Immanuel Kant, nacido en Königsberg en 1724, es uno de los mayores representatntes de la Ilustración alemana.
El s. XVIII, también conocido como Siglo de las luces, se caracteriza por la fe en la razón. No debemos olvidar que desde el siglo XVI se esta llevando a cabo una gran revolción en el campo de las ciencias. Tenemos a cientificos como Galileo o Kepler que han contribuido a cambiar la visión del mundo, William Harvey, en el s.XVII, explica la circulación sanguínea a través del corazón o Newton y sus aportaciones en el terreno de la física y de las matemáticas. Todos ellos contribuyen a que el hombre deposite bastante optimismo en la razón, que será la herramienta con la que podremos controlar el mundo, curar enfermedades, establecer un orden social más justo... En definitiva, la razón será el instrumento para el progreso, otra de las ideas más extendidas en la época.
En este contexto se elabora en Francia la Enciclopedia, proyecto dirigido por Diderot y D'Alambert, con la que por primera vez se pretende recopilar todo el saber humanoen una gran obra.
Por otra parte, el reciente descubrimiento de América, en 1492, abre nuevas rutas de comercio y riquezas. Las potencias europeas lucharán por el control sobre los nuevos territorios; pero, además, intelectual y filosóficamente el descubrimiento del nuevo continente tiene otras consecuencias. América aparece en la mentalidad de algunos hombres como un continente virgen, una especie de segunda oportunidad para crear sociedades más justas, libres de los errores de la vieja Europa. Se trazan modelos urbanísticos como el de Leonardo da Vinci y cobran fuerzan las utopías como las de Tomás Moro (s. XVI) o Emilio de Rousseau, ilustrado francés, basada en el mito del buen salvaje: aquel hombre inocente que vive feliz contentándose con lo que le ofrece la naturaleza, sin haber sido corrompido por la vida en sociedad.
Desde un punto de vista político, en el s.XVIII siguen dominando en Europa las monarquias absolutas en las que el rey concentra todo el poder en sus manos, sin embargo, ante la presión creciente de la burguesía, se ve obligado a gobernar de cara a su pueblo, como si fuera un siervo del mismo, se crea así una nueva forma de gobierno, el despotismo ilustrado cuyo carácter queda reflejado en el siguiente lema: "Todo para el puelo pero sin el pueblo". En España tenemos como ejemplo de este tipo de monarca a Carlos III.
A pesar de que el absolutismo es todavía el tipo de goierno que predomina en Europa, ya hemos visto cómo desde el siglo pasado en Inglaterra la burguesía está librando luchas para limitar el poder del monarca a favor del Parlamento. En este contexto cobran fuerzas las doctrinas contractualistas que se preguntan por el origen del poder y la función que este debe cumplir. A diferencia de la tradicional doctrina organicista, que sostenía que la sociedad ha existido desde siempre, los contractualistas afirmarán que es fruto de un acuerdo entre los hombres, lo cual equivale a negar el origen divino del poder monárquico, ya que el poder sólo surge por un pacto y debe cumplir las funciones por las que fue instaurado. En esta línea se pronunciarán Locke en el s. XVII y el propio Rousseau en este siglo, ambos defensores de la democracia. Vemos, pues, que en el terreno político continua la lucha por las libertades que ya se había iniciado en Inglaterra un siglo antes y que alcanzará su punto álgido a finales de siglo con la Revolucion Francesa. Ésta proclamará la Declaracion de Derechos del hombre y del ciudadano que, junto con la posterior Carta de Independencia de los Estados Unidos, sienta las bases para las liertades ciudadanas de las que hoy gozamos.
El propio Kant analizó su época en el opúsculo titulado Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?, donde define este periodo como la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad, autoculpale porque no se debe a incapacidad mental, sino a la pereza y el miedo, razones por las que el hombre ha necesitado siempre de tutores que lo dirigieran. Es preciso, dice, salir de este estado, y para ello enarbola el siguiente lema: Sapere aude! (¡Atrévete a saber!)
