Dos Poemas

El Que Arroja Los Dados

Amigos míos, El que Arroja los Dados
se ríe desde dentro y desde afuera
(mientras nos afanamos
en ser sombras).

Su Mirada contempla
nuestra duda.

Porque venimos, vamos,
y porque nos matamos sólo
por distracción.

Su Mente se pregunta
si no hemos comprendido las frases
tan claras
que pronuncia el sol,
la matemática insistencia
con que el tiempo
nos persigue.

Otro llega a vivir:
Él
arroja los dados.

Cada congénere se esfuerza cuesta arriba
en tanto
Su Sonrisa lo acompaña
—como a todos—
por ver
—Curioso—
si en algún giro del mundo
este nuevo
pequeño bastardo Suyo
logrará
no morir.

La Bestia Humana, Animal Insípido

Amigos míos, la bestia humana, animal insípido,
deja caer sus lágrimas
y ya no nos conmueve.

Y larga muy después la risa
pero no nos convence
demasiado.

Hay algo turbio
en su existir doliente:
una pátina como adquirida por las muchas
ocasiones en que ha sobrevivido;

un sesgo negro cuando habla;

alguna exagerada sorna como
si nos pidiera
alguna condecoración.

El sol que para todos viene no
le basta al animal
—insípido animal—
y quiere ser el dueño:

que le abran
la puerta cuando llegue
a las regiones mortales;
que le tengan
servido el desayuno
trascendental.

Su dilatada historia
nos es muy conocida,
por eso reconocemos cierta
impostación cuando llora
o cuando ríe

y ya no nos dejamos
engañar.