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Por: Adolfo Yarhi
Reflexionemos sobre nuestro sistema educativo
1 de febrero de 2021
En Japón el docente asume la responsabilidad del aprendizaje de sus alumnos y no responsabiliza al sistema, los textos, los recursos o ausencia de los mismos, ni a otros factores cuando el aprendizaje de sus estudiantes no es efectivo. Este no es el único factor que hace que la educación japonesa haya alcanzado un nivel de reconocimiento mundial ya que durante años ha estado en los primeros lugares de las pruebas PISA.
¿Habrá una correlación entre el compromiso docente y la calidad educativa en Japón? Más que escribir sobre el sistema educativo japonés, quiero dejar algunas interrogantes que le hagan reflexionar sobre nuestro propio sistema educativo que estimulen la búsqueda de soluciones para mejorarlo. Según el informe “Pistas hechas en Latinoamérica” elaborado por Alejandro J. Ganimian y publicado por la Red Latinoamericana por la Educación (REDUCA), únicamente 14% de los estudiantes guatemaltecos de 6to. grado evalúan a sus maestros como muy buenos. Según el mismo informe, 33% de los maestros de 6to. grado frecuentemente llegan tarde a sus clases y 31% de los estudiantes han repetido el grado. Este informe también indica que el 94% de los maestros tienen el cargo por tiempo indefinido. Comparándolo con Japón, los maestros japoneses deben pasar una evaluación para recertificarse cada 10 años. ¿Será esto un mecanismo válido en Guatemala en búsqueda que los docentes se mantengan actualizados? No es nuevo que la formación docente en nuestro país es escasa y una de las principales causas por los bajos índices educativos del país.
En Japón, los estudiantes de nivel primaria desarrollan una visión holística del ser humano, no limitada a un ámbito particular y adquieren la capacidad crítica y de análisis. ¿Estimula nuestro sistema educativo a que nuestros estudiantes adquieran esta capacidad crítica y de análisis? Lo cierto es que de los estudiantes de 6to. grado de primaria que el Ministerio de Educación evaluó en el 2014, apenas el 44% obtuvieron 60 puntos o más (denominado nivel de logro) en la prueba de Matemática - la cual evalúa entre otras - la competencias pensamiento lógico, reflexivo, crítico y creativo para la resolución de problemas en los diferentes ámbitos en que se desenvuelven los alumnos.
Japón se caracteriza porque en ese país estudian muchas horas. Los estudiantes japoneses pasan en promedio 6.5 horas en la escuela y asisten a la misma 220 días al año (reducido de 243 días hace algunos años) y luego de la escuela pasan muchas horas en actividades extracurriculares que refuerzan sus estudios y dedican mucho tiempo a tareas. Por otro lado, los estudiantes de Finlandia asisten 190 días al año a la escuela, dedican a tareas menos de una hora diaria y todo lo que necesitan aprender lo aprenden en clase, para que tengan más tiempo para dedicar a sus familias, amigos y otros intereses después de la escuela. Los estudiantes finlandeses pasan un promedio de 5 horas diarias en la escuela. Cada 45 minutos de clase los alumnos finlandeses descansan 15 minutos porque consideran los descansos importantes para refrescar la mente y estimular la concentración durante la clase. En Guatemala lo obligatorio es asistir 180 días al año a la escuela. De acuerdo al informe de REDUCA, en Guatemala el 57% de los estudiantes de 6to. grado de primaria dedican al menos una hora diaria para hacer tareas. Los niños japoneses reciben mucho más horas de instrucción formal que en Finlandia y aún así, Finlandia obtuvo el 6to, 3ero. y 2do. lugar respectivamente en Matemática, Lectura y Ciencias en las pruebas PISA del 2013, muy cercano al primer lugar de Japón en ese año, a pesar de recibir substancialmente menos horas de clase. Obviamente asistir a clases es imprescindible para mejorar la educación, pero ¿bastará con llegar a cumplir los 180 días anuales para mejorar la calidad educativa?
Los docentes japoneses tienen una muy alta consideración en la sociedad y son muy respetados y preparados. La docencia ya no es una profesión elitista en Japón como lo fue históricamente cuando los docentes provenían de la clase Samurai. En Finlandia – país en que los docentes se orientan más al aprendizaje y el trabajo que a evaluaciones y calificaciones – los maestros son de muy alta estima y la carrera universitaria más codiciada es la de maestro de primaria. Los maestros son elegidos del 10% superior de los graduados en educación y deben obtener un grado de maestría antes de poder empezar a dar clases. En el 2010 de 6,600 personas que aplicaron a la carrera docente, menos del 10% (600 personas) lograron ingresar. ¿Cómo visualizamos a nuestros docentes en Guatemala? ¿Cómo los tratamos cuando son los maestros de nuestros hijos? ¿El sistema educativo los remunera adecuadamente? ¿Consideramos los guatemaltecos que la docencia escolar es una profesión de prestigio, tal como lo hacen los japoneses y los finlandeses?
Alberto Einstein dijo “es el supremo arte del maestro despertar la curiosidad en la expresión creativa y conocimiento”. ¿Se preparan nuestros docentes para estimular la curiosidad de nuestros alumnos? ¿Qué podemos hacer como sociedad para despertar esta chispa en el docente? ¿Por qué el docente japonés siente ese sentido de responsabilidad por el aprendizaje de sus estudiantes? Según las estadísticas de días efectivos de clase y de tardanza de los docentes, tendrán nuestros docentes tan alto nivel de compromiso? ¿Qué factores extrínsecos afectan este nivel de compromiso?
