En un caluroso día de verano, Valentina caminaba por el antiguo puente de piedra que cruzaba el río en el corazón de la ciudad. Sus pensamientos fluían mientras observaba el agua correr debajo de ella. De repente, su mirada se detuvo en un candado que colgaba de la barandilla. Un símbolo de amor eterno, pensó, recordando cómo ella y su novio habían colocado uno similar años atrás. Aunque el tiempo había pasado y sus vidas habían tomado caminos separados, aquel pequeño candado aún permanecía, testigo silencioso de un capítulo anterior de su historia.
Mientras tanto, un músico callejero sacó su guitarra en un rincón del puente, creando una melodía suave que resonaba entre los arcos de piedra. La música se mezclaba con el bullicio de la ciudad y los susurros del río. Valentina se sumergió en un mar de recuerdos.
A medida que caía la tarde, las luces del puente se encendieron, iluminando el camino de Valentina. La mezcla de colores cálidos y la brisa suave creaban un ambiente mágico. En ese momento, ella decidió dejar atrás los recuerdos del candado y seguir adelante, caminando sola en un puente, pero sintiéndose agradecida por recuerdos que siempre permanecerán anclados en su camino.