Los valores se convierten en referencia permanente de la misión Amor de Dios. Valores que actúan como motores que movilizan el Proyecto Educativo, cualidades que tenemos y que configuran nuestra identidad. Nos orientan a la hora de tomar decisiones, resolver problemas o enfrentarnos a los retos del futuro.
Valores que enriquecen a la persona, la familia y la sociedad con sentido cristiano, emanados desde el estilo y carisma de Jerónimo Usera. Valores que son el reflejo de lo más positivo que tenemos, generan dinamismo y construyen nuestra cohesión comunitaria.
Partiendo de esta idea y de la realidad que nos rodea, la fuente de energía que nos alimenta colectivamente es:
Compromiso y responsabilidad. Estamos comprometidos con la Misión Compartida y somos responsables en nuestra tarea del día a día. Estamos disponibles ante las exigencias de cada momento, disfrutando con nuestro trabajo y asumiendo nuevos retos.
Amor. Educamos “en el amor”, traducido en cariño y cercanía; “por amor”, traducido en comprensión y visión positiva de los acontecimientos; “para amar”, a uno mismo, a los demás y a Dios encarnado.
Gratuidad. Vivir y expresar la gratuidad del amor es la motivación profunda de toda nuestra acción educativa.
Alegría, que nace del interior; fuente de entusiasmo y felicidad para realizar nuestra misión educativa.
Acogida, acompañamiento. Somos centros caracterizados por un ambiente de familia, donde la cercanía, la sencillez y la acogida, facilitan la convivencia y hacen posible la comunión.
Solidaridad, que nace de la generosidad y el sentido de la justicia; esto nos mueve a colaborar con los demás, especialmente, con los más débiles.
Trabajo cooperativo, que nos ayuda a conseguir una interrelación de los centros, que abarca a educadores, educandos y familias, y potencia la participación de todos en el mayor número de actividades.
El bien y la verdad, que nos ayudan a mantener una visión optimista y esperanzada de las personas, del mundo y de la educación, viendo en ellos la presencia de Dios y las oportunidades para la felicidad.
Trascendencia, para aprender a mirar el mundo, las personas y la historia desde una perspectiva que permite su apertura a una realidad última (Dios) donde encuentran su pleno sentido y realización.