Capítulo 59

—Agares... —Con voz ronca, canté este nombre repetidamente.

El cuerpo que abrazaba era tan fuerte y recio, era como una roca que sostenía todo mi cuerpo. No sabía por qué últimamente me había vuelto tan dependiente de este tritón, cuando claramente debería haberlo odiado. Pero era algo que no quería entender. Solo quería abrazarlo con fuerza, como si fuera la única forma en que pudiera llenar las enormes grietas de mi corazón.

Agares inclinó la cabeza contra mi mejilla, lamiendo mi patilla con su lengua y mordisqueando mi carne con sus labios y dientes, rebosante de cariño y consuelo.

Gotas de agua chorrearon por mi cuello, filtrándose lentamente por mi médula ósea y permitiendo que su frescura se permeara en mi interior.

Extrañamente, no sentí ninguna molestia. Mi corazón, como quemado por magma, pareció enfriarse repentinamente, y con una fragancia familiar llenando todo mi mundo, mi mente cayó a las profundidades más lejanas en un lodazal suave y tranquilo. Solo se podía escuchar el latido constante y poderoso dentro del pecho de Agares: badump, badump, badump, badump.

Mi mente, que antes se había sentido tan tensa y apretada hasta el punto de colapsar, ahora de repente se aflojó en un estado aparentemente hipnótico y relajado.

La cola de pez debajo de mí me enroscó firmemente, subiendo y creando una barrera de seguridad para envolvernos a Agares y a mí. Este tipo de estabilidad y preocupación hizo que de repente me desprendiera de mi caparazón exterior que acababa de ser perforado por esas afiladas púas de Rhine hace un momento. Liberé mis lágrimas amargas y lloré mientras me aferraba desesperadamente a Agares. Él era la única persona (oh, espera, quiero decir pez) que podía entender el tipo de dolor y presión que actualmente tenía sobre mis hombros. Pero no podía permitirme actuar de esta manera: una vez que una persona expone su lado más débil, no sería fácil volver a estar fuerte y tranquilo. Lo mismo podría decirse de una almeja a la que se le rompe el caparazón o a una caída al primer golpe, sobre todo ahora, cuando tienes personas a las que necesitas proteger.

Tenía que soportar esto. Tenía que perseverar con los dientes apretados.

Aflojé mi agarre sobre su cuerpo. Dios sabe cuánto quería depender de él, aunque fuera un poco más. Sin embargo, las heridas en la muñeca de Agares necesitaban atención inmediata. Estiré mi mano para sostener su muñeca y darle un vistazo; Agares cooperó conmigo levantándome un poco y permitiendo que mi cabeza se nivelara con su mano.

No podía imaginar cuánta fuerza había utilizado en su forcejeo, pues los grilletes quedaron completamente deformados. Sin embargo, era una lástima que las articulaciones huesudas de Agares sobresalieran mucho más que las de un humano y sus manos no pudieran salir fácilmente de los grilletes. Como resultado, su muñeca resultó gravemente herida: los huesos blancos eran visibles del gran y profundo desgarro producido por la constante fricción de su muñeca contra los grilletes metálicos. Por suerte, la herida estaba sanando, pero parte del tejido nuevo se adhería a los grilletes.

Cuando levanté suavemente la muñeca de Agares, escuché simultáneamente un gruñido corto y amortiguado saliendo de su garganta. Estaba al tanto de lo lacerante que debía haber sido, y por eso mi corazón sintió un dolor insoportable. Pero traté de mantener una actitud quirúrgica y, poco a poco, separé la carne que estaba pegada a los grilletes, pegándola hacia atrás para tapar una vez más los huesos visibles.

Después, lamí cuidadosamente la herida, sin pasar por alto ningún espacio. Mucho esfuerzo se requirió para, al fin, sanar las dos garras palmeadas de Agares. Para cuando las membranas blancas habían cubierto la totalidad de las heridas, yo ya estaba cubierto de sudor, y en ese momento, de repente sentí que algo mojado me lamía el vientre bajo.

Cuando bajé la cabeza, descubrí que, quién sabe cuándo, Agares había usado su cola para rodear mi cintura. Con su cabeza enterrada frente a mí, pude ver que sus pestañas cuales plumas caían con la frecuencia de su cuerpo trepidante. Su expresión estaba llena de obsesión. Solo cuando pareció darse cuenta de que había notado su pequeña acción, levantó los párpados para mirarme con los labios profundamente levantados.

