El alcohol tiene efectos casi inmediatos, ya que se absorbe a mayor velocidad de lo que se procesa (metaboliza) y se elimina del cuerpo. Como resultado, los valores de alcohol en la sangre aumentan rápidamente. Los efectos pueden aparecer al cabo de minutos de haber bebido.
Los efectos varían ampliamente en función de cada persona. Por ejemplo, los que beben de manera regular (2 o más bebidas al día) se ven afectados en menor medida por una determinada cantidad de alcohol, que los que normalmente no beben o que lo hacen solo de manera social, un fenómeno denominado tolerancia. Quienes han desarrollado tolerancia al alcohol pueden tener también tolerancia a otras drogas que enlentecen la función neurológica, como los barbitúricos o las benzodiazepinas.
Los efectos varían en función del nivel de alcohol en sangre, que suele expresarse en miligramos por decilitro (1/10 L) de sangre, abreviado mg/dL. Los niveles reales en sangre necesarios para originar síntomas varían en gran medida según la tolerancia, pero en los consumidores típicos que no han desarrollado tolerancia, los siguientes síntomas son comunes:
De 20 a 50 mg/dL: calma, ligera somnolencia, cierta disminución en la coordinación motora fina y alteración de la capacidad para conducir
De 50 a 100 mg/dL: deterioro del juicio y disminución mayor de la coordinación
De 100 a 150 mg/dL: marcha inestable, dificultad para hablar, pérdida de las inhibiciones conductuales y deterioro de la memoria
De 150 a 300 mg/dL: delirio y letargo (probable)
De 300 a 400 mg/dL: a menudo, pérdida del conocimiento
≥ 400 mg/dL: posiblemente mortal
Los vómitos son frecuentes en las intoxicaciones alcohólicas moderadas a graves. Debido a que la persona puede encontrarse somnolienta, el material vomitado puede introducirse en los pulmones (aspirado), en ocasiones provocando una neumonía e incluso a la muerte.
En la mayor parte de Estados Unidos, la definición legal de intoxicación es un contenido de alcohol en sangre (CAS) de 80 mg/dL (0,08%) o mayor.
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El consumo prolongado de cantidades excesivas de alcohol lesiona muchos órganos del cuerpo, sobre todo el hígado (hepatopatía alcohólica). Dado que es probable que no se siga una dieta adecuada, también es posible que desarrollen déficits vitamínicos y otras deficiencias nutricionales.
La hepatopatía alcohólica incluye la inflamación del hígado (hepatitis), el hígado graso y cicatrización hepática (cirrosis) y insuficiencia hepática. Un hígado dañado por el alcohol tiene menos capacidad para eliminar los productos tóxicos residuales que pueden originar disfunción neurológica (encefalopatía hepática) del organismo. Las personas que desarrollan encefalopatía hepática pueden manifestar embotamiento, somnolencia, estupor y confusión, y terminar por entrar en estado comatoso. El coma hepático amenaza la vida de la persona y debe ser tratado de forma inmediata.
Por lo general, las personas con insuficiencia hepática también tienen aleteo hepático (asterixis): cuando se extienden los brazos y las manos, estas caen bruscamente, para volver a continuación a su posición original. El aleteo hepático se asemeja a un temblor pero no es lo mismo.
La cirrosis del hígado (hepática) provoca el aumento de la presión en los vasos sanguíneos próximos al hígado (hipertensión portal). La presión acumulada en estos vasos sanguíneos puede causar inflamación de los vasos sanguíneos del estómago y del esófago (varices). Estos vasos hinchados pueden romperse y sangrar de manera intensa, provocando vómitos de sangre. La hemorragia representa un problema especial, ya que el hígado lesionado no sintetiza de manera suficiente las sustancias necesarias para la coagulación de la sangre.
El consumo excesivo de alcohol puede causar una inflamación del páncreas (pancreatitis). La persona puede desarrollar dolor abdominal intenso con vómitos.
