Capítulo 30

Esa lengua... tocaba... tocaba...

A pesar de que era obvio que Agares solo estaba curando mis heridas, ver este tipo de escena naturalmente hizo que mi lento cerebro explotara, donde de repente todo tipo de malos recuerdos y abrasadora vergüenza me volvieron a asolar, haciendo que la punta de mis orejas y mejillas se calentaran de embarazo.

Instantáneamente sentí que la punta de su lengua no estaba nadando en la zona de mi herida, sino que en realidad estaba acariciando cierta parte que era muy vergonzosa de mencionar. Todo mi cuerpo soltó un temblor y me puse rápidamente en acción, empujándolo, pero me di cuenta de que mi mano se parecía a una esponja: suave y débil.

Agares se apoderó de mi mano, giró su rostro y olisqueó profundamente mi palma, al parecer muy feliz.

—Ya no sigas —retiré mi mano más rápido que al ser quemado, y tartamudeé—. ¡Me siento mucho mejor ahora!

—No... —bajó la mirada hacia mi herida, sus ojos se hundieron en un pozo profundo y su cabeza volvió a bajar.

—¡No, no lo hagas! ¡Oye! —En un estado nervioso, intenté apresuradamente alejar su cabeza, pero mis dos manos fueron capturadas y arrastradas a un costado de su hombro. El entumecimiento y la flojedad que sentí antes volvieron instantáneamente en un espiral de polvo cuando su lengua hizo contacto con mi piel, y como una carpa saltadora, levanté instintivamente mi torso en una curva perfecta. La vergüenza que fue reprimida por el dolor ahora subía vigorosamente por mis nervios.

El olor a almizcle emitido por Agares aceleró mi respiración, y mi cuerpo–que estaba totalmente empapado de agua–debería haber estado frío, pero en cambio, estaba increíblemente caliente.

Avergonzado, apreté la mandíbula e inhalé un par de respiraciones profundas a fin de calmar mi respiración anormal y rápida, así como mis irregulares latidos.

No admitiría cuán sensible se había vuelto mi cuerpo o incluso cómo con el más mínimo toque de Agares, sufriría una reacción fisiológica.

La cola de pez emparedada entre mi entrepierna se frotaba suavemente contra mí cada vez que [Agares] movía su torso. Sabía que estaba empezando a ponerme duro, y Agares definitivamente notaría este detalle muy pronto.

En este estado de embarazo y confusión, logré agarrar su hombro y sacudí mi cadera precipitadamente mientras gritaba, —¡Agares! ¡Agares! Bájame. ¡En serio ya me siento mejor!

Usar este nombre para llamarlo pareció ser mucho más efectivo que solo usar la palabra "oye", pues al instante mi cintura fue milagrosamente aflojada de sus malvadas garras. Mi cuerpo bajado tropezó con la atrincherada y enrollada cola de Agares hasta que finalmente encontré un espacio abierto donde pude hundir las piernas en el agua. Inmediatamente después, junté mis dos piernas, temeroso de que Agares descubriera la actividad movible que se encontraba abajo.

Al parecer no notó nada peculiar en mí, ya que simplemente se giró y apoyó su figura contra la pared. Soltó un suspiro profundo y húmedo, como aliviado de una carga, antes de bajar la mirada a su propio cuerpo.

Fue entonces cuando noté que había varios agujeros hundidos y esparcidos a lo largo del abdomen del tritón. Pude ver los extremos brillantes y metálicos de las balas incrustadas, así como una membrana translúcida que ya se estaba solidificando desde el exterior, formando capas sobre las balas. Las balas no pudieron penetrar completamente la dura piel de Agares, y estar atascadas a la mitad debe haber dificultado la propia capacidad de curación de Agares.

Quizás debido al dolor, Agares de repente extendió una de sus afiladas garras para rasguñar la membrana en formación que cubría el extremo de una bala. Al instante, sangre azul se desbordó del agujero dañado por el rasguño.

Mi pecho se apretó instantáneamente cuando vi esto, y lo agarré del brazo de inmediato antes de gritarle que se detuviera con una voz severa, —¡Detente, solo abrirás más tu herida! Yo...

En esta situación, debería ayudarlo. Pero si estas balas fueran sacadas a mano, solo abriría más la herida. Era mejor succionarlas usando mi boca, pero, oh cielos, la posición de esas balas era...

demasiado baja.