Mi corazón saltó de repente, una corriente de fuego se hinchó en mi pecho y se disparó directamente a la parte inferior de mi cuerpo. ¡Maldita sea, casi tuve una reacción en este momento crítico e inapropiado! No pude evitar palmear la gruesa y sólida cola de pez, sintiéndome un poco frenético. —Oye, oye, todo está bien ahora. ¡Bájame!

En respuesta, la cola envuelta a mi alrededor se apretó aún más, y como no podía poner nada de mi peso sobre su cuerpo, solo tenía su cola para auparme. Esta postura era como estar acostado en un telesilla cubierto de escamas. Con nuestras caras frente a frente, sus labios, sin advertencia alguna, se adhirieron a los míos. La cola de pez mojada luego se frotó contra mi espalda, suavemente y en círculos, como si me apaciguara en silencio. Además, tener que sentir esto a través de una capa de ropa fina, lo hacía muy cómodo, tanto que incluso mi cintura sintió un leve entumecimiento.

No pude evitar abrir mis labios un poco, permitiendo que su lengua se apretujara y enganchara alrededor de mis encías. Sus ojos me miraban de cerca, y su mirada entornada era como la línea del filo de un cuchillo. Solo que que había un cariño profundo e inevitable brotando de ellos.

Demasiado peligroso. Era más peligroso que cualquier otra criatura de las profundidades marinas. Sentí que estaba a punto de hundirme por completo y ser devorado por él, sin restos de huesos. Quizás, puede que ni siquiera queden muchos restos. Después de todo, Agares ya me había saboreado totalmente y ahora, gracias a él, yo también comenzaba a tener el deseo de que me poseyera.

Mi cuerpo aún se encontraba situado en una jornada sensible. Si Agares pudiera moverse libremente en este momento, yo no podría protegerme. Sin embargo, cuando Agares se inclinó hacia adelante, más cerca de mi cuello para profundizar el beso, inmediatamente recordé la horrible experiencia que acababa de vivir con Rhine hace unos momentos. No pude evitar mirar con alerta la cámara de seguridad sobre mi cabeza: era un orbe negrísimo, como el ojo de un cocodrilo escondido en secreto. Le traía escalofríos a todo el cuerpo.

Ahora mismo, Rhine debía estar observando todo esto con atención. Cuanto más Agares y yo nos descarriláramos, más aterradores arderían sus celos y envidia.

Ante ese pensamiento, me estremecí de inmediato y rápidamente agarré el mentón de Agares, obligándolo a no acercarse más a mí íntimamente. Con nuestros enemigos en control en este momento, tenía que ser sensato. Por otro lado, Agares deseaba continuar. Se apoyó en mis mejillas, olfateando y besando con anhelo, embriagándose. Era como si estuviera probando una botella de exquisito vino. Su torso húmedo se pegó al mío como si quisiera moldear nuestros dos cuerpos en uno.

Maldita sea. ¡Incluso sentí que su gran cosa escondida debajo de todas esas escamas se movía nuevamente!

Solo pude voltear mi cuerpo y rodar por su cola de pez. Agares inmediatamente se enderezó hacia adelante, como si quisiera atraparme. Lástima, se había olvidado de que sus dos garras palmeadas seguían atadas, y el ruido de las cadenas alrededor de su muñeca resonó irónicamente.

—¡Oye oye oye! Deja de moverte así. ¡Aún estás herido! —Me sobresalté y no pude evitar levantar la voz. Agarré de inmediato sus afiladas orejas aladas para evitar que se moviera y lastimara. Rápidamente, me incliné en su oído y susurré—. ¡Alguien nos está mirando!

Levantó la cabeza y miró al techo. Su rostro de repente se oscureció, sus ojos entrecerrándose con un destello lúgubre. La larga cola de pez se alejó instantáneamente de mi costado, provocando una gran ola de agua. Como un rayo, con su aleta caudal mandó a volar el balde metálico que contenía el pescado. Entonces, con un fuerte ruido, golpeó directamente la lente de la cámara de seguridad. Vi como los cables estallaban inmediatamente en grupos de chispas. Había sido destruida.

