Si miro para atrás, y hablara con la Selva de hace un tiempo, me diría que he aprendido a ver el arte no solo como algo que sirve para observar, sino como algo que se siente y se construye desde una intención profunda, que se pueden expresar las emociones a través de palabras e ideas, y que el arte permite esa expresión de manera sanadora.
También la capacidad de darle forma y sentido a un concepto abstracto, como puede ser el duelo, y convertirlo en una experiencia visual que pueda llegar a conectar con las emociones de los demás.
Y, sobre todo, me ayudó a poner palabras a cosas que tenía dentro y que no sabía cómo expresar.
Además, al presentar mi obra, pude practicar hablar desde lo emocional y explicar el porqué de cada pequeña cosa de mi obra, lo que me dio más seguridad al comunicar mis ideas. A su vez, me permitió contar una parte de mí a los demás con valentía y confianza.