Acorde con esta época, la filosofía continúa su proceso de secularización. Normalmente se dice que Descartes inicia en el s.XVII la filosofía moderna, en la que, aunque el tema de Dios está presente, ya no es el principal objeto de investigación, sino que la filosofía se vuelca hacia el propio acto de conocer. La búsqueda de un método de conocimiento seguro que nos permita avanzar como lo está haciendo la ciencia o los límites del conocimiento humano son temas que preocupan en este siglo y en el XVIII, dando lugar a dos corrientes: racionalistas, que se da fundamentalmente en la Europa continental con autores como el propio Descartes o Leibniz y empiristas, línea representada principalmente en las Islas Británicas con autores como Locke o Hume. Este último influyó tan notalemente en Kant que decía qque la lectura de su Tratado sobre la naturaleza humana le despertó de su sueño dogmático, iniciándose así su periodo crítico al que corresponden sus tres famosas criticas: Crítica a la razón pura (que intenta responmder a la pregunta ¿qué puedo conocer?, Crítica a la razón práctica (respponde a la pregunta ¿qué debo hecer? y enlaza con la Metafísica de las costumbres) y Crítica del juicio (en la que analiza el sentimiento estético). Aunque la producción de kant es ingente y muy variada, es este periodo el que más importancia y repercusión ha tenido en la historia de la filosofía. Se dice que la Crítica a la razon pura acaba con la disputa entre racionalistas y empiristas, dando lugar a una nueva visión del mundo y del conocimiento humano cuyas influencias perduran en autores del s.XX y XXI
PENSAMIENTO DEL AUTOR
Como hemos mencionado, Kant es un representante de la ilustración alemana que define el su opúsculo Respuesta a la pregunta qué es la Ilustración como la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. Un menor de edad es alguien que no puede conducirse ni responsabilizarse por sí mismo; pero Kant lama a esta minoría de edad "autoculpable" porque no viene impuesta por la incapacidad de nuestra razón, sino por nuestra propia actitud. Dos son los defectos que nos lelvan a permanecer en ese estado: la pereza y el miedo. ¡Es tan cómodo que otros pienesen por nosotros!
La ilustración es justamente salir de ese estado; pero, como el mismo autor señala, su época es una época de ilustración, no ilustrada. Quiere esto decir, que está en el proceso para alcanzar la mayoría de edad de la humanidad, no que lo haya conseguido. Varias son las maenazas para logarlo. La primera es que, como menores de edad, el hombre requiere de alguien que le conduzca, por ello entrega la capacidad de dirigir su vida a unos tutores, que aceptan encantados pensar por nosotros porque a cambio obtienen poder. Ellos pretenderán convencernos de que es más cómodo y seguro permancer en este estado. Sin embargo, la ilustración es justamente lo contrario, supone la emanciancipación de la humanidad y para ello la mejor receta es sacudirse esos dos defectos y comenzar a pensar por uno mismo. Kant recoge la vieja proclama de Horacio y lo constituye en el lema de la Ilustración: Sapere Aude!
Además, para garantizar el oredn social, debemos saber cómo hacer uso de esa independencia del pensamiento. Kant distingue entre el uso público y privado de la razón.
El uso público es el uso que hacemos de nuestra razón en cuanto doctos ante un gran público. En otraa palabras, es el uso que hacemos de ella cuando intervenimos en un debate, cuando hablamos ante un auditorio o publicamos un artículo. En todos esos contextos en los que nos estamos dirigiendo a un público esté este o no presente, sea más o menos numeroso, el uso de la razón debe ser libre e irrestricto. Sin embargo, el uso privado es aquel que tiene lugar cuando desempeñamos nuestra actividad civil y aquí la razón ha de someterse a as reglas que regulan nuestro puesto.
Por ejemplo, un sacerdote, mientras actúa como tal, debe pedir a sus feligreses el cumplimiento de las normas de su iglesia; pero debe reflexionar y expresarse libremente cuando participa en una reunión de ministros de la fe que profesa.
De esta forma sería compatible el desarrollo de un pensamiento autónomo y el orden social, porque el uso privado de la razón exige obediencia: "¡Razonad todo lo que queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced!"
Esta visión del autor sobre la Ilustración concuerda perfectamente con su ética. Como buen Ilustrado Kant considera que ha llegado la hora de que el hombre se haga cargo de su propia vida y decida por sí mismo; por ello necesita una ética autónoma, basada en su propia razón y que sea compatible con el reconocimiento de la dignidad humana, es decir, con una ética en la que el hombre sea tomado como fin en sí mismo y no como medio. Por esta razón Kant va a proponer también una ética bastante novedosa, una ética formal. Kant rechaza las éticas materiales porque considera que son heterónomas e impropias de individuos mayores de edad. Pero, ¿qué es una ética material? Pues una ética que tiene materia es decir, contenido en un doble sentido: por una parte define qué es el bien y, por otra, establece, nos dice, qué actos concretos debemos realizar y que serían todos aquello que nos acerque a lo que previamente hemos definido cmo bueno, del mismo modo que deberán ser evitados todos aquellos que nos alejen de ese bien.