Contemplé acaloradamente varios de sus agujeros de bala, uno de los cuales estaba cerca del borde superior de las escamas de Agares. Pude imaginarme lo vergonzoso que sería para mí ayudar a succionar esa bala por él.

Justo cuando estaba vacilando, Agares levantó la cabeza y usó esas pupilas oscuras y profundas suyas para atrapar mi mirada. Sus cejas se fruncieron cuando suplicó en voz baja.

—Ayúdame... Desharow...

Mi cuero cabelludo se entumeció por su intensa mirada. Volví a dirigir mi mirada hacia su abdomen herido, y con gran esfuerzo traté de evitar que mis ojos se arrastraran más abajo, sin embargo, eso no impidió que me sintiera avergonzado y pudoroso. Pero Agares arriesgó su vida para ayudarme, y hace un momento incluso curó mi herida grave. Así que, por supuesto, tenía que hacer lo que pudiera para ayudarlo a recuperarse también. Además, un Agares sano y fuerte era sin duda nuestra mejor esperanza contra esos asquerosos piratas.

Oye, Desharow, solo vas a actuar como un veterinario. ¡No pienses nada estúpido!

—Está bien... ¡Animal, no te muevas, y yo te ayudaré a sacar esas cosas!

Respondí con una cara seria para cubrir mi aflicción. Luego respiré hondo, me arremangué y me puse en cuclillas junto a él. Sostuve a Agares contra la pared y me incliné cuidadosamente hacia sus heridas abdominales.

En el momento en que mis labios tocaron la herida de Agares, su abdomen de repente tembló. Las garras mojadas y palmeadas entonces se posicionaron traviesamente sobre mi hombro, donde el agua goteó por mi clavícula y me puso la piel de gallina. Se me era imposible cambiar de opinión ahora, así que fingí tener la apariencia de un doctor tranquilo y me animé a succionar la metralla atrapada en su piel lo mejor que pude.

Mientras succionaba cada vez más fuerte, los apretados músculos abdominales del tritón seguían un intenso ritmo de respiración, convulsionándose violentamente cual volcán listo para entrar en erupción. Tuve que usar ambas manos para restringir su fuerte cintura cuando la metralla se hundió más, y decidí usar mi lengua para enganchar la bala antes de escupirla a un costado.

Me limpié la frente que quedó cubierta de sudor. Era solo la primera bala y fue igual de difícil que autodesafiarme para completar un complejo experimento de investigación. Succionar balas no era lo único que desafiaba mis límites, pues también estaba la indescriptible vergüenza. Pero todavía había muchas más heridas de bala que tenía que tratar.

No me atreví a levantar la mirada y ver la expresión de Agares, ya que sabía que mi cara estaba toda ruborizada y roja. Escupí la sangre en mi boca y continué para succionar la siguiente. Rápidamente, casi todas las metrallas fueron predispuestas por mí. La única que quedaba estaba cerca del área vital del tritón.

Contemplé con una mirada complicada el agujero de bala, y mi corazón quedó hecho un desastre. Esto era un verdadero desafío para mi mente psicológica, pues no había diferencia en participar... ¡en entregarme a Agares!

En el segundo en que este tipo de pensamiento saltó a mi mente, me dio un susto mortal y por el cual me reprendí severamente. Negué con la cabeza desesperadamente, pensando que podía arrancar este pensamiento de mi mente y arrojarlo de regreso al mar.

La mano de Agares tiritaba suavemente en mi hombro, y su respiración era pesada y oprimida, las venas de su abdomen incluso sobresaliendo. —Ayúda... me... —susurró en voz baja.

Apreté los dientes con frustración y cerré los ojos antes de bajar la cabeza. Respiré hondo y fui a succionar la herida con más fuerza que antes, solo para así poder sacar esta maldita bala más rápido. La garra palmeada de Agares se aferró a mi nuca, manteniendo mi cabeza donde estaba mientras movía su estómago hacia adelante. Su cola de pez estaba completamente pegada a mi pecho, y se comenzó a frotar contra mi torso, siguiendo el ritmo de su respiración. Esas pequeñas escamas acariciaban lentamente mi pecho, tocando de vez en cuando, como un par de palmas obscenas, mis sensibles pezones.

