Teniendo en cuenta toda la bibliografía y las experiencias de muchos profesores con los que hemos trabajado en los últimos quince años, creemos que los siguientes elementos esenciales de un proyecto definen lo cómo debe ser una secuencia didáctica basada en ABP que consiga el mejor aprendizaje y el mayor compromiso de los alumnos:
El corazón de un proyecto -“de qué se trata”, si queremos resumirlo así- es siempre un problema que resolver o investigar o una pregunta que analizar y contestar. Puede ser algo muy concreto (“Vamos a organizar una feria de la salud en nuestro centro”) o muy abstracto (“¿Cómo son los intereses de poder en el mundo actual”).
Una pregunta interesante y motivadora hace que los alumnos vean mucho más sentido en lo que están aprendiendo. Ya no estudian para recordar conocimientos sino que aprenden porque necesitan nuevos conocimientos para resolver problemas o responder a preguntas que les interesan y les afectan.
El problema o la pregunta desafiará a los estudiantes sin intimidarlos. Cuando asesoramos a profesores, les aconsejamos diseñar la pregunta o desafío (ellos solos o con los alumnos) en forma de una propuesta abierta y accesible que concreta el objetivo final del proyecto. Por ejemplo, siguiendo con los ejemplos anteriores “¿Cuáles son las principales amenazas para nuestra salud? ¿Cómo podemos combatirlas?” o “¿El mundo es un tablero con el que alguien juega?”.
Investigar es un proceso mucho más complejo que buscar información en un libro o en Internet. El proceso de investigación ocupa tiempo. Esto implica que un Proyecto de calidad debe ocupar varias semanas.
En ABP, la investigación es un proceso cíclico y reiterativo: los estudiantes se hacen preguntas, buscan y encuentran recursos con información, responden a las preguntas iniciales, se plantean preguntas aún más complejas… El proceso se repite una y otra vez hasta llegar a una solución o respuesta final completa y satisfactoria.
Los proyectos pueden utilizar diferentes fuentes de información, mezclando la tradicional búsqueda en libros o Internet con otras posibilidades ligadas al mundo actual: entrevistas con expertos, audición de conferencias… Más aún, los alumnos que estén creando un producto pueden analizar las necesidades y demandas de los potenciales destinatarios de sus textos y presentaciones (sus padres, sus compañeros, sus vecinos…) o incluso de hipotéticos clientes.
Cuando afirmamos de algo que es “auténtico” queremos decir que es “genuino” o “real”, que no es “falso”. En educación, el término “auténtico” hace referencia a la vinculación de lo que se está aprendiendo con el mundo real. Hay muchas formas de que un proyecto sea auténtico. La mayor parte de las veces será necesario combinar varias de las siguientes opciones:
Podemos situar el aprendizaje en un contexto real, enfrentando a los alumnos a problemas que las personas encuentran en su vida personal y/o profesional (por ejemplo, empresarios que tienen que diseñar un plan de negocios, concejales que deben decidir las políticas municipales, familias que tiene que buscar vías para ahorrar dinero…).
Otra posibilidad es que el proyecto implique que los equipos de aula usen recursos, criterios de evaluación, herramientas e incluso personas del mundo real. Ejemplos muy sencillos de estos son aquellas tareas en las que los alumnos tienen que editar recursos como presentaciones, vídeos y audios o deben hacer una investigación en la que consultan a expertos en el tema.
Una tercera forma de vincular los proyectos a la realidad es que el resultado afecte positivamente a otros. Por ejemplo, si planificamos y construimos juguetes para el aula Infantil, estaremos desarrollando un proyecto en el que directamente estamos cambiando y mejorando las condiciones del aula de nuestros compañeros.
Por último, un proyecto será “auténtico” cuando se centra en los intereses, expectativas, conocimientos y contexto de los alumnos.
Dar la palabra (y la decisión) a los estudiantes provoca que estos sientan como propia la propuesta y trabajen y se involucren más en él. Si no permitimos que nuestros alumnos tomen decisiones acabarán viendo el proyecto como otro ejercicio o tarea de clase cerrado y pautado.
Evidentemente, el profesor tiene que aportar orientaciones y un cierto grado de control a sus alumnos en aspectos como las preguntas y respuestas que generan, los recursos informativos que utilizan, el reparto de tareas en los equipos de aula o los productos finales que generan.
Algunos grupos pueden dar uno o varios pasos más, decidiendo el tema y objetivo del proyecto, y redactando la pregunta inicial y decidiendo cómo van a investigar, cómo van a demostrar todo lo que han aprendido y finalmente cómo van a compartir el resultado de su aprendizaje.
John Dewey, cuyos planteamientos siguen conformando nuestra manera de enfocar el aprendizaje por proyectos dijo “No aprendemos de la experiencia sino reflexionando acerca de la experiencia”. A lo largo del proyecto, los estudiantes y el docente deben reflexionar acerca de qué están aprendiendo, cómo están aprendiendo y por qué están aprendiendo.