En Japón, la educación es trabajo de todos. Se estimula el trabajo en equipo en el aula y los padres de familia tienen la responsabilidad y el deber social de apoyar la educación de sus hijos en casa. Cuando un niño japonés fracasa en la escuela, se considera que el fracaso es del entorno familiar. En Finlandia, la sociedad entera está involucrada en la educación. Hay un esfuerzo de cooperación entre padres y la sociedad para preparar física y mentalmente a los niños antes de iniciar el aprendizaje formal en la escuela. Finlandia prepara a sus niños para que se conviertan en adultos capaces de tomar decisiones responsables y de participar productivamente en la sociedad como ciudadanos activos que se preocupan por otras personas y por su sociedad. ¿Cómo fomentamos esa responsabilidad socio-educativa en nuestra sociedad? ¿Tenemos metas claras respecto a en qué clase de adultos queremos que nuestros niños se conviertan?
Este artículo busca la reflexión, pues tal como dijo Sócrates, “no puedo enseñar nada a nadie, solo puedo hacerles pensar”.
Por: Adolfo Yarhi
Guatemala, 25 de enero 2021
“Yo no enseño a mis alumnos, solo les proporciono las condiciones en las que puedan aprender”
Albert Einstein (1879-1955).
Recientemente escuché una entrevista que un medio hacía a una psicóloga y a una terapeuta familiar respecto a como mejorar el rendimiento escolar de los hijos. Las expertas favorecían a que los padres tengan controlados y supervisados a los hijos, que les establezcan horarios, que los llamen por la tarde para saber si ya terminaron su tarea escolar y abogaban por una supervisión de las tareas escolares. Incluso, abogaban a favor de una supervisión sistemática e indicaban que es responsabilidad de los padres realizar las tareas con sus hijos.
Desafortunadamente muchos padres escuchan consejos como los anteriores y a falta de conocer criterios alternativos, los siguen al pie de la letra, convirtiéndose en “padres helicópteros” (del término en Inglés “helicopter parents”). Wikipedia define a los padres helicópteros como aquellos padres que prestan extrema atención a los problemas y experiencias de sus hijos y se llaman así, porque al igual que un helicóptero, “flotan” encima de sus hijos por breves momentos se van y regresan para estar al tanto de cada acción de estos. La metáfora del helicóptero fue utilizado por primera vez en 1969 en el libro “Entre padres y adolescentes” escrito por el Dr. Haim Ginott, en el cual menciona la queja de un adolescente quien decía que “su madre flotaba encima de él como un helicóptero” y el término fue bautizado así en 1990 y utilizado por autoridades universitarias desde principios del siglo XXI, cuando la generación del Milenio empezó a asistir a la universidad.
Esta actitud de control - lejos de enseñar responsabilidad en los hijos - les enseña que no son dignos de la confianza de sus padres. Estos padres buscan evitar el fracaso de sus hijos y evitarles tener que sufrir los resultados de un fracaso, sin darse cuenta que el fracaso mismo representa un aprendizaje. La preocupación de los padres helicóptero está más en el rendimiento escolar traducido a calificaciones, que en desarrollar el sentido de responsabilidad y sentimiento de logro por un trabajo bien hecho.
En una ocasión cuando uno de mis hijos estaba en los primeros grados de primaria, una maestra me insistía en que le revisara sus tareas para corregirle su caligrafía. Le indiqué que si le revisaba sus tareas y se las corregía, entregaría tareas preciosas pero al no tenerme al lado en el aula para corregirle la caligrafía, su trabajo en el colegio parecería ser de inferior calidad al que realizaba en casa.
Desde temprana edad busqué inculcar en mis hijos el sentido de responsabilidad; si tenían tareas escolares, realizarlas bien era su responsabilidad y las consecuencias de hacerlas bien o no eran exclusivamente de ellos. Cuando regresaban del colegio estaba disponible para aclarar dudas respecto a las tareas que les habían asignado y para responderles cualquier duda, pero a propósito buscaba que no dependieran de mi presencia para que realizaran sus tareas. Al regresar a la casa del trabajo platicábamos de su día en el colegio y de su tarde y de lo que habían aprendido, pero no revisaba frente a ellos si habían hecho o no sus tareas. Ya cuando estaban dormidos de vez en cuando veía sus trabajos sin influir en que los corrigieran o los entregaran distintos a cómo los habían realizado ellos solos, pues quería evitar convertirme en muleta de mis hijos para que realizaran sus tareas. Cuando su trabajo merecía reconocimiento de sus maestros, el sentido de satisfacción en mis hijos era invaluable; era una satisfacción genuina por su propio esfuerzo. Desarrollaron autonomía para estudiar y la responsabilidad intrínseca de aprender.
Nuestra tarea como padres es guiar a nuestros hijos y velar por que desarrollen autonomía y responsabilidad en para que puedan desenvolverse adecuadamente y estén preparados para enfrentar la vida. Claro que es importante que cumplan con sus obligaciones escolares y que aprendan competencias que los ayudarán a desarrollarse como ciudadanos responsables; eso empieza desde temprana edad. El rendimiento escolar es tan solo un pequeño indicador, pero no indica qué tan preparados están los niños para la vida. Es fácil confundir rendimiento escolar con preparación, pero no son sinónimos. Un niño con calificaciones mediocres pero que ha desarrollado autonomía y responsabilidad por sus actos probablemente resulte mejor preparado para la vida que un alumno con excelentes calificaciones pero que no puede valerse por sí mismo. Una vez concluida la etapa escolar, las calificaciones que obtuvieron durante esta etapa estudiantil se vuelven irrelevantes.
Tal como lo dijo el filósofo, historiador y escritor francés, Joseph Ernest Renan del siglo XIX, “la clave de la educación no es enseñar, es despertar”.
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