Hno. Manuel GONZÁLEZ JIMÉNEZ
Nació en la Ciudad de México
el 18 de diciembre de 1911
Llamado por el Padre
el 5 de abril de 1992.
en Ciudad Obregón, Son.
a los 81 años
MANUEL GONZÁLEZ JIMÉNEZ
(HERMANO BERCHAMS AGUSTíN)
* 18 XII 1911 + 5 IV 1992
Introducción:
Hermano de corta estatura pero no por eso con complejo de inferioridad, fue una persona que supo compensar ampliamente su falta de estatura al desarrollar otras cualidades y habilidades; sin buscar el poder lo ejerció y fue líder, no fue conquistador pero si dominó las situaciones adversas que la vida le presentó; supo compensar la baja estatura con una gran capacidad de observación; ciertamente, en momentos fue terco, sabiendo superar muy bien este aspecto, gracias a la curiosidad y expectación que despertaba su baja estatura. Fue grande en ideales, fue grande en darse a los demás y desarrollar amistades profundas y sinceras; supo reírse de sí mismo y, a una finca que consiguió, no dudó en bautizarla como el “Chapalito”, haciendo referencia a su altura; quizá por su estatura desarrolló una sana agresividad, que no se transformó en violencia. Su mente fue amplia, haciendo milagros con ella. Para el Hermano Manuelito la estatura debió medirse siempre de la cabeza al cielo y con este parámetro su altura era de las mayores, como lo fue su fe, su generosidad y entrega al servicio del Señor, a través de la educación de niños y jóvenes.
Presentación:
Me llamó Manuel González Jiménez, yo mismo voy a relatarles los principales acontecimientos de mi vida, siempre he amado la literatura y poder escribir, tanto versos como prosa, siempre he amado el teatro y los sainetes, por lo cual inició un paseo por mi vida.
Nací en Guadalajara, Jalisco, el 18 de diciembre de 1911, tuve unos padres fabulosos que siempre me quisieron mucho. Ellos fueron: Don David González y mi mamacita, Doña Lupita; también goce del cariño de mis cuatro abuelos, siempre muy cercanos a mis padres. Ellos fueron Remigio y Bibiana, por parte de mi papá y, Don Faustino y Margarita, por parte de mi mama. Era una alegría para mí y para mis hermanos ir a visitarlos o que fueran a casa.
Olvidaba decirles que fui el más chico de una hermosa familia de 11 hermanos. El patio de mi casa era el centro de la alegría, ahí jugábamos y convivíamos; al ser el Benjamín me tenían mucho cariño y me enseñaron muchas cosas y habilidades para la vida.
Con tristeza dejé mi tierra natal, era un niño de 4 años, pero la Revolución Mexicana obligó a mis padres a irse a la capital; me fui triste, por una parte, pero por otra, era una oportunidad para conocer otra ciudad más grande que, además, la principal del país.
Mis papás me llevaron a la escuela primaria que se llamaba Instituto Guadalupano y, muy feliz terminé mi primaria en diciembre de 1923, iba a cumplir 12 años. Para la Secundaria mis papás escogieron el Colegio Francés de La Salle y finalizó esta etapa tan interesante en noviembre de 1927; uno de mis compañeros fue José Manuel Ramírez Stone, que me molestaba diciéndome cuñado, y eso me enojaba. Un día me subí a una silla, lo llamé y le di una cachetada… como que no se enojó mucho, pero dejó de molestarme.
¡Ah! Se me olvidaba algo que fue muy importante en mi vida y en esos años, fue una gran ilusión: Mi primera Comunión, que hice el 18 de junio de 1918, un gran día para mí, que nunca se me ha olvidado.
Entre los maestros que nos daban clase había uno que me inspiraba mucho, se llamaba Fernando Anzorena. Conversando con él me vino el deseo de ser Lasallista como él, y entrar de Hermano, cuando hube terminando el curso, en noviembre de 1927.
En enero del año de 1928 entré con los Hermanos al Noviciado
Menor el 14 de febrero, pero fui enviado a la Isla de Cuba, a una casa que tenían los Hermanos en un lugar llamado Guatao, una finca muy bonita, llena de palmeras y de árboles de mango, además había naranjas y limones, muy verde todo, pero hacía mucho calor, al que no estaba acostumbrado. La situación en México era peligrosa ya que estábamos en plena Guerra Cristera y los Superiores tenían miedo de que confiscaran la casa, o bien, que los echaran del país, fue por eso que tuve que emigrar.
