PUERTAS CERRADAS

Desde niño siempre escuchaba a personas detrás de la puerta suplicando para que los deje entrar, claro que no lo hice nunca ya que mi mamá me decía que no le habrá ninguna puerta a extraños. Siempre obedecía lo que mi mamá decía para que ella está orgullosa del hijo que tiene. Pero el tiempo, cuando más pasaba, los gritos no eran ligeros se volvían más fuerte, como si esos gritos en vez de desesperación a locura, como si a la persona la irían a matar. Por suerte duraban 5 minutos o 10 como mucho, entre el tiempo que gritaban perdían la cordura o eso yo pensaba. Cuando crecí esos gritos se fueron yendo. Pero empecé a pensar, si esa persona era más que eso, tal vez era un monstruo que intentaba engañarme para tener mi sangre y alma. Pero ya estaba grande para creer en monstruos. De repente los gritos y suplicas volvieron. Ya me estaba volviendo loco, estaba perdiendo la cordura por los gritos ¿me había vuelto loco? Eso pensaba. Un día estaba en la sala, estaba a punto de llamar a un restaurante para pedir algo, pero había dejado mi celular en mi cuarto, fui por él, pero cuando abrí la puerta no estaba, mi cuarto estaba oscuro, era puro negro la habitación, intenté volverme, pero demasiado tarde… ya no había una puerta. Corrí por una salida cuando de repente encontré una puerta. Intenté abrirla, pero estaba cerrada, en la puerta había un agujero que me permitía ver que estaba detrás, había una biblioteca vacía y pude divisar a un niño sentado en el piso. ¡Le dije -eh! ¡Niño! El niño volteó rápidamente. Cuando vi que se dio la vuelta golpeé la puerta para que me abriera. El niño solo me ignora. Me enojé, le grité repetidamente para que me abriera. Después de 5 minutos deje de gritar. Me convertí en el monstruo que me asustaba de niño… No pude hacer nada, solo me quedé a esperar que el tiempo a ...

Florencia TAPPARI COTTURA