las demás se vuelven útiles y valiosas. Y bien sabes que estoy por hablar de ello y, además, que no lo conocemos suficientemente. Pero también sabes que, si no lo conocemos, por más que conociéramos todas las demás cosas, sin aquello nada nos sería de valor, así como si poseemos algo sin el Bien. ¿O crees que da ventaja poseer cualquier cosa si no es buena, y comprender todas las demás cosas sin el Bien y sin comprender nada bello y bueno?
—¡Por Zeus que me parece que no!
—En todo caso sabes que a la mayoría le parece que el Bien es el placer, mientras a los más exquisitos la inteligencia.
—Sin duda.
—Y además, querido mío, los que piensan esto último no pueden mostrar qué clase de inteligencia, y se ven forzados a terminar por decir que es la inteligencia del bien.
—Cierto, y resulta ridículo.
—Claro, sobre todo si nos reprochan que no conocemos el bien y hablan como si a su vez lo supiesen; pues dicen que es la inteligencia del bien, como si comprendiéramos qué quieren decir cuando pronuncian la palabra ‘bien’.
—Es muy verdad.
—¿Y los que definen el bien como el placer? ¿Acaso incurren menos en error que los otros? ¿No se ven forzados a reconocer que hay placeres malos?
—Es forzoso.
—Pero en ese caso, pienso, les sucede que deben reconocer que las mismas cosas son buenas y malas. ¿No es así?
—Sí.
—También es manifiesto que hay muchas y grandes disputas en torno a esto.
—Sin duda.
—Ahora bien, es patente que, respecto de las cosas justas y bellas, muchos se atienen a las apariencias y, aunque no sean justas ni bellas, actúan y las adquieren como si lo fueran; respecto de las cosas buenas, en cambio, nadie se conforma con poseer apariencias, sino que buscan cosas reales y rechazan las que sólo parecen buenas.
—Así es.
—Veamos. Lo que toda alma persigue y por lo cual hace todo, adivinando que existe, pero sumida en dificultades frente a eso y sin poder captar suficientemente qué es, ni recurrir a una sólida creencia como sucede respecto de otras cosas, que es lo que hace perder lo que puede haber en ellas de ventajoso; algo de esta índole y magnitud, ¿diremos que debe permanecer en tinieblas para aquellos que son los mejores en el Estado y con los cuales hemos de llevar a cabo nuestros intentos?
—Ni en lo más mínimo.
—Pienso, en todo caso, que, si se desconoce en qué sentido las cosas justas y bellas del Estado son buenas, no sirve de mucho tener un guardián que ignore esto en ellas; y presiento que nadie conocerá adecuadamente las cosas justas y bellas antes de conocer en qué sentido son buenas.
—Presientes bien.
—Pues entonces nuestro Estado estará perfectamente organizado, si el guardián que lo vigila es alguien que posee el conocimiento de estas cosas.
—Forzosamente. Pero tú, Sócrates, ¿qué dices que es el bien? ¿Ciencia, placer o alguna otra cosa?
—¡Hombre! Ya veo bien claro que no te contentarás con lo que opinen otros acerca de eso.
—Es que no me parece correcto, Sócrates, que haya que atenerse a las opiniones de otros y no a las de uno, tras haberse ocupado tanto tiempo de esas cosas.
—Pero ¿es que acaso te parece correcto decir acerca de ellas, como si se supiese, algo que no se sabe?
—Como si se supiera, de ningún modo, pero sí como quien está dispuesto a exponer, como su pensamiento, aquello que piensa.
—Pues bien —dije—. ¿No percibes que las opiniones sin ciencia son todas lamentables? En el mejor de los casos, ciegas. ¿O te parece que los ciegos que hacen correctamente su camino se diferencian en algo de los que tienen opiniones verdaderas sin inteligencia?
—En nada.
—¿Quieres acaso contemplar cosas lamentables, ciegas y tortuosas, en lugar de oírlas de otros claras y bellas?
—¡Por Zeus! —exclamó Glaucón—. No te retires, Sócrates, como si ya estuvieras al final. Pues nosotros estaremos satisfechos si, del modo en que discurriste acerca de la justicia, la moderación y lo demás, así discurres acerca del bien.
