El Tío Sam

Samuel y Ebenecer Wilson presumían de que su empresa de carne en conserva era la mas grande de todo el estado de Nueva York. Solían decir que eran capaces de sacrificar y enlatar 150 reses diarias.

De manera que, cuando en 1812, EE.UU. e Inglaterra se declararon la guerra, los dos hermanos trataron de conseguir -y lo consiguieron- un contrato para el suministro a las tropas de barriles de carne de buey y cerdo.


Samuel Wilson no cabía en sí de gozo. Era un hombre jovial y popular, cuya cabellera gris y su gran sombrero de copa sobresalían entre la multitud y al que todo el mundo conocía como el Tío Sam.


Siempre le proporcionaba gran placer el que los visitantes paseasen a sus anchas por su fabrica de Troy, y que admirasen lo que hacia en favor de los combatientes que se hallaban en el frente.


Ocurrió que un día uno de los visitantes observó que todas las barricas tenían grabadas las letras E.A.-U.S. (iniciales de Elbert Anderson y Estados Unidos, de cuyo gobierno era contratista), y solicitó de uno de los obreros que le aclarara lo que tales letras querían decir. «No lo sé -respondió el hombre- a menos que sea Albert Anderson y Tío Sam (Uncle Sam)».


El chiste tenía gracia y pronto se difundió. Los visitantes lo contaron en sus casas y los empleados de la entidad que se incorporaron a filas lo llevaron hasta el frente. Los caricaturistas explotaron la idea en la década de 1830, y aunque Sam murió en 1854, el Gobierno le reservó un pedestal imperecedero en el corazón de la nación. En 1861, una ley reconocía oficialmente a Samuel Wilson como símbolo de los EE.UU.

Foto: Samuel Wilson y el Tío Sam