—Jaja... —El llamado "rey de la destrucción" sonrió y miró a mi persona atónita. Como si acabara de gastar una broma divertida, Agares encarnó una ceja y soltó una sonrisa pícara antes de usar su cola para apretarme. Sin embargo, esa expresión sonriente no duró mucho, y en un instante, se borró de su cara.

Agares bajó la cabeza, sus labios se presionaron contra mis orejas y pronunció una serie de palabras rusas profundas, no convencionales, pero reconocibles, —Tú... puedes... preguntarme... acerca de... lo que... quieres saber. Yo... estableceré, conectaré.

Me quedé estupefacto. Me di cuenta de que Agares había escuchado la conversación que tuve con Rhine, enterándose de lo que sabía. En realidad, era algo que había querido preguntarle, pero temía que no revelara nada acerca de ello.

Respiré hondo y lo miré directamente a los ojos, tratando de captar algo de esas insondables pupilas suyas. —Quiero saber todo. Todo sobre ti y mi abuelo, o los orígenes de mi familia. Me refiero a... —Me encogí de hombros—. Tú y yo existimos en dos mundos... En la tierra, que estabas tratando de... ¿Por qué... viniste a buscarme?

Me miró, inhaló profundamente y permaneció en silencio durante un largo rato. Después, finalmente respondió con una voz ronca, —Tú... me perteneces... a mí.

Su voz de repente se vertió en mi tímpano, como agua marina turbulenta, y llegó hasta lo más profundo de mi cerebro. Mi conciencia cayó en un trance y el entorno circundante comenzó a difuminarse poco a poco. Empero, solo la figura de Agares seguía tan clara como el día. Inesperadamente, vi que había partículas azules y luminosas flotando en su cavidad torácica, como si su sangre estuviera llena de fluorescencia. A través de sus densos vasos sanguíneos, las partículas de luz rápidamente comenzaron a esparcirse, titilando suavemente como una especie de placa de circuito complicado, como si estuviera a punto de explotar. Era similar al volante de una nave espacial lista para despegar.

Con asombro, observé los extraños cambios en su cuerpo, sin saber si me encontraba dentro de una alucinación o no. Su apariencia se veía terrible; una zona entera de piel en su pecho presentaba una textura translúcida a la luz azul moteada y entrelazada, al igual que las descripciones de los testigos en los archivos de extraterrestres que he visto antes.

¿Quién sabía si los tritones eran en realidad extraterrestres, después de todo? Según la existencia del "portal espacial", podrían haber venido de otro planeta.

Pensando en esto, mi vista se perdió paulatinamente en esa compleja luz azul, y sentí que me envolvía un espacio de vacío. Ya no entendía dónde ni cuándo estaba. Incluso mi mente pareció ser arrastrada por varios hilos sedosos, arrojada al ancho y vasto cielo cósmico solo para esparcirse dentro de un horizonte ingrávido.

Solo resonaba en mi oído la respiración rítmica de Agares, la cual sonaba sumamente distante, pero al parecer también fluyendo al interior de mi oído, asemejándose al suspiro del mar. A pesar de ello, no pude desplazarme de donde me encontraba.

Cuando miré a mi alrededor, descubrí que había llegado a un mundo completamente diferente. Lo que vi frente a mí fue una escena asombrosa y multicolor que, jamás en mi vida, había presenciado. Ni siquiera podría haberla imaginado. Era extremamente extraño...

Estaba rodeado de agua oceánica, había mar debajo de mis pies y sobre mi cabeza. Las olas y el agua eran como nubes pasajeras, circulando de abajo hacia arriba, liberándose del ciclo de gravedad natural. Solo mirarlo podría abrumar por completo a una persona, pero, al final, se convergieron en un enorme remolino en lo alto. Aquel lugar donde la luna, el sol y las estrellas deberían haber colgado, estaba lleno de numerosos plánctones flotantes de diversas formas indescriptibles. Eran casi transparentes, como medusas de alta mar, e irradiaban halos de luz azul verdosa brillante a su alrededor. Eran como innumerables pares de ojos inteligentes que atisban la tierra, reluciendo sobre el mundo entero. Sin embargo, también eran como una ciudad radiante en la noche, convirtiéndose en un espejismo y flotando sobre la cabeza para hacer que la gente quisiera jadear de asombro y sentir que su propia existencia era humilde e insignificante.