—Por mi parte, yo también estaré más que satisfecho. Pero me temo que no sea capaz y que, por entusiasmarme, me desacredite y haga el ridículo. Pero dejemos por ahora, dichosos amigos, lo que es en sí mismo el Bien; pues me parece demasiado como para que el presente impulso permita en este momento alcanzar lo que juzgo de él. En cuanto a lo que parece un vástago del Bien y lo que más se le asemeja, en cambio, estoy dispuesto a hablar, si os place a vosotros; si no, dejamos la cuestión.
—Habla, entonces, y nos debes para otra oportunidad el relato acerca del padre.
—Ojalá que yo pueda pagarlo y vosotros recibirlo; y no sólo los intereses, como ahora; por ahora recibid esta criatura y vástago del Bien en sí. Cuidaos que no os engañe involuntariamente de algún modo, rindiéndoos cuenta fraudulenta del interés.
—Nos cuidaremos cuanto podamos; pero tú limítate a hablar.
—Para eso debo estar de acuerdo con vosotros y recordaros lo que he dicho antes y a menudo hemos hablado en otras oportunidades.
—¿Sobre qué?
—Que hay muchas cosas bellas, muchas buenas, y así, con cada multiplicidad, decimos que existe y la distinguimos con el lenguaje.
—Lo decimos, en efecto.
—También afirmamos que hay algo Bello en sí y Bueno en sí y, análogamente, respecto de todas aquellas cosas que postulábamos como múltiples; a la inversa, a su vez postulamos cada multiplicidad como siendo una unidad, de acuerdo con una Idea única, y denominamos a cada una ‘lo que es’.
—Así es.
—Y de aquellas cosas decimos que son vistas pero no pensadas, mientras que, por su parte, las Ideas son pensadas, mas no vistas.
—Indudablemente.
—Ahora bien, ¿por medio de qué vemos las cosas visibles?
—Por medio de la vista.
—En efecto, y por medio del oído las audibles, y por medio de las demás percepciones todas las cosas perceptibles. ¿No es así?
—Sí.
—Pues bien, ¿has advertido que el artesano de las percepciones modeló mucho más perfectamente la facultad de ver y de ser visto?
—En realidad, no.
—Examina lo siguiente: ¿hay algo de otro género que el oído necesita para oír y la voz para ser oída, de modo que, si este tercer género no se hace presente, uno no oirá y la otra no se oirá?
—No, nada.
—Tampoco necesitan de algo de esa índole muchos otros poderes, pienso, por no decir ninguno. ¿O puedes decir alguno?
—No, por cierto.
—Pero, al poder de ver y de ser visto, ¿no piensas que le falta algo?
—¿Qué cosa?
—Si la vista está presente en los ojos y lista para que se use de ella, y el color está presente en los objetos, pero no se añade un tercer género que hay por naturaleza específicamente para ello, bien sabes que la vista no verá nada y los colores serán invisibles.
—¿A qué te refieres?
—A lo que tú llamas ‘luz’.
—Dices la verdad.
—Por consiguiente, el sentido de la vista y el poder de ser visto se hallan ligados por un vínculo de una especie nada pequeña, de mayor estima que las demás ligazones de los sentidos, salvo que la luz no sea estimable.
—Está muy lejos de no ser estimable.
—Pues bien, ¿a cuál de los dioses que hay en el cielo atribuyes la autoría de aquello por lo cual la luz hace que la vista vea y que las más hermosas cosas visibles sean vistas?
—Al mismo que tú y que cualquiera de los demás, ya que es evidente que preguntas por el sol.
—Y la vista, ¿no es por naturaleza en relación a este dios lo siguiente?
—¿Cómo?
—Ni la vista misma, ni aquello en lo cual se produce —lo que llamamos ‘ojo’—, son el sol.
—Claro que no.
—Pero es el más afín al sol, pienso, de los órganos que conciernen a los sentidos.
—Con mucho.
—Y la facultad que posee, ¿no es algo así como un fluido que le es dispensado por el sol?
—Ciertamente.
—En tal caso, el sol no es la vista pero, al ser su causa, es visto por ella misma.
—Así es.
