Hno. Isidoro Lezcano: hombre libre y libertador

El Hno. lsidoro nos manifiesta con su vida, que seguir a Jesús es entrar en el dinamismo de su libertad. Por tanto, toda su experiencia como fundador, se va a desarrollar en vivir como hombre libre y libertador.

La fuente de esa libertad la encontramos en su deseo, en la necesidad que él tiene de vivir en clave de Dios, dejándose guiar por el Espíritu, haciendo suyas las palabras de San Pablo a Corintios: "Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad". Y este convencimiento va a dar un ámbito muy amplio a su libertad: libre de sí mismo, de las jerarquías, de los ricos, de los fracasos...

El Hno Isidoro se convierte así en un hombre liberado de las esclavitudes de la propia imagen, de sus miedos al fracaso y al rechazo de la Iglesia y de la sociedad. La vida del Hno. lsidoro está llena de anécdotas que nos muestran la libertad de nuestro Fundador con respecto a los poderosos y a sus instituciones, con respecto a los grupos eclesiásticos y sociales de los años 70 y sobre todo a sus expectativas con respecto al ansia de tener más para ser más que los demás.

Pero la libertad en que vive el Hno. Isidoro, no es algo que termina en una vivencia personal e individualista; su libertad es para algo, es libertad para. Está en función del Reino, está en función del hombre y de la mujer que no es libre, porque no se les reconoce su dignidad.

Él se siente libre para dignificar la vida del enfermo mental. Se siente libre para introducirse en los barrios musulmanes de Tetuán y de Ceuta marginados por una sociedad de carácter colonialista. Se siente libre para luchar contra el trato inhumano que reciben los alcohólicos y drogadictos en los calabozos. Se siente libre para sacar a un grupo de jóvenes epilépticos del manicomio, porque no era ese el lugar idóneo para su rehabilitación.

Su libertad le hace gritar contra la utilización del nombre de Dios en el menosprecio a las personas por razón de su raza o religión. Él se siente libre y desde su libertad quiere que los demás experimenten y se abran al Dios- Amor; porque sabe que cuando el hombre se cierra al amor del Buen Padre Dios (como él lo nombra) surge la enemistad entre los hermanos, la lucha de todos contra todos, se crea un mundo que condena a muerte a los pobres y que hace inevitables las injusticias.

En nuestras constituciones, el Hno. lsidoro dejó señalada de manera explícita la libertad como característica central de la vida del hermano franciscano de Cruz Blanca pues "para ser libre nos liberó el Señor" (Gál 5,1). Sin embargo para él no hay libertad cristiana sin "la obediencia a la fe" (Rom 1,5). Para nuestro Fundador, tenemos que ser libres para cumplir en todo la voluntad del Padre, en el espacio de libertad creado por Su mismo Amor, ser libres por ser obedientes a la misión liberadora del Señor.

Una frase de nuestro Fundador puede resumir cómo entiende él la libertad, cómo la experimenta:

  • “No hay verdadera libertad sin la humilde aceptación de las propias limitaciones, sin amor, si no existe respeto a la libertad ajena y al reconocimiento de la Verdad que trasciende todo deseo e interés propio".

El carisma de los Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca gira en torno al cuarto voto que profesamos junto con los de Castidad, Pobreza y Obediencia. Se trata de la asistencia a los enfermos incurables y a los más necesitados en un ambiente familiar, de cercanía y convivencia fraterna entre hermanos, asistidos y voluntarios, los hermanos gozamos de la inmensa gracia de poder asistir al mismo Dios encarnado en todos los hombres pero especialmente en los más enfermos.

Comunidades reducidas de hermanos y un número no muy elevado de asistidos, hace posible que en nuestras "Casas Familiares" se viva un ambiente de familia, donde las vivencias en el día a día son muy cercanas e intensas.

El Hermano Franciscano de Cruz Blanca no es sólo una persona consagrada que atiende a los enfermos y pobres en sus necesidades materiales más básicas. El verdadero Franciscano de Cruz Blanca, siguiendo los pasos de nuestro fundador, el Hermano lsidoro, vive al lado del asistido, estando y siendo, dando y recibiendo.

La presencia cercana, el trato cariñoso, los gestos de amor fraternal, deben jalonar nuestra vida de consagrados para el Reino sirviendo a los que hoy nadie quiere: disminuidos físicos y psíquicos, enfermos terminales, inmigrantes, ancianos, enfermos de SIDA, alcohólicos o transeúntes.