En este sentido son éticas hipotéticas, es decir la acción a relaizar solo se llevaría a cabo en la medida que conducen a ese bien señaldo y, además, solo si deseamos ese bien. Son éticas del tipo "Si quieres B, haz A". El motivo de hacer A no está en un dictado de la razón, sino en que se dé el hipotético caso de que queramos B y que, por otra parte, A nos sirva para alcanzarlo. Por tanto, son también éticas a posteriori, basadas en experiencias personales. Pero ya se sabe que ninguna experiencia es universalizable y, por tanto, estas éticas no servirían para fundar un modelo de conducta valido para tda la humanidad. Además, estas éticas tratan a la humanidad como medios no como fin en sí misma, pues la razón de mi conducta no esta en ella misma sino en que me sirve para alcanzar un fin particular o egoísta. Son, en definitiva, éticas heterónomas, impropias de un individuo mayor de edad, pues la voluntad se halla determinada a actuar por motivos que no proceden de la razón. Y por tanto este tipo de éticas será rechazado por Kant.
Kant propone una ética formal, es decir, una ética sin contenido, que no nos define qué es el bien porque, en su opnión. "no hay nada bueno sin execpciones". Es decir cualquier rasgo de carácter, cualquier acción puede ser imscrita en una secuencia de hechos den la que se converta en un mal. Por ejemplo, en principio la inteligencia parece algo bueno; pero si esta está orientada a hacer el mal ciertamente deja de serlo. En realidad, lo que Kant dijo es que no hay nada bueno sin excepciones excepto una buena voluntad. Esto es una voluntad buena. Pero, ¿cuándo es buena la voluntad? Pues cuando la razón o la máxima por la que es movida no se encuentra en motivos particulares o egoístas, sino en el puro respeto a la idea de deber. Dicho con otras palabras, una voluntad buena es aquella que cuando la razón le marca algo como deber siente que tiene que hacerlo simplemente por el respeto que le infunde la idea de deber.
En la Metafísica de las costumbres Kant aclara esto un poco más distinguiendo tres tipos de acciones:
-Contrarias al deber. Como su propio nombre indica, en estas acciones asbemoslo que es nuestro deber pero realizamos algo contrario. Estas acciones son contrarias a la moral.
- Conformes al deber:Son acciones que coinciden con lo que mi razón establece como deber, pero esta coincidencia es fortuita pporque lo que me ha movido a actuar es otro tipo de interés personal. Estas acciones no tienen valor moral.
- Las que se realizan por puro respeto al deber: Son acciones en las que cumplo mi deber por el solo respeto a este porque la idea de deber me impone tanto respeto que mi razón, sin otra consideración, siente que debe realizarlo.
Solo las últimas acciones tienen valor moral. Además, ya no sería acciones regidas por imperativos hipotéticos del tipo "Si quieres B. haz A", sino por imperativos categóricos del tipo "Haz A", ya que la acción no es realizada como medio para alcanzar oytro fin sino que su realización, el cumplimiento del deber, es un fin en sí mismo. Este tipo de ética sí puede ser universal, ya que, aunque cada persona tengamos deberes distintos, el sentimiento del deber marxcado por la razón es universalizable y este sentido del deber es lo que debe mover a mi voluntad a actuar. Además, de este modo trataré a la humanidad como fin en sí misma y no como medio, que era uno de los objetivos de Kant. Pues no realizo mi acción para conseguir otro fin particular, sino simple y llanamente porque debe ser hecha. De este modo formula Kant el imperativo categórico de su ética: "Obra de tal manera que trates a la humanidad en tupersona y en la de los demás siempre como fin y nunca como medio." Para concluir, podemos añadir que estamos ante una ética autónoma en la que el individuo no actua por sus miedos o pasiones, ni por obediencia a autoridad, sea esta terrenal o eterna, sino solo acatando los dictámenes de su razón, tal y como correspondería a su ideal de hombre emancipado e ilustrado.