En esa casa comencé mi postulantado, que se inició el 9 de agosto de 1928, como preparación a mi Toma de Hábito, que se realizó la víspera de la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora, ese mismo año; me contaron el tiempo de Noviciado Menor como preparación para el Postulantado, ya que sin que llevara ese nombre ya hacíamos muchos de los ejercicios del Postulantado. Mi compañero, tanto del Noviciado Menor como del Noviciado fue el Hermano Efrén Sotelo, con quien viví el tiempo de formación y, más tarde, en Fresnillo. En mi Toma de Hábito, juntamente con la librea de Hermano de las Escuelas Cristianas me dieron el nombre de Berchmans Agustín y, de cariño me llamaron, en varios lugares, como Hermano Berchmitas. Mi director de Noviciado fue el Hermano Gustavo Félix, segundo director del Noviciado de México y fundador del Noviciado Menor de San Borja, un hermano muy espiritual, bueno y comprensivo.
Mi subdirector fue el buen Hermano Crisóstomo. En el Noviciado encontré a otros Hermanos mexicanos que habían tomado el Hábito antes que yo, como fueron los HH. Luis Bordes y Guadalupe Sánchez. Ya casi al terminar mi Noviciado llegó el Hermano Benildo Justino, que llegaba del Segundo Noviciado, e iba a ser el sucesor del Hermano Gustavo.
El 28 de agosto de 1929 emití mi primera profesión y pasé al Escolasticado. Para terminar mis estudios estuve unos meses más en Cubita la Bella y regresé a concluir mi Escolasticado en Tacubaya, en septiembre de 1930.
Terminado lo que se llamaba el año canónigo pasé al Escolasticado ahí mismo en Guatao, siendo del último grupo que estuvimos ahí, pues en 1929 el Hermano Benildo Justino, mi director de Escolasticado fue enviado a México, como director del Noviciado de Los Amores y, el año de 1930 tuve como director al Hermano Noel de Jesús, sólo por unos meses, pues me enviaron a terminar mi Escolasticado a México. Ahí tuve como Hermano Director al sabio Hermano Cesáreo Boillot, con quien me entendí muy bien y quien me motivó mucho para estudiar y prepararme.
En enero de 1931 me mandaron a mi primera comunidad, que fue el Noviciado Menor de Tacubaya; éramos varios Hermanos jóvenes, y mi director fue el Hermano José Valenzuela, y algunos de los compañeros fueron: José Jesús Muñoz, Adilber Jean, José Manuel Ramírez, mi compañero de escuela, Margarito Sandoval, Javier Velázquez, entre otros.
Fue una época bonita de mi vida, aprendí mucho de cómo se llevaba un Noviciado Menor y del trato que debía dar a los novicios menores; fue una experiencia de casi cuatro años, en Tacubaya. Los novicios menores terminaban su primaria e iniciaban su secundaria. Yo fui maestro de 5º de primaria y algunos de ellos fueron Hermanos notables, como Pedro Córdoba, Alfredo Sánchez Navarrete, Javier Bordes Vértis, Alfonso Aguilar, José Luis Aguilar Escobedo, César Rangel, Rafael Cortes V. y más…
Mi Hermano Director, en el Noviciado Menor de Tacubaya fue el Hermano José Valenzuela y tuve compañeros muy valiosos, como los HH. Antonio María Lozano, Adilbert Jean, José Manuel Ramírez, Javier Velázquez Padilla, José Jesús Muñoz y de todos ellos aprendí muchas cosas y fueron parte de mi formación, tanto pedagógica como religiosa.
Cuba me esperaba…
El 1º de marzo de 1935 marca mi regreso a Cuba. Me enviaron unos meses a La Academia de La Salle de Carlos III y, en agosto de ese mismo año me envían como encargado del Noviciado Menor en Guatao, trabajo en el que estuve hasta 1953. Fui director del Noviciado Menor de 1950 a 1953.
Antes, les cuento que, en 1936 hice mi Profesión Perpetua, después de un retiro de 30 días, con lo cual me consagré por entero al Señor, como Hermano de las Escuelas Cristianas.
Bellas experiencias fui acumulando en este tiempo. Vi con alegría cómo los jóvenes que llegaban, con el tiempo se transformaban en Hermanos, y cómo, poco a poco, las comunidades cubanas iban recibiendo a esos jóvenes Hermanos, que un día fueron novicios menores bajo mi tutela. Nunca tuve muchos novicios menores, pues el reclutamiento en Cuba no era fácil, más bien las vocaciones llegaban de jóvenes universitarios, aunque, sí mandé una docena a que hicieran su Noviciado en México.