La reflexión sobre el aprendizaje puede tener lugar de manera espontánea e informal, como parte de las dinámicas de aula. No obstante, dentro del trabajo por proyectos tiene que ser diseñada sistemáticamente mediante diarios de aprendizaje, evaluaciones programadas, hitos de reflexión y revisión y presentaciones públicas de los trabajos y actividades de los alumnos.
Revisar los conocimientos adquiridos ayuda a los estudiantes a consolidar lo que han aprendido y pensar cómo pueden aplicar esos conocimientos en el proyecto. Reflexionar acerca de las competencias adquiridas permite que los alumnos tengan claro para qué sirven esas competencias y cómo pueden ayudarles en el futuro.
Revisar y evaluar el propio proyecto (documentos de reflexión y revisión del proyecto) ayuda a que los alumnos decidan cómo deben enfocar los siguientes proyectos y facilita que los docentes mejoren su práctica de aula y el diseño de las experiencias didácticas ABP.
Uno de los distintivos del aprendizaje por proyectos es la alta calidad de todas las actividades y tareas de aula de los alumnos. Esta calidad es conseguida mediante la revisión y el análisis crítico. Los estudiantes tienen que aprender cómo hacer evaluación entre iguales para dar y recibir críticas y análisis para que permitan mejorar sus proyectos y los de sus compañeros. Este análisis de los proyectos debe estar guiado por rúbricas, modelos y dinámicas de aula. Enlace a recursos Slide share o artículo.
Como complemento al análisis de profesores y compañeros, adultos del ámbito más cercano y expertos en los diferentes temas pueden contribuir para analizar el proyecto desde el punto de vista del mundo real.
La importancia que el sentido común da a la necesidad de revisar para mejorar continuamente los proyectos está respaldada por las investigaciones acerca de la evaluación formativa, que implica no solo que profesores y expertos den a los estudiantes retroalimentación acerca de sus actividades sino que los alumnos evalúen su aprendizaje.
Hay tres razones fundamentales para crear un producto final, que puede ser algo concreto y tangible o algo como una presentación pública o la respuesta a un problema planteado:
En primer lugar; un producto público acrecienta, al igual que la autenticidad, enormemente la capacidad de motivación de una propuesta didáctica ABP al mismo tiempo que refuerza en los alumnos la necesidad de llevar a cabo un trabajo de aprendizaje de gran calidad. Ejemplo: “La curiosidad es saludable”.
Pensemos por ejemplo en las presentaciones que los alumnos hacen en el aula para su profesor y sus compañeros. El riesgo no es muy alto por lo que los estudiantes puede relajarse y no tomarse muy en serio la actividad, con lo que la calidad de la presentación es baja. Sin embargo, cuando la presentación se hace para personas de fuera del aula la autoexigencia es mucho mayor ya que nadie quiere hacer un mal papel en público. Ejemplo: Cuando vivían en blanco y negro
Un cierto nivel de ansiedad es un buen motivador. Una ansiedad excesiva puede entorpecer la presentación en público. La cuestión es encontrar el grado justo de preocupación por el trabajo y para ello los alumnos tienen que estar preparados para hacer públicos sus trabajos.
En segundo lugar, al crear un producto los alumnos convierten lo que han aprendido en algo concreto y en consecuencia, cuando lo comparten, en algo cuestionable, discutible. La dimensión social de aprender cobra importancia y el aprendizaje deja de ser un intercambio privado entre el docente y los estudiantes.
Esto tiene un impacto en la cultura y la dinámica del aula, que se convierte en una comunidad de aprendizaje. El docente y sus alumnos analizan y discuten qué se ha aprendido, cómo se ha aprendido, cuáles son los criterios y estándares de evaluación que deben usarse y cómo se puede mejorar el trabajo de los alumnos.
Por último, publicar los trabajos de los alumnos es una manera muy efectiva de hacer llegar a los padres, a la comunidad educativa y a todo el mundo qué es el aprendizaje por proyectos y cómo esta metodología ayuda al aprendizaje de los estudiantes. Cuando un grupo, un instituto o una escuela se abren a la mirada y la revisión pública, el mensaje que están lanzando es: “Esto es lo que nuestros alumnos pueden hacer. Nosotros no nos dedicamos solo a hacer exámenes”.
Muchos docentes y escuelas refuerzan este mensaje reformulando la idea de “escuela abierta” en el sentido de hacer públicos los trabajos de los alumnos. De esta forma se refuerza el apoyo y la comprensión acerca de la metodología ABP en los padres, responsables educativos y otras personas del ámbito del centro. Cuando las personas ven la calidad de los productos (recordemos, en sentido amplio) que los alumnos pueden crear, quedan absolutamente sorprendidas y demandan ver más.