El consumo excesivo de alcohol también puede causar daño a los nervios y a partes del cerebro. Puede desarrollarse temblor crónico. La lesión en la parte del cerebro que coordina el movimiento (cerebelo) puede conducir al movimiento mal controlado de brazos y piernas. El consumo intenso y prolongado de alcohol puede dar lugar a un daño cerebral irreversible y psicosis. También puede lesionar el revestimiento (vaina de mielina) de los nervios en el cerebro, lo que origina un trastorno denominado enfermedad Marchiafava-Bignami. Las personas con este trastorno sufren agitación, confusión y demencia. Algunas presentan convulsiones y caen en coma antes de morir.
El consumo intenso y prolongado de alcohol puede provocar un déficit grave de tiamina, una vitamina B. Este déficit puede conducir a la encefalopatía de Wernicke (una enfermedad que se caracteriza por confusión, incapacidad de coordinar la marcha o dificultad para coordinar el movimiento ocular), la cual, si no se trata rápidamente, puede provocar síndrome de Korsakoff, coma o incluso la muerte.
Una depresión existente puede empeorar a causa del consumo de alcohol, y los alcohólicos tienen una probabilidad más alta de sufrir depresión que los no alcohólicos. Dado que los trastornos asociados al consumo de alcohol, especialmente el consumo compulsivo, provoca a menudo intensos sentimientos de remordimiento durante los periodos en los que no se toma alcohol, los alcohólicos son propensos al suicidio incluso en periodos de abstinencia.
En una mujer embarazada, el consumo de alcohol puede causar graves problemas en el feto en desarrollo, como bajo peso al nacer, talla pequeña, cabeza pequeña, lesiones cardíacas y musculares y cociente intelectual bajo o discapacidad intelectual. Estos efectos se denominan síndrome alcohólico fetal. Por lo tanto, se recomienda evitar el alcohol durante el embarazo.
Se pauta un tratamiento en las siguientes situaciones:
Personas a quienes se les lleva a consulta porque sufren síntomas relacionados con los niveles de alcohol en sangre.
Personas que acuden porque padecen síntomas de abstinencia intolerables. No obstante, los alcohólicos que desarrollan síntomas de abstinencia generalmente se tratan a sí mismos bebiendo.
Personas que acuden porque no desean continuar bebiendo.
Se requiere tratamiento de emergencia cuando aparecen síntomas graves debidos al consumo de cantidades muy elevadas de alcohol o síntomas entre moderados y graves relacionados con la abstinencia de alcohol.
No existe un antídoto específico para la intoxicación aguda:
El café y otros remedios caseros no revierten los efectos del alcohol.
Si la persona está en estado de coma o su respiración se encuentra disminuida, puede requerir intubación de la vía aérea para prevenir la asfixia por vómitos u otras secreciones y para ayudarla a respirar.
Si es necesario, se administran líquidos por vía intravenosa para prevenir o tratar la deshidratación o la presión arterial baja.
A los presuntos bebedores crónicos de alcohol se les administra tiamina para prevenir la encefalopatía de Wernicke. A menudo, el médico también añade magnesio a los sueros (que ayuda al organismo a la utilización de la tiamina) y multivitaminas (para las posibles deficiencias de vitaminas).
El médico a menudo prescribe benzodiazepinas (sedantes leves) durante unos días para tratar los síntomas de abstinencia, ya que disminuyen la agitación y ayudan a evitar algunos síntomas de abstinencia, las convulsiones y el delirium tremens. Dado que se puede desarrollar dependencia a las benzodiazepinas, estos medicamentos se utilizan solo durante un periodo corto de tiempo. En ocasiones se administran medicamentos antipsicóticos a las personas con alucinosis alcohólicas.
El delirium tremens puede poner en peligro la vida, y se trata enérgicamente para controlar la fiebre alta y la agitación intensa. Si es posible, se trata en una unidad de cuidados intensivos. El tratamiento suele consistir en lo siguiente:
Dosis altas de benzodiazepinas y barbitúricos administradas por vía intravenosa
Dosis altas de vitaminas (sobre todo de tiamina)
Sueros por vía intravenosa
Medidas de enfriamiento externo, como una manta de enfriamiento
Medicamentos para controlar la frecuencia cardíaca y la presión arterial
Tratamiento de las complicaciones (como pancreatitis, neumonía y convulsiones)
Con este tratamiento, el delirium tremens generalmente comienza a resolverse entre las 12 y las 24 horas desde su comienzo, pero los casos graves pueden durar de 5 a 7 días. La mayor parte de las personas no recuerdan lo sucedido durante la abstinencia grave una vez esta se ha resuelto.
