Es bueno que los niños jueguen a disfrazarse durante todo el año, no solo en Carnaval o Halloween. Cuando un niño se disfraza juega a interpretar el rol del disfraz que lleva; (lo más probable es que si se disfraza de médico, juegue a curar a sus muñecos, si va de profesora a enseñarlos, si es de mago a hacer trucos y pociones mágicas…).
Además de pasárselo estupendamente y si además lo hace con otros amiguitos, mucho mejor. De esta forma aprenderán a negociar, para saber de qué se disfrazan y una vez disfrazados iniciar un juego conjunto, con sus reglas y sus normas.
Con los disfraces contribuimos al desarrollo de los niños, porque:
Fomentamos la creatividad e imaginación.
Enseñamos la empatía, desarrollamos la tolerancia y la comprensión.
Creamos situaciones y personajes para jugar e imitar.
Ayudamos a descubrir cómo percibe el niño a los adultos.
¿Mejor comprar disfraces o hacerlos en casa?
Si tenemos la posibilidad de realizar el disfraz en casa y que el niño se involucre en el proceso, mejor, de esta forma iniciamos el juego desde el momento de la preparación del mismo. A los niños no les hace falta un disfraz muy elaborado, muchas veces con un bolso viejo, un monedero y un collar de mamá, ya juegan a disfrazarse de 'mamá', o con una camisa y una corbata, son 'papá' y juegan a que son mayores y van de compras, cuidan de sus muñecos como si fueran sus hijos… con una bata y una tiza son 'profesores”' y pueden jugar a enseñar a sus muñecos o a otros amigos…
Podemos tener en casa una caja de disfraces, con elementos básicos (sombreros, collares, tacones, capas, varitas mágicas, bolsos, pañuelos, corbatas…) que el niño utilice para disfrazarse a lo que él quiere y de esta forma desarrolle y dé vía libre a su imaginación. Un niño puede adoptar en su juego el disfraz de mamá, o una niña el disfraz de pirata, dejemos que sean ellos los que lo elijan, y no les creemos prejuicios diciéndoles si es un disfraz de niño o de niña.
Tomemos como premisa que si un niño no quiere disfrazarse de algo, no le obliguemos. Se tiene que sentir cómodo y seguro con el disfraz, nunca obligado o ridículo.