Pastoral Colegio Sagrada Familia Utrera
Siguiendo el camino que nos hemos propuesto para este cuatrienio en el que “ELEGIMOS LA VIDA”, este curso somos llamados a COMPARTIR Y ENTREGAR LA VIDA.
La vida que recibimos de Dios y se nos da cada día en sobreabundancia es un misterio de gratuidad y amor. Cotidianamente experimentamos cómo todo lo que somos y tenemos, lo que hacemos y ofrecemos nos ha sido dado. Cuando comprendemos esto, nace espontáneamente una profunda gratitud por este Dios que nos ha regalado la vida y nos ha colmado de bienes. Y con la gratitud nace también una serena alegría por tanto bien recibido, y como consecuencia lógica surge la gratuidad, es decir, el entregar nuestra vida al servicio de los demás.
El lema de este curso nos recuerda que la vida se acrecienta dándola, ya que lo que ponemos a disposición de los demás crece y se desarrolla cada vez más, y nos da la valiosa y pacificadora certeza de que todo es don, nosotros lo somos y estamos llamados a seguir siéndolo siempre.
“El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor.
El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita.
Esta parábola nos muestra que todo lo que hemos recibido es para ponerlo al servicio de los demás, para hacerlo fructificar. El primer talento que hemos recibido es la “vida” y, como expresa la parábola, podemos hacerla fructificar el cien por ciento o podemos malgastarla. Estamos llamados a dar fruto, a dar vida, a entregar nuestra vida para que otros tengan vida y vida en abundancia.
Estamos en la etapa de la vida de Ana María más adulta, capaz de salir de sí misma, habiendo madurado su misión en la Iglesia y en el mundo, dispuesta a sanar las heridas propias y de los demás, practicando hasta el sacrificio el servicio de caridad junto a sus hermanas. Vall d’Ora será el lugar de entrega total al hermano que sufre y que está herido, dando con sencillez lo que ha recibido, sin hacer distinción de bandos y siendo para todos ellos “madre”.
La caridad universal, un amor que no hace acepción de personas, que ama a todos, especialmente a aquellos que son menos amables a los ojos de los demás, a aquellos que a consecuencia de esta pandemia, se encuentran más heridos, más vulnerados, más pobres. Un amor que comprende que estamos todos en la misma barca y que al brindarnos, nos salvamos todos, sin distinción.
El servicio y la generosidad, todo lo que hemos recibido debemos ponerlo al servicio de los demás, porque sólo se fructifica dándolo. Y debemos ser generosos, compartir y entregar todo lo que podemos, sin escatimar nada. Cuando ejercemos el servicio y la generosidad, invitamos a Jesús a nuestra propia barca...
La sencillez, que es propia de aquellos que son conscientes que todo lo que poseen no lo han merecido, sino que lo han recibido por pura gratuidad de Dios y por lo tanto, con sencillez deben compartirlo. Allí estamos en la barca, frágiles y sencillos, necesitados sólo de fe, de su Presencia salvadora.
Las dos manos conforman un círculo que simboliza por un lado el logo del instituto con la espiga y los colores de la Segarra y por otro aquello que no tiene principio ni fin, porque a la hora de compartir y entregar... no debe darse "hasta aquí", medias tintas, medidas...
Entregar la vida, de la forma que sea, ha de hacerse con total plenitud y libertad. La mano con la llama de fuego, símbolo de la lámpara de Ana Ma Janer, es más grande y representa el carisma que se comparte y que entrega vida al mundo, el que está también representado en la circularidad de las dos manos. El carisma janeriano quiere abrazar al mundo.
La forma y posición del lema quieren simbolizar cómo fluye la vida; como si se le estuviera haciendo un ecocardiograma. Por eso el inicio y final de la frase son ondas. Su posición ascendente indica vitalidad.
La palabra VIDA está formada con un juego de formas: el corazón y las ondas. El color es rojo burdeos porque simboliza la sangre. Ella da la vida, nos mantiene vivos, fluye por el corazón y todo nuestro cuerpo, para darnos la energía necesaria para poder entregarnos a los demás. Representa el Amor, que recibimos de Dios y de nuestros hermanos, que nos mueve, que trasciende las acciones y que impulsa nuestra vida para darla.