—Entonces ya podéis decir qué entendía yo por el vástago del Bien, al que el Bien ha engendrado análogo a sí mismo. De este modo, lo que en el ámbito inteligible es el Bien respecto de la inteligencia y de lo que se intelige, esto es el sol en el ámbito visible respecto de la vista y de lo que se ve.
—¿Cómo? Explícate.
—Bien sabes que los ojos, cuando se los vuelve sobre objetos cuyos colores no están ya iluminados por la luz del día sino por el resplandor de la luna, ven débilmente, como si no tuvieran claridad en la vista.
—Efectivamente.
—Pero cuando el sol brilla sobre ellos, ven nítidamente, y parece como si estos mismos ojos tuvieran la claridad.
—Sin duda.
—Del mismo modo piensa así lo que corresponde al alma: cuando fija su mirada en objetos sobre los cuales brilla la verdad y lo que es, intelige, conoce y parece tener inteligencia; pero cuando se vuelve hacia lo sumergido en la oscuridad, que nace y perece, entonces opina y percibe débilmente con opiniones que la hacen ir de aquí para allá, y da la impresión de no tener inteligencia.
—Eso parece, en efecto.
—Entonces, lo que aporta la verdad a las cosas cognoscibles y otorga al que conoce el poder de conocer, puedes decir que es la Idea del Bien. Y por ser causa de la ciencia y de la verdad, concíbela como cognoscible; y aun siendo bellos tanto el conocimiento como la verdad, si estimamos correctamente el asunto, tendremos a la idea del Bien por algo distinto y más bello por ellas. Y así como dijimos que era correcto tomar a la luz y a la vista por afines al sol pero que sería erróneo creer que son el sol, análogamente ahora es correcto pensar que ambas cosas, la verdad y la ciencia, son afines al Bien, pero sería equivocado creer que una u otra fueran el Bien, ya que la condición del Bien es mucho más digna de estima.
—Hablas de una belleza extraordinaria, puesto que produce la ciencia y la verdad, y además está por encima de ellas en cuanto a hermosura. Sin duda, no te refieres al placer.
—¡Dios nos libre! Más bien prosigue examinando nuestra comparación.
—¿De qué modo?
—Pienso que puedes decir que el sol no sólo aporta a lo que se ve la propiedad de ser visto, sino también la génesis, el crecimiento y la nutrición, sin ser él mismo génesis.
—Claro que no.
—Y así dirás que a las cosas cognoscibles les viene del Bien no sólo el ser conocidas, sino también de él les llega el existir y la esencia, aunque el Bien no sea esencia, sino algo que se eleva más allá de la esencia en cuanto a dignidad y a potencia.
Y Glaucón se echó a reír:
—¡Por Apolo!, exclamó. ¡Qué elevación demoníaca!
—Tú eres culpable —repliqué—, pues me has forzado a decir lo que pensaba sobre ello.
—Está bien; de ningún modo te detengas, sino prosigue explicando la similitud respecto del sol, si es que te queda algo por decir.
—Bueno, es mucho lo que queda.
—Entonces no dejes de lado ni lo más mínimo.
—Me temo que voy a dejar mucho de lado; no obstante, no omitiré lo que en este momento me sea posible.
—No, por favor.
—Piensa entonces, como decíamos, cuáles son los dos que reinan: uno, el del género y ámbito inteligibles; otro, el del visible, y no digo ‘el del cielo’ para que no creas que hago juego de palabras. ¿Captas estas dos especies, la visible y la inteligible?
—Las capto.
—Toma ahora una línea dividida en dos partes desiguales; divide nuevamente cada sección según la misma proporción, la del género de lo que se ve y otra la del que se intelige, y tendrás distinta oscuridad y claridad relativas; así tenemos primeramente, en el género de lo que se ve, una sección de imágenes. Llamo ‘imágenes’ en primer lugar a las sombras, luego a los reflejos en el agua y en todas las cosas que, por su constitución, son densas, lisas y brillantes, y a todo lo de esa índole. ¿Te das cuenta?
—Me doy cuenta.
—Pon ahora la otra sección de la que ésta ofrece imágenes, a la que corresponden los animales que viven en nuestro derredor, así como todo lo que crece, y también el género íntegro de cosas fabricadas por el hombre.
—Pongámoslo.