Ya se me había erizado la piel en todo el cuerpo, pero como ya era lo suficientemente difícil succionar la última metralla cerca de mis labios, no me atreví a fallar al final debido a la falta de esfuerzo. Subconscientemente arqueé mi columna hacia atrás para evitar tener un contacto tan sensible, mas la garra palmeada que presionaba mi cuello ejerció más fuerza para acariciarme ambiguamente la columna. ¡No solo eso, parecía haber algo grande y muy duro presionando mi mentón desde abajo, como si el cielo estuviera siendo apoyado por un solo pilar grande!

Al límite de mi paciencia, mordí con fuerza la herida y agarré la metralla entre mis dientes mientras una gran cantidad de sangre dulce–pero con sabor a pescado–me inundaba la garganta.

¿Esta bestia dolosa, vulgar y salvaje acaso hizo esto a propósito?

Me volví a sentar en el agua frenéticamente, y escupí la última bala junto con la sangre de Agares. Cuando volví a mirarlo, mi atención fue instantáneamente atraída por el descomunal órgano púrpura debajo de su abdomen. Se erguía todo alto y poderoso con grandes venas azules pulsantes y bombeantes, enfrentándome directamente como una larga escopeta lista para disparar. Por primera vez, pude ver claramente y a tan corta distancia cuán sorprendente era el auténtico tamaño del órgano sexual del tritón, y una vez fue usado...

¡No! Solo pensar en esto me hizo creer que mi propia mente estaba estropeada. Me levanté rápidamente con pasos tambaleantes. Intenté escapar atacadamente, queriendo alejarme lo más posible de Agares. Sin embargo, la cola del tritón debajo del agua me persiguió de cerca, como una pitón que ataca a una presa bajo el agua. La cola rodeó mis zancadas, atravesando el agua frente a mí y alzando todo mi cuerpo del agua en un santiamén.

—¡Ah, ayuda!

Rasgué mi garganta y solté un grito, pero mi cuerpo fue inmediatamente arrastrado hacia atrás junto con la cola de pez hasta que mi espalda golpeó un pecho musculoso y mojado, y un fuerte par de brazos se envolvió firmemente a mi alrededor.

—Desharow... —sentí los labios heladísimos, pero suaves de Agares tocando mi cuello en tanto su nariz asimilaba profundamente mi aroma antes de que un par de sílabas rusas burdas fueran pronunciadas a través de cada respiración que tocaba mi cuello—. No... me... tengas... miedo...

Solo Dios sabría cuán sinceras eran sus palabras, pero, por supuesto, solo si su enorme cosa no se estuviera hincándose ansiosamente entre mis nalgas. ¡No era distinto a un violador pidiendo permiso antes de violarte!

Incluso si esta bestia arriesgó su vida para salvarme, ello no podía borrar lo que me había hecho antes, y tampoco significaba que no volvería a entrar en un frenesí de apareamiento. Por estas razones, ¡¿cómo podría dejar de tenerle miedo?!

—No me toques... —El agua que empapaba mi camisa sin mangas era como una corriente submarina de sentimientos y deseos que quería invadir vigorosamente cada centímetro de mi cuerpo. Sentí la sensible agitación e inquietud de cada célula de mi cuerpo, lo que hizo que mis dientes temblaran de vergüenza y rabia. Intenté reprimir la creciente ira en mi voz, y mantuve un tono suave y tranquilo—. Agares, dijiste que no quieres que te tenga miedo, así que no me... vuelvas a hacer ese tipo de cosas.

—¿Por qué? —El sonido de la respiración de Agares se apresuró y sus labios se cerraron sobre el lóbulo de mi oreja, lamiendo y mordiendo con la implicación de querer invadir y ocupar mi cuerpo por completo—. Eres mío. Tú... también... me amas...

—¡De ninguna manera!

Condené de inmediato y con enfado, inclinando la cabeza para evadir sus labios entrantes. Pero entonces una garra traviesa se deslizó por mi espalda y alrededor de mi cintura para finalmente entrar en la parte delantera de mis pantalones, donde mi parte más vital fue agarrada por completo en su mano.

Mi cuerpo soltó un sobresalto condicionado, y apresuradamente traté de cerrar mis piernas, pero la reacción vergonzosa de la parte inferior de mi cuerpo no quedó en lo más mínimo oculta. Caí totalmente bajo el control de Agares, siendo frotado impúdicamente. Cerré los ojos mientras todo mi cuerpo se ponía rígido. Toda mi sangre se precipitó a mi coronilla, haciendo que mi cerebro se sintiera como un matraz inflamable a punto de explotar en un experimento fallido.