COMPARANDO EL PLANTEAMIENTO ÉTICO DE KANT
Es muy difícil encontrar éticas similares a las de Kant, pues, a lo largo dela historia de la filosofía han predominado las éticas materiales. No obstante, retrocediendo muchos siglos atrás, encontramos en la ética estoica cierto paralelismo.
Surgida en el periodo helenístico, el estoicismo enseña al hombre a saber vivir al margen de las polis, que desde la creación del Imperio, por Alejandro Magno, han dejado de ser el horizonte de realización personal. Hasta entonces, la vida pública y privada habían estado unidas y la política (en el sentido de preocupación por la polis, por los asuntos publicos) era un elemento más en la vida de los ciudadanos. Sin embargo, desde que se crea el Imperio, el hombre, en cierta medida se queda huérfano. Privado de la capacidad de decisión en los asuntos públicos, tiene que aprender a ser feliz a nivel individual o, al menos, a no sufrir y a ello intentarán ayudar escuelas como el estoicismo o el epicureismo.
En concreto, el estoicismo hace de la ataraxia el ideal de vida, que vendría a consistir en alcanzar la imperturbaililidad del ánimo. No es tan importante gozar como no sufrir, conseguir no alteranos demasiado ni por las cosas buenas ni por las malas y para ello es necesario privar a nuestra voluntad del deseo que nos hace perseguir cosas para, tan pronto las alcanzamos, presentar otras metas y así dejarnos siempre insatisfechos. Más bien, la voluntad debe aprender a aceptar el curso de los acontecimientos tal y como se presentan. Este será el deber, aceptar el curso inebitable de las cosas. Y es que los estoicos tienen una visióin determinista del universo, el cual está regido por una ley o logos a la que el homre, como parte de ese universo, no podrá sustraerse. Practican, por tanto, el amor fati (amor al destino) como medio para adecuar nuestra voluntad a los hechos y, de este modo, no sufrir. Por ejemplo, tanto si me gusta o no, voy a morirme. Pues bien, el estoicismo enseña a no vivir angustiado por la muerte aceptándola desde el principio. Desde esta perspectiva, no tiene mucho sentido que su ética nos proponga obrar de una manera u otra, como hacen las éticas materiales, pues el curso de los acontecimientos no lo decidimos nosotros. De lo que se trata es de adecuar nuestra voluntad a esa ley que rige el universo y, comno ya hemos dicho, en esto consiste el deber, que es, como en el caso de Kant, una de las categorias principales de su planteamiento.
Siguiendo esta línea nos encontramos en el s. XVI a Montaigne, en cuyos Ensayos podemos ver grandes influencias del estoicismo (de hecho reconoce abiertamente su predilecciçón por Séneca y Plutarco). En el capítulo XVI del Libro Segundo, dedicado a la Gloria, rechaza su búsqueda porque sólo nos instaría a obrar bien en aquellas ocasiones en que hubieran testigos que puedieran procurarnos honra y fama. La fama y la reputación es un asunto bastante fortuito, no siempre recae en las acciones más meritorias y la historia tampoco ha dejado testimonio de todas aquellas grandes azañas o acciones nobles que se cometieron sin testigos que le dieran fama y honor. Sin embargo, dice Montaigne, hay un juez que simpre está presente y es nuestra propia conciencia. Hay una recompensa que no falta a ninguna acción por oculta que sea: la satisfacción que una conciencia bien ordenada tiene al obrar bien. Cuáles sean los actos buenos o bellos no es algo que Montaigne enumere y depende de las circunstancias; pero citando a Cicerón nos dice que debemos actuar "No por alguna ventaja, sino por la belleza de la moral misma" y más adelante añade: "la recompensa del deber es el deber mismo", "Las obras de la virtud son demasiado nobles en sí mismas como para perseguir otro pago que el de su propio valor". En lo cual es imposible no reconocer la posterior diferenciación que hace Kant entre acciones hechas conforme al deber y por respeto al deber. Solo éstas,nos decia, tienen valor moral.
No obstante, como hemos visto, a lo largo de la historia de la filosofía predominan las éticas materiales. Un ejemplo de ellas la encontramos en Hume, autor, por otra parte, muy admirado por Kant. Éste afirmaba que la lectura del Tratado sobre la naturaleza humana le despertó de su sueño dogmático, dando lugar a su periodo crítico. Sin embargo, sus planteamientos éticos no pueden ser más distintos.