Un sufrimiento muy grande fue el fallecimiento de mi mamacita, en el año de 1953; sólo rece mucho, ofrecí el santo sacrificio de la Misa y lloré a solas pues, por la distancia era imposible que hubiera ido a México
1954. Tuve un gran cambio: fui de maestro al Colegio de Palatino pero, en agosto de ese mismo año me regresaron a México, para encargarme de los Aspirantes de Guadalajara.
Me sentí muy feliz cuando regresé a mi Patria Chica, de la cual había salido siendo un niño pequeño. Conocía bien el trabajo que me encargaban y, además, tenía el apoyo del Hermano Director de la Comunidad y de los Hermanos que me ayudarían en vigilancias y paseos. Tuve muchos aspirantes muy buenos, los quise y me quisieron mucho. Cómo recuerdo con gusto los campamentos en San Juan Cosalá, cómo recolectábamos plantas y les enseñé a amar la naturaleza; hice muy buenos amigos entre las personas del pueblo y busqué cómo tener una propiedad para los campamentos y conseguí el terreno de El “Chapalito”, como le pusieron los Hermanos en mi honor… Escribí en la Revista La Salle, en carta dirigida al Hermano Visitador, Víctor Bertrand, y le dije lo siguiente: “Laus Deo”. Tengo que comunicarles una gran noticia.
El día 23 de abril p.p. fue firmada la escritura de compra-venta del terreno de San Juan Cosalá, en Chapala Jal...
Después de Dios debemos esto a la intercesión del Gran San José, a quien hemos venido invocando. El valor del terreno lo hemos pagado en su totalidad, solo faltaba pagar algo al dibujante de los planos...
El terreno tiene 2 has. y está a 50m sobre el nivel de la laguna y a 500 ms, de ella. Tiene una vista que abarca desde Chapala a Jocotepec. Es casi plano, con una ligera inclinación al fondo, donde empieza el declive de ascensión a las lomas más altas de la región...[1]
[1] La Salle en México Norte mayo de 1964
Cuando tenía que decirle a un aspirante que debía salir me gustaba usar la siguiente expresión: “voy a barrer con la escobita del Niño Jesús”, muchos de los aspirantes se asustaban y si había algo que corregir, ellos mismo lo corregían, aunque algunos niños sí tenían el deseo de ser Hermanos, a varios les tuve que aplicar esa escobita… por lo general, aunque chicos, los muchachos sabían a qué habían venido, aunque seguían siendo traviesos, al fin niños…
Toda mi vida me preocupé por lograr entusiasmar a muchachos a que siguieran la vocación de Hermanos, y siempre me sentí muy orgulloso cuando alguno tomaba el Hábito o, bien, comenzaba ya a dar clase…
Me tocó enviar el primer grupo de novicios menores a León, era un muy buen grupo y supe entusiasmarlos para esa nueva fundación, que era un gran paso. Un día dos de agosto de 1958 salí con los aspirantes, muy temprano, rumbo a León, donde mi gran amigo, el Hermano Ambrosio, nos recibió en Lagos y ahí comimos, después volvimos al autobús y llegamos a eso de las 5 a León; nos recibió con gran cariño y alegría el Hermano Angulito, que sería el Hermano Director y el Hermano Boillot, mi antiguo director de escolasticado.
Grupo de novicios menores fundadores del Noviciado Menor de León con los dos Hermanos directores
Me quedaron solo 8 aspirantes, pero poco a poco fueron aumentando, hasta llegar a unos 15. Me tocaron las visitas del Hermano Valerio, Visitador General y de mi antiguo maestro, el Hermano Fernando Anzorena, también Visitador General y estuvieron muy contentos deltrabajo que realizaba y de mi forma de llevar el Aspirantado, pero poco a poco se pensó en cambiar la casa, se abrió el 6º de primaria en León y con eso se cerró el Aspirantado; yo creía que me quedaría en el Colegio Febres Cordero, pero no fue así.
En el Colegio Febres Cordero di clase de literatura, en tercero de Secundaria, y gocé mucho; al fin de cursos escolares presentaba con mis alumnos piezas teatrales, que eran muy gustadas por los padres de los alumnos y por los mismos muchachos.
Una ayuda que prestaba al Colegio, junto con los aspirantes, era la atención de la tiendita, claro está que a los niños aspirantes se les antojaban los dulces y muchas veces les tuve que llamar la atención, entendía que eran niños, pero no debían ser golosos…
Una diversión que me gustaba mucho era tomar fotografías, tenía una cámara Kodak, semi profesional y con ella tomaba transparencias, que
después les pasaba a los novicios menores, para rememorar momentos felices e importantes de la comunidad del Aspirantado.
El Hermano Manuelito fue un formador notable; decenas de niños y jóvenes pasaron por sus manos,.Fue director diligente, maestro seguro de vida y orientador nato para que ellos descubrieran el plan de Dios en sus vidas.
Estando en Cuba en el Noviciado Menor compuso unos versos para ser cantados como himno:
CORO:
Fiel legión de Novicios Menores De la Salle escucha la voz Ven prepara con santos ardores Las futuras conquistas de Dios
ESTROFAS
Sea tu gloria vivir en pureza En tus luchas piadoso recurre. esperando el momento divino, A María la Reyna del cielo. De seguir en la clase el destino
Ella infunde en el alma consuelo, que Jesús para ti ya fijó, Ahuyentado al infame Satán. No te estorben los ruidos del mundo, Si la duda la mente turbara que a ti lleguen en sordos rumores sumergiéndote en negros temores, . A Jesús date en santos amores. No te asustes, tus dignos mentores. Date todo, pues Él ya se dio. A tu vida la luz, llevarán.
. Que los libros, la cruz, el rosario, Sean tus armas en esta batalla. Que el descanso y la dicha no se halla En volver el arado hacia atrás atrás.
Adelante cual otro La Salle. Surca el mundo regando simiente. No te canses, con Dios reinarás.
Cuba 1944. Hno. Berchmans Agustín.
ACRÓSTICO
Magníficas flore corté jubiloso
Al ver de las madres la fiesta llegar
Después al Sagrario corrí jubiloso
Rogando al Dios Bueno me veas religioso
En medio de niños que vaya a salvar-[1]
[1] Acróstico que enseño a los Aspirantes de Guadalajara por el día de las madres referido por H. José Luis Guerrero
De 1965 a 1972 estuve en Fresnillo Zacatecas y, quién me envió a esta ciudad fue el Hermano Visitador, Víctor Bertrand. Me tuvo mucha confianza para confiarme una obra que prácticamente comenzaba y necesitaba afianzar. Era para mí un reto a afrontar, con trabajo y dedicación.
Mi comunidad en Fresnillo fue muy buena y estaba formada por dos Hermanos que conocí bien en Cuba o desde mi misma formación: Javier Velázquez, un buen Hermano, que ama la música y el inglés, clase que impartía en toda la primaria y, el sabio Hermano Bruno, que llegó a la comunidad después de unas vacaciones en Alemania y, por cierto, le di el permiso para que correspondiera a una invitación de la Preparatoria Benito Juárez, para que diera clase, lo cual nos ayudó a mejorar nuestras relaciones y también a poder ejercer una labor apostólica fuera de nuestro colegio. La comunidad contaba con dos jóvenes Hermanos, pero el que sobresalió más fue el Hermano Enrique González, quien se responsabilizaba de muchas actividades, como deportes, desfiles, además de ser maestro de Secundaria. Otro Hermano que fue para mí un gran apoyo, además de que habíamos sido compañeros de Toma de Hábito, fue Efrén Sotelo, un hombre calmado y con grandes conocimientos, lo único es que era muy amante del cine, cosa que los Hermanos más jóvenes aprovecharon.
Me tocó sustituir al Hermano Paquito, a quien conocí muy bien en Cuba, un hombre sabio y prudente. Con el Patronato del Colegio tuve muy buenas relaciones, e impulsé que se hiciera el fraccionamiento la Salle, para tener un fondo para terminar la construcción del colegio y la casa e los Hermanos. Les cuento que vivíamos en una casita rentada, algo lejos del colegio, caminábamos cuatro veces al día para atender el colegio; éramos una comunidad pobre, pero muy feliz[1].
(1)La Salle en México 1969 70 crónica comunitaria.
Nuestros paseos eran a lugares cercanos; algunas veces nos gustaba ir a Zacatecas, donde los Hermanos no recibían muy bien y convivíamos los sábados con ellos, por la tarde y, el domingo por la mañana, ya que teníamos que regresar a la comunidad y preparar la siguiente semana.
Cada Hermano con quien me tocó convivir, fue para mí una bendición. El Hermano BenjamínCárabaez,un joven estudioso de geografía, pero también enamorado de la Historia, el Hermano Bruno y sus experimentos, se hizo famoso en todo Fresnillo y era muy conocido, tanto por su persona, como por la bicicleta en que se desplazaba, a la que le había puesto muchos foquitos para que lo vieran por la noche; todos estos detalles me gustaban de mis Hermanos.
Dos reuniones que goce mucho fue un retiro de Directores, que el Hermano Visitador, Víctor Bertrand, organizó en Villa María, en Guadalajara. Fue un ambiente bonito y aprendí mucho de los Hermanos. El segundo acontecimiento fue la oportunidad que me dieron de asistir al CEL de Medellín, Colombia, en 1971, que fue una gran oportunidad de renovación para mi vida y de todos los Hermanos que asistimos; éramos 14 Hermanos, entre ellos algunos muy buenos amigos, como el Hermano Angulito, Sebastián Veloz, Pablo López Limón, que fue mi aspirante. Fue una gran experiencia y también la oportunidad de conocer Colombia y algunos países de Centroamérica.. [1]
[1]La Salle en México Norte septiembre 1971
Con ayuda de muchas personas logramos tener nuestra casa, sencilla pero adecuada para la comunidad. Fue un gran logro que tuve junto con los Hermanos. El presidente del Patronato murió y, fue una desgracia, porque una persona tomó los fondos que se tenían para una campaña política y nos defraudó. Con esto se me acrecentaron los problemas, aunque confiaba mucho en Dios; si perdí el sueño varias noches… me preocupé mucho por despertar vocaciones para Hermano y, a Dios gracias, me sentí muy bendecido con varios jóvenes que entraron al Noviciado y, soy hoy Hermanos.
Nunca nuestra comunidad fue noticia en el Distrito, pero, siempre hay un pero en la vida y eso se suscitó durante el II Capítulo de Distrito, en que se decidió cerrar comunidades y comenzaron por las más pobres, así que, con el alma destrozada, tuve que entregar el Colegio Fresnillo, que tanto trabajo me había costado.
Hasta aquí dejo mi relato. El Hermano Grousset ,en la Salle en México, tomo III, escribió sobre el Hermano Manuelito lo siguiente: “El segundo y último director fue Manuelito, como era mejor conocido que, con su don de gentes, su alegría, su competencia y su entereza, se ganó a la comunidad fresnillense. Le tocaron días alegres y luminosos y, otros más tristes, en particular, cuando en agosto de 1972 hubo que entregar las llaves y alejarse, él y sus compañeros lasallistas, de aquellos horizontes que no contemplarán más”[1].
San Juan de los Lagos
El Colegio de San Juan ya estaba bien establecido, había crecido, no tenía problemas económicos y, aunque estaba limitado, estaba bien. Él solamente nos dice lo siguiente: de 1972 a 1975 me encargué de la dirección del Colegio Fray Miguel de Bolonia, en San Juan de los Lagos Jalisco y, dejó de escribir algo sobre sí mismo.
En San Juan, su comunidad fueron más bien Hermanos mayores, un poco más jóvenes que él: José Sánchez Sánchez, Alfonso Cendejas, Maldonado, el inolvidable Hermano Bruno, así como Javier Alba Cervantes, que organizó los talleres y, Pablo Rodarte Rojas, que organizaba todos los deportes del Colegio.
En 1975 “Deja San Juan de los Lagos, donde había sabido ganarse los corazones por su sencillez y presencia; “durante cuatro años pudo animar con su alegría, su experiencia, competencia y afabilidad y quiso conquistar a la juventud sanjuanense y hacerla feliz[2]”.
[1] La Salle en México III página 263.
[2] La Salle en México III página 142
Una cosa curiosa es que si de su última comunidad poco escribió, no lo guardó. En verano de 1975 fue enviado como coordinador de Primaria al Instituto La Salle, de Cd. Obregón, Son. El Hermano Director del Instituto La Salle era su gran amigo y antiguo compañero de Comunidad en Guadalajara, así que sabía muy bien cómo trabajaban los dos y se estimaban mucho.
Solamente fue coordinador de la sección Primaria durante tres años, ya que desde entonces se interesaba más en tres trabajos, que seguirá fielmente a ellos hasta el final de su vida: Preparación de niños para la Primera Comunión, o sea impartir la catequesis y preparar mil y un detalle para ellos, un texto de catecismo apropiado para los niños, la ceremonia, en la que involucrar a los papás, etc,. El segundo trabajo era el cuidado del jardín: podar, regar y arreglar cuanto detalle le parecía que tenía que cambiar y, por último, la venta de los libros y útiles escolares, además de la ‘tiendita’.
Su presencia en los inicios de las clases, así como en los recreos, era activa y, siempre fiel a ellas, pero ya no era para realizar los pequeños exámenes de coordinación, aunque sí se hacían, pero siempre los delegaba en alguna de las maestras.
Durante el curso 1977-78 tiene al Hermano Gerardo Martínez como auxiliar, que muy pronto se convierte en el Coordinador titular.
En 1979 tiene la celebración de sus 50 años de vida religiosa, organizada por los Hermanos, las personas del Club San Benildo, los maestros y, sobre todo los niños de su Primaria; fue un día de alegría y gozo para el Hermano Manuelito.
Su presencia en los patios de Primaria y en los mismos salones siguió, aunque ahora. más por devoción que por obligación pero, lo que nunca dejó fue la catequesis de prep. a la Primera Comunión.
Padrino deseado y querido por los niños. Con ellos era tierno y delicado, siempre atento a saludarlos y a ejercer su papel de padrino.
Su presencia en la escuela siempre fue positiva, aún cuando ya cercano a los 80 años en algo desvariaba, pues les enseñaba los significados de algunas palabras de grueso calibre, pero siempre se le encontraba rodeado de niños que le manifestaban su aprecio y cariño.
Y, al jubilarme, relata él mismo, me encargué, de algo que me ha gustado mucho: la venta de útiles escolares y bauticé a mi tiendita como “Manolo’s Shop”[1].
Retrato del Hermano Manuelito.
Físicamente era pequeño de estatura, apenas llegaba al 1.50m, bien proporcionado en sus extremidades y, en general en su cuerpo; si sus dimensiones no fueron grandes si fue grande en ideas y realizaciones, no se acomplejó por su baja estatura y supo abrirse paso por la vida gracias a su carácter firme, perseverante y seguro, que le permitía llegar hasta donde se proponía. A su vez que era duro, firme y algo terco e intransigente, con un fuerte deseo de mandar pero, en otros momentos se mostraba como un Hermano amigable, dulce, suave y comprensivo. Era un poco dialectico y enfrentaba posiciones contrarias en su mismo carácter y pensamiento, para extraer de ellas la verdad. Otra de sus características fue su capacidad para ser formador de futuros Hermanos, siempre atento y con el don del consejo y del discernimiento, ayudó a muchos niños y jóvenes a descubrir su vocación.
En sus últimos años, dada la edad y la misma enfermedad, tenía algunas alteraciones en su carácter y en su forma de actuar… pero, normalmente se manifestaba sonriente, platicador, dicharachero, presto para recitar algunos versos… y, siempre tenía a flor de labios palabras de gracejo.
El Educador:
Maestro preparado, exigente, claro en los conceptos que enseñaba, amó la literatura y de ello la poesía y el teatro. Gozaba dirigiendo pequeñas obras, ya fuera sainetes o alguna pieza seria.
Tenía una muy buena disciplina y las materias que enseñaba eran gustadas por sus alumnos y, sus resultados buenos.
De joven hizo estudios que le prepararon muy bien para la docencia. Las materias que amaba eran la Literatura y la Geografía, además de todo lo relacionado con la Botánica; amigo de cultivar flores y de coleccionar plantas.
[1] Hubo un Hermano que seguramente lo entrevistó y él le contó los detalles de su vida o bien los dejó escrito y este Hermano lo reprodujo…
Su preparación pedagógica proviene del Estado de Hidalgo, donde los Hermanos de ese tiempo realizaban sus estudios, ya que ese Estado
favorecía el estudio. En su Escuela Normal obtuvo su título de Profesor de Educación Primaria.
En 1934 se inscribió en la recién estrenada Universidad Autónoma de México, la UNAM, en la facultad de Filosófía y Bellas Artes, para realizar el estudio de la Licenciatura en Geografía, donde solo estuvo un año como alumno, obteniendo excelentes resultados en las materias cursadas. La obediencia lo envió a otras tierras y su carrera de geógrafo quedó truncada, aunque sus calificaciones siempre fueron de excelencia. Cuba lo llamó a nuevas experiencias, ahora como formador.
Manuelito un Hermano que desarrolló una gran devoción a María Santísima, fiel al rezo del rosario. Desde niño rezó una oración compuesta por su mamá, que todas las noches recitaba; quizá fue su última oración antes de despertar ya en el cielo:
¡Guadalupana María Oye las lamentaciones,
Hermosa y benigna Estrella, tiernas quejas,
que influyes en cuantos bienes de tus hijos que clamamos
Dios a los hombres dispensa! en este mar de miseria.
Tú que por efecto raro En tu ayate pintó
de tu naturaleza, clemencia con su mano poderosa
bajaste desde el Empíreo a su Hija, Madre y Esposa
a mostrarte nuestra Madre. el mismo Dios que la creó
A México regaló Siendo tan bella creatura,
su retrato soberano no la ha habido, ni la habrá
noble orgullo al pueblo indiano ¿Quién a ti igualará
por obra de tal valor. Hermosísima María?
Pues nos libertó su amor Cuida, pues, de noche y día,
de la impiedad del hispano. de tus pobres pecadores;
mi labio nunca podrá prodíganos tus favores.
ensalzar tanta hermosura. ¡No te olvides, Madre mía!
Sra. Guadalupe Jiménez de González
Mamá del Hermano Manuelito
Las travesuras que surgen con la edad:
Sus relaciones no siempre fueron fáciles, sobre todo al final de su vida, en que se mostró posesivo en pequeños detalles: En la comunidad existían dos jardines o, más bien. un jardín, que el celosamente cuidaba y una hermosa huerta de toronjas, naranjas, limones, mangos y guayabos, que cuidaba el Hermano Ismael pero, si él tomaba algo de la huerta, no había problema, pero sí era gran problema el que el otro Hermano tomara prestada una pala, una escoba o cualquier otro instrumento.
“Se cuenta que uno de los Hermanos, que tenía problemas serios de visión, pero hacia mucho ejercicio, fue varias veces su víctima y, de formas variadas: en el jardín no respetaba los pasillos para caminar, así que le ponía alambres, que ya al atardecer no veía y el resultado era que se caía, con la consecuente letanía que este Hermano soltaba. La otra, creo que tenía más malicia, pues en la pista de carreras, que estaba alrededor del campo de futbol, ya cuando comenzaba a obscurecer, el muy malosillo, le ponía en su camino los “bicicleteros” [1], así que en la pista había al menos dos aparatos de esos; el Hermano corría, creyendo que la pista estaba despejada y, no era así y, cuando llegaba a ese punto, el pobre Hermano azotaba, cuan largo era, algunas veces hiriéndose las rodillas o, bien sufriendo torceduras…
Otra de las leyendas es la siguiente, y la cuenta el mismo Hermano que sufrió con los obstáculos cuando corría , es el siguiente hecho: este Hermano era el encargado de los dineros y, un domingo, los Hermanos fueron a comer a un restaurante cercano a la comunidad, por cierto, de una persona conocida. Comieron muy sabroso y, el problema se presentó al momento de pagar; el buen Hermano había olvidado la cartera y, con algo de pena, preguntó a los Hermanos si alguno traía dinero para pagar. Hete aquí que nadie traía dinero. Él, con mucha pena, fue hablar con el dueño, le dejaba su reloj en prenda de que en esa tarde volvería a pagarle. El buen señor le dijo: yo espero, no se preocupe. Subieron al automóvil para ir a casa y, ya en el carro, dice el Hermano Manuelito: ¿querías dinero? y saca su cartera con muchos billetes. El otro le reclama, él le contesta: es que este dinero no es para pagar; entonces, el buen Hermano olvidadizo dijo una larga letanía, que no se puede repetir y se bajó del carro dando un gran portazo y se fue renegando a la comunidad, a pie… [2]
La última de sus travesuras fue muy buena y muy bien pensada: se organizó en Ciudad Obregón el V Encuentro de la Familia Lasallista, con la presencia del Hermano Vicario General, Genaro Sáenz de Ugarte y el Hermano Consejero General, Martín Corral y, ya estando todas las personas sentadas para la inauguración del Encuentro y, faltando unos minutitos, he aquí que el Hermano Manuelito sube al estrado y dice: “Hors d´oeuvre”, e inicia a recitar una de sus poesías preferidas. Los Hermanos organizadores quedaron extrañados y molestos; los superiores lo tomaron como una oportunidad para el Hermano de participar en algo, pero el relato del evento, hecho en forma de verso, por una persona de la Comunidad educativa de Hermosillo, dice lo siguiente:
“Sábado por la mañana,
al llegar la inauguración
Martín, Genaro y Everardo
con su verbo como dardo
llegaron al corazón…
Y el Hermano Manuelito
Con una actitud de altura
Con tan solo un momentito
nos dio un baño de ternura
que muy bien nos preparó
a recibir el mensaje
que Chihuahua nos dejó.
El final del camino:
“Este paso no es más que pasar de una habitación a la de al lado, hablaran de mí, espero que no en un tono diferente… los esperaré a su tiempo del otro lado del camino, donde me he encontrado con mi Señor.
No lloren si me aman. ¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudierais oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos. ¡Si pudierais ver con tus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudieras contemplar, como yo, la belleza, ante la cual todas las bellezas palidecen!”[3]
El domingo 5 de abril del sueño natural pasó al sueño de los justos; por la mañana sufrió un paro cardiaco, del cual ya no salió y, quizá, ni conciencia tuvo; el Señor llegó por su siervo bueno y fiel en la noche, para que al clarear el día se encontrara con la luz de Dios.
Su cuerpo, una vez preparado, se veló en la capilla de la casa de los Hermanos, desde la tarde de ese domingo, hasta la media noche. El lunes 6, temprano, se abrió la capilla, siendo visitado todo el tiempo por muchas familias del colegio, así como exalumnos, alumnos y maestros. Se rezó varias veces el santo Rosario, así como el oficio de difuntos.
Por la tarde se formó el cortejo fúnebre para dirigirse a la Catedral, donde el Señor Obispo, Don Vicente García Bernal,presidió la Eucaristía, que fue concelebrada por los capellanes del Instituto La Salle. La Eucaristía y su sepelio congregó a los Hermanos de Hermosillo, al Hermano Visitador y a un buen número de sobrinos nietos del querido difunto.
El Hermano Visitador, Everardo Márquez, en su oración fúnebre destacó varios aspectos importantes de la vida de nuestro Hermano:
Manuelito:
Fue un Hermano fiel a Dios, a quien entregó su vida totalmente, sin arrepentimiento, sin andar jugando con el sí y el no.
Un Hermano fiel a sus compromisos. El cumplimiento de la palabra dada, la seguridad de que siempre estaba en su puesto, la coherencia entre lo que decía y hacía.
[1] Utensilios donde se dejaban las bicicletas de los alumnos)
[2] Relato del Hermano Ernesto Saucedo quien sufrió por los obstáculos y por lo del dinero.
[3] De la Oración de San Agustín de Hipona “La muerte no es final”
Un Hermano fiel a sus Hermanos: con su presencia, su amistad, su ejemplo, su dedicación, su deber cumplido… pero también con el detalle fino que cultiva la amistad.
Pero, sobre todo, un Hermano fiel a los jóvenes y, especialmente a los niños. Con qué cariño pasó los últimos años de su vida preparándolos a la Primera Comunión, a ejemplo del Santo Hermano Miguel. Podemos decir que como dicho santo, fue también Manuelito un apóstol de los niños, en esa preocupación y labor que le llevó a elaborar un interesante librito para la preparación de estos pequeños a su primer encuentro con el “Amigo Jesús”.
Su amor por la poesía, que manifestaba la presencia de un alma muy sensible a lo bello y hermoso, lo hacía realizar acciones que, a cualquiera de nosotros no se le hubiera ocurrido… todavía recordamos su presencia en el foro el día de la apertura del V Encuentro de la Familia Lasallista, para recitar la poesía que tanto amaba: “Nuevos Sembradores…” Manuelito es ahora una estrella más en el firmamento”[1].
Un exalumno, hoy Hermano, relata el siguiente testimonio:
“Reconocimiento a la memoria del Hermano Manuel González Jiménez”
Honor a quien, con una vida de entrega a sus Hermanos y a su Dios, lo ha ganado para su Señor, su Instituto y sus Hermanos.
Dejando al lado sentimentalismos vacíos que rebajan el sentido del agradecimiento, te digo hoy, Manuel, que reconozco la acción salvífica de Dios, Señor de la Historia, que se sirvió de ti para mostrarme el camino que había dispuesto para que yo libremente eligiera.
No puedo evitar pensar, en esta tarde, en el poema de Ana María Rabatté: “En vida, Hermano, en vida…” Espero haberlo hecho saber en estos años. Ahora entiendo (siempre lento para ver a Dios en el diario acontecer), esa tarde en que paseamos juntos por Guadalajara; misterioso acople en el que tú y el Hermano Huerta amenazaron de huida en una tarde de distracción:
[1] La Salle en México Norte mayo de 1992 Hno. Vtr. Everardo Márquez.
- ¿A dónde van Hermanos?
- A ningún lado.
- Hermano Huerta ¿Quiere un aventón a algún lado?
- No, mejor los acompañamos; Manuelito y yo no vamos a ninguna parte en especial.
Decir conviví es poco, fraternizar, creo que sería lo más adecuado; sobre todo sazonado por la ignorancia de que sería la última vez aquí en la tierra.
Termino la expresión de mi admiración (que por cierto escribo ante el Santísimo, esta tarde) citando unas frases que recité en noviembre de 1983, en la fiesta del Aspirante.
“Sí… recuerdo al Hermano Manuelito, que siempre, con sus acciones y ejemplos, supo encaminarme por mi vocación, y lo considero como un gran amigo”
Goza ahora de Dios, Hermanito; pide, ante Él, por el Instituto en el que consumiste tu vida; que Él nos bendiga con vocaciones y el fortalecimiento de la valía y fidelidad de los que caminamos aún aquí.[1]
Hno. Juan Ignacio Alba Ornelas
[1] H. Manuel Ramón Camou, Monclova, Coah. domingo 5 de abril de 1992