Entonces oí la risilla profunda y diabólica de Agares junto a mi oreja, —Esto aquí... es… prueba. —Cuando dijo esto, mi mano fue agarrada y jalada. Enseguida, mi palma rozó un gran pilar de carne que estaba palpitando suavemente, mientras que otro aliento húmedo se soplaba contra mi expresión impactada.

—Yo también.

Oh, por el amor de Dios, Agares creía erróneamente que esto era amor. ¡Pensaba que la reacción de mi cuerpo era responder a su cortejo, y la forma en que esta bestia salvaje expresaba su amor era la forma más primitiva y directa de relación sexual!

Maldita sea, no debo dejar que experimente su celo aquí. ¡Esos malditos piratas estaban justo encima de nuestras cabezas!

—¡No, no lo es! —Sintiéndome nervioso, hice mi mejor esfuerzo para retraer mi mano, y al mismo tiempo, agarré la suya en un intento de sacarla de mis calzoncillos mientras discutía vergonzosamente—. Agares, soy diferente a ti. Yo...

Me di cuenta de que se me sería complicado explicarle este asunto a Agares, pues simplemente no podría comprender cuán complejas eran las emociones humanas, lo que me hizo cambiar rápidamente mi fraseo. —No te amo. Esto... no prueba nada. ¡¿Entiendes?!

Discutí incoherentemente, mezclando ruso con español.

Agares se volvió inesperadamente callado después, como si estuviera intentando seriamente comprender lo que quise decir con mis palabras. Las manos que estaban firmemente envueltas alrededor de mi cintura se aflojaron, y la cola de pez que estaba montando me bajó, pero no liberó su agarre en mi tobillo. En cambio, fui arrastrado y presionado contra la pared.

Volví levantar la mirada hacia la sombra imperiosa y alta que caía sobre mí cual oscura neblina frente a mis ojos. Agares estiró sus dos garras, trabando por completo mi cuerpo con grilletes irrompibles. Mi corazón latía violentamente en mi pecho. Mis dedos se enterraron en la pared detrás de mí mientras suprimía el miedo que se abría camino incesantemente desde el fondo de mi corazón.

Agares dejó caer su cabeza, haciendo que su largo cabello se derramara sobre mi hombro. La punta de su nariz se presionó muy cerca de la mía mientras sus labios merodeaban cerca de mi cuello, después olisqueó profundamente.

—¿Te gusta ese hombre?

Por un segundo o dos, pensé que iba a sufrir, pero no esperaba que Agares hiciera una pregunta, especialmente una tan atroz.

—Lo llamaste... Rh... ine...

La expresión de Agares cayó un par de capas. En la tenue luz, vi que sus ojos estaban entornados, y en sus pupilas, había una mirada extraña mientras me miraba fija y directamente. —Yo estaba debajo del barco... vi a ustedes dos... juntos... todos los días —dijo con lentitud.

Bajó la voz en un intento de expresar su significado en una mezcla de español burdo y ruso. Sus labios se abrieron en la forma de una cuchilla afilada, enfatizando profundamente la última palabra que pronunció hasta el punto en que su puntiagudo canino quedó expuesto desde las comisuras de sus labios. Estaba lleno de animosidad, desahogando sus celos.

Quedé estupefacto y mudo en ese instante. Mientras Rhine y yo habíamos estado trabajando duro tratando de encontrar rastros de sirenios con el detector submarino, Agares nos había estado espiando simultáneamente debajo de nuestro barco todo el tiempo. Desde el principio, nunca fue la dosis de tiburón que usamos lo que lo había capturado. Básicamente, él quiso subir a bordo de nuestro barco primero. Pensábamos que teníamos un CI alto y éramos habilidosos, pero en realidad caímos directamente en las manos de esta bestia inteligente.

Durante los siguientes segundos, mi concentración jamás estuvo en su pregunta, pues era como una completa absurdidad para mí, pero para Agares, mi breve silencio pareció hacer que lo malinterpretara aún más. Me miró profundamente a los ojos, su rostro revelando una intensa renuencia y descontento. La respiración apresurada del tritón se roció sobre mi rostro mientras el suyo se acercaba.

—¿Me perteneces... a mí? ¿O... a él?

