Vivimos inmersos en la sociedad de la información y de la comunicación. Nunca antes se había procesado tanto conocimiento y con tanta celeridad. Y para que todo esto sea posible se necesita de la sintaxis de la palabra y de la imagen, del lenguaje verbal y no verbal. Su enseñanza se presenta en la actualidad como crucial , ya que sin el conocimiento y uso eficaz de la una y de la otra nos situamos en una posición de vulnerabilidad, de sujetos pasivos que asistimos inertes al devenir de los acontecimientos, en consumidores inconscientes de una realidad de la que deberíamos ser dueños, pero que se nos escapa.
Por contra, si dominamos la palabra y la imagen, nos convertimos en sujetos activos, no sólo receptores de opiniones, sino creadores de ellas. Comprenderemos más y mejor la realidad para poder crearla, transformarla.
Y en la consecución de este logro, decíamos, desempeña un papel fundamental la educación escolar, que ha de trabajar la búsqueda, selección y construcción de información que convierta a los miembros de las nuevas generaciones en ciudadanos responsables, autónomos, críticos y libres, dueños de su propio lenguaje.
La lectura así concebida se convierte en vehículo de acceso y reelaboración de informaciones, por su carácter de eje transversal o “medio para” adquirir todo tipo de conocimientos, y como fin en sí misma o fuente de placer buscada de manera voluntaria y libre que contribuya al refuerzo de aptitudes cognitivas.
Lo que nos permitirá también fomentar el respeto a las normas de convivencia, el respeto a los derechos humanos y el pluralismo ideológico, así como la opción del diálogo como vía de resolución de conflictos.
Y desde estos fundamentos, el Plan Lector nos permite concretar cómo vamos a abordar el tratamiento de la lectura en el centro y qué papel ha de desempeñar esta en nuestra práctica de aula.
En este sentido, el Plan Lector debe convertirse en una referencia para la identidad de nuestro centro y ha de ser conocido y compartido por toda la comunidad educativa. Se trata de un documento estable y abierto, pues, por una parte, fija unas pautas de trabajo de la lectura y un itinerario lector para el alumnado, pero, a la vez, puede ser modificado y reajustado a partir de su evaluación por parte del profesorado.
La importancia del Plan Lector radica, por tanto, en el hecho de que el tratamiento de la lectura —uno de los ejes fundamentales en la formación del alumnado— pasa a ser un proyecto de centro, suficientemente coordinado y estructurado, conocido y aprobado por todo el claustro, como garantía de una formación básica en lectura que contemple diferentes intereses y perspectivas.
Todas las áreas y materias deben implicarse en la mejora de la lectura, tanto la lectura intensiva (fragmentos y textos breves, continuos y discontinuos), como la lectura extensiva (obras completas).