En efecto, desde su epistemología empirista, Hume criticará la idea central en torno a la cual gira la ética kantiana, esto es, la idea de deber. En el Tratado de la naturaleza humana Hume afirma que normalmente los libros de ética comienzan describiendo la naturaleza humana o su comportamiento. Dicen "El hombre es así" o "suele hacer tal cosa", y esto es totalmente legítimo, pues para tales afirmaciones podemos encontrar una impresión a su base. Sin embargo, afirma, de repente estos libros dan un salto injustificado porque, sin previo aviso, empiezan a hablar del deber. Ya no dicen "El hombre hace esto", sino "El hombre debe hacerlo"; pero este paso no está justificado, ya que del deber no hay expriencia. Según su planteamiento empirista, el conocimiento empieza y acaba en los sentidos, una proposición sólo es válida si tiene una impresión a su base y podemos observar lo que los hombres hacen; pero del deber no hay experiencia.
La ética de Kant, por el contrario, es una ética a priori. Si la ética, dice kant, se basara en la experiencia, deberíamos concluir que es bueno que el hombre mate o mienta, pues todas estas cosas las hacemos.
Pero, volviendo a Hume, éste de acuerdo con su planteamiento examina cuál es la base de nuestros juicios morales. Toma el ejemplo de una acción totalmente reprobable, el asesinato voluntario de un padre a manos de su hijo. Examinada desde todos los puntos de vista, si miro los hechos sólo encuentro actos, movimientos, nada que responda a la idea de vicio, sólo cuando miro en mi interior encuentro un sentimiento de desagrado ante esos hechos y este sentimiento es la base de mi desaprobación. Este planteamiento, conocido como emotivismo moral, coloca en el sentimiento de agrado o utilidad la base de la aprobación moral y, aunque solemos coincidir en nuestros juicios, en realidad estos sentimientos son subjetivos, por lo que su planteamiento da lugar a un relativismo moral.
Desde el punto de vista kantiano, esta ética sería hipotética (sólo realizamos A en la medida en que me agrada o es útil), a posteriori, subjetiva y particular. En definitiva, cometería todos los errores que él pretendía desterrar. Sin embargo, hay que admitir que el planteamiento de Hume ha tenido más trascendencia en la ética y podemos rastrear su influencia en las corrientes utilitarista. la ética de Kant, por el contrario, ha sido acusada de ser demasiado fría al pretender privar al hombre en su actuación de cualquier motivación subjetiva. Schelling, representante del idealismo alemán e influido por la filosofía kantiana, hace sin embargo, una crítica a su excesivo formalismo con el siguiente ejemplo: supongamos que un amigo mío se está ahogando en un río y me lanzo a salvarlo con peligro para mi propia vida. Pues bien, mi actuación no tendría valor moral, ya que lo que me ha movido es el cariño que le tengo.
Además, desde el planteamiento kantiano se podría dar la siguiente paradoja: si Hitler, por ejemplo, hubiera hecho matar a tantos judíos únicamente por creer que ese era su deber, estaría actuando moralmente bien.
Desde el punto epistemológico, sin embargo, la repercusión de la filosofía kantiana ha sido extraordinaria. Se suele afirmar que la Crítica a la razón pura puso fin a la disputa entre racionalistas y empiristas. Según kant para que haya conocimiento deben existir fenómenos y conceptos. Si no ordenamos los fenómenos con conceptos, éstos quedan como ciegos, sin significado; pero los conceptos sin fenómenos están vacíos (realmente, por ejemplo, uno no comprende qué es la música hasta que la escucha, no nos basta el concepto). De ahí que Kant afirme que el conocimento tiene como límite la experiencia, porque necesita de los fenómenos (hasta aquí de acuerdo con los empiristas). Sin embargo (y en esto nos distanciamos) eso no significa que sólo intervengan los fenómenos. En el acto de conocer el sujeto aporta estructuras a priori. Éstas son las formas puras de la sensibilidad: espacio y tiempo y las categorías del entendimiento. A las hora de conocer el hombre necesariamente aplica estos elementos que trae consigo y de los que no puede desprenderse simplemente porque forman parte de su razón. La consecuencia de esto, entre otras, es que la realidad considerada en sí misma se convierte en noúmeno, algo desconocido. No podemos afirmar ni negar que sea talñ y comola conocemos porque para ello tendriamos que poder conocer sin nuestras estructuras mentales y eso es imposible. Esta visión