Tragué saliva. Mi estado mental se sentía como si se tratara de una cuerda de violín borneadiza siendo aserrada por las agresivas preguntas de Agares, haciendo ondas de irritantes sonidos de vibrato. Ahora estaba al tanto de que el CI de Agares podría ser mucho más alto que el de los seres humanos, sin embargo, frente a las complejas emociones de los humanos, era como un niño al que le gustaba jugar y gastar bromas. De hecho, sus emociones eran bastante incivilizadas y directas, completamente libres de principios y razones éticas. Si le gustara algo, lo tomaría obstinadamente para sí mismo, y si odiara algo, lo destruiría de inmediato hasta que no quedara nada.

Pero en lugar de las más complicadas, preguntas sencillas como estas eran las que encontraba más difíciles de resolver. No sabía cómo responder principalmente porque nunca antes había tenido este tipo de interacción con una persona homosexual. En Rusia estaba prohibido, pero ahora prácticamente me devanaba los sesos por esto.

Yo era, desde luego, un hombre independiente, entonces, ¡¿cómo podría pertenecerle a alguien?! Pero si respondía así, Agares lo encontraría difícil de entender. Con la condición de que admitiera que le pertenezco, eso sería lo mismo que darle rienda suelta para que me lo hiciera lascivamente. Pero entonces, si respondía que le pertenecía a Rhine, ¡¿quién sabía qué consecuencias impensables saldrían de eso?!

—Maldita sea... yo...

Sintiéndome bajo presión, escupí unas sílabas absurdas. Como si llegara al límite de su paciencia, Agares inclinó la cabeza hacia mi cuello y me dio un mordisco que no fue ni suave ni duro. Sus afilados dientes rasparon bruscamente mi piel, pasando por donde estaba mi arteria carótida antes de que su garganta soltara un silbido de advertencia, el mismo sonido que había hecho antes de matar a alguien. Quedé atónito de inmediato, y pronto escuché a Agares exhalar fuertemente, —Desharow... Tengo hambre...

Me estremecí y una inmensa cantidad de miedo me abrumó. Juro que me asusté mucho. Todas las escenas sangrientas en el barco se precipitaron a mi mente. No pude deshacerme de la imagen del abdomen brutalmente rasgado del pirata negro y el Agares cubierto de sangre, quien había proyectado una expresión intimidante similar a la de los asuras.

Volví a sentir náuseas y todo mi cuerpo siguió tiritando. Sospeché que podría haber enfurecido a Agares hasta el punto en que cambió de opinión. Pensó que yo estaba enamorado de otra persona, y me había reducido de ser su pareja a su comida. ¡¿Cómo pude olvidar que Agares era una bestia feroz con un temperamento impredecible?!

¡Preferiría comprometerme a ser su pareja que perder mi vida!

—Quiero... devorarte...

Agares, al mismo tiempo, aumentó la gran seriedad en su tono cuando sus labios se colocaron cerca de mi oído, rezongando con una intención enfatizada. Poco después, abrió la boca y bajó a mi hombro, donde quiso morder con sus caninos brillando tenuemente, exponiéndolos en la oscuridad. Abrí la boca de inmediato, y grité: —¡Te pertenezco! Te pertenezco a ti, Agares. Por favor, no me comas... ¡Te pertenezco!

No sabía cuántos "Te pertenezco" había gritado frenéticamente debido al pánico, creyendo que sería una forma efectiva de salvarme de Agares, quien pretendía no escuchar y usaba su filoso canino para palpar mi arteria carótida, como si estuviera contemplando dónde sería su primer mordisco. Sin embargo, de la nada, una profunda y extraña risilla salió de su garganta.

Me di cuenta de que era su risa, y no pude evitar bajar la mirada solo para ver los labios de Agares casi estirados hasta sus orejas. Sus ojos largos y entornados me miraban fijamente, llenos de pasión erótica, pero también de mofa.

—Eres mío... Desharow...

Su aliento fue como una corriente de agua que fluye hacia mi nariz. Poco a poco me di cuenta de que mi conjetura con respecto al CI del tritón era, una vez más, superficial e incomprendida, e incluso le había dado una razón lógica para probarme.

¡Maldición! Antes de que tuviera tiempo de hacer una breve y alarmante exclamación, Agares abrió la boca y succionó mis labios carnosos. La lengua satinada y resbaladiza abrió mis labios a la fuerza, y se zambulló directo al interior sin dificultad y comenzó a batirse obscenamente dentro de mi boca. Como si tratara de imitar una relación sexual, su lengua entró y salió de mi boca mientras frotaba mi lengua al salir, saboreándome intencionalmente y con lentitud. Al mismo tiempo, la cola de pez debajo de mis pies se enroscó a lo largo de mis pantorrillas y hasta arriba, donde acarició mi trasero, correspondiéndole a la fricción creada al frente.