—¿Estás dispuesto a declarar que la línea ha quedado dividida, en cuanto a su verdad y no verdad, de modo tal que lo opinable es a lo cognoscible como la copia es a aquello de lo que es copiado?
—Estoy muy dispuesto.
—Ahora examina si no hay que dividir también la sección de lo inteligible.
—¿De qué modo?
—De éste. Por un lado, en la primera parte de ella, el alma, sirviéndose de las cosas antes imitadas como si fueran imágenes, se ve forzada a indagar a partir de supuestos, marchando no hasta un principio sino hacia una conclusión. Por otro lado, en la segunda parte, avanza hasta un principio no supuesto, partiendo de un supuesto y sin recurrir a imágenes —a diferencia del otro caso—, efectuando el camino con Ideas mismas y por medio de Ideas.
—No he aprehendido suficientemente esto que dices.
—Pues veamos nuevamente; será más fácil que entiendas si te digo esto antes. Creo que sabes que los que se ocupan de geometría y de cálculo suponen lo impar y lo par, las figuras y tres clases de ángulos y cosas afines, según lo que investigan en cada caso. Como si las conocieran, las adoptan como supuestos, y de ahí en adelante no estiman que deban dar cuenta de ellas ni a sí mismos ni a otros, como si fueran evidentes a cualquiera; antes bien, partiendo de ellas atraviesan el resto de modo consecuente, para concluir en aquello que proponían al examen.
—Sí, esto lo sé.
—Sabes, por consiguiente, que se sirven de figuras visibles y hacen discursos acerca de ellas, aunque no pensando en éstas sino en aquellas cosas a las cuales éstas se parecen, discurriendo en vista al Cuadrado en sí y a la Diagonal en sí, y no en vista de la que dibujan, y así con lo demás. De las cosas mismas que configuran y dibujan hay sombras e imágenes en el agua, y de estas cosas que dibujan se sirven como imágenes, buscando divisar aquellas cosas en sí que no podrían divisar de otro modo que con el pensamiento.
—Dices verdad.
—A esto me refería como la especie inteligible. Pero en esta su primera sección, el alma se ve forzada a servirse de supuestos en su búsqueda, sin avanzar hacia un principio, por no poder remontarse más allá de los supuestos. Y para eso usa como imágenes a los objetos que abajo eran imitados, y que habían sido conjeturados y estimados como claros respecto de los que eran sus imitaciones.
—Comprendo que te refieres a la geometría y a las artes afines.
—Comprende entonces la otra sección de lo inteligible, cuando afirmo que en ella la razón misma aprehende, por medio de la facultad dialéctica, y hace de los supuestos no principios sino realmente supuestos, que son como peldaños y trampolines hasta el principio del todo, que es no supuesto, y, tras aferrarse a él, ateniéndose a las cosas que de él dependen, desciende hasta una conclusión, sin servirse para nada de lo sensible, sino de Ideas, a través de Ideas y en dirección a Ideas, hasta concluir en Ideas.
—Comprendo, aunque no suficientemente, ya que creo que tienes en mente una tarea enorme: quieres distinguir lo que de lo real e inteligible es estudiado por la ciencia dialéctica, estableciendo que es más claro que lo estudiado por las llamadas ‘artes’, para las cuales los supuestos son principios. Y los que los estudian se ven forzados a estudiarlos por medio del pensamiento discursivo, aunque no por los sentidos. Pero a raíz de no hacer el examen avanzando hacia un principio sino a partir de supuestos, te parece que no poseen inteligencia acerca de ellos, aunque sean inteligibles junto a un principio. Y creo que llamas ‘pensamiento discursivo’ al estado mental de los geómetras y similares, pero no ‘inteligencia’; como si el ‘pensamiento discursivo’ fuera algo intermedio entre la opinión y la inteligencia.
—Entendiste perfectamente. Y ahora aplica a las cuatro secciones estas cuatro afecciones que se generan en el alma; inteligencia, a la suprema; pensamiento discursivo, a la segunda; a la tercera asigna la creencia y a la cuarta la conjetura; y ordénalas proporcionadamente, considerando que cuanto más participen de la verdad tanto más participan de la claridad.
—Entiendo, y estoy de acuerdo en ordenarlas como dices.