Desde pequeña siempre había querido ser maestra. Recuerdo que, cuando me preguntaban qué quería ser cuando fuese grande, decía que quería ser maestra. Nunca fui de las que jugaba a la “doctora” o a “la hora del té” con mis peluches, siempre los acomodaba, me paraba frente a ellos y comenzaba a enseñarles cosas. Mi abuela era maestra, y verla todas las tardes dar tutorías a mí y a otros niños luego de las 3 de la tarde, me animaba más a esta idea. Siempre le vi el cariño que le tenían sus discípulos, como los llama ella y me hacía sentir privilegiada el tener una abuela que fuese tan reconocida y admirada por otros.
Con el paso de los años, me he dado cuenta de lo dichosa que fui durante mi tiempo escolar elemental. Puedo decir sin vacilar que todos y cada uno de los maestros que alguna vez me dieron clases, eran maestros capacitados y que amaban lo que hacían. Mi niñez fue una preciosa, no solo por como me criaban en mi hogar, sino también por mis días en la escuela y lo increíblemente buenos que eran mis maestros. Recuerdo que en mi escuela hacían todos los años, durante el mes de Febrero, un evento llamado "El Reinado de la Amistad" que era, básicamente, un "Miss Universo" pero de San Valentín. Durante este evento, ciertos maestros se daban a la labor de decorar, comprar coronas para las participantes, organizar el evento y mucho más que, a fin de cuentas, era para nosotros los niños. Ese esfuerzo que yo veía en mi escuela de parte de mis maestros, me hacía sentir orgullosa y asombrada. A tan corta edad me di cuenta de lo importante que era para ellos que nos sintiéramos felices e importantes. Mi abuela siempre me educó en lo importante que era respetar a mis maestros. Al principio no le daba mucha importancia, pero mientras voy creciendo, me doy cuenta de lo verdaderamente importante que es. Un maestro es tu guia, tu educador, la persona con la cual prácticamente pasas la mayor parte del tiempo durante tu vida escolar, y eso es algo que se debe respetar y hasta cierto punto, cuidar.
De pequeña siempre decía que quería ser maestra, con el paso de los años, ese sentimiento fue cambiando un poco, hasta que llegue a la escuela superior y me di cuenta de que eso era lo que realmente yo quería. Ver el cariño que desarrollaba a varios maestros y como se notaba que a ellos les gustaba lo que hacían, me dieron las ganas de volver a desarrollar eso que quería de pequeña.
Mi abuela, como ya dije anteriormente, fue una de las personas que más influenció a que yo fuese maestra. Uno de los eventos más significativos que me hicieron escoger el magisterio, fue un día que re inauguraron una escuela en la que mi abuela fue maestra por más de veinte años. Fue un evento con música, juegos, fotografías viejas y muchas personas que pasaron por esa escuela, entre ellos maestros y estudiantes. La manera en la que la gente se acercaba a mi abuela para saludarla o decirle lo mucho que amaban tomar clases con ella, me cautivó demasiado, y me dije a mí misma que me gustaría sentir un sentimiento similar a ese.
No entraré mucho en detalle sobre mi escuela elemental, ya que pienso que fue bastante normal. No hubo ningún maestro que me impactara de la misma forma en la que lo hacía mi abuela, o parecido, y tampoco hubo uno que fuese negativo en mi vida. Una anécdota que podría poner, fue una que tuve en tercer grado. Mi maestra tenía problemas personales con sus hijos, y hubo un día en el que llegó a la escuela un tanto cansada y se quedó dormida en su escritorio. Según me cuenta mi mama, y el vago recuerdo que tengo, yo reuní a los estudiantes y me senté frente a ellos a leerles un cuento mientras ella despertaba. Fue rápido, pero pude mantener el orden en ese tiempo que ella se quedo dormida. Cada vez que la veo por la calle, me lo menciona y me lo agradece, y yo me siento bien al respecto.
Tuve una maestra en octavo grado que no sabía enseñar. Uno mismo debía aprender por su cuenta, pues ella no sabía explicar y le irritaba contestar dudas que los estudiantes, incluyéndome, tenían. Esto hizo que tomara tutorías y que, aún así, saliese mal en los exámenes. Por lo que obtuve mi primera “F” en un curso, lo cual me deprimió muchísimo y a causa de esto tuve que ir a psicólogos para que al final del año, terminara con una “C-“. Fue una experiencia verdaderamente horrible para mí. Esto hizo que perdiera mi confianza en las matemáticas y que con el paso de los años, los números se me hicieran más difíciles de dominar. Definitivamente no quisiera ser ese tipo de maestro. Me prometí a mi misma que si algún día lograba ser maestra, no iba a ser como ella, porque lo que menos quisiera es perjudicar a un estudiante, lo cual no es para nada mi objetivo. Un tipo de maestro que sí me gustaría imitar, es mi maestro de historia de la escuela superior. Un hombre súper dinámico e interactivo con los estudiantes. Era completamente pro estudiante, su clase era una de las mejores y a todos nos gustaba llegar a su clase porque sabíamos que íbamos a aprender y pasarla bien. Verdaderamente le gustaba dar su clase, y para los exámenes los estudiantes no tenían que estudiar para nada, ya que con escuchar su clase bastaba.
Mi maestra de teatro fue la que me influenció a que tomara esta última y gran decisión de ser maestra de teatro. De ella aprendí todo lo que se, y estoy muy agradecida de haber podido ser su estudiante. Me enseño lo importante que es el arte y todo lo que se puede lograr con este. Todos y cada uno de sus estudiantes le tienen un cariño enorme a esta maestra, y ella siempre nos ha dado la libertad de ser como nosotros queramos en su salón de clase. No es la típica maestra de teatro, verdaderamente.
Digo esto ya que, como estudiante, siempre fui aplicada en las clases que me hacían sentir de esa manera. No encontraba la motivación para clases que no me gustaban o no entendía, mucho tenía que ver con el maestro también. Siempre daba el 100%, pero no se reflejaba en varias clases. No tenía esa voluntad de "pasar trabajo" cosa que ha cambiado desde que llegué a la universidad. Me gustaría enseñarles a mis estudiantes lo importante que es aplicarse en sus materias ya que los ayudará grandemente e un futuro.
Me gustaría ser una maestra de teatro completamente preparada para el mundo en el que vivimos ahora. Quisiera poder transmitirle a mis estudiantes la misma energía que mi maestra de teatro nos daba a nosotros. Quisiera formar un pequeño grupo de teatro para chicos adolescentes, ya que ellos son (para mí) los que más deberían tener influencia en el teatro y practicarlo.