Estaba avergonzado casi hasta el punto de la insania. Pero Agares era un maestro nato y habilidoso haciendo el amor, por lo que ser provocado por él desde dos direcciones hizo que mi miembro–que acababa de quedarse sin ánimo–se levantara una vez más. Su poderoso beso fue el más efectivo para confundir toda mi mente. Mi cuerpo ya flácido no podía volverse más flácido, y simplemente me recosté sin energía sobre la cola de Agares como una estrella de mar sin columna vertebral, permitiendo que el tritón pasara su lengua lascivamente por mi cuello antes de abrirse camino a mi pecho lamiendo.

La punta de su lengua parecía estar llena de corrientes eléctricas, pues cada toque se esparcía por todo mi cuerpo en un instante, haciéndome tiritar con sensibilidad. Enredé mis dedos en el cabello mojado de Agares, tirando de él en un intento de alejar la cabeza de Agares de mi cuerpo. Mi mandíbula tembló cuando grite jadeante, —¡No hagas algo como esto aquí... bestia!

Levantó la cabeza de mi pecho, su respiración se parecía a una fuerte y violenta tempestad. —¿Dónde... está... permitido entonces?

Simplemente quise abofetearme en la cara solo para que mi boca no dijera las cosas equivocadas. —Lo que quiero decir es... —escuché mi voz debilitándose y suavizándose. Solo escucharla me hizo sentir tan avergonzado que ni siquiera pude mostrar mi rostro. Simplemente sonaba como si lo estuviera seduciendo.

Los ojos de Agares se oscurecieron al instante. Su pecho subía y bajaba violentamente, mientras que los tendones de su cuello sobresalían. Tragó saliva, y debido a su extremo autocontrol, sus ojos brillaban como si estuvieran llenos de sangre. Incluso pude ver claramente las venas azules emergiendo de su piel pálida y blanca casi azulada.

Respiré profundo. Había cambios en Agares, se estaba conteniendo. En aquel entonces en el laboratorio, había sido básicamente una bestia impulsada por deseos sexuales, pero ahora que estaba afuera, claramente tenía un temperamento similar al de los humanos y había tratado de comunicarse conmigo. Incluso me salvó la vida arriesgando la suya, lo cual demostraba que podía ser bastante diferente cuando estaba en celo en comparación con cuando estaba normal. Al menos tenía algo de flexibilidad para evitar que me violara aquí. ¡En cuanto a lo que sucedería en el futuro, pensaría en ello más tarde!

Maldición, ya no me podía importar tanto. Con este pensamiento en mente, espeté mi siguiente oración, —Si puedes sacarnos de las manos de estas personas, entonces yo... soy tuyo. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Escupir esas últimas palabras fue tan difícil como tragar sangre, ya que no sabía cuáles eran las posibles consecuencias de engañar a esta bestia despiadada. En el segundo en que dije esto, la ilusión de ponerme en juego de repente apareció en mi mente. ¿Pero quién sabía qué pasaría en el futuro? Si alguna vez tuviera la oportunidad de volver a pisar tierra firme, ¿podría Agares realmente perseguirme?

Cuando usé esta expresión falsa para enfrentar a Agares después de mi golpe de suerte, el disfraz de sinceridad y amistad casi se derrumbó cuando lo vi mirándome fijamente y sonriendo. En las sombras, un pliegue en la esquina de su boca era profundo y hondo, pareciendo siniestro y ambiguo.

—Te conozco... —Agares estiró un dedo delgado y lo acarició en mi mentón como un anciano profundo y previsor burlándose de las ideas de un niño travieso. Su boca avanzó al puente de mi nariz, y exhaló un aliento húmedo, diciendo—. No es necesario... escapar. No puedes... escapar, de todos modos. Este barco... nos llevará... de regreso.

—¿De regreso a dónde? —Mis nervios saltaron—. ¿A la isla de la que salimos?

—No... —Agares negó con la cabeza y sus ojos entrecerrados se llenaron de una sensación de profundo misterio. Su garra palmeada se enroscó alrededor de mi cintura enseguida, y usó su cola de pez para subirnos verticalmente a lo largo de la pared y hacia donde se podía ver una pequeña grieta en la sentina.