¿Dónde es esto? ¿Podría ser este el planeta o el espacio paralelo donde vivían los sirenios?

Al ver todo esto, casi me olvido de respirar, y dejé que mis ojos vagaran en el aire, libres. Pero cuando mis ojos se posaron en mis pies, no pude evitar estremecerme. Un escalofrío se difundió por las plantas de mis pies y subió, congelándome instantáneamente en un bloque de hielo.

¿Cómo describiría lo que vi? El lecho marino en el que estoy ahora era claramente... ¡un enorme cementerio submarino!

En el bosque de coral blanco, incontables cadáveres de sirenios, como estatuas de yeso, estaban densamente apiñados, desordenados y superpuestos entre sí, todos yaciendo silenciosamente bajo mis pies en varias posturas. Sus cuerpos pálidos estaban rígidos y marchitos, y algunas de sus colas de pez, alguna vez onduladas, estaban enrolladas. Otros estaban erguidos y algunos más todavía estaban en posturas dinámicas. Fue como el efecto de un volcán activo, parecía que se habían convertido en víctimas de un magma chorreante que había solidificado todos sus cuerpos.

Algunos sirenios entre los cadáveres aún tenían los ojos abiertos, y con ojos vacíos, miraban fijamente hacia arriba, enviando un poco de luz tenue a través de las olas cambiantes del fondo del océano con sus pupilas largas y vacías.

Esta escena produjo una gran sensación de miedo en mi corazón. Este lugar era tan vasto y extraño... pero muy muerto, como si no existiera ningún ser vivo. Incluso el enorme plancton que flotaba en lo alto ahora parecía ser solo un montón de fantasmas, y ni siquiera podía escuchar un solo sonido excepto por mi propia respiración temblorosa. De repente, me sentí como en ese momento durante un proyecto de investigación en el que una vez participe y que requería un submarino: estaba por debajo de un kilómetro de la zona béntica, donde todo era similar a lo que era ahora, completamente silencioso día y noche.

—¡Oh... qué diablos! ¿Qué-qué está pasando?

Grité mientras me abrazaba los brazos, —¡Agares, Agares!

Los ecos de mis gritos resonaron desde la distancia, desde el vacío, lo que reveló cada vez más el inquietante silencio sepulcral.

De repente, el paisaje ante mí volvió a cambiar después de que un halo azul envolviera el mundo entero. Allí, en la distancia, vi una "puerta" translúcida. Quizás no debería llamarlo una puerta en sí, más bien era más como una entrada luminosa. No sabía a dónde conducía, pero desde el interior, pude vislumbrar puntas de llamas abrasadoras ardiendo en el agua oceánica y un color rojo sanguinolento que contaminaba la mitad del horizonte. Todo era difuso en el flujo de aire distorsionado, sin embargo, pude distinguir vagamente dos grandes sombras en la superficie del mar.

Parpadeé un par de veces, enfocando mis ojos en esa zona. Luego, lentamente, comencé a ver una diferencia.

Había dos tritones. Primero reconocí a Agares. Cerraba los ojos con la cabeza levemente levantada, y en el centro de su pecho, como lo que vi hace unos momentos, se agitaban filamentos azules brillantes. Mirarlo haría que uno se sintiera increíble, pues parecían una especie de bacteria celular que salía de la superficie de su piel translúcida. Creí que en realidad era la sangre de Agares, pero extrañamente, como humo en el aire, se juntaron y formaron un pequeño grupo de luz.

Se veía muy extraño, como una versión ampliada de algún tipo de espora parásita del tamaño de una uña del pulgar.

Y el otro tritón estaba observando todo esto en silencio, como yo. Sin embargo, su comportamiento y expresión mostraban una especie devoción.

Justo cuando sentí vagamente que la silueta del otro tritón me resultaba familiar, ya había extendido sus garras palmeadas para aceptar la pequeña cosa que se separó del vaso sanguíneo en el corazón de Agares. Después saltó para desaparecer por la entrada en llamas.

Observé esta escena sin comprender, acaricié mi pecho inconscientemente y bajé la mirada, pues en mi pecho izquierdo se encontraba la marca de nacimiento azul claro en forma de espora.