Miguel Hernández

Miguel Hernández nació en 1910 en Orihuela, un municipio de la Comunidad de Valencia, y murió a la edad de treinta y un años en Alicante, a causa de la tuberculosis mal tratada que le consumió la salud.

Miguel Hernández fue un poeta y dramaturgo de formación autodidacta. Aunque le fue concedida una beca para continuar con sus estudios, Hernández la rechazó por orden de su padre, quien deseaba que su hijo se dedicara al cuidado de los rebaños que tenía la familia. Sin embargo, la educación primaria que recibió el escritor oriolano fue suficiente para despertarle su amor por las letras. Así, estando en los campos mientras los rebaños pastaban, Hernández leía todo lo que podía y todos los libros que un hombre de fe le proporcionaba: desde libros de tradición clásica a libros contemporáneos, pasando por la literatura simbolista francesa.

La lectura de clásicos de las letras castellanas, como Góngora, lleva a relacionarlo con los autores de la Generación del 27, así como su proximidad en el tiempo, si bien es cierto que Hernández era más joven que todos aquellos autores. Además, sus inquietudes estéticas y poéticas eran otras, con fines más sociales, y por ello también se relaciona a Miguel Hernández con la llamada Generación del 36 o Generación de posguerra, que se caracteriza por la autoría de una poesía llena de dolor por los horrores vividos durante la guerra civil. Todo esto conforma algo esencial para entender la figura de este poeta en la literatura española del siglo XX: Miguel Hernández es un puente entre la tradición vanguardista de la Generación del 27, que creía en una poesía pura y meramente estética, y la tradición de poesía social y reivindicativa que vendrá con la Generación del 36 y otras generaciones o grupos poéticos venideros, como la Generación del 50 o de los niños de la guerra.

Cuando estalló la guerra civil, Hernández decidió luchar por el bando republicano, y se enroló en su ejército de manera voluntaria. También se afilió al partido comunista poco después del inicio de la contienda. Teniendo en cuenta estos dos factores, es comprensible que el bando nacional ordenara su captura y su encarcelamiento una vez hubo acabado la guerra y una vez los nacionales se hicieron con el poder. Sabedor de todo ello, Hernández trató de huir de España tratando de cruzar la frontera de Portugal con Huelva. Logró llegar al país luso, pero el gobierno de Salazar, el dictador que entonces estaba en el poder en Portugal, ordenó que se entragara a Miguel Hernández a la Guardia Civil española.

De nuevo en España, Hernández no conoció otra cosa que la prisión. En la cárcel alicantina enfermó, y las diferentes dolencias que padeció acabaron por debilitarle la salud. Murió en 1942, con tan solo treinta y un años.