Conclusiones
La práctica evidenció que la educación en la primera infancia se sostiene sobre un pilar fundamental: la presencia afectiva. Más allá del currículo o las planificaciones, los avances más significativos surgieron del vínculo emocional que se estableció con los niños y niñas a través del juego, el canto y el reconocimiento respetuoso de su mundo interior. Fue precisamente este vínculo el que generó el ambiente de confianza que permitió suavizar las tensiones, disminuir la agresión y abrir espacio para la expresión auténtica. La afectividad actuó como ese condimento que transforma no solo el sabor del aprendizaje, sino la atmósfera completa del aula.
El proyecto confirmó que cuando se mezclan estratégicamente emoción, movimiento e idioma, los aprendizajes se vuelven más profundos. La incorporación del cuerpo, la música y los comandos en inglés construyó un tipo de aprendizaje donde lo cognitivo dialoga directamente con lo motriz y lo afectivo. Esta integración permitió canalizar la energía disruptiva hacia acciones creativas, elevando el compromiso y fortaleciendo el autocontrol. Fue una receta educativa que mostró cómo la armonía entre emoción, lenguaje y acción concreta puede reconfigurar una dinámica grupal entera.
Un hallazgo clave fue descubrir que la disposición al cambio surgió inicialmente de los propios estudiantes: ese “yo quiero comportarme bien” que se escuchó en los primeros días. Al reconocer y validar ese deseo, la propuesta adquirió sentido para ellos. La motivación dejó de ser externa y pasó a ser un motor interno que transformó la convivencia, redujo la agresión y potenció la concentración. En otras palabras, el aula cambió porque se trabajó desde lo que el grupo necesitaba y anhelaba, no desde lo que simplemente “debía” hacerse.
Este proceso también mostró que enseñar y aprender no son movimientos unidireccionales. Cada interacción con los niños reveló algo nuevo sobre la docencia, sobre la necesidad de la flexibilidad, y sobre la adaptación estructural a las realidades de la institución. Fue una experiencia de doble vía donde, mientras los niños aprendían inglés, autocontrol y expresión emocional, el docente aprendía sobre paciencia, escucha activa y creatividad dentro de las limitaciones escolares. Cada niño se convirtió en un pequeño maestro que enseñó sobre humanidad, práctica y transformación.
Recomendaciones
1. Priorizar el Vínculo Afectivo y la Canalización de la Energía
Se recomienda que las instituciones educativas integren de manera sistemática actividades lúdicas, rítmicas y corporales. No deben verse como simples pausas activas, sino como herramientas pedagógicas fundamentales que fortalecen el vínculo afectivo con el docente y favorecen la concentración. Estas rutinas permiten canalizar la energía, organizar el comportamiento y honrar el mundo emocional del niño y la niña.
2. Fomentar la Formación Docente en Enfoques Integrales y Bilingües
Es indispensable promover espacios de formación docente en metodologías que articulen psicología del desarrollo, arte, movimiento y lenguaje. Esto permitirá que los educadores actúen como chefs sensibles y competentes, capaces de crear experiencias de aprendizaje integrales, emocionalmente seguras y lingüísticamente enriquecedoras.