Tras haber resuelto todos los problemas médicos urgentes, el tratamiento ulterior depende de la gravedad del consumo de alcohol y de las demás afecciones médicas y psiquiátricas del paciente. Si no se ha desarrollado dependencia al alcohol, el médico puede hablar de las consecuencias graves del alcoholismo, recomendando modos de reducir o interrumpir su consumo, y programando citas de seguimiento para ver cómo va evolucionando.
A las personas con un consumo más intenso de alcohol, especialmente aquellas que tienen afecciones médicas y psiquiátricas coexistentes, se les puede recomendar un programa de desintoxicación y rehabilitación.
En la primera fase, se retira completamente el alcohol, y se trata cualquier síntoma de abstinencia. A continuación, el alcohólico tiene que aprender la manera de modificar su conducta. Sin ayuda, la mayoría de los alcohólicos recaen en pocos días o semanas; los programas de rehabilitación, que combinan psicoterapia con supervisión médica, pueden resultar útiles. Se advierte de la dificultad que supone la interrupción del consumo y también se enseñan alternativas para aumentar la motivación para dejar de beber y evitar las situaciones que puedan desencadenar el consumo. El tratamiento se adapta a cada individuo. Estos programas también incluyen el apoyo de la familia y de los amigos. Los grupos de autoayuda, como el de Alcohólicos Anónimos, también pueden ayudar.
En ocasiones, determinados medicamentos (disulfiram, naltrexona, acamprosato y clonidina) pueden ayudar a los alcohólicos a evitar el consumo de alcohol. No obstante, los medicamentos por lo general solo ayudan a las personas motivadas y que cooperan, y los fármacos se utilizan como parte de un régimen de asesoramiento psicoterapéutico intensivo y permanente. Los resultados son variables.
El disulfiram disuade de consumir alcohol porque interfiere con el metabolismo del alcohol, haciendo que se produzca acetaldehído (una sustancia que resulta de la degradación del alcohol) en la sangre. El acetaldehído hace que la persona se sienta enferma. Cuando han tanscurrido entre 5 y 15 minutos desde que la persona que ha tomado disulfiram bebe alcohol, la acumulación de acetaldehído causa
Enrojecimiento facial
Dolor de cabeza (cefalea) palpitante
Aumento de la frecuencia cardíaca
Respiración rápida
Sudoración
Pueden aparecer náuseas y vómitos entre 30 y 60 minutos más tarde. Estas reacciones incómodas y potencialmente peligrosas duran entre 1 y 3 horas.
El malestar que se produce al consumir alcohol después de tomar disulfiram es tan intenso que pocas personas se arriesgan a tomar ni siquiera la pequeña cantidad que llevan algunos preparados de venta sin receta médica contra la tos y el catarro o algunos alimentos.
Hay que tomar disulfiram todos los días, pues si se interrumpe su consumo, disminuye su efectividad para tratar el trastorno por consumo de alcohol.
Las personas siguientes no deberían tomar disulfiram:
Mujeres embarazadas
Las personas que tienen una enfermedad grave como insuficiencia cardíaca
Personas de edad avanzada
La naltrexona altera los efectos del alcohol sobre ciertos productos químicos sintetizados por el cerebro (endorfinas) que pueden estar asociados con el ansia de alcohol y su consumo. Este fármaco es efectivo en la mayoría de los que lo consumen de manera continuada. Se puede administrar en una inyección mensual, de acción prolongada. La naltrexona, a diferencia del disulfiram, no hace que la gente se sienta enferma. Por lo tanto, una persona que toma naltrexona puede continuar bebiendo. Las personas que tienen hepatitis o determinadas enfermedades del hígado no deben tomar naltrexona.
La clonidina es un fármaco que tiene efecto sobre ciertas partes del cerebro y que se indica normalmente para tratar la presión arterial elevada, pero puede contribuir a aliviar algunos de los efectos de la